sábado, 29 de julio de 2017

LA SABIDURÍA


Reflexión homilética para el Domingo 20 de Julio de 2017. 17 del Tiempo Ordinario, A.

“Te concedo un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni surgirá otro igual despues de ti” (1Re 3,12). Así responde el Señor a la oración de Salomón. El joven rey, sucesor de David, solo le había pedido un corazón dócil para gobernar a su pueblo, para discernir el mal y el bien. Eso le bastaba.

Y al Señor le había agradado que Salomón no pidiera una larga vida para sí mismo ni una corta vida para sus enemigos. El rey había pedido sabiduría y discernimiento para poder reconocer el sentido profundo de la vida: la suya y la de su pueblo. Un corazón sabio equivale a una conciencia recta. Ese es un gran ideal humano y un gran don divino.

Haciendo nuestro el talante de Salomón, proclamamos con el salmista: “¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!” (Sal 118). San Pablo nos dice que “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom 8,28). Y esa es también nuestra experiencia.

LA MEJOR OPCIÓN

Se podría decir que el lema de este domingo 17º del Tiempo Ordinario es que “la mejor opción es obrar según el plan de Dios”. La felicidad está en acertar en la opción fundamental de nuestra vida. Pues bien, esa gran verdad Jesús la expone en tres parábolas (Mt 13,44-52).

- La primera nos presenta a un jornalero o tal vez un caminante. En un campo encuentra un tesoro oculto. Lo esconde de nuevo, y lleno de alegría vende todo lo que tiene y con el dinero conseguido compra el campo aquel. Su desprendimiento es una ganancia.

- La segunda imagina a un comerciante de perlas finas. Un día encuentra una de gran valor. También él vende todo lo que tiene para poder comprar aquella perla. No desprecia lo que tiene, sino que aprecia de verdad lo que siempre ha ido buscando.

- La tercera parábola evoca la red que los pescadores arrojan al mar. Es cierto que recoge toda clase de peces. Pero en un segundo momento, los pescadores los seleccionan cuidadosamente. Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Las tres imágenes representan el reino de Dios. Las tres subrayan su valor. Y sugieren la necesidad de establecer una recta jerarquía de valores. Hay que valorar lo que realmente vale.

LA ESCUCHA Y LA ACCIÓN

Todo el discurso de las parábolas se cierra con una pregunta que Jesús dirige a sus discípulos: “¿Habéis entendido todo esto?” (Mt 13,51). Como en tantas otras ocasiones, esta pregunta de Jesús nos interpela también a nosotros.

- “¿Habéis entendido todo esto?” Es preciso oír y escuchar atentamente la palabra del Señor. En ella encontramos no tanto la erudición como la sabiduría.

- “¿Habéis entendido todo esto?” No basta con escuchar. Es necesario entender y aceptar el mensaje de salvación que la palabra evangélica contiene para cada uno de nosotros.

- “¿Habéis entendido todo esto?” Y finalmente, es obligado reflexionar sobre el mensaje de Jesucristo para poder anunciarlo con verdad y dar testimonio de él con nuestra vida.

Señor Jesús, tu sabes bien que muchas veces hemos preferido los bienes de este mundo antes que el bien de salvación que tú nos has presentado. Reconocemos que esa elección ha sido equivocada. Concédenos la sabiduría necesaria para descubrir el valor del reino de los cielos y para preferirlo de verdad a todos nuestros proyectos e intereses. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 22 de julio de 2017

TRIGO Y CIZAÑA


Reflexión Homilética para el Domingo 23 de Julio de 2017. 16 del Tiempo Ordinario, A.

“Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres” (Sab 12,18). La historia y nuestra propia experiencia nos dicen que los poderosos no siempre son clementes. Muchos de los que prometen hacer justicia, terminan ajusticiando a los demás.

Pero este texto del libro de la Sabiduría que se lee en este domingo 16º del Tiempo Ordinario nos recuerda que el poder de Dios se manifiesta precisamente en su misericordia. Obrando así nos ofrece la esperanza de ser perdonados y, al mismo tiempo, nos enseña que el justo debe ser humano.

Eso es lo que proclamamos en el salmo responsorial: “Tú, Señor, eres bueno y clemente” (Sal 85). Como escribe san Pablo, “el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos pedir lo que nos conviene” (Rom 8,26).

