sábado, 31 de enero de 2015

PROFETA Y MAESTRO


Homilía para el Domingo 1 de Febrero de 2015. 4º del Tiempo Ordinario. B.

“Suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y él les dirá lo que yo le mande” (Dt 18,18). Según el libro del Deuteronomio, con esas palabras anuncia Dios el envío de un profeta semejante a Moisés. Como se ve, será un profeta tomado de entre sus hermanos, es decir partícipe de la suerte de su pueblo y comprometido con él.

Además, habrá de transmitir las palabras del Señor para ser escuchado como su mensajero. Esa elección por parte de Dios exige una fidelidad exquisita por parte del elegido. El mismo texto añade que el profeta no deberá caer en la arrogancia de proclamar en nombre de Dios aquello que Dios no le haya mandado.

Pero la fidelidad es don y tarea. Un don de Dios en beneficio del pueblo. Y una tarea que atañe también a los que escuchan o han de escuchar el mensaje del profeta enviado por Dios. Así lo manifiesta el mismo oráculo del Señor que se recoge en el texto. “A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas”.
  
LA AUTORIDAD

El evangelio de Marcos que hoy se proclama (Mc 1, 21-28) nos presenta a Jesús en Cafarnaún, la ciudad costera del lago de Galilea que él habría de convertir en la base de su misión. Es un sábado y Jesus acude a la sinagoga. Cuando toma la palabra los asistentes quedan admirados, porque enseña con autoridad.

La autoridad no puede confundirse con el poder. El poder es transitorio, mientras que la autoridad permanece. El poder viene determinado por un golpe de fuerza o por la veleidad de los que eligen al gobernante. Pero la autoridad proviene del valor del mensaje y de la coherencia del mensajero. El poder aplasta a las gentes, la autoridad las ayuda a crecer .

La autoridad de Jesús se vincula a su forma de enseñar y a su forma de actuar. Sus palabras son corroboradas por sus acciones. En este caso, por la curación de un enfermo. En tiempos en que la enfermedad se atribuye a un mal espíritu, Jesús demuestra su autoridad liberando de él a este pobre paciente. La autoridad de Jesús se identifica con la compasión.

LA CONFESIÓN

El evangelio de Marcos recoge los gritos que dirige a Jesús el enfermo. Aquel marginado descubre en Jesús al verdadero profeta que había sido prometido por Dios.

“Sé quien eres: el Santo de Dios”. Cuando Pedro lo reconozca como el Mesías de Dios, Jesús lo proclamará dichoso, porque esa revelación sólo puede venirle de Dios. Ahora Jesús se limita a imponer silencio al enfermo. El Maestro no quiere ser identificado con un curandero.

“Sé quien eres: el Santo de Dios”. Cuando la Iglesia y cada uno de sus miembros se pregunten por lo más importante en la evangelización, deberán recordar esta primera confesión de fe que brota de las periferias existenciales del mundo, como dice el Papa Francisco.

“Sé quien eres: el Santo de Dios”. Cuando la humanidad descubra que la felicidad no se encuentra en la ostentación del poder, sino en la escucha del mensaje profético que le propone Jesucristo, habrá de prepararse a repetir este grito de la fe.

Señor Jesús, te reconocemos como el Santo de Dios, como el Maestro que habla con autoridad y como el testigo de la compasión de Dios. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés

LA ESTRELLA ESPERA A SUS HIJOS MÁS PEQUEÑOS


La Virgen de la Estrella ya está a pie de altar par recibir bajo su manto a los villarrenses nacidos en este año. Un acto emotivo y sublime que ha calado desde su primera celebración hace ocho años.

domingo, 25 de enero de 2015

LA LLAMADA Y LA MISIÓN


Homilía para el Domingo 25 de Enero de 2015. 3º Tiempo Ordinario, B.

