sábado, 26 de enero de 2013

LEYENDO LA ESCRITURA

Domingo 27 de enero de 2013. 3º del Tiempo Ordinario. C

“Andad, comed buenas tajadas y bebed vino dulce”. Sacadas de su contexto, esas palabras parecen una exhortación al disfrute de una fiesta abundante en manjares. Y así es. Sin embargo, estas palabras no son el pregón de una fiesta egoísta, sino abierta a los demás y a Dios: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios”.

Así hablan Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y letrado y los levitas que enseñan al pueblo y sirven al Señor. El pueblo ha regresado del exilio padecido en Babilonia. Se celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con esa ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8, 2-10).

Proclamado en la liturgia cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios.  En ella encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.

EL UNGIDO Y ENVIADO

También el evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes.

Un día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre, también allí  acudió el sábado a la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de Lucas reconstruye minuciosamente la escena (Lc 4, 16-21). Jesús lee un pasaje contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma profecía:

• El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se olvide que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.

• La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los cautivos,  sanar a los enfermos y anunciar una buena noticia a los pobres.

• El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.

LA PALABRA Y LA VIDA

El texto evangélico todavía nos hace imaginar a los fieles que han acudido a la sinagoga. Conocen a Jesús desde que era un niño. Lo reconocen como el hijo del carpintero. Permanecen atentos esperando el comentario que habrá de hacer uno como él que no ha tenido especiales estudios de los textos sagrados.

 Para asombro de todos, Jesús se limitó a decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El evangelio anotará a continuación las reacciones de la asamblea a esta declaración. Pero, por ahora, la liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por Dios. Su misión es liberadora y sanadora.

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.

• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.

- Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías enviado por Dios para nuestra salvación. Que la lectura de la Palabra de Dios, alimente nuestra fe, llene de gozo nuestra fiesta, nos lleve a compartir nuestros bienes con los demás y nos ayude a descubrirte presente entre nosotros. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 20 de enero de 2013

21 DE ENERO. FESTIVIDAD DE SANTA INÉS

SANTA INÉS, VIRGEN Y MÁRTIR,
COTITULAR DE LA PARROQUIA DE VILLA DEL RÍO




Su nombre latino es Agnes, asociado a "agnus" (cordero). En torno a ella surgió la costumbre de los corderos blancos de cuya lana se hacen palios para dignatarios eclesiásticos.

Inés, mártir nacida y martirizada en Roma en la primera mitad del siglo IV.

Los pocos datos que se tienen de ella dieron lugar a varias leyendas piadosas en torno a su martirio. Según la más difundida, ella era una joven hermosa y rica, pretendida en matrimonio por muchos nobles romanos. Por no aceptar a ninguno, aduciendo que estaba ya comprometida con Cristo, fue acusada de ser cristiana. Llevada a un prostíbulo, fue protegida por unos ángeles y señales celestes. Fue entonces puesta en una hoguera que no la quemó y, luego, decapitada en año 304 A.D. La hija de Constantino (Constantina) le erigió una basílica en la Vía Nomentana y su fiesta se comenzó a celebrar a mediados del siglo IV.

Escritores antiguos, como el Papa Dámaso, Ambrosio de Milán y el poeta Aurelio Prudencio, dejaron testimonios sobre Santa Inés.


Patrona de las jóvenes, de la pureza, de las novias y prometidas en matrimonio y de los jardineros, ya que la virginidad era simbolizada con un jardín cerrado.


Iconografía: niña o señorita orando, con diadema sobre la cabeza y una especie de estola sobre hombros (alusión al palio). Como atributos: un cordero (a sus pies o en sus brazos), evocación de su nombre latino; una pira, espada, palma y lirios, en alusión a su pureza y martirio.

Su nombre entró al canon o plegaria eucarística primera.

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS PROFESORES Y ALUMNOS DEL ALMO COLEGIO CAPRÁNICA. Vaticano, 20 de enero de 2012.


