miércoles, 31 de agosto de 2016

OFRENDA FLORAL Y PREGÓN


3 de Septiembre de 2016. 8'30 de la tarde.
Partirá desde la Iglesia de la Inmaculada Concepción.
Pregonero: Enrique Sánchez Collado
Interviene: Agrupación Musical Ntro. Padre Jesús Cautivo.
Interviene en la Santa Misa: Coro Alboreá.

sábado, 27 de agosto de 2016

INVITADOS Y ANFITRIONES


Homilía para el Domingo 28 de Agosto de 2016. 22 del Tiempo Ordinario, C.

“Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios, porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes” (Si 3,17). Este consejo que nos ofrece hoy el libro del Sirácida o Eclesiástico merecerá la burla y el desprecio de todos los que van corriendo detrás de los honores, el prestigio o el triunfo político.

En el mundo actual no se valora la humildad. Por todas partes se respira el tufo de la arrogancia. Son muchos los que parecen dispuestos a vender hasta su alma con tal de aparecer en la primera plana del triunfo social.

En ese contexto, será dificil reconocer que “Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece” (Sal 67). La experiencia de todos los días parece desmentir esa confesión del salmista. Pero Dios es el juez de todos, como nos recuerda la carta a los Hebreos (Heb 12, 22-24).

LA ALTANERÍA

En la misma línea se coloca el texto del evangelio que se proclama en este domingo (Lc 14, 1.7-14). Invitado a comer por uno de los principales fariseos, Jesús observa que los convidados se apresuran a escoger los primeros puestos. Su observación se ha hecho popular y se repite con frecuencia aun en los ambientes más laicos.

- Buscar los primeros puestos puede dejarnos en ridículo, si tenemos que descender. Es mejor buscar el último asiento para que el anfitrión nos invite a ocupar un puesto más digno. Evidentemente, hemos aprendido la altanería que se puede esconder bajo la falsa humildad. Si elegimos el último puesto es solo para que todos reconozcan nuestra valía.

- Más popular aún se ha hecho la frase con que Jesús concluye este primer consejo: “Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Tanto la historia como la experiencia diaria avalan la verdad de este proverbio. Thomas Merton había profetizado hace muchos años en un poema la caída de las grandes torres de acero y cristal.

LA GRATUIDAD

Pero más escandalosos resultan los dos consejos de Jesús que recoge el evangelio de este domingo. Uno es negativo y el otro es positivo. Pero es claro que ambos son políticamente incorrectos:

- “Cuando des una comida no invites ni a parientes ni a vecinos ricos que puedan corresponder invitándote”. Jesús no pretende que rompamos los preciosos lazos de la familia o de la amistad. El Maestro trata de exhortarnos a vivir en gratuidad, sin buscar recompensas inmediatas ni efímeros honores.

- “Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los muertos”. He ahí una extraña bienaventuranza. Con ella se nos exhorta a descubrir la dignidad de los marginados sociales. Y a aprender la relación entre la gratuidad temporal y la esperanza de lo eterno.

Señor Jesús, tú nos enseñas que la humildad no es una postura fingida e interesada. Y nos pides que imitemos al Padre, que ama especialmente a los pobres y desvalidos. Ayúdanos a vivir la verdad de nuestra fragilidad. Bendito seas, Señor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 20 de agosto de 2016

LOS DE CERCA Y LOS DE LEJOS


Homilía para el Domingo 21 de Agosto de 2016. 21 del Tiempo Ordinario, C.

“Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua ” (Is 66,18). Esa promesa de Dios, se encuentra en la tercera parte del libro de Isaías. El pueblo ha regresado de Babilonia. El tiempo de la deportación y del exilio no podrá ser olvidado jamás. Pero Dios invita a soñar el futuro. A romper el particularismo. A ensanchar el horizonte.

El profeta anuncia que el Señor enviará sus mensajeros por todo el mundo.  Y anunciarán su gloria hasta en las tierras mas lejanas. Hasta las costas que nunca oyeron su fama ni vieron su gloria. Y de allá vendrán para ofrecer sacrificios en el Monte Santo de Jerusalén.

