jueves, 31 de enero de 2019
lunes, 28 de enero de 2019
domingo, 27 de enero de 2019
ENCUENTRO DE LAICOS
Miembros de nuestra Parroquia han estado presentes esta mañana en el Encuentro de Laicos del Arciprestazgo del Alto Guadalquivir que se ha celebrado en la Ermita del Santísimo Cristo de los Desamparados, de la localidad de Pesro Abad.
Tras la escucha del mensaje del Vicario General, D. Antonio Prieto, y un momento para los testimonios, ha cuminado con la adoración a Jesús Sacramentado.
sábado, 26 de enero de 2019
LA LECCIÓN DE LA ESCRITURA
Reflexión Homilética para el Domingo 27 de Enero de 2019. 3º del Tiempo Ordinario
“Andad, comed buenas tajadas y
bebed vino dulce”. Esas palabras no son
el pregón de una fiesta egoísta, sino abierta a los demás y a Dios. A
continuación, el pregonero invita a su pueblo a compartir su comida con los más
pobres.: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a
nuestro Dios”.
Ese es el mensaje que se pone en
boca de Nehemías, el gobernador, de Esdras, el sacerdote y letrado y de los
levitas que sirven al Señor. El pueblo de Israel ha regresado ya del exilio
padecido en Babilonia y celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con
esa ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8,2-10).
Proclamado en la liturgia
cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en
la asamblea la palabra de Dios. En ella
encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de
la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor
es vuestra fortaleza”.
El salmo responsorial canta que
“la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma” (Sal 18,8). Las palabras
del Señor son espíritu y vida para todos los miembros de esta Iglesia. Para
este nuevo pueblo, organizado por Dios como un cuerpo, en el que todos los
miembros se complementan unos a otros (1 Cor 12,12-30).
UNGIDO Y ENVIADO
También el evangelio nos
introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado
a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena
acogida y la alabanza de las gentes.
Un día regresa a Nazaret, la
aldea donde se había criado. Como era su costumbre, también allí acudió el sábado a la sinagoga y se puso en
pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de Lucas reconstruye
minuciosamente la escena (Lc 4,16-21). Jesús lee un pasaje contenido en el
libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma profecía:
- El Espíritu de Dios reposa
sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se olvide que “Mesías” y “Cristo”
se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.
- La unción del Espíritu lo
prepara para una triple misión: liberar a los cautivos, sanar a los enfermos y anunciar una buena
noticia a los pobres.
- El Mesías es enviado a
proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia
del Señor y de condonación de las deudas.
PALABRA Y VIDA
Para asombro de todos sus
oyentes, Jesús se limitó a decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de
oír”. El evangelio anotará a continuación las reacciones de la asamblea a esta
declaración de aquel al que pensaban conocer muy bien. Pero, por ahora, la
liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.
- “Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en
Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por
Dios. Su misión es liberadora y sanadora.
- “Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente
de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados anunciar
a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.
- “Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es
una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje
que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.
Señor Jesús, te reconocemos
como el Mesías enviado por Dios para nuestra salvación. Que la lectura de la
Palabra de Dios, alimente nuestra fe, llene de gozo nuestra fiesta, nos lleve a
compartir nuestros bienes con los demás y nos ayude a descubrirte presente
entre nosotros. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
sábado, 19 de enero de 2019
EL SIGNO DE LAS BODAS
Reflexión Homilética para el Domingo 20 de Enero de 2019. 2º de Tiempo Ordinario, C.
“Como un joven se casa con su
novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido
con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5). Estos versos se
encuentran en la última parte del libro de Isaías. Ya ha terminado el exilio
del pueblo hebreo en Babilonia. Y un anónimo profeta entona este canto a la
Jerusalén reconstruida.
Es cierto que en los versos
anteriores, el profeta proclama que el esplendor de esa ciudad a la que ama se
deberá exlusivamente a la iniciativa de Dios. El Señor pondrá en ella su
deleite. La alianza de Dios con su pueblo se entiende como una entrega
esponsal. La imagen del amor matrimonial refleja las relaciones de Dios con la
Ciudad Santa.
Ante la maravilla de ese amor
divino, el salmo nos invita a proclamar que “el Señor es rey y gobierna a los
pueblos rectamente” (Sal 95,10).
En la segunda lectura se escucha
el discurso de san Pablo sobre la abundancia y la diversidad de los carismas
con los que Dios enriquece a su pueblo (1 Cor 12,4-11).
LA GLORIA Y LA FE
La imagen del amor que se expresa
en el matrimonio reaparece en el Nuevo Testamento para reflejar las relaciones
de Jesucristo con la nueva comunidad. De hecho, en este segundo domingo del
tiempo ordinario, el evangelio de Juan evoca la presencia de Jesús en una boda
celebrada en Caná de Galilea (Jn 2,1-11).
Esta fiesta tiene lugar “a los
tres días” a contar desde el encuentro de Jesús con Natanael. Esa alusión al
tercer día, recuerda la manifestación de Dios en el monte Sinaí (Éx 19,16) y
preanuncia la manifestación de Dios en la resurrección de Cristo. Entre una y
otra se sitúa esta “hora”, en la que se manifiesta la gloria de Jesús ante sus
discípulos.
En la boda de Caná Jesús
convierte el agua en vino. Pero no lo hace mediante un golpe de magia. Allí
están las tinajas del agua necesaria para las purificaciones de los judíos. Y
allí están los sirvientes para llenarlas de agua. El vino de la nueva alianza
presupone el agua de la fe de Israel y la ayuda silenciosa de los servidores.
Caná evoca de alguna manera el
monte Sinaí. En la alta montaña, Dios había manifestado su gloria ante un
pueblo que con frecuencia desconfiaría de él. Con este primer “signo”, Jesús
manifiesta su gloria ante sus discípulos, que comienzan a creer en él.
EL SERVICIO Y LA FE
Al meditar este relato de las
bodas de Caná no se puede olvidar la presencia de María. Junto a ella
descubrieron a Jesús los pastores y los magos llegados del oriente. Las dos
frases que le atribuye el evangelio de Juan nos dicen que por ella también nosotros
podemos descubrir la presencia y la gloria de Jesús.
“No les queda vino”. María presta
atención a las necesidades de sus amigos y conocidos. En ella se ha visto
reflejada la comunidad de su Hijo. También la Iglesia ha de estar atenta a las
dificultades de una humanidad, que parece haber perdido las razones para vivir
y las razones para esperar, a las que aludía el Concilio (GS 31).
“Haced lo que él diga”. María
sabe que la salvación es un don gratuito de Dios. Pero sabe también que la
humanidad ha de estar preparada para acoger esa salvación. La fe es una gracia
del Dios que se adelanta y primerea, como dice el papa Francisco. Pero todos
hemos de mantener el corazón abierto para obedecer al Señor y recibir esa
gracia.
Señor Jesús, la experiencia nos
dice que nuestros cálculos no siempre se ven coronados por el éxito. Sin ti
difícilmente podremos satisfacer los deseos de una humanidad que busca la
alegría. Quisiéramos ser los siervos atentos y obedientes que transportan el
agua que ha de convertirse en el vino de la fiesta. Sabemos y creemos que la
manifestación de tu gloria habrá de coronar nuestros esfuerzos y aumentar
nuestra fe. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
sábado, 12 de enero de 2019
EL BAUTISTA Y EL BAUTIZADO
Reflexión Homilética para el Domingo 13 de Enero de 2019. Fiesta del Bautismo del Señor, C.
“Consolad, consolad a mi pueblo,
dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido
su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). Así comienza la segunda parte del
libro de Isaías. Se ha terminado el tiempo de la prueba, es decir, la
deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Ha llegado el tiempo del consuelo y
de la redención.
En los versos siguientes se oye
una voz que invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras,
que hemos escuchado durante el Adviento, son evocadas por los evangelios cuando
nos presentan la figura de Juan Bautista.
El salmo responsorial es un canto
de alabranza a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Toda una
invitación a contemplar la belleza de este mundo.
En la segunda lectura, que nos
recuerda la misa de la nochebuena, san Pablo proclama que Dios nos ha salvado
con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7).
EL MESÍAS ANUNCIADO
Estos textos preparan nuestro
espíritu para la celebración de esta fiesta del Bautismo de Jesús. En el
evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 3,15-16. 21-22) escuchamos la voz de
Juan el Bautista. El pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si no
sería el Mesías esperado. Pero sus palabras revelaban su profunda humildad.
“Yo os bautizo con agua, pero
viene el que puede más que yo”. Se sabía enviado a purificar a su pueblo en la
espera del gran advenimiento. Bien sabía él que su misión consistía en anunciar
la llegada de alguien que había de dar pruebas del poder de Dios.
“Yo no merezco desatarle la
correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a
punto de aparecer entre su pueblo, Bien sabía él que ante Dios todos los
merecimientos humanos son fruto de la gracia.
“Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego”. El Mesías que Juan anunciaba purificaría a su pueblo por medio
del Espíritu de Dios. Bien sabía él que las imágenes del viento y del fuego
manifestaban claramente la necesidad de purificar el corazón.
EL HIJO PREDILECTO
Juan se consideraba menos que un
esclavo. El evangelio de Lucas parece haber tomado en serio esa expresión. De
hecho, no lo presenta como el ministro del bautismo de Jesús: “En un bautismo
general, Jesús también se bautizó”. El precursor desaparece de la escena.