Santa Inés es una de las famosas jóvenes romanas que han ilustrado la belleza genuina de la fe en Cristo y de la amistad con él. Su doble título de virgen y mártir recuerda la totalidad de las dimensiones de la santidad. […]

 Martirio —para Santa Inés— quería decir la aceptación generosa y libre de entregar su vida joven, en su totalidad y sin reservas, para que el Evangelio fuera anunciado como verdad y belleza que iluminan la existencia. En el martirio de santa Inés, aceptado con valor en el estadio de Domiciano (+305), resplandece para siempre la belleza de pertenecer a Cristo sin vacilaciones, confiándose a él. Todavía hoy, a cualquiera que pase por la plaza Navona la imagen de la santa desde el frontispicio de la iglesia de Santa Inés in Agone le recuerda que nuestra ciudad está fundada también sobre la amistad con Cristo y el testimonio de su Evangelio de muchos de sus hijos e hijas. Su generosa entrega a Él y al bien de los hermanos, es un componente primario de la fisonomía espiritual de Roma.


Con el martirio Inés sella también el otro elemento decisivo de su vida, la virginidad por Cristo y por la Iglesia. El don total del martirio se prepara, de hecho, con la decisión consciente, libre y madura de la virginidad, testimonio de la voluntad de ser totalmente de Cristo. Si el martirio es un acto heroico final, la virginidad es fruto de una prolongada amistad con Jesús madurada en la escucha constante de su Palabra, en el diálogo de la oración y en el encuentro eucarístico. Inés, todavía joven, había aprendido que ser discípulos del Señor quiere decir amarlo poniendo en juego toda la existencia. Este título doble —virgen y mártir— recuerda a nuestra reflexión que un testigo creíble de la fe debe ser una persona que vive por Cristo, con Cristo y en Cristo, transformando su vida según las exigencias más altas de la gratuidad. […]


Que vuestro compromiso de hoy, con la intercesión de Santa Inés, virgen y mártir, y de María Santísima, Estrella de la evangelización, contribuya a la fecundidad de vuestro ministerio. De corazón os imparto a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica. Gracias.


DE LA HOMILÍA DEL BTO. JUAN PABLO II EN LA MISA  DEL COLEGIO 
DEL ALMO COLEGIO CAPRÁNICA, DE ROMA. 21 de enero de 1980


Con su trayectoria de virginidad y martirio, Santa Inés ha suscitado en el pueblo romano y en el mundo una ola de emoción y admiración que el tiempo no ha conseguido extinguir. Impresionan en ella la madurez de juicio a pesar de su poca edad, la firmeza de decisión no obstante la impresionabilidad femenina, y la valentía impávida en medio de las amenazas de los jueces y la crueldad de los tormentos.


San Ambrosio manifestaba ya su asombro con las conocidas palabras que nos ha propuesto la liturgia en el Oficio de las lecturas: "¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna...? A esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraídamente se pican con la aguja se ponen a llorar como si se tratara de una herida. Pero Inés queda impávida entre las sangrientas manos del verdugo" (De virginibus, I, 2, 7: PL 16, 190).


Como cordero frágil y candoroso ofrecido en don a Dios, Inés dio el testimonio supremo de Cristo con el holocausto cruento de su vida joven. […]


La imagen de esta niña heroica nos lleva espontáneamente con el pensamiento a las palabras de Jesús en él Evangelio: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te plugo" (Mt 11, 25-26). "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra", en estas palabras solemnes se siente como el paso de un estremecimiento de júbilo. Jesús ve a lo lejos, ve a lo largo de los siglos la multitud de hombres y mujeres de toda edad y condición que se adherirán con gozo a su mensaje. E Inés está entre ellos.