“Levántate y vete a Nínive, la gran capital, y pregona allí el pregón que te diré” (Jon 3,1). Esa es la orden que el Señor dirige a Jonás. No era un encargo fácil. Nínive era una potencia despiadada, que sometía a esclavitud a todos los pueblos que iba conquistando. Exhortar a Ninive a convertirse, de parte de un Dios al que despreciaba, parecía una tarea imposible.

No es extraño que Jonás trate de ignorar la llamada de Dios y de huir lejos, exactamente en la dirección contraria de la ciudad a la que Dios le envía. Jonas nos parece un profeta desobediente, pero otros podrían calificarlo como un hombre realista y prudente. Nadie puede ser obligado a meterse en la boca del lobo.

Sin embargo, contra todo pronóstico, los ninivitas escuchan un mensaje en el que no cree el mensajero. Y ante el arrepentimiento de Nínive, Dios se arrepiente del castigo que pensaba enviar a la ciudad. Evidentemente, la misericordia de Dios es mayor que la incredulidad humana.

LA LLAMADA

El evangelio que hoy se proclama recuerda también una llamada. La escena nos sitúa en las orillas del lago de Galilea. Jesús es todavía un desconocido en la región. Al pasar, encuentra a Simón y a su hermano Andrés enfrascados en su tarea habitual. Son pescadores y están echando el copo en el lago.

“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mc 1,17). Hemos escuchado muchas veces estas palabras. Hoy nos resultan familiares, pero tuvieron que suscitar algunas preguntas en aquel momento. ¿Quién era aquel personaje que invitaba a unos desconocidos a seguirle? ¿Qué podía significar ser pescadores de hombres?

La escena puede explicarse por el evangelio de Juan. Andrés era discípulo de Juan Bautista, había tenido ya un encuentro con Jesús y lo había comentado con su hermano Simón. Y tal vez con Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que eran sus compañeros en las tareas de la pesca. También a ellos dirige Jesús su llamada.

 EL SEGUIMIENTO

Pero la escena que se desarrolla junto al lago de Galilea es como una parábola en acción. Nos indica que la llamada obedece a la iniciativa de Jesús. Y nos recuerda la respuesta de los que han sido llamados por él:

Los cuatro pescadores dejaron sus aperos de pesca y a sus familiares y compañeros. Abraham salió de su tierra y dejó atrás a su parentela. Moisés dejó la tierra en la que había nacido y la alta posición que ocupaba. También Jonás dejó su tierra y su comodidad. La llamada de Dios relativiza nuestra instalación y posesiones y hasta nuestras relaciones personales.

Los cuatro pescadores del lago decidieron seguir a Jesús y se marcharon con él. Abraham, Moisés y Jonás, siguieron la indicación del Dios que los enviaba a un futuro difícil y arriesgado. La llamada de Dios exige de nosotros una generosa disponibilidad para seguir los pasos de Jesús, acompañarlo por el camino y ser testigos de su vida y su mensaje.

- Señor Jesús, queremos reconocer tu paso junto a nosotros. Agradecemos tu llamada y nos disponemos a seguirte con fidelidad en la misión. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 18 de enero de 2015

EL PAPA EN EL COMEDOR DE LOS TRABAJADORES DEL VATICANO





LA LLAMADA Y EL ANUNCIO



Homilía para el Domingo 18 de Enero de 2015. 2º Tiempo Ordinario, B.

“Aquí estoy. Vengo porque me has llamado”. Hasta tres veces repite el niño Samuel estas palabras que se recogen en la primera lectura de la misa de hoy (1Sam 3,3-10.19). La escena se sitúa en el Santuario de Silo. El pequeño oye que alguien le llama durante la noche y acude presuroso a ponerse a las órdenes del sacerdote Elí.

Pero no es el sacerdote quien le ha llamado. Él es el primero en comprender que esa voz misteriosa viene de lo alto. El niño ha sido elegido por el Señor. Así que cuando de nuevo le despierta la voz que le llama, Samuel pronuncia la oración que le ha sugerido el mismo Elí: “Habla Señor que tu siervo escucha”.

