domingo, 26 de marzo de 2023

CAMINO, VERDAD Y VIDA

 

Reflexión Evangelio del Domingo 26 de marzo de 2023. 5º de Cuaresma.

Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis

Los principales del pueblo judío han sido deportados a Babilonia. Sufriendo el desprecio de sus opresores, se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres. En esta situación el profeta Ezequiel trae la parábola de los huesos secos y amontonados porque no tienen vida. Y desde la experiencia de Dios anuncia que en esos huesos secos se infundirá el Espíritu de vida y se reanimarán.

Si bien el profeta se refiere a la liberación de las vejaciones que están sufriendo en Babilonia os judíos deportados, esa parábola de algún modo anuncia ya la esperanza en la liberación final de toda la humanidad gracias al Espíritu de vida cuya voz y fuerza está presente y actúa en la evolución de la historia con tantos cementerios de huesos secos.  Es importante actualizar hoy la presencia y actividad del Espíritu cuando persiste a ideología del imperialismo que impone la ley del más fuerte; cuando la insaciable codicia  de unos  siembra miseria y muerte para lo más desvalidos; cuando muchos se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres.

Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales

Segunda lectura. San Pablo en su carta a los cristianos de Roma indica bien la alternativa de fondo a la hora de caminar hacia una sociedad de vida y de liberación para todos: vivir según la carne cuyo resultado es la muerte, y vivir  según el espíritu cuya tendencia es la vida. Con frecuencia identificamos esas dos tendencias con el binomio cuerpo-alma; la vida material sería del cuerpo, mientras la vida espiritual se forjaría en el alma. Incluso en algunos persiste la visión griega del cuerpo como prisión y enemigo del alma cuya vida espiritual tiene que liberarse de los condicionamientos y relaciones corporales.

 

Pero en la visión bíblica el ser humano es cuerpo y alma, como un todo, puede ser enteramente vivificado por el espíritu de Dios. El cuerpo es la persona humana vuelto hacia los demás y en relación con ellos; en esta relación individualista o solidariamente. Según el mismo San Pablo en la segunda carta a los fieles de Corinto, en la resurrección también el cuerpo es transformado y entra en comunicación solidaria con todos y con todo, será “un cuerpo espiritual. En esta visión bíblica debemos interpretar la distinción que hoy hace San Pablo: “los que viven según la carne y desean lo carnal; y los que viven según el Espíritu y desean lo espiritual.

Las palabras “carne y carnal” tienen aquí un significado peyorativo: instinto egoísta de cerrazón a la vida comunitaria. Lo explicita bien el mismo San Pablo en la carta dirigida a los fieles de Galacia: “Si vivís según el Espíritu, no deis satisfacción facción a las apetencias de la carne que son  contrarias a las  apetencias del  espíritu. Las obras de la carne ya son conocidas: idolatría, odios, discordia, celos, iras, rencillas, envidias. En cambio, fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Carne y espíritu no son equivalentes a cuerpo y alma. Designan dos actitudes y conductas en la forma de interpretar y tejer la existencia.

En su carta a los cristianos de Roma que hoy leemos, San Pablo recomienda que    nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud. 

Tu hermano resucitará

Es muy  significativo el relato  de San Juan sobre la resurrección de Lázaro. Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no da mucha importancia a la muerte física; no se apresura para ir a Judea donde está el pueblo de Lázaro; incluso aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Sin embargo es importante un detalle. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “mirad cómo le amada”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta.

En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.

Con este relato San Juan ya está remitiendo a la resurrección de Jesús. Su alimento ha sido hacer a voluntad del Padre y amar a los seres humanos “hasta el extremo”. Por eso, según el cuarto evangelista, su entrega por amor hasta dar la propia vida, ya es victoria sobre la muerte. Camino, Verdad y Vida para todos.

Y un detalle bien significativo. Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece;  Lázaro vuelve a la vida pero no está liberado de a muerte; se trata de una revivificación. En cambio, según el mismo evangelista, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.