EL SEMBRADOR Y SU ENEMIGO

De nuevo, el evangelio que hoy se proclama refleja el ámbito agrícola con un mensaje sobre la siembra y la cosecha (Mt 13,24-43). Y de nuevo el texto pone en boca de Jesús una parábola y le atribuye después una alegoría.

- La parábola refleja la paciencia de Dios. Él es el sembrador de la buena semilla. Trabaja a plena luz del día y permanece cerca del campo, acompañado por sus operarios que se muestran responsables y preocupados por la sementera. Pero se menciona también a un enemigo que actúa en la oscuridad, siembra una mala semilla y desaparece. A la prisa de los empleados por arrancar la cizaña, la parábola contrapone la gran paciencia del dueño.

- La explicación de Jesús se expresa en forma de alegoría. Los protagonistas son el Hijo del hombre que siembra buen trigo y el diablo que siembra cizaña. También las semillas tienen un significado. El trigo son los ciudadanos del Reino, mientras que la cizaña representa a los partidarios del Maligno. La alegoría anuncia que la cizaña será echada al fuego, suerte que espera a todos los malvados, que han nacido de la semilla sembrada por el Maligno.

LOS JUSTOS Y EL REINO

Llama la atención ver que la alegoría no se refiere al trigo, sino que pasa inmediatamente a mencionar a los que el trigo representa, que son los que han nacido de la semilla sembrada por el mismo Señor. ¿Y cuál es su suerte?

- “Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. En primer lugar, es una alegría ver que los que han nacido de la iniciativa y de la semilla sembrada por el Hijo del hombre son calificados como “justos”.

- “Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. En segundo lugar, se evoca el hecho de que la buena semilla fue sembrada a pleno día. Y se anuncia para los justos un futuro de luz semejante a la del sol.

- “Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre”. En tercer lugar, recordamos que la buena semilla son “los ciudadanos del reino”. No es extraño que su destino y la plenitud de su vocación se sitúe precisamente en el reino de su Padre.

Señor Jesús, tú conoces la confusión del mundo en el que vivimos. Te agradecemos la presencia de los buenos sembradores, te rogamos que nos libres de la cizaña que siembra el Maligno y que nos ayudes a dar el fruto bueno que pacientemente esperas de nosotros.

D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 16 de julio de 2017

FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DEL CARMEN


SOLEMNE BESAMANOS 
A NTRA. MADRE MARÍA SANTÍSIMA DEL CARMEN
16 de julio de 2017
Parroquia de la Inmaculada Concepción
12 de la mañana y 8'30 de la tarde, tras la Santa Misa.

sábado, 15 de julio de 2017

EL SEMBRADOR


Reflexión homilética para el domingo 16 de julio de 2017. 15 del Tiempo Ordinario, A.

“Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Is 55,10-11).

Al principio de este capítulo se invitaba a recibir la palabra de Dios, presentada con las imágenes del trigo, el vino y la leche. Todos los demás alimentos no podían satisfacer al hombre (Is 55,1-2). Ahora la palabra de Dios se presenta con la imagen de la lluvia que fecunda los campos. Así que el alimento y la fecundidad son los grandes dones de Dios.

Como el labrador espera una buena cosecha, “también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo” (Rom 8,23).

LA PARÁBOLA

El evangelio que se proclama en este domingo 15º del tiempo ordinario nos ofrece el conocido mensaje sobre el sembrador y la semilla (Mt 13,1-23). La primera parte se presenta como una parábola que refleja la decisión de Dios. El sembrador sale al campo y arroja la semilla. Dios no es tacaño en la sementera. Esparce su semilla con generosidad.

Las aves del cielo, las piedras y los abrojos representan serios inconvenientes para que la semilla produzca fruto. Estos obstáculos no pueden ser ignorados, pero no constituyen toda la realidad de los campos. Y sobre todo, no pueden frustrar las intenciones del sembrador. Siempre hay una porción de buena tierra que acoge la semilla y la ayuda a germinar.

A pesar de todas las dificultades, el sembrador desea que su palabra produzca un fruto abundante. Nada puede hacer fracasar sus proyectos y esperanzas. El ejemplo de Dios no puede quedar en el olvido. Como él, tambien nosotros “sembremos en los hombres el ejemplo de obras sinceramente buenas”, como dice san Bernardo.