A lo largo de nuestra vida hemos meditado muchas veces esas palabras del pequeño Samuel. Y las hemos adoptado como modelos de oración. También nosotros nos ponemos a disposición del que nos ha llamado. Sabemos que nuestra vida puede cambiar totalmente si escuchamos con atención la voz del que nos habla en la noche.

LA BÚSQUEDA

También el evangelio que hoy se proclama nos ayuda a repensar el misterio de la llamada. Juan Bautista descubre entre sus oyentes a Jesús y lo presenta como el Cordero de Dios. Dos de sus discípulos, Andrés y otro de ellos, dejan al Bautista y lo siguen. “¿Qué buscáis?” Esa pregunta de Jesús se dirige a todos nosotros.

En realidad, esa pregunta se dirige a toda la humanidad. Cada uno de nosotros se define por sus búsquedas. Nuestros afanes de cada día revelan nuestros intereses. Aunque no queramos admitirlo, dejan al descubierto nuestras necesidades más hondas. Y esa idea escondida y profunda que tenemos de nosotros mismos. Nuestro yo ideal.

Los dos discípulos preguntan a Jesús donde vive. Y él responde con una invitación: “Venid y lo veréis”. Como sabemos, Jesús no tiene dónde reclinar su cabeza. Aquel encuentro con Jesús debió de llevarles a comprender que lo importante de Jesús no era lo que tenía, sino lo que era. Una importante lección que el Maestro guarda también para nosotros.

EL ENCUENTRO

Pero los dos curiosos discípulos de Juan aprendieron bien esa lección. Comprendieron que su aprendizaje junto al Precursor los llevaba definitivamente hacia el Anunciado. Algo podemos percibir por la frase que Andrés dirige a su hermano Simón:

“Hemos encontrado al Mesías”. Su curiosidad no ha sido en vano y se ha visto coronada por un premio no esperado. Los dos discípulos del Bautista han pasado ya de la búsqueda al encuentro, del Siervo al Señor y del profeta al Mesías.

“Hemos encontrado al Mesías”. Él pequeño Samuel había escuchado la voz de Dios durante la noche y en el ámbito sagrado del santuario. Los discípulos de Juan han encontrado al que es la Palabra de Dios a pleno día y en el espacio abierto entre el río y el desierto.

“Hemos encontrado al Mesías”. El niño Samuel oyó una voz de Dios que había de transmitir al sacerdote Elí. Los discípulos de Juan escucharon al enviado de Dios y supieron que habían de anunciar a los demás aquel encuentro.

- Señor Jesús, tú sabes que nuestras búsquedas nos dejan siempre insatisfechos. Pero nosotros sabemos y confesamos que tú eres la meta de nuestra búsqueda. Mándanos ir a tí para que podamos anunciarte a nuestros hermanos. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

lunes, 12 de enero de 2015

BAUTISMO Y LIBERACIÓN

 
 
Homilía para el Domingo 11 de Enerode 2015. Fiesta del Bautismo de Jesús, B.

“Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones”. Este texto que hoy se lee en la misa (Is 42, 1-4. 6-7) pertenece al primero de los cuatro “Cantos del Siervo de Yahvéh”, que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías.

- El poema presenta a un misterioso personaje que parece identificarse a veces con el pueblo de Israel. En primer lugar se nos dice que Dios lo ha elegido y lo ama con predilección. Sobre él se ha detenido el Espíritu de Dios para que se convierta en testigo y ejecutor de la justicia divina. 

- Por otra parte, se subraya que esa justicia se identifica con la misericordia de Dios. Su Siervo es enviado para “abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prision y de la mazmorra a los que habitan en las tiniebas”. Al Siervo le ha confiado Dios la misión de liberar a los pobres y a los marginados.
 