En las tres lecturas somos invitados a dejarnos educir y trasformar por el espíritu de Jesús que anima nuestros huesos secos, nuestra vida que sucumbe a los fracasos; que nos saca del egoísmo y apetencias individualistas, que nos da confianza para superar el trance de la muerte física sorda y muda: el que creen en Jesucristo, aunque físicamente muera, entra en la plenitud de vida sin dolor ni muerte.

Es oportunidad para reflexionar como creyentes cristianos:

“El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Gracias al Espíritu, Jesús está dentro de nosotros como palabra de Dios que no pregunta: “¿Crees esto?”

En el panorama de mundo actual con tantos desastres ¿en qué fundamentas la esperanza o mirada confiada hacia el porvenir?

¿Hasta qué punto y en qué medida estás superando la crisis de fe o confianza que hoy está sufriendo a comunidad cristiana?

Fr. Jesús Espeja Pardo O.P.

domingo, 19 de marzo de 2023

LES ABRIÓ LOS OJOS

 

Reflexión Evangelio del Domingo 19 de marzo de 2023. 4º de Cuaresma.

En el camino, Jesús se encuentra con un ciego, y sus discípulos le preguntan por algo que es una creencia arraigada: si la enfermedad es fruto del pecado, “¿quién pecó, para que éste sea ciego, él o sus padres?” Y Jesús, que es Vida, y cuya misión es comunicarla con un signo de vida (poniéndole el barro sobre los ojos y con el agua de la piscina), transmite la luz a ese hombre que con este gesto (unción) bautismal recibe el Espíritu y con él la vista. Ha sido transformado, descubre que es un hombre libre, aunque hasta ahora no lo había experimentado. Estaba limitado, pero a partir de su encuentro con Jesús ha cambiado su experiencia personal y la percepción que a partir de ahora tendrá la gente de él (“Nació ciego para que resplandezca en él el poder de Dios…Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”).

Ese cambio desconcierta a todos: a los vecinos, que dudan que sea el mismo ciego que veían a diario en la calle pidiendo; a sus padres, que por miedo a ser represaliados se niegan a testimoniar que ese es su hijo ciego; y a las autoridades, que ven peligrar su credibilidad, comprometiendo con ello su poder sobre el control de la pureza de la religión. De ahí su empeño en no aprobar que alguien como Jesús, pueda realizar algo semejante. Ellos que tienen el poder y el privilegio sobre la ley para saber lo que viene de Dios y lo que es fruto del mal, no entienden que pueda provenir de lo alto algo que no es acorde a la Ley, aunque de ello se derive la curación de un hombre ciego. Y menos, viniendo de alguien que no guarda el sábado.

Con la acción sobre el ciego, Jesús manifiesta el núcleo central de la liberación sobre el hombre, devolviéndole la conciencia de su valor y, con ello, del valor de todo ser humano: su dignidad y su libertad. Esta es la forma de manifestar el amor de Dios al hombre en el encuentro con Jesús. Es un encuentro con Dios en el ser humano, que hace presente a Dios en su experiencia activa de amor. A esta presencia dinámica, Juan la llama Espíritu, y quien la acepta en sí nace de Dios, tiene una vida nueva.

El ciego ha cambiado tras la curación, no sabe quién es Jesús, pero ante la acusación de los fariseos de que esa persona ha de ser un pecador, responde con la convicción clara de lo que le ha ocurrido a él: “yo solo sé que era ciego y ahora veo…Vosotros no sabéis ni de donde es, y él me ha abierto los ojos…si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”.

El hombre débil y víctima de la opresión, por el Espíritu que recibe de Jesús, se convierte en el hombre libre, liberado de la autoridad de los fariseos, e incompatible con su sistema. El ciego ha comenzado a ver. No sabe quién es Jesús, pero cuando Jesús mismo sale a su encuentro, se abre y se postra ante él y lo reconoce cuando, se siente iluminado por su presencia y su luz.

“¿Tú crees en el Hijo del hombre?”… “Creo Señor”. La narración nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe en el Hijo del Hombre. El acto de fe, que hace el ciego curado, es un acto de fe en el Hijo del Hombre (Juan 9 35.38).