Una característica les ensambla: son pequeños, es decir, sencillos, humildes. Y así ha sido desde el principio: "Los pobres son evangelizados" (Lc 7,22), dijo Jesús a los mensajeros de Juan, y su primer "bienaventurados" lo ha reservado a ellos (Mt 5,3). Es la gente humilde, rechazada y despreciada la que le entiende y corre tras Él. Con esta gente Jesús establece entendimiento inmediato; es gente convencida de no saber ni valer nada, convencida de necesitar ayuda y perdón; por ello, cuando Él habla de los misterios del Reino y cuando dice que ha venido a traer el perdón de Dios y la salvación, encuentra en ellos el corazón abierto para comprenderlo.

No así los "sabios" y los "inteligentes"; éstos se han formado su propia visión de Dios y del mundo, y no están dispuestos a cambiarla. Creen saber tocho acerca de Dios, creen poseer la respuesta decisiva y piensan que no tienen nada que aprender; por ello rechazan la "Buena Nueva" que de este modo aparece extraña y en contraste con los principios de su "Weltanschauung-ideología". Es un mensaje que propone ciertos cambios radicales paradójicos que su "buen sentido" no puede aceptar.

Así ocurría en tiempos de Jesús y en los de Santa Inés; así acontece hoy también e incluso hoy de modo particular. Vivimos en una cultura que todo lo somete a análisis crítico, y muchas veces lo hace absolutizando criterios parciales, incapaces por naturaleza de percibir ese mundo de realidades y valores que escapa al control de los sentidos. Cristo no pide al hombre que renuncie a su razón. Y, ¿cómo podría pedírselo si ha sido Él quien se la ha dado? Lo que le pide es no ceder ante la sugerencia, ya vieja, del tentador que sigue deslumbrándolo con la perspectiva engañosa de llegar a ser "como Dios" (cf.Gén 3,5). Solamente quien acepta los propios límites intelectuales y morales y se reconoce necesitado de salvación, puede abrirse a la fe y en la fe encontrar en Cristo a su Redentor.

Un Redentor que le sale al encuentro en actitud de esposo. Tenemos bien presentes las estupendas expresiones del texto de Oseas que acabamos de escuchar: "Seré tu esposo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordias y piedades, y yo seré tu esposo en fidelidad, y tú reconocerás al Señor" (Os 2,21-22). Es la anticipación del anuncio de la nueva alianza que Dios se apresta a concertar con su pueblo: un pacto de amor eterno no fundado ya en la fragilidad del hombre, sino en la justicia y fidelidad de Dios.


Son palabras dirigidas a la Iglesia, pero contienen también una verdad para cada alma. Inés las acogió como invitación personal a la entrega sin reservas, Aceptó salir "al desierto" (Os 2, 16) con el esposo divino y siguió caminando con El sin dejarse desviar ni por adulaciones ni por amenazas; puesta la prueba "et ætatem vicit et tyrannum; et titulum castitatis martyrio consecravit-y la edad venció al tirano; y el título de la castidad consagró el martirio" (San Jerónimo, epístola 130 ad Dmetriadem, 5; PL 22, 1109).


La opción de Santa Inés es asimismo la vuestra, queridos hijos. También vosotros habéis decidido amar a Cristo con "corazón indiviso" (cf.1Cor 7,54), conscientes de las riquezas de gracia que os reserva esta donación total. Sin embargo, como jóvenes perspicaces que sois, no se os ocultan las dificultades a que os expone esta opción. Sabéis que podrán llegaros contradicciones e incomprensiones, oposiciones y hostilidades incluso, tanto más dolorosas cuanto más subrepticias y engañosas.


Queridísimos: estas perplejidades son muy comprensibles. Pero, ¿no os parece que en las palabras de San Pablo presentadas en la segunda lectura se os da una respuesta capaz de confortar el corazón despavorido y titubeante? "Eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo, el deshecho del mundo, lo que no es nada lo eligió Dios para destruir lo que es, para que nadie pueda gloriarse ante Dios" (1Cor 1,27-29).