LA PALOMA

No es extraño que la tradición cristiana haya visto en este Siervo de Yahvéh el anuncio del mismo Jesús. Él es el Hijo amado del Padre, su predilecto. Así lo proclama la voz del cielo que se oye en el momento del bautismo de Jesús en el Jordán, según lo recuerda el evangelio que se lee en esta fiesta del Bautismo del Señor (Mc 1, 11).

Según el texto evangélico, al salir de las aguas del Jordán en las que ha sido bautizado, Jesús ve rasgarse el cielo y al Espíritu Santo bajar hacia él “como una paloma”. Al Jordán habían bajado Josué y Elías, llenos de la fuerza de Dios. El Espíritu de la nueva creación baja sobre Jesús para confiarle una misión. La de revelar la presencia de Dios.

Así pues, el Bautismo es el momento de la revelación de Jesús y de su misión en el mundo. Su origen divino no le aleja de la tierra y de sus habitantes. La paloma que baja sobre él recuerda la otra paloma que indicó a Noé el fin del diluvio. Jesús es la tierra firme de la nueva humanidad. La tierra de la esperanza y de la vida.

EL AGUA Y EL ESPÍRITU

La visión de Jesús viene también a corroborar el anuncio de Juan el Bautista. Juan reconocía no ser el profeta anunciado a Moisés. No era Elías. Ni era el Mesías esperado. Su bautismo anunciaba el bautismo del Mesías:

- “Yo os bautizo con agua”. Y no era poco. Por una orden del profeta Eliseo, aquel agua del Jordán había limpiado de la lepra al general sirio Naamán. Por el ministerio de Juan, el Bautismo era para su pueblo una llamada al arrepentimiento y a la conversión. El pecado era y es en realidad la verdadera lepra. 

- “Él os bautizará con Espíritu Santo”. Eliseo sólo tenía un deseo: heredar dos partes del espíritu de Elías. Era como la herencia del hijo primogénito, estipulada por la Ley. Pues bien, Jesús es el Hijo primogénito, que recibe el Espíritu de Dios y lo derrama con abundancia sobre los que creen en él y deciden seguirlo por el camino.
 
Señor Jesús, en tu Bautismo hemos sido bautizados todos. Te reconocemos como el Hijo enviado por el Padre para liberarnos del mal y de nuestro egosísmo. Tú eres nuestro Salvador. Bendito seas, Señor! Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

lunes, 5 de enero de 2015

EPIFANÍA DE NTRO. SEÑOR JESUCRISTO


El 6 de Enero celebra la Iglesia Católica la solemnidad de la Epifanía, es decir, de la Manifestación de Jesús, Hijo de Dios, ante los pueblos de la tierra, representados por los Magos de Oriente. La Navidad era en principio una fiesta privada, un acontecimiento de familia. La Epifanía es, en cambio, una fiesta social: La Presentación de Jesús ante el conjunto de la humanidad, la venida mesiánica de los pueblos, en busca del Salvador.

Ésta es una fiesta pendiente, que se apoya en un "midrash" o relato simbólico, construido por el Evangelio de Mateo, partiendo de las profecías de Isaías y Miqueas. No dice lo que ha sido (lo que un día pasó externamente en Belén de Judá), sino lo que ha de ser, lo que hemos de hacer, según la profecía, abriendo un camino de esperanza universal, a partir del nacimiento de Jesús, con el signo de la Estrella de Oriente, para iluminar el mundo entero.

Es fiesta de Jesús, que espera en brazos de su madre, con José, la llegada de los magos . Pero es, sobre todo, la fiesta de esos "magos" que, en medio de un mundo sangriento de batallas y luchas por el oro y el dominio brutal de la tierra, siguen buscando la luz de Dios en la vida de un Niño que nace.

