Reflexión del Evangelio del Domingo 31 de Diciembre de 2023. Festividad de la Sagrada Familia.
Honra a tu padre y a tu madre
El evangelio, rico en colorido:
un viaje a Jerusalén, unos padres, un niño, unos ancianos, unas tórtolas, un
bullicio, etc. nos introducen, no solo como meros espectadores, sino en
personas interpeladas por la escena.
Hoy en día, en nuestra sociedad,
se dan cambios profundos y frecuentes en las leyes, incluso en las que rigen la
familia, cosa que no ocurre en el evangelio de hoy: la humilde familia nazarena
cumplió con todo lo prescrito.
Los padres de hoy en día tienen
que preguntarse sobre la obligación del cumplimiento de ciertas leyes, que
sirven más de adoctrinamiento, en lo referente a la educación de sus hijos
(sacar del interior de cada persona) y, más concretamente, en lo que se refiere
a la educación de ellos en la fe.
El amor familiar, reflejo del de
Nazaret y procedente del Amor Trinitario, ha de cultivarse viviendo los
consejos del Eclesiástico (1ª lectura de hoy), y que, de no ser así, los
nubarrones del fracaso amenazarán la relación entre quienes forman la familia.
No todos los hijos son “Jesús”,
ni todas las madres y padres son “María y José”. Si el diálogo y el perdón
fluyen familiarmente, se va haciendo camino según el modelo de la Familia de
Nazaret, se va construyendo Iglesia Doméstica según la Lumen Gentium (nº 11)
del Concilio Vaticano II.
La mirada a los componentes de la
Sagrada Familia, Jesús, José y María, muestran a todas las familias el respeto,
la armonía, la paz en el hogar, y sirven de misioneras en su entorno por la
felicidad que desprenden de la vivencia del amor divino vertido en su casa.
Este amor ayuda a superar los complejos y resolver los problemas que toda
convivencia conlleva, esas espadas que atraviesan los sentimientos, y que solo
con la misericordia celebrada de Dios, se convierten en momentos de unión y
fraternidad. Cuando los problemas aparecen por entendimiento distinto del
compromiso de cada miembro de la familia, la mirada luminosa a la Familia de
Nazaret abre a los valores trascendentes, reflejo de la mirada de Dios, que, en
diálogo entre los componentes de esa familia, se unifican las miradas, los
valores, los comportamientos y culminan en el fin propuesto para todo hogar: la
paz y la felicidad que dimana de esa paz.
Sobrellevaos mutuamente y
perdonaos
La evolución del mundo familiar
plantea nuevas coordenadas, distintas y distantes (ingeniería social), de
alguno de los puntos de la carta de san Pablo a los Colosenses, y que,
manteniendo por encima de todo el amor, fluyente entre marido-esposa recíprocamente
culmina, no solo en el amor entre los cónyuges, sino que da paso a la vida y a
la trascendencia concretadas en los hijos, y que revertida de estos a los
padres recrean familia en ambiente de verdadera libertad humana. “Vuestros
hijos…podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como
vosotros: porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer” (Jalil Gibrán;
El profeta).
Esa Iglesia doméstica, del
carácter dialogante y verdadera escucha, será una pequeña aportación de
sinodalidad doméstica para la Iglesia universal con proyección de futuro. La
fraternidad, fruto del diálogo en familia, es muestra del sueño de Dios-Padre para
la humanidad: llegar a la plenitud de su Reino, primacía, razón y vida del
anuncio de Jesucristo durante su existencia terrenal. El diálogo intrafamiliar
será, por tanto, prueba ante el mundo del “ya, pero todavía no”; del Reino que
ya ha comenzado, y que no tendrán fin.
Movidos por el Espíritu Santo
La actitud de los dos ancianos,
Simeón y Ana, cargados de años, y movidos por el Espíritu Santo, tiene que ser
recordatorio de los valores y respeto a los mayores para la familia de hoy, y
la experiencia y sabiduría de los mayores, piedra viva en la construcción
familiar. Ambos dos, Simeón y Ana profetizan y proclaman lo que será ese Niño,
incluyendo en lo profético la espada de dolor para su madre, María. Ellos
reconocieron a Jesús, y de ellos tenemos que aprender a reconocer nosotros
también al Mesías con los que nos relacionamos. No puede haber división entre
los seres humanos, que iguales en su creación, hemos de ver el rostro de Jesús
en todos ellos: niños, mayores, ancianos, pobres. En estos momentos, donde
tantos inocentes pierden la vida por las guerras, solo el amor del Niño Dios,
puede acallar la violencia en el mundo. No vino contra nadie, vino a traer la
Paz.
Si Jesús durante el trascurso de
su vida “escondida” en Nazaret, y cumpliendo las leyes del momento, vivió esa
vida familiar, recibiendo el cariño respetuoso de José, le moldearían para
pronunciar en la vida pública la palabra Padre (Abba) en multitud de ocasiones
y a boca llena, nosotros cada vez que rezamos el padrenuestro, tenemos la
oportunidad de trasladar la fraternidad por el perdón a nuestro prójimo:
padres, hermanos, abuelos, familiares, amigos, etc.
La admiración de todos
Hemos de preguntarnos, si nuestra vivencia de familia cristiana es causa de admiración para quienes nos rodea. Si crecemos como familia humana y eclesial. ¿La fraternidad, el respeto y el perdón son causa de admiración propia y/o ajena? El Espíritu Santo siempre dará su fuerza a quienes se la pidan para ser misioneros en el mundo y así la Iglesia Universal siga siendo vocera del amor, el perdón y la misericordia ahora y siempre.
Fr. Carlos Recas Mora
O.P.