Es una línea de conducta que Dios no ha desmentido nunca. ¿Acaso no es nueva prueba de ello toda la trayectoria de Inés que hoy estamos recordando? A través de la debilidad e inexperiencia de una jovencita frágil, Dios se ha mofado de la arrogancia de los potentes de este mundo, presentando un testimonio sorprendente de la fuerza victoriosa de la fe: "magna vis fidei, quæ etiam ab illa testimonium invenit ætate- gran poder el de la fe, que encuentra el testimonio desde aquella edad" (San Ambrosio, De virginibus I, 2, 7: PL 16,190).


La sugerencia está clara, por tanto; no nos debemos mirar tanto a nosotros mismos cuanto a Dios, y en Él debemos encontrar ese "suplemento" de energía que nos falta. ¿Acaso no es ésta la invitación que hemos escuchado de labios de Cristo: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré" (Mt 11;28)? Es Él la luz capaz de iluminar las tinieblas en que se debate nuestra inteligencia limitada; Él es la fuerza que puede dar vigor a nuestras flacas voluntades; Él es el calor capaz de derretir el hielo de nuestros egoísmos y devolver el ardor a nuestros corazones cansados. Siguiendo a Santa Inés, que nos indica el camino, vayamos pues a Cristo para experimentar nosotros también que "su yugo es suave y su carga ligera" (cf. Mt 11,50), y nuestro inquieto corazón, haciéndose "manso y humilde" (Mt 11,29), encontrará finalmente alivio y paz.

Texto enviado por nuestro paisano y Hermano Cartujo Fray Luis Mª.

sábado, 19 de enero de 2013

EL SIGNO DE CANÁ

Homilía el Domingo 20 de Enero de 2013. 2º Domingo Tiempo Ordinario, C.


“Como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5). Un anónimo profeta del tiempo posterior al exilio dedica estos hermosos versos a la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén.

La idea de la alianza de Dios con su pueblo era antigua y persistente en la historia de Israel. Podía ser entendida según el modelo de los pactos entre un rey poderoso y otros reyes vasallos que buscaban protección en él. Pero con mucha frecuencia esa alianza se entendió como una entrega esponsal, en la que Dios se entregaba a su pueblo y exigía de él fidelidad.

Como hicieran Oseas, Jeremías y Ezequiel, este anónimo profeta no tiene empacho en emplear la imagen del amor matrimonial para referirse a las relaciones de Dios con la Ciudad Santa. La elección y la ternura, el amor y la fecundidad son ideas que han de reforzar la conciencia de todos los que viven en Jerusalén o peregrina hasta ella.

EL AGUA Y EL VINO

Pues bien, la imagen del amor esponsal había de perdurar también en el Nuevo Testamento para reflejar las relaciones de Jesús con la nueva comunidad. En el evangelio de Juan y sólo en él se encuentra el relato de la participación de Jesús en una boda celebrada en el pueblo de Caná de Galilea (Jn 2, 1-11). En él sobresalen algunos detalles significativos:

• El texto sitúa esta fiesta “a los tres días” a contar desde el encuentro de Jesús con Natanael. La referencia al tercer día, recuerda la manifestación de Dios en el monte Sinaí (Ex 19,16) y anticipa la definitiva manifestación de Dios en la resurrección de Cristo. En medio se sitúa esta “hora” de Jesús que preanuncia su gloria.

• En Caná, ocupa un puesto central el vino. Cuando llega a faltar, Jesús no lo crea de la nada. Convierte en vino el agua de las purificaciones de los judíos. No empieza a existir el vino de la nueva alianza sin el agua de la fe de Israel. El don de Dios viene en ayuda del esfuerzo humano, como escribió Benedicto XVI en su libro “Jesús de Nazaret” (I, 299).

• Con este primer “signo” Jesús manifestó su gloria, como Dios había manifestado su gloria en el Sinaí. Y sus discípulos creyeron en él. El camino de la fe se había iniciado ya gracias a la indicación del Bautista sobre Jesús. Se había manifestado en el seguimiento. Ahora, “al tercer día”, se afianza la fe en quien renueva la alianza con el vino de la fiesta.

MARÍA Y LA FE

La meditación del relato de las bodas de Caná no puede prescindir de la presencia de María. No se puede olvidar que en él sitúa el evangelio de Juan las dos únicas frases que a ella le atribuye.

• “No les queda vino”. María está atenta a las necesidades de sus amigos y conocidos. En ella se ha visto reflejada la Iglesia, según afirma el Concilio Vaticano II. También ella ha de prestar atención a una humanidad insatisfecha y dolorida, que ha perdido las razones para vivir y las razones para esperar.

• “Haced lo que él diga”. María sabe que la salvación, como la fiesta de la vida, es siempre don de Dios. Pero sabe que la humanidad ha de estar preparada para acoger esa salvación y hacer posible la alegría. La fe es un don de Dios, pero sólo crecerá si ponemos las condiciones humanas para que eche raíces en nuestra vida y en nuestra sociedad.

- Señor Jesús, tú conoces nuestras necesidades. Queremos estar atentos a tu presencia en nuestra vida. Estamos dispuestos a poner de nuestra parte el agua que hará posible la fiesta de la vida. Deseamos ardientemente que tu gloria aumente nuestra fe. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 13 de enero de 2013

NACIMIENTO DE MARÍA ANA MOGAS


Hoy día 13 de Enero celebramos el nacimiento de la Fundadora de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor: María Ana Mogas Fontcuberta. 

 Una mujer sencilla, que entendió la vida desde el "Amor y Sacrificio". María Ana es ejemplo de entrega absoluta al servicio de los más necesitados. Encontró en María, Divina Pastora su modelo a seguir. 

 Desde la Parroquia felicidades a la Comunidad de Religiosas de Villa del Río 
 en este día especial para la Congregación.

viernes, 11 de enero de 2013

EL BAUTISMO DEL SIERVO DE DIOS

Fiesta del Bautismo del Señor, 13 de enero de 2013

“Mirad a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones” (Is 42,1). Esas palabras del primer canto del Siervo de Yahvéh, que encontramos en el libro del profeta Isaías, nos introducen en la liturgia de hoy.

La imagen es al mismo tiempo misteriosa y elocuente. El anónimo “siervo” de Dios parece referirse a un discípulo predilecto. Es elegido por el Señor como profeta. Escucha atentamente la voz de lo Alto. Actúa como testigo de la voluntad de Dios. Y parece destinado a un martirio que resulta salvador para los demás.

Esas palabras podrían referirse hoy a todos los creyentes. También nosotros hemos sido elegidos y llamados por Dios. Sabemos que sobre nosotros descasa su espíritu. Y creemos que hemos sido enviados a difundir por el mundo un ideal que nos trasciende, un mensaje que es superior al mensajero. El de la justicia que el Dios justo espera de esta tierra.

EL ANUNCIO

Pero estas palabras del libro de Isaías nos hacen pensar en el Bautismo de Jesús. En el evangelio de Lucas (Lc 3, 15-16. 21-22) escuchamos una vez más la voz de Juan el Bautista. Alejado de la algarabía de Jerusalén, se ha retirado a las orillas del Jordán para anunciar la próxima venida del Mesías. Tres puntos resumen ese anuncio.

• “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. El bautismo de Juan recuerda a su pueblo la figura de Josué, el paso del Jordán y el don de la tierra prometida. Y le recuerda también la voz ardiente del profeta Elías, defensor del único Dios. Y sobre todo anticipa la llegada de Aquel que asumirá la misión de Josué y la de Elías.

• “Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Ante el Mesías que ha de venir, Juan se considera más indigno que un esclavo. Él es tan sólo una voz que resuena en la soledad del desierto.

• “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El Mesías Jesús, en efecto, sumerge a los creyentes en el baño del Espíritu, Señor y dador de vida. Y los ilumina con el fuego del amor que unifica las lenguas.

LA REVELACIÓN

Con todo, el evangelio de Lucas pasa por alto el ministerio de Juan: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. El precursor ha cumplido su misión. De acuerdo con la teología de Lucas, importa subrayar la oración de Jesús. Una oración que es revelación y escucha: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.
                                           
• “Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, nosotros reconocemos a Dios como Padre al escuchar su palabra.

• “El amado”. En el libro del Génesis leemos la orden de Dios a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lleva al sacrificio.

• “El predilecto”. En el primer poema del Siervo de Yhavéh, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). La predilección de Dios afianza la confianza de Jesús en su Padre y sustenta la nuestra.

Como ha escrito Benedicto XVI en su libro “Jesús de Nazaret” (I,47), en su bautismo Jesús “se presenta ante nosotros como el Hijo predilecto, que si por un lado es totalmente Otro, precisamente por ello puede ser contemporáneo de todos nosotros”.

- Señor Jesús, que nuestro propio bautismo nos ayude a vivir el camino de la fe como hijos de Dios para que podamos escuchar con atención su palabra y anunciarla con decisión a nuestros hermanos. Amén.

D. José Román Flecha- Andrés

sábado, 5 de enero de 2013

EL DIÁLOGO DE LA SALVACIÓN

6 de enero de 2013. Solemnidad de la Epifanía del Señor


“¡Levántate, brilla Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!” Nos resulta familiar este grito que se encuentra en el libro de Isaías (Is 60 1). Con él se abre   la primera lectura de la misa en esta Solemnidad de la Epifanía del Señor. Jerusalén resplandece no por su propia luz, sino por la gloria del Señor que brilla sobre ella.

Jerusalén representa la tradición judía, la riqueza de la cultura hebrea, su historia leída a la luz de la fe, el tesoro de las escrituras santas. Todo eso ha sido dispuesto por Dios para iluminar a los pueblos. La elección de Israel es un privilegio, pero lleva consigo una misión universal. Los pueblos están llamados a caminar a su luz.

Ahora bien, el texto reconoce que también esos pueblos tienen sus riquezas. Si ellos reciben de Jerusalén la luz para el camino, también pueden darle un gran tesoro de experiencia y de sabiduría. Los camellos y dromedarios, el oro y el incienso representan todo lo que las otras culturas y tradiciones pueden aportar al diálogo de la salvación universal.

EL CAMINO DE LA FE

Ese texto profético sirve de cañamazo al relato evangélico de la llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2, 1-12). Los Magos, en primer lugar “representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a él”, como ha escrito Benedicto XVI en su libro “La infancia de Jesús” (p. 101).

Por otra parte, el episodio de los Magos nos recuerda que la presencia de Jesús en el mundo desencadena sentimientos encontrados. El nacimiento de Jesús suscita la búsqueda y el reconocimiento, la adoración y el don en el ánimo de los Magos. Pero suscita también en el corazón de Herodes la turbación y los celos, el rechazo y la voluntad de muerte.

En tercer lugar, el relato de los Magos nos presenta las mediaciones de la salvación. La aparición de la estrella nos recuerda que Dios se ha manifestado y se manifiesta a través de su creación. La referencia de los escribas a un profeta nos indica la importancia de escrutar las Escrituras para hallar el camino que lleva al Rey y Pastor de nuestra historia y nuestra vida.

LA BÚSQUEDA DE LOS MAGOS

“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. He ahí las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. Con ellas revela el evangelista la intención de todo el relato.   

• “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Esa pregunta es ya un preámbulo de la fe. En su carta “La Puerta de la fe”, Benedicto XVI afirma que “muchas personas, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda… lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios” (PF 10).
• “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. En esa frase se subrayan tres de los pasos del camino de la fe. El primero –la aparición de la estrella- no depende de nosotros. Pero es bueno saber que los signos de la salvación están ahí. El segundo paso nos lleva a mirar y relacionar los signos con su significado. Todo es huella de Dios. Y todo nos lleva a Cristo. El tercer paso es la adoración, que reconoce en Jesús al único Salvador.

“Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo Unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe, poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.

D. José-Román Flecha Andrés