No es fiesta de "reyes" especiales, con poder para imponerse, sino de magos que ofrecen una sabiduría más alta, en libertad y en gratuidad. La intención del Rey Herodes bien clara se ve, quiere matar al niño. Los magos, en cambio (¡no reyes!), son hombres o mujeres de experiencia y compromiso de amor al servicio de la vida; así quieren coronar a Jesús como Rey de Dios, Rey Niño, para que todos los hombres y mujeres de la tierra seamos reyes como dirá Jesús al proclamar su mensaje:

- Que todos seamos reyes-hermanos-amigos del Reino de Dios. Una "fiesta de reyes particulares" sería totalmente contraría al sentido de este día.

- No es que lo seamos todos para que ninguno lo sea de verdad, sino que todos seamos Magos y Reyes, herederos y "propietarios" del Reino de Dios, en libertad y amor, bailando y gozando en torno al Niño Rey Dios, que son hoy todos los niños del mundo.

Por eso, esta fiesta es nuestra fiesta, y sigue pendiente, pues depende de nosotros, mujeres y hombres, llamados a ser magos, oponiéndonos así el poder de Herodes (que es el dominio del mundo a través del dinero, en sumisión a las legiones imperiales), para que los niños puedan nacer a la vida, aunque para ello tengan que estar dispuestos a huir, a oponerse claramente a los poderes que dominan esta tierra.

Es una fiesta pendiente... Se han apoderado de ella los mercaderes de mercados de "casta" que no creen en nada, y los reyes y gobiernos que se inclinan ante su ley, no a la vida de los hombres... Por eso, buscando a Jesús, estamos llamados a superar esta fiesta de mercado y reino elitista que el mismo Jesús mayor quiso limpiar cuando entró en el mercado de mercaderes del templo.

Es una fiesta que podemos y debemos rescatar, al servicio de la Vida de Dios que se revela en la vida de los hombres, empezando por los niños. No es una fiesta "astronómica", aunque algunos se han empeñado en entenderla así, buscando la "supernova" o conexión de planetas astrales. Es una fiesta humana, radicalmente humana, de todos los hombres y mujeres de la tierra, llamados a ser Reyes con Jesús.

UNA FIESTA PENDIENTE

1. Está pendiente aún, porque habla de magos de Oriente, de la tierra del sol (Mesopotamia, Persia, la India, hasta China), que ha sido siempre para los judíos el foco y origen de la sabiduría y de la vida... En conjunto, ellos siguen en camino, no han llegado todavía hasta Belén. En tiempo de Jesús dominaba sobre el mundo conocido un emperador de Occidente (Roma), pero como buen judío Mateo sigue esperando la llegada de lo sabios de Oriente. Nosotros nosotros les seguimos esperando, nos hallamos ante un profecía y fiesta pendiente.

2. Es una fiesta pendiente, pues los que vienen no son reyes sino "magos", en el sentido original de astrónomos, expertos en la fiesta interior de la vida, en el equilibrio cósmico. La "imaginación posterior" les ha hecho reyes, y los ha puesto más en un transfondo político de Roma (o de Bizancio), en línea de poder externo. Pero ellos no tienen ningún poder externo, no son conquistadores, sino expertos en humanidad hombres que vinculan la estrella del cielo con el niño que nace. Son la sabiduría de la vida. Esperamos que vengan. Sin duda, ellos son signos de una fiesta pendiente.

3. Es una fiesta pendiente porque no la han asumido todavía oficialmente las mujeres. Hemos imaginado que los magos son "varones" ¿por qué no pensar que son mujeres, tres, cuatro, otras muchas? Mujeres que vienen del origen de la vida de Dios,que enseñan al Niño a vivir, que traen su dones "infinitos": La palabra, el agua, la esperanza... Estas son las mujeres que expresan la magia buena de la vida, el arte de dar a luz y educar, el origen de toda cultura, ha sido siempre tarea de mujeres. Sin duda son ellas las que han hecho posible el nacimiento y despliegue mesiánico de Jesús, aunque hayan sido después muy marginadas en la Iglesia. Ésta es sin duda una fiesta pendiente, así tendremos que poner a Jesús en manos de mujeres.

4. Es fiesta pendiente, porque es fiesta de los dones de la vida, de la vida hecha regalo de amor, de experiencia y riqueza compartida.Los dones de los magos "no son dinero", no son objeto de cambio universal, para comprar y vender todo (hasta cuerpos y almas humanas), sino regalo y gozo de amor. El oro de estos magos/magas no es capital de mercado (real ni virtual), sino capital"humano", belleza, gozo y tarea de la vida que debemos compartir con Jesús, desde Jesús, todos los humanos.

5. No es fiesta de reyes que se imponen, sino de "magos" que ofrecen un nuevo conocimiento de la vida. Es la fiesta de la Epifanía de Dios, es decir, de manifestación, no de "imposición". No se trata de obligar, ni de exigir, ni de dominar a nadie, sino todo lo contrario: de mostrar lo que somos, de manera humilde y fuerte: ¡El gozo de la vida, el nacimiento de Dios que tenemos en nuestra casa...

6. Es la fiesta de la "revelación de Dios", su manifestación suprema, en la vida de Jesús, un hombre que nace para "alumbrar" a otros hombres. Le digo a Dios. No me traigas nada, ven tú; y Dios ha venido y se ha manifestado. Esta ha sido durante siglos la fiesta principal de la Navidad, mejor dicho, la Navidad en sí, como expresión de la Luz de Dios que alumbra a los hombres. Es una fiesta de ilusión creadora, pues los "reyes" no son reyes, sino buscadores de Dios, hombres atentos a la voz de la estrellas... Tampoco son "magos" en sentido vulgar, sino visitantes que vienen de lejos queriendo encontrar (y compartir) la verdad... Ellos nos preguntan. Podemos y debemos responderles.

7. Es la fiesta de la "estrella" ¿qué hacemos con la estrella. Hace aún dos días, una cadena de Televisión de ámbito internacional ha querido descubrir y fijar la estrella de los magos... Ese ha sido un tema que ha inquietado a muchísimos científicos, como verá quien siga leyendo. Pero el midrash del evangelio que comentaré a continuación sabe que la estrella "está en el corazón de cada hombre y mujer", en el conjunto de la humanidad. Es la estrella que abre al conocimiento completo de la venida de Dios entre los hombres.

domingo, 4 de enero de 2015

PALABRA Y VIDA


Homilía para el Domingo 4 de Enero de 2014. 2 después de Navidad, B.

“Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y no cesaré jamas… Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Estas palabras se ponen en boca de la Sabiduría de Dios. Como se ve, ha sido personificada en el texto del libro del Eclesiástico, que se proclama en la primera lectura de la misa de hoy  (Eclo 24,1-4.12-16).

En un primer momento, la Sabiduría se nos presenta como engendrada por el mismo Dios, antes del comienzo del mundo. La Sabiduría de Dios precede al tiempo. Por tanto, acompaña al mismo Dios desde toda la eternidad. Se identifica con él. Dios puede presentarse como misericordia y justicia, pero también como sabiduría.

Pero en un segundo momento, se nos dice que la Sabiduría ha sido enviada para habitar entre los hombres. El texto proclama que la Sabiduría ha puesto su trono en Jerusalén. Desde allí guía al pueblo elegido. Evidentemente, ese pueblo olvidaría su elección y perdería su esplendor si tratara de ignorar la Sabiduría de Dios.

ETERNA Y TEMPORAL

En este segundo domingo del tiempo de Navidad leemos siempre el comienzo del evangelio según San Juan (Jn 1,1-8). Las personas mayores recuerdan que antes del Concilio Vaticano II se leía al final de todas las misas. Con ello se trataba de reflejar el valor y la importancia de este texto para la vida cristiana. ¿Qué nos dice hoy a nosotros?

En primer lugar, es fácil descubrir el paralelismo entre el Verbo de Dios y la Sabiduría de Dios. El Verbo, es decir, la Palabra, estaba junto a Dios. Era Dios. La Palabra de Dios es creadora de todo y a ella se encamina todo lo creado. La Palabra es vida, e ignorarla nos lleva a la muerte. La Palabra es luz, de modo que sin ella caminamos en tinieblas.

