Hoy míércoles comienza el Triduo al Stmo. Sacramento con motivo de las Fiestas del Corpus Christi, continuará hasta el proximo viernes. La vigilia tendrá lugar el sábado a las 8'30 de la tarde.
miércoles, 30 de mayo de 2018
domingo, 27 de mayo de 2018
TRINIDAD Y COMUNIÓN
Reflexión homilética para el Domingo 27 de Mayo de 2018. Solemnidad de la Stma. Trinidad
“Reconoce hoy y medita en tu
corazón que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo, en
la tierra, no hay otro” Estas palabras que hoy se proclaman en la primera
lectura (Dt 4,39) tienen validez para todo tiempo y lugar.
Esa es la cuestión fundamental:
preguntarnos quién es nuestro Dios y a quién dedicamos nuestra atención y
nuestra adoración. A veces alguien dice que ha pedido a Dios tal o cual favor,
pero, como no lo ha conseguido, ha dejado de creer en Dios.
En efecto, son muchos los que se
dirigen a Dios pidiendo: “Te ruego que me des tal cosa.”. Pero son pocos los
que se dirigen a Dios diciendo: “Te adoro y te amo porque eres Dios y me amas”.
Sin embargo, san Pablo nos
recuerda: “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios esos son hijos de
Dios” (Rom 8,14). En ese contexto resume él nuestra fe en la Trinidad. El
Espíritu atestigua que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo.
TRES PALABRAS
El texto del evangelio que se
proclama en esta fiesta (Mt 28,16-20) nos lleva de nuevo hasta el monte en que
Jesús ha dado cita a sus discípulos. Es la hora de la despedida, que se
concreta en tres palabras que orientan y sostienen nuestra misión: una
revelación, un encargo y una promesa.
En primer lugar, Jesús se
presenta ante los suyos como quien ha recibido todo poder en el cielo y en la
tierra. Evidentemente Jesús desmiente las palabras del diablo, que pretendía
haber recibido el poder y la gloria de los reinos de este mundo (Lc 4,6).
Además, Jesús considera ya
preparados a sus discípulos y los envía en su nombre con una misión de alcance
universal.
Finalmente, Jesús les promete su
asistencia constante. El que había sido anunciado como el Emmanuel, o “Dios con
nosotros” (Mt 1,23) está dispuesto a mantener aquella identidad al decir: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.
LA CONTRASEÑA
En la misión encomendada a los
discípulos, Jesús les pide que bauticen a las gentes “en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo”. Esa referencia a la Trinidad es la contraseña
exclusiva de la vida cristiana.
San Agustín escribió: “Ves la
Trinidad si ves el amor”. Efectivamente, el amor de las tres personas divinas
es su auténtica revelación. Y es la invitación para todos los creyentes.
San Juan de Ávila predicaba que
produce admiración y espanto “ver el cuidado que toda la Santísima Trinidad
tiene y el amor tan grande con que anda tras el hombre”.
El papa Francisco nos ha dicho
que “la Trinidad es comunión de personas divinas, las cuales son una con la
otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el
misterio de amor del Dios vivo… No estamos llamados a vivir los unos sin los
otros, por encima o contra los demás, sino los unos con los otros, por los
otros y en los otros”.
Señor y Dios nuestro, fuente
del amor y de la vida en comunidad, que la misión que nos ha sido encomendada
haga presente en el mundo ese amor del que venimos y al que aspiramos a lo
largo de toda nuestra existencia. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
jueves, 24 de mayo de 2018
lunes, 21 de mayo de 2018
CARTEL DEL CORPUS 2018
El cartel de forma rectangular,
elaborado en técnica mixta-collage por D. Juan José Platero Yerpes, anuncia la fecha tan señalada en el
calendario cristiano como es la Solemnidad del Día del Señor, celebrándose el
presente año el domingo 3 de junio.
La silueta central de la Parroquia de la
Inmaculada Concepción divide la estructura en cuatro secciones. La sección
central muestra, sobre fondo blanco, el esbozo de la Custodia de Damián de
Castro (S.XVIII) que alberga del Cuerpo de Cristo, siendo ésta sujetada por el
ángel San Rafael que emerge del cáliz. En la parte superior de la Custodia, se
observa la Sagrada Forma con las iniciales de Jesús, Hombre, Señor y la
simplificación del pelícano, imagen que se encuentra en las puertas del
Sagrario de la Parroquia al igual que el cáliz inferior.
En la sección derecha se reflejan
los destellos que sobresalen de la pieza de orfebrería. La sección izquierda
engarza a modo de collage, varios fragmentos de la leyenda que recoge D. José
María de la Vega en su “Memoria de Villa del Río” (1873) sobre la aparición de
la Patrona de la Santísima Imagen de la Virgen de la Estrella, siendo este
origen del sentimiento religioso en la localidad de Villa del Río. Acompaña un
fragmento del poema “La Canción de mis Amores” (1960) aclamando la llegada de
la primavera ante el mes florido de María, escrito por el poeta D. Diego
Molleja Rueda.
La cuarta sección,
correspondiente con la parte inferior del collage, muestra el cáliz del que
asciende el ángel, rodeado de espigas de trigo en relación al pan y uvas, al
vino. Este objeto queda inserto en mitad de la media luna vinculada tanto a la
forma del callejero de la localidad como al elemento que se representa junto a
los pies de la Virgen María. El rectángulo inferior incluye la referencia
textual “Corpus Christi” entre dos C retorcidas sobre azulejos y “Villa del Río
2M18” sobre otros azulejos más pequeños con elementos del escudo de Villa del
Río (puente romano, río, corona real, torre, león y quinas con roelas).
Los colores empleados que
destacan han sido plateados y dorados, beige y marrón para contrarrestar con el
blanco del fondo y dar luminosidad a la parte central y la Custodia que alberga
el Cuerpo de Cristo que se nos presenta a sus Hijos.
sábado, 19 de mayo de 2018
LA LLAMA Y SU LENGUAJE
“Cada uno los oímos hablar de las grandezas de
Dios en nuestra propia lengua”. Así concluye la primera lectura que se proclama
en la celebración de la misa, en esta solemnidad de Pentecostés (Hech 2,11).
Ese era el rumor que corría entre los peregrinos que habían acudido a Jerusalén
para la fiesta de Pentecostés.
El texto de los Hechos de los
Apóstoles habla de un estruendo como de viento impetuoso y de una especie de
llamaradas bajadas del cielo, que se posaban sobre cada uno de los apóstoles.
El viento y el fuego son dos fuerzas cósmicas imparables. Aquí reflejan la fuerza del Espíritu que
renueva a los seguidores de Jesús.
Como ha dicho el papa Francisco,
“era la llama de amor que quema toda aspereza; era la lengua del Evangelio que
traspasa los límites puestos por los hombres y toca los corazones de la
muchedumbre, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad” (24.5.2015).
En el salmo responsorial
suplicamos a Dios que envíe su Espíritu para repoblar la faz de la tierra (Sal
103). Y escuchando a san Pablo, pedimos que los diversos ministerios inspirados
por el Espíritu contribuyan de verdad al bien común de la Iglesia y del mundo
(1Cor 12,3-7).
LOS TRES ENCARGOS
El texto del evangelio que hoy se
proclama (Jn 20,19-23) nos lleva hasta
la casa en la que los discípulos de Jesús se habían refugiado después de la
muerte de su Maestro. Se nos recuerda que habían procurado cerrar las puertas
por miedo a los judíos. Pero el Señor llegó de pronto con tres encargos
inolvidables
- En primer lugar, Jesús les mostró las manos
y el costado. No se trataba de una ilusión. No era un fantasma. Las llagas que
recordaban su pasión eran la prueba de la autenticidad de su misión y su
mensaje. Él había entregado su vida y se presentaba como triunfador de la
muerte.
- Además, Jesús enviaba a sus
discípulos como el Padre lo había enviado a él. Siendo de condición divina,
había caminado como un hombre. Y siendo de condición humana, compartía con sus
discípulos una misión divina.
- Finalmente, Jesús entregó el
Espíritu Santo a los suyos, otorgándoles la autoridad para perdonar o retener
los pecados. No se trataba sólo de un poder. Les comunicaba el don y la
responsabilidad del discernimiento sobre el bien y sobre el mal.
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
El texto evangélico anota cuidadosamente
que “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. No deberíamos olvidar esa anotación.
- Los discípulos de Jesús no se
presentaron ante el mundo con el rostro macilento y resignado de los
fracasados. A pesar de sus dudas y temores, habían recibido del Señor
Resucitado las verdaderas razones para la alegría.
- La Iglesia de hoy no puede
ignorar los sufrimientos que atenazan a tantas personas a lo largo y ancho del
mundo. No puede caer en la indiferencia o en la ingenuidad. Tampoco en el
fatalismo. No siempre podrá ofrecer satisfacciones, pero puede anunciar la
alegría.
- Con nuestra vida y con nuestra
presencia en el mundo, los cristianos queremos dar testimonio de que “con Jesucristo siempre nace y renace la
alegría” (Papa Francisco).
Señor Jesús, con tu
resurrección tu has convertido nuestro temor en alegría. Que la llama del Espíritu haga comprensible el lenguaje de
amor que nos has confiado. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
martes, 15 de mayo de 2018
FESTIVIDAD DE SAN ISIDRO
Santa Misa en Honor del Patrón de los Campos
15 de Mayo a las 8'30 de la tarde. Iglesia de la Inmaculada.
Interviene: Isabel Durán y Miguel Ángel Laguna.
lunes, 14 de mayo de 2018
ANÍMATE!!!
Nos hacemos eco de la Asociación Acansa a través de las personas de Villa del Río que forman parte de ella. Este año más que nunca necesitan que estemos atentos a esta llamada a la acogida de niños/as del Sahara en la temporada veraniega.
¡Tu colaboración marcará la vida de los más pequeños!
sábado, 12 de mayo de 2018
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Reflexión Homilética para el Domingo 13 de Mayo de 2018.
Festividad de la Ascensión del Señor. 7º de Pascua. B.
“El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo” Así concluye la primera lectura que se proclama en la celebración de la misa, en esta solemnidad de la Ascensión del Señor (Hech 1,11).
Esas palabras, dirigidas a los discípulos de Jesús por dos hombres vestidos de blanco, nos invitan también a nosotros a no permanecer extasiados. La celebración de la Ascensión de Jesús a los cielos no es un motivo para la evasión de esta tierra. Es hora de regresar a la vida de cada día. Es la hora de convertir el recuerdo en esperanza y la esperanza en compromiso.
En el salmo responsorial cantamos a Dios que “asciende entre aclamaciones”. Con alegría participamos de su gloria. En la carta a los Efesios se nos recuerda que el Padre de la gloria resucitó a Cristo de entre los muertos y lo ha sentado a su derecha. Que él ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos la esperanza a la que nos llama (Ef 1, 17-23).
ENCARGO DE LA MISIÓN
El texto del evangelio según Marcos que hoy se proclama (Mc 16,15-20) nos invita a reflexionar sobre la misión que el Señor confía a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”
- En primer lugar, habrá que recordar esa invitación a ponerse en camino. La vida del ser humano es siempre una itinerancia. Un paso tras otro, el hombre va haciendo de su existencia un proceso de búsquedas y hallazgos, de encuentros y desencuentros. Pero el cristiano sabe que si caminar es un riesgo, permanecer instalados en la comodidad es un pecado.
- Además, Jesús no envía a sus discípulos a disfrutar de los hermosos paisajes de la tierra. Tampoco quiere que sean meros agentes de una organización social. Y menos aún los envía como comerciantes decididos a hacer negocio. Les encarga que anuncien el evangelio. La buena noticia de que Dios es nuestro Padre, nos ama y nos salva por Jesucristo.
- Y, por si no estaba claro, Jesús recomienda a los suyos que no hagan distinción de personas, en atención a su clase social, a su lugar de procedencia o al tipo de su cultura. Han de anunciar el evangelio de su Señor a toda la humanidad.
DESARROLLO DE LA MISIÓN
El texto evangélico recuerda escuetamente que “después de hablarles, el Señor Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Una forma muy plástica para proclamar la gloria divina del Maestro. Sin embargo, no olvida a los creyentes que siguen en la tierra.
- Efectivamente, los discípulos de Jesús fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes. Ese es un hecho histórico que suscita nuestra admiración. Pero es también una tarea urgente que ha de mantener viva nuestra vocación.
- Claro que, a pesar de cansancios, fatigas y persecuciones, los discípulos de antes y de ahora sabemos que no estamos solos. El Señor camina a nuestro lado, está presente en nuestros esfuerzos y actúa con nosotros.
- Finalmente, creemos que el Señor confirma nuestra palabra, más o menos brillante, con signos admirables que nosotros no siempre llegamos a percibir.
Señor Jesús, en nuestra profesión de fe confesamos que has subido a los cielos. Pero en nuestra experiencia diaria constatamos que permaneces junto a nosotros, apoyando la misión que tu mismo nos has confiado. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
viernes, 11 de mayo de 2018
sábado, 5 de mayo de 2018
EL AMOR MANDADO
Reflexión homilética para el Domingo 6 de Mayo de 2018. 6º de
Pascua, B.
“Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace distinción
de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea”. Nos conmueve leer la nota con la que Simón Pedro confiesa
ingenuamente esa convicción que surge en él al entrar en la casa del centurión
Cornelio (Hech 10,34-35).
Un judío entra en la casa de un pagano. Y Dios no
desencadena una tempestad de rayos y truenos, sino que envía el Espíritu Santo
sobre los que escuchan la palabra del apóstol. Los fieles de la circuncisión se
sorprenden al comprobar que se repite el fenómeno de Pentecostés también sobre
los paganos.
Con razón, el salmo responsorial nos invita a proclamar que
“el Señor revela a las naciones su justicia” (Sal 97). Evidentemente Dios es
amor. “El que ama ha nacido de Dios”. Y el milagro no es que nosotros amemos a
Dios, sino que él se ha adelantado y nos ha amado cuando no lo merecíamos (Jn
4,7-10).
PERMANECER EN EL AMOR
El tema del amor retorna en el evangelio que se proclama
este domingo sexto de Pascua (Jn 15,9-17). En él continúa la alegoría de la vid
y los sarmientos, que se leía el domingo pasado (Jn 15,1-8). En ambos textos se
nos remite al Padre celestial. Él es la fuente de la vida que llega hasta los
sarmientos de la vid. Y él es el origen del amor.
“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Con
frecuencia pensamos en el amor como un sentimiento que nos acerca a los demás o
nos hace gozar de la simpatía de los otros. Pero antes de ser una relación
entre nosotros, es una revelación del amor que viene de Dios. Jesús es el
eslabón que nos muestra el amor del Padre y nos demuestra su propio amor.
“Permaneced en mi amor”. Es importante “permanecer”. Esa
palabra recuerda la necesaria unión de los sarmientos con la vid para poder dar
fruto (Jn 15,4-7). Se afirma de la relación de Jesús con su Padre (Jn 15,10).
Refleja la exhortación de Jesús a sus discípulos (Jn 15,9-10). Y se menciona
como la señal que caracteriza al discípulo amado (Jn 21,22-23).
EL MANDATO DEL AMOR
Hay que reconocer que a todos nos encanta ser protagonistas
y tener la iniciativa para promover gestos de solidaridad. Como si nuestra
autonomía generase el amor, la caridad y la justicia. Pero el amor no nace de
nuestra iniciativa personal o grupal.
“Esto os mando: que os améis unos a otros”. Así dijo Jesús a
sus discípulos primeros. Los que tenían que aprender a seguir fielmente a su
Maestro, debían aprender la obediencia de la fe y también la obediencia del
amor.
“Esto os mando: que os améis unos a otros”. Esa palabra vale
para la comunidad cristiana de todos los tiempos. Como han escrito los hermanos
de Bose, no es la Iglesia la que hace la caridad, sino que es la caridad de
Dios la que funda y edifica la Iglesia.
“Esto os mando: que os améis unos a otros”. El amor mutuo es
un mandato. El amor no es un sentimiento ni una estrategia. No podemos
limitarnos a amar a los que nos son simpáticos. Jesús nos ha mandado pasar el
amor de Dios a todos los que Dios ama.
Señor Jesús, tú nos has dicho que no hay mayor amor que
entregar la vida por los demás. Tú nos has dado ejemplo con tu vida y con tu
muerte. No permitas que olvidemos tu mandamiento. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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