LA ALEGORÍA

La segunda parte del texto evangélico se nos presenta como una alegoría que refleja las actitudes de los hombres que reciben la palabra de Dios.

Algunos escuchan la palabra del reino, pero no la entienden. Viene el maligno y roba lo sembrado en su corazón. Les falta formación.

Otros escuchan la palabra y la acogen con alegría en su corazón. Pero son inconstantes ante la dificultad o la persecución. Les falta perseverancia.

Otros escuchan la palabra pero permiten que la ahoguen los afanes de la vida y la seducción de las riquezas. Les falta austeridad.

Otros escuchan la palabra, la acogen, la meditan, la difunden, dan un testimonio vivo de lo que ha producido en su vida. Solo les falta agradecer a Dios esos mismos dones.

Señor Jesús, tú has proclamado dichosos los ojos de los que te vieron y los oídos de los que te escucharon. Abre tú nuestros sentidos para que seamos conscientes del valor de tu palabra y demos el fruto que el Padre espera de nosotros. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 1 de julio de 2017

MISIÓN Y HOSPITALIDAD


Reflexión homilética para el Domingo 2 de Julio de 2017. 13 del Tiempo Ordinario, A.

“Un día pasaba Eliseo por Sunem y una mujer rica lo invitó con insitencia a comer. Y siempre que pasaba por allí iba a comer a su casa” (2Re 4,8). Así comienza la primera lectura que se proclama en este domingo decimotercero del tiempo ordinario. El texto continúa con la referencia a dos datos importantes.

- En primer lugar esta mujer de Sunem sugiere a su marido preparar en la casa una habitación, para que el profeta Eliseo pueda hospedarse allí cuando pase de camino.

- En segundo lugar, Eliseo recompensa aquel gesto de hospitalidad con una solemne promesa: “El año que viene, por estas mismas fechas abrazarás un hijo”.

La mujer practica la hospitalidad con un profeta y él profetiza que el premio será el don de la vida. Con razón podemos “cantar eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88).

El cristiano sabe que su fidelidad al Señor no quedará sin recompensa: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8). A la hora del premio, Jesucristo no puede ser menos generoso que el profeta Eliseo

UNA FAMILIA UNIVERSAL

En el evangelio que hoy se proclama continúa el llamado “Discurso del envío” (Mt 10,37-42). Jesús no desprecia la familia humana. Pero, con un lenguaje interpelante establece una jerarquía de valores que incluye la radicalidad de la llamada.

La importancia de los lazos familiares pone de relieve esa mayor generosidad que exige el seguir al Maestro. Sin embargo, Jesús ofrece a sus discípulos la hospitalidad de una nueva familia universal que ni siquiera conocen todavía.

- “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”. He ahí una promesa que abre un espléndido horizonte a quien ofrece hospedaje al misionero, identificado con Jesús y con su Padre celestial.

- “El que recibe a un profeta… tendrá recompensa de profeta, y el que recibe a un justo tendrá recompensa de justo”. Es verdad que el amor auténtico florece en el terreno de la gratuidad. Pero Jesús no olvida pregonar la gratitud que alcanzará la hospitalidad.

LA PÉRDIDA Y EL HALLAZGO

Todo el texto evangélico juega con las paradojas y las contraposiciones. Evocar lo que se deja ayuda a subrayar el valor de lo que se encuentra. Los que tratan de seguir a Jesucristo no pueden olvidar ese contraste, esa trasmutación de los valores que proclaman sus palabras:

- “El que encuentre su vida la perdera”. Hay una avaricia que se manifiesta en abrazar con ansia todo lo que uno ha tratado de conseguir. Todo eso en lo que habitualmente se coloca la comodidad o el prestigio. Pero a fin de cuentas se descubre que ni la codicia genera dignidad, ni la traición al ideal comporta la felicidad.

- “El que pierda su vida por mí, la encontrará”. A veces hay que optar por un bien que no siempre parece razonable al observador. Si esa decisión acucia al investigador o al que entrega su vida por intentar defender a otra persona, mucho más relevante es para quien entrega su vida por Cristo y su mensaje.

Señor Jesús, tú nos llamas a seguirte con generosa radicalidad. Bien sabemos que los bienes que dejamos no dejan de ser bienes. Pero tú nos ayudas a comprender el bien incomparable de vivir tu vida y de entregar la nuestra por ti. Bendito seas, Señor.
 D. José-Román Flecha Andrés