En segundo lugar, al igual que la Sabiduría, tambien la Palabra ha bajado a nuestra tierra. Ha plantado su tienda en el campamento de todos los que peregrinamos por este mundo. La Palabra de Dios se ha hecho carne humana y ha habitado entre nosotros. Por eso, y solo por eso, hemos podido contemplar su gloria.

En tercer lugar, esa Palabra de Dios, eterna como Él y temporal como nosotros, se nos presenta con rasgos humanos. Se identifica con el Hijo único de Dios. La fe cristiana reconoce en Jesús de Nazaret la Palabra salvadora de Dios. Esa Palabra nos salva y nos guía. Nos ilumina y nos interpela. Nos alienta cada día y nos juzgará en el último día.

LA LEY Y LA GRACIA

Entre otras muchas riquezas, este comienzo del Evangelio de Juan, nos ofrece una perla final: “La Ley se dio por Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. El misterio de la Navidad es el eje sobre el cual giran la antigua y la nueva alianza.

“La Ley se dio por Moisés”. La Ley no era un peso para Israel, al contrario, era un don que marcaba el camino de la liberación. Un camino que Dios mismo había iniciado. Moisés era recordado como el intermediario de la alianza entre Dios y su Pueblo. Ser fieles a la Ley era la única posibilidad de ser libres.

“La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”. Esos dones de Dios no pueden ser rechazados impunemente. La gracia y la verdad no pueden ser conseguidas por el simple esfuerzo humano. Jesús es el intermediario de esta nueva alianza. Escuchar la Palabra de Dios, que se ha hecho carne en Jesús, es el único camino para alcanzar la vida verdadera.

- Señor Jesús, la Navidad nos ha acercado al pesebre en el que descansas. Pero el misterio de la Palabra, que se ha hecho carne en tu vida, nos lleva a aceptarte como la revelación de Dios al hombre y como la revelación de lo que el hombre es y está llamado a ser. Bendito seas por siempre. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés

jueves, 1 de enero de 2015

NO ESCLAVOS, SINO HERMANOS


Homilía Jueves 1 de enero de 2015, Solemnidad de Santa María Madre de Dios.

Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43).

Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26). Con la celebración de la solemnidad de María, Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar.

Además de contemplar el rostro de Dios, también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre (cf. Lc 2,16). Ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porque Cristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación (Tertuliano), se ha tejido en el vientre de María (cf. Sal 139,13). Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario.

María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo. La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación. Por eso no se puede entender a Jesús sin su Madre.

Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María van siempre juntas y esto es precisamente el misterio de la mujer en la comunidad eclesial y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una «dicotomía absurda», como escribió el beato Pablo VI (cf. Exhort. ap. N.Evangelii nuntiandi, 16). No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia» (ibíd.). En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.

Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.

Queridos hermanos y hermanas. Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos.

Que esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana. De manera especial hoy, Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones. Este año, en concreto, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz lleva por título: «No más esclavos, sino hermanos». Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor.

Miremos a María,  contemplemos a la Santa Madre de Dios. Y quisiera proponerles que la saludáramos juntos, como hizo aquel valeroso pueblo de Éfeso, que gritaba ante sus pastores cuando entraban en la iglesia: “¡Santa Madre de Dios!”. Qué hermoso saludo para nuestra Madre…

Dice una historia, no sé si es verdadera, que algunos, entre aquella gente, tenían bastones en sus manos, quizás para hacer comprender a los Obispos lo que les habría sucedido si no hubieran tenido el coraje de proclamar a María “Madre de Dios”.


Invito a todos ustedes, sin bastones, a alzarse y a saludarla tres veces,  de pie, con este saludo de la Iglesia primitiva: “¡Santa Madre de Dios!”.

Papa Francisco