El evangelio de Lucas, recuerda
una y otra vez la oración de Jesús. Y ese es el ambiente en el que sitúa su
bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él
en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el
predilecto”.
“Tú eres mi hijo”. La fe
cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras
del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús,
también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre.
“El amado”. En el libro del
Génesis leemos la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único,
Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también
Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.
“El predilecto”. En el primer
poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi
alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios
sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también la nuestra.
Señor y Dios nuestro, tú
proclamaste a Jesús como Hijo tuyo muy amado, cuando era bautizado en el río
Jordán y el Espíritu Santo descendia sobre él. Tambien nosotros hemos nacido
como hijos tuyos por medio del agua y del bautismo. Concédenos escuchar siempre
tu voz y perseverar con fidelidad en el cumplimiento de tu voluntad. Por el
mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
domingo, 6 de enero de 2019
LA BÚSQUEDA DE LOS MAGOS
Homilia para el Domingo 6 de Enero de 2019. Solemnidad de la Epifanía de Ntro. Señor Jesucristo
“Te inundará una multitud de
camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo
incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. La Ciudad Santa sería
la meta de la peregrinación de todos los pueblos. Esta profecía que se encuentra
en el libro de Isaías (Is 60,6) anticipa el relato evangélico de la llegada de
los Magos a Jerusalén.
En el texto del profeta se aludía a las
riquezas que las gentes traerían a la Ciudad Santa. Pero era más importante el
anuncio de la luz que ella iba a irradiar sobre todos los habitantes de la
tierra. Ese era el don que Dios concedía a Jerusalén y la responsabilidad que
de ella se esperaba. Tendría que reflejar el resplandor de Dios.
También el salmo 71 anuncia la
llegada de todos los reyes. Ya no serán solamente atraídos por el esplendor de
Jerusalén. Vendrán a postrarse y a servir a un rey al que Dios confía su juicio
y su justicia. Un rey que librará a los pobres y a los afligidos (Sal 71).
Según san Pablo, esas antiguas
promesas se cumplen en Jesucristo. Gracias a él, también los paganos participan
de ellas (Ef 3,6).
LAS ACTITUDES DE LOS MAGOS
En el relato evangélico de la
llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2,1-12) el protagonista principal
es Jesús. Él es el rey compasivo y redentor de los pobres que anunciaban los
textos antiguos. En efecto, ellos no se refería tanto a un lugar como a una
persona. Jesús es el príncipe esperado.
Los Magos no solo representan a
los pueblos paganos que descubren una luz que los lleva hasta el Salvador.
Señalan también las actitudes de los que buscan la verdad: observar la
naturaleza, ponerse en camino, aceptar el riesgo de consultar la Escritura,
humillarse ante el Señor y regresar al propio ambiente con un ánimo renovado.
Es cierto que los signos de la
naturaleza no son percibidos por todos de la misma forma. La aparición de la
estrella suscita en los Magos el deseo de salir a buscar, reconocer y
venerar a un nuevo rey. Pero suscita
también en el rey Herodes el miedo a perder su poder y la voluntad de dar la
muerte a una vida que se abre ante él.
En su escrito ante la muerte, el
papa san Pablo VI pedía perdón a Dios por no haber dedicado más tiempo a
contemplar la naturaleza. Evidentemente podemos detenernos a ver su belleza o a
calcular los beneficios y ganancis que podremos obtener de ella. Pero es
necesario aprender a leer, como los Magos, el mensaje que el Creador nos
transmite en su creación.
LAS PALABRAS DE LOS MAGOS
“¿Dónde está el Rey de los judíos
que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Esas son
las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. En el contexto del
relato evangélico, revelan el sentido de la búsqueda de Dios.
- “¿Dónde está el Rey de los
judíos que ha nacido?” Con frecuencia lamentamos la secularidad y aun la indiferencia
de nuestra sociedad ante el misterio de la fe. Sin embargo, tal vez sean muchos
los que buscan a Dios sin conocerlo. Buscan la verdad desde la duda. Buscan la
belleza desde la frivolidad. Buscan la bondad desde el relativismo.
- “Hemos visto salir su estrella
y venimos a adorarlo”. He ahí tres pasos del camino de la fe. La aparición de
la estrella no depende de nosotros, pero es necesario observar los signos. No
basta con mirar: hay que reflexionar sobre su significado, escrutando las Escrituras.
Y finalmente hay que adorar al único que merecer adoración.
Padre de los cielos, sabemos
que tú te dejas encontrar por quienes te buscan con sincero corazón. Queremos
prestar atención a los signos que nos envías, ponernos en camino y reconocer la
buena voluntad de todos los que te buscan. Queremos también ser una señal y una
ayuda para todos los que te buscan, sea cual sea su procedencia y su camino.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
D. José-Román
Flecha Andrés
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