Este Evangelio relata un duro proceso que tiene como final la fe en el hombre. Es un camino complicado y duro. Desde el mismo momento que el ciego comienza a ver, empiezan todas las dificultades: la soledad, el abandono y la exclusión. Es un camino para descubrir lo que en nosotros hay de inhumano y, cambiando el corazón, aprender a confiar en el ser humano. En esto consiste la ceguera, en no tomarse en serio la fe en el ser humano. En él se encarnó Dios y en él nos encontramos con El. La confianza en Dios pasa por la confianza en el ser humano.

Al hilo de esta reflexión, el Papa Francisco sugería algunas preguntas para ser pensadas en nuestro actual contexto:

¿Podemos cambiar el sentir de nuestro corazón respecto a una mayor confianza en el futuro humanizador de los seres humanos? ¿Somos capaces ver la realidad como la ve el ciego?, es decir,  ¿Qué significa abandonar las luces falsas: La luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo.

Fr. José Ramón López de la Osa González

domingo, 12 de marzo de 2023

LA SED, MOTOR DE BÚSQUEDA

 

Reflexión Evangelio del Domingo 12 de Marzo de 2023. 3º de Cuaresma.

Es difícil para nuestro organismo soportar la sed durante mucho tiempo; enseguida procuramos ir por el agua que nos la pueda apagar… Eso fue, justamente, lo que vivió el pueblo de Israel en el desierto y la mujer samaritana de Sicar: la sed les movió a buscar, a clamar, a ponerse en movimiento y «en camino».

Es que la sed es símbolo de una experiencia humana muy radical: nos sentimos constitutivamente carentes, nos damos cuenta de que no somos completos …sentimos «la falta de…» (y en el caso de millones de hermanos, la falta de los elementos básicos para vivir con dignidad…) Es verdad que esta experiencia puede encerrarnos en la frustración, la queja y el aislamiento. Por eso, es necesario que la carencia nos despierte el deseo, un anhelo de plenitud que se convierta en nuestro motor vital de búsqueda. ¡Bendita búsqueda que nos pone de cara a Dios y de cara a los demás para el encuentro! La cuaresma que estamos recorriendo es, entonces, como esa experiencia de desierto que nos ayuda a reconocer la sed y el deseo que nos atraviesan, y a reconocer a Dios como la Fuente que necesitamos y buscamos…

Aunque, en verdad, cuando nosotros salimos en búsqueda de Dios… ¡siempre es Él quien nos sale al encuentro primero! Pues Él ya estaba buscándonos desde antes… como lo refleja este encuentro de Jesús y la Samaritana.

Un diálogo restaurador

El evangelio de hoy nos acerca el diálogo de Jesús con la mujer samaritana. Un diálogo paradigmático de nuestro «proceso de encuentro» con Jesús, un diálogo que nace motivado por la sed y que, al fin, culmina saciando esa sed porque guía pedagógicamente en el encuentro con el propio manantial.

Así, a partir de la experiencia de la sed física y del agua, Jesús ayuda a la samaritana a tomar conciencia de su propia sed interior: de sentido, de plenitud, de libertad… Jesús, por una parte, la encamina hasta que ella puede asumir su situación vital: «no tengo marido» … Por otro lado, palabras como «agua viva», «manantial de agua que salta hasta la vida eterna», la ayudan a abrirse, despertando en ella la esperanza tan arraigada en su pueblo: «cuando venga, el Mesías nos lo dirá todo». Es allí, cuando, desde la propia verdad y en la apertura del deseo, Jesús le revela su identidad: «Yo soy, el que habla contigo».

«Yo soy», en la Biblia, refiere al nombre de Dios; así, desde esta frase, podemos aventurarnos a reconocer a Jesús mismo como el «diálogo personal» que Dios establece con cada uno de nosotros, ya que Él mismo se autodefine que «el que habla contigo» … Así pues, ¿cómo no reconocer que nuestra existencia misma es un diálogo con Dios y que solo en ese diálogo somos «nosotros mismos»?

Sólo en diálogo con Dios somos lo que estamos llamados a ser, sólo «de cara a Él» somos restaurados en nuestra propia identidad… Pues, la palabra de Jesús –y Él mismo como Palabra– tiene la virtud de encender y despertar en nosotros el amor («Verbum spirans amorem», le llamaba Tomás de Aquino) y, de este modo, sacia nuestra sed, porque nos descubre el manantial que somos, el surtidor que llevamos dentro: el Amor de Dios, derramado en nuestros corazones.

Un Manantial de Amor en nuestros corazones

El diálogo restaurador nos pone, entonces, de cara a nosotros mismos y al Don de Dios, ese «don de Dios» que Jesús invitaba a conocer a la Samaritana y que, según el Apóstol, es el Amor de Dios «que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,5).

Ya decía san Agustín que el amor es la fuerza que nos mueve a actuar (cf. Confesiones XIII, 9, 10), y por eso, Dios, que quiere nuestra libertad, nos hace verdaderamente libres ayudándonos a vivir desde su Amor, desde su Espíritu. Pues, si no vivimos desde esa Fuente, conectados a ese Manantial de Amor que nos habita, seremos arrastrados, por la necesidad de nuestra sed, hacia pozos secos o aljibes de aguas enfermizas.

«Dame de beber» le pedía Jesús a la Samaritana y también hoy nos lo piden nuestros contemporáneos en sus gritos sordos y en sus múltiples necesidades, desde las más elementales, como la ropa, comida, vida digna y justicia…, hasta las más radicales como la paz, el sentido y la felicidad… ¿Cómo ayudar a saciar tanta sed que hay a nuestro alrededor? ¿Cómo conectarnos con el manantial que en nuestro interior salta hasta la vida eterna para llevar esa frescura a nuestro mundo sediento? ¿Cómo ahondar en ese diálogo restaurador de nuestra identidad y así, con Jesús, ser «palabra viva» que despierta el amor y la libertad a nuestro alrededor?

Fray Germán Pravia O.P.

Casa de la Santísima Trinidad, Montevideo, Uruguay

domingo, 5 de marzo de 2023

CULTOS DE LAS HERMANDADES DE SAN JUAN Y MAGDALENA

 

ESTE ES MI HIJO, EL AMADO... ESCUCHADLE

 

Reflexión Evangelio del Domingo 5 de Marzo de 2023. 2º de Cuaresma.

El relato de Mateo sobre la experiencia de Pedro, Santiago y Juan en la montaña con el maestro es tan conocido que corremos el riesgo de esclerotizar su riqueza bajo la ya tan conocida etiqueta de la “transfiguración del Señor”. Como recordaba U. Luz, “este relato es deliberadamente polifacético”. El contexto literario del relato mateano invita a tener en cuenta el camino de los discípulos hacia la pasión.

Hemos iniciado el camino cuaresmal, un tiempo propicio que la Iglesia nos ofrece para mirar nuestro caminar: el camino personal y el comunitario. El seguimiento de Jesús es un camino, aunque no exento de dificultades, dudas y frustraciones, que tiene también sus cimas, sus montañas de transfiguración, esas experiencias que renuevan, marcan y empujan a seguir adelante.

Sabemos que el camino cuaresmal es una invitación -personal y comunitaria- constante a escuchar al Hijo, al amado de Dios. Sin escucha no hay posibilidad de aprender del Maestro; sin escucha no es posible comprender lo que Dios nos pide en el contexto actual; sin escucha mutua en las comunidades eclesiales no podremos descubrir ni acertar el camino que nos pide el Señor. Por eso, creo que la escucha es una verdadera ascesis en estos tiempos, es un ejercicio que requiere de nuestro mayor esfuerzo. Eso nos conecta directamente con el mandamiento más importante del Antiguo Testamento: “escucha, Israel…”

Por otro lado, para escuchar debidamente, necesitamos conocer al que nos habla, que no es otro sino el Hijo Único, el amado de Dios. Por eso, necesitamos preguntarnos:

¿Conozco a Jesucristo? ¿He tenido experiencia de un encuentro personal con el Señor?

¿Escucho a los demás? ¿Me cuesta escuchar? ¿Dedico tiempo a escuchar a Dios en su Palabra y en la oración? ¿Estoy en modo sinodal, queriendo hacer camino con otros y otras? ¿Qué significa para mí hoy salir de mi “tierra”?

Fr. Edgar Amado D. Toledo Ledezma, OP