lunes, 30 de junio de 2014

PEDRO Y PABLO


Al recordar a Pedro y a Pablo, lo que parece evidente es que ambos eran muy diferentes, tanto de temperamento como de ideas. Hasta llegaron a pelearse en algún momento. Pero no deshicieron la Iglesia sino que unieron sus diferