miércoles, 25 de diciembre de 2013

MENSAJE DE NAVIDAD


"Vengo a anunciaros una buena noticia; una gran alegría para todo el pueblo: os ha nacido un Niño, El Salvador, El Mesías.
Esta es la señal: encontraréis una criatura acostada en un pesebre".

Este año no es fácil repetir las palabras con las que el Ángel anunció a los pastores el nacimiento del Niño.¿Cómo anunciar una gran alegría cuando todo a nuestro lado parece dificultad y crisis?
Este año, más que nunca es preciso que alcemos la voz para proclamar la buena noticia de la cercanía de Dios.
Proclamar que no es ajeno a nuestras inquietudes.
Que no nos creó para desentenderse luego de nosotros.
Que sigue a nuestro lado y nos comunica su amor de mil maneras:
En los tiempos antiguos habló con el pueblo de Israel, a través de sus profetas y por eso se sintieron acompañados por Él.
También hoy, su voz nos acompaña en nuestra historia.: la belleza de la naturaleza, la ternura de los más próximos, los logros por un mundo mejor...
Para escucharlo, es preciso estar bien atentos porque su voz no es un grito que se deje oír por encima de los ruidos que llenan nuestra vida. 
Para oírlo es preciso silenciar antes tantas voces como, por ejemplo: la publicidad que nos incita a consumir sin medida; el tener cada día más y el deseo de dominar a nuestros hermanos...
El Señor habla desde la debilidad de los pequeños y olvidados de la tierra, desde los que no tienen cabida ni voz en nuestro mundo.
Nos habla, sobre todo, en el Niño que nació hace más de dos mil años y hoy sigue naciendo sin abrigo y sin hogar...
¡Después de veinte siglos aún hoy no hay posada para los pobres!
Hagamos como los pastores que, al escuchar el mensaje del Ángel, se pusieron en camino.
El Dios de todos los caminos va con nosotros:
Animó a María a ponerse en camino para visitar a Isabel. 
Guió a los Magos con la Estrella para encontrar al Niño.
Su voz anima y acompaña a todos los que caminan al lado de los débiles y humillados.
Alegrémonos todos porque no se olvidó de nosotros; miremos la Estrella y pongámonos en camino porque Dios nace en ti y en mi. ¡Aleluya! 

  (Tomado de la revista Homilética y adaptado por Manuel Tirado)

lunes, 23 de diciembre de 2013

NOCHE DE PAZ, NOCHE DE AMOR


Dios se hace hombre para habitar por siempre entre nosotros. Que su venida sea fuente de entendimiento y de alegría en esta Noche Santa de Paz y Amor.

sábado, 14 de diciembre de 2013

EL QUE ESPERAMOS

tercer-domingo-de-adviento

Homilía 15 de Diciembre de 2013. III Domingo de Adviento, ciclo A.

Santa Teresa de Jesús escribía: “¿Qué esperanza podemos tener de hallar sosiego en otras cosas, pues en las propias no podemos sosegar…?” Las noticias de cada día nos hablan de catástrofes naturales, de guerras y atentados. Con mucha frecuencia son los más pobres y marginados los primeros en pagar las consecuencias del mal y de las desgracias.

El texto del profeta Isaías que hoy se lee gira en torno a una consoladora profecía: “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará”. Inmediatamente añade que su venida cambiará la suerte de los ciegos y los sordos, los cojos y los mudos y hará volver a los rescatados del Señor.

El evangelio se hace eco de aquella profecía. De hecho, las mismas señales de curación constituyen la prueba de que Jesús es el Mesías que había de venir. Hoy no podemos ignorar a todos esos enfermos y desvalidos. Hoy hemos de agradecer la misericordia de Dios sobre ellos.

SANACIÓN Y SALVACIÓN

Desde la mazmorra en la que había sido arrojado por Herodes, Juan Bautista envía a dos discípulos suyos para que interroguen a Jesús sobre su identidad: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”  Jesús no presenta más credenciales que sus propias obras. Sus acciones coinciden con las antiguas promesas formuladas en el libro de Isaías.

Sus acciones que no son meros actos de curación. La sanación corporal es el signo visible de la salvación integral de la persona. Una salvación que solo Jesús puede otorgar. Nadie fuera de él podrá salvarnos. Ni personas, ni instituciones. Ni líderes ni ideologías. Ni objetos de consumo ni loterías. Solo Él es el Salvador. Ese es el contenido central de nuestra fe y de la nueva evangelización.

La salvación del hombre no se reduce a la sanación corporal de las persona, pero no pretende ignorarla. Hoy podemos preguntar por los enfermos que conocemos. O tal vez visitar  en una residencia a los ancianos que no conocemos todavía. Y no sólo para “distraerlos”. Podemos tener para ellos las palabras y los gestos de la fe, la esperanza y el amor.

LA GRAN BIENAVENTURANZA

De todas formas, no olvidemos esa bienaventuranza que hoy se proclama. Entre todas las bienaventuranzas que el evangelio pone en boca de Jesús, ésta es especialmente llamativa.

• “¡Dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!”. Muchos desearían un Mesías a la medida de sus gustos, un evangelio que aceptara sus caprichos, una Iglesia que bendijera todas sus decisiones. Para la fe cristiana, es dichoso el que no coloca su propia idea del Mesías por encima y contra la realidad del Mesías Jesús.

• “¡Dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!”. Contemplemos una vez más su apariencia humilde. Contemplemos su sacrificio. Su pasión y su muerte eran un verdadero escándalo, una piedra de tropiezo. Es dichoso quien supera la tentación de abandonar a Jesús y su evangelio, a Cristo y a su Iglesia.

-  Señor Jesús, con el gozo de la esperanza nos preparamos para la celebración de tu Nacimiento. Que no te recibamos de manera indigna. Que te aceptemos siempre como el que eres. Que te acojamos como nuestro Salvador. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés 

sábado, 7 de diciembre de 2013

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA


“Reina y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa original?  De toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está?” Es hermoso este romance de Francisco de Borja (1577-1658) que recitamos en la fiesta de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.

En el tiempo del Adviento, la fiesta de la Concepción Inmaculada de María nos alienta en el camino de la esperanza. Somos conscientes  de nuestros errores y pecados. A pesar de ellos, Dios ha querido ofrecer a la humanidad un horizonte de perdón y de misericordia, de gracia y de belleza.

Esta fiesta de María nos lleva a celebrar esta nueva creación. Nuestra oración de hoy brota de una íntima alegría. La de saber que lo que perdió EVA, “la madre de todos los que viven”, ha sido felizmente recuperado gracias al AVE que el ángel Gabriel dirige a María, Madre de todos los redimidos.

LLENA DE GRACIA

Hoy se nos repite el relato evangélico de la Anunciación a María. En él escuchamos las palabras que le dirige el ángel del Señor: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese saludo convierte a María en imagen de todo el género humano. Con él se inicia el gran Adviento de la historia humana. Con él renace la esperanza.

Desde lo más hondo de su existencia, María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe traducirla en fidelidad. Dios nos crea y nos sostiene. María gozó durante toda su vida de la plenitud de la gracia y de la salvación. Fue una persona fiel en todo al proyecto de Dios. También a nosotros, Dios se nos da gratis, pero espera nuestra respuesta.

La sintonía de María con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don gratuito, pero encontró en ella una respuesta libre y generosa. Muy pobre es nuestra fe si  no logra superar el temor y no nos ayuda a aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día.

La humanidad no tiene nada que temer de la divinidad. Dios no es un enemigo de la causa y de la libertad humana. Dios nos ofrece su amable cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo”.

ABOGADA DE GRACIA

Hoy nuestro corazón se esponja en la contemplación de la decisión de Dios de ofrecer a la humanidad un rayo de esperanza. Con el prefacio de la misa de esta solemnidad nos gozamos en la limpieza de María:

• “Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente”. Esta mirada al pasado de nuestra historia nos invita a dar gracias por el don de la salvación. A la vista del mal y de la corrupción de este mundo, con frecuencia nos dejamos vencer por el pesimismo.

• “Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”. Y esta mirada a nuestro presente nos lleva a recobrar la esperanza. Tratemos de descubrir los signos de esperanza que se encuentran en nosotros mismos, en los demás y en toda la sociedad.

- “Oh Dios, por la concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada. En previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado. A nosotros concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Amén”.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 1 de diciembre de 2013

ADVIENTO Y ESPERANZA


Domingo 1 de diciembre de 2013. 1º de Adviento. Ciclo A

Una vez más estamos en el tiempo de Adviento. Durante estas cuatro semanas preparamos la celebración de la fiesta del nacimiento de Jesús. Pero no sólo eso. El Adviento es el tiempo que resume toda nuestra vida. En este tiempo se nos invita a redescubrir la virtud de la esperanza. Y a vivir como quienes están de camino.

En este itinerario del Adviento nos acompañan, sobre todo, las figuras del profeta Isaías, de Juan el Bautista y de María la Madre de Jesús.

En este primer domingo, recordamos cómo Isaías invitaba a las gentes de su pueblo a marchar por las sendas del Señor, a repensar nuevas estrategias para la paz y a caminar a la luz del Señor. En ese camino había de encontrarse Israel con todos los demás pueblos de la tierra. La esperanza o es universal o no es esperanza (Is 2, 1-5).

ORACIÓN Y TAREA

En este nuevo año litúrgico leeremos el evangelio según San Mateo. En el texto que  hoy se proclama (Mt 24, 37-44) escuchamos este aviso: “A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. En tiempos de Noé las gentes vivían despreocupadas y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio. El evangelio nos invita a vivir atentos y despiertos.

Con frecuencia vivimos olvidando lo que somos y lo que esperamos. Estamos llamados a vivir esperando la manifestación del Señor y la plenitud de su Reino. La esperanza nos exige vivir despiertos, atentos a los signos de los tiempos.

En la eucaristía repetimos con frecuencia la súplica con que se cierra el libro del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”. Tendremos que preguntarnos si de verdad vivimos esperando, deseando y anticipando la manifestación del Señor. Orar bajo el signo de la esperanza, no significa manifestar nuestro descontento con la realidad de este mundo.

Al contrario. Como nos ha dicho el Concilio Vaticano II, “La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo” (GS 39).

VIGILANCIA Y ESPERA

Hoy encendemos la primera de las velas en la corona del Adviento. A su luz escuchamos las dos exhortaciones que nos dirige Jesús, también en nuestro tiempo:

• “Estad en vela porque no sabéis cuándo vendrá vuestro Señor”. Nos mantenemos despiertos, no por temor al que viene sino con la gozosa espera del que ama.  Además de velar y orar, dedicamos un momento a buscar algunos signos por los que el Señor nos indica el camino que hemos de seguir para anunciar y preparar su venida.

• “Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Esta última frase no es una amenaza, sino una preciosa advertencia. En cualquier momento de la historia humana puede hacerse evidente que el Señor está con nosotros. Para el buscador de pepitas de oro cualquier momento puede ser el que cambie su suerte. Hay que estar atentos.


- Señor Jesús, andamos preocupados por mil cosas y nos enzarzamos en discusiones sin sentido. No permitas que perdamos de vista la realidad que nos circunda. Ayúdanos a descubrir en ella los signos de tu presencia. Y a esperarte cada día con amor. Amén.

D. José Román Flecha Andrés