Apoyado en esa promesa, el orante se atreve a cantar: “Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos”  (Sal 116,1). Claro que nadie podrá caminar hasta el Señor si no se purifica. Es preciso aceptar como hijos la corrección con que nos reprende el Padre que nos ama (Heb 12,5-13).

LA PRESUNCIÓN

Al leer el evangelio que se proclama en este domingo nos quedamos un poco desconcertados. El texto parece oscilar de un tema a otro.

    En primer lugar se nos presenta a Jesús que sube decidido hacia Jerusalén. Pero no parece obsesionado por la condena que allí le espera. Al contrario, mientras va recorriendo el camino no deja de enseñar en las ciudades y aldeas por las que pasa. Jesús es un Maestro que no olvida su misión.

    En segundo lugar, se recuerda la pregunta de un oyente anónimo: “¿Señor, serán pocos los que se salven?” Jesús elude la cuestión teórica y exhorta a las gentes a esforzarse en entrar por la puerta estrecha. La salvación no queda garantizada por la cercanía física al Maestro. No basta escuchar su palabra. Hay que vivir como él para evitar ser rechazados por él.

    En un tercer momento, contra la presunción de los que le siguen habitualmente, Jesús proclama la suerte de “los otros”. Son los que vienen de lejos. “Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán en la mesa en el Reino de Dios.

LA RUTINA

El texto evangélico se cierra con una advertencia que debió de brotar muchas veces de los labios de Jesús: “Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.

    Las primeras comunidades cristianas pensaron sin duda que los primeros eran los miembros del pueblo de Israel, mientras que los últimos eran evidentemente los que llegaban del mundo pagano y aceptaban el evangelio del Señor. Se cumplían así las antiguas profecías. La comunidad se abría a nuevos horizontes.

    En las comunidades cristianas de hoy hemos de considerar seriamente aquella especie de proverbio de Jesús. Los cristianos “de siempre” hemos caído en la rutina. Creemos tener asegurada la salvación. Somos “practicantes no creyentes”. Seguramente nos precederán en el Reino muchos de esos que parecen “creyentes no practicantes”.

Señor Jesús, ayúdanos a abrirnos a la novedad de tu Reino. Que tu Espíritu ofrezca un nuevo horizonte de universalidad y de gracia a los que nos hemos habituado a la comodidad que nos ofrece una fe cansina y rutinaria.  Señor, te piedad. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 13 de agosto de 2016

LA DIVISIÓN


Homilía para el Domingo 14 de Agosto de 2016, 20 del Tiempo Ordinario, C.

“Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. Esa acusación basta a los jefes del pueblo para que un rey débil les permita arrojar al profeta Jeremías, al fondo fangoso de un aljibe (Jer 38, 4-6.8-10). Menos mal que un hombre sensato logra que el rey reconozca su error, para poder librar al profeta de una muerte segura.

Esta actitud se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia. Mil intrigas acechan al hombre que, en nombre de Dios, propone un camino recto y denuncia la injustica. Es muy peligroso nadar contra corriente. Y es difícil que alguien salga en defensa del justo.

Con razón el salmo proclama que solo de Dios puede venir la salvación: “Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos” (Sal 39).

En este mundo y en esta hora es más que oportuno el consejo de la carta a los Hebreos: “Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado” (Heb 12, 4).

LA PAZ

También el evangelio que hoy se proclama nos presenta la figura de Jesús como la de un profeta discutido (Lc 12,49-53). Es más, nos recuerda una pregunta suya que a veces nos desconcierta: “¿Pensáis que he venido a traer al mundo la paz?” Así es. Eso es lo que esperábamos del Maestro.

Estamos seguros de que él había venido a traer la paz a los hombres que ama Dios. Sabíamos que había venido a hermanar a los hombres y a derribar las barreras que los separaban. Sin embargo, el mismo Jesús dice haber venido para sembrar la division en el seno de las familias entre padres e hijos.

Y así ha sido con mucha frecuencia. Las comunidades cristianas primitivas -y también las actuales- tienen mucha experiencia de los conflictos que ha creado y sigue creando la fe en Jesucristo. Quien no desea alejarse de sus vicios y adicciones con frecuencia culpa a los miembros creyentes de su familia de todos los males que él mismo se ha buscado.

EL FUEGO

El texto evangélico pone en boca de Jesús una frase que, aun referida a la situación ulterior, bien puede reflejar su previsión de profeta: “He venido a prender fuego en el mundo”.

• Ya en su vida, el fuego de Jesús libraba a algunos de la frialdad de su indiferencia, pero abrasaba a otros en el deseo de acallar su voz.

• A lo largo de la historia el fuego ha sido utilizado para terminar con la vida de creyentes y no creyentes. De hecho ha quemado a mártires y a herejes.

• Los cristianos pedimos al Señor que venga a prender fuego a nuestra existencia: quemando la hojarasca del mal y calentando nuestra voluntad para servirle en los hermanos.

Señor Jesús, tenías razón al presentarte como portador del fuego. Purífícanos de los restos del mal para que podamos dar testimonio de tu amor y de tu fuerza. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 6 de agosto de 2016

ESPERANDO LA NOCHE


Homilía para el Domingo 7 de Agosto de 2016. 19 Tiempo Ordinario, C.

“Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de la que se fiaban”. El libro de la Sabiduría (18,69) evoca con estas palabras la intervención de Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud padecida en Egipto.

El texto continúa recordando la esperanza de Israel: aguardaba la liberación de los inocentes y la perdición de los culpables. La liberación de su pueblo era la gran revelación de la misericordia y de la justicia de Dios.

En este tiempo de gracia y de misericordia, hacemos nuestras las palabras del salmo 32, que hoy se nos propone como respuesta a la lectura: “Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo: que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”. La fe y la esperanza de Abraham caminan de la mano en el texto de la carta a los Hebreos que hoy se proclama (Heb 11,1-2.8-9).

EL SUEÑO

Y la esperanza es también el tema principal del texto evangélico (Lc 12,32-48). Los discípulos del Señor son comparados con los siervos de un amo importante. Los criados han de mantenerse en vela para recibir a su amo, aunque regrese a casa a la medianoche o a la madrugada. El texto contempla dos posibles actitudes contrapuestas.

• En primer lugar, hay una bienaventuranza especial, reservada para los criados que sean encontrados en vela. El amo es tan generoso que cambiará los papeles habituales. Recogerá sus ropas con un ceñidor, invitará a sus servidores a sentarse a la mesa y él mismo los irá sirviendo.

• Pero no es fácil mantenerse en vela hasta altas horas de la noche, porque el tiempo de la espera siempre es pesado. Algunos tratan de llenarlo comiendo y bebiendo, lo que les lleva a maltratar a sus compañeros. Hay otros que se dejan vencer por el sueño. Esas tentaciones demuestran el poco respeto que tienen a su amo.

LA PRESENCIA

Entre estos apuntes parabólicos, el texto evangélico incluye una exhortación un tanto ambigua: “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre”.

• Habitualmente se entiende esta frase como una seria amonestación a los descuidados. Nadie debería dejarse distraer por sus intereses, caprichos y tentaciones. El Señor llegará a nuestro mundo de forma imprevista. Y seguramente nos tratará con dureza por no haberle esperado, trabajando por tejer una cultura de paz y de armonía.

• Pero cabe también otra interpretación. El buscador de pepitas de oro ha de estar muy atento. En el momento menos pensado, la corriente de agua puede traer la pepita que espera. Los discípulos hemos de tener confianza y no desalentarnos. En cualquier momento se hará visible la presencia del Salvador y se revelará el sentido de la historia.

Señor Jesús, muchas veces nos pesa la oscuridad y lentitud de la noche. Pero al alba todos los días te hacemos saber que esperamos tu manifestación en este mundo. Queremos vivir una esperanza activa y fraternal. Ven Señor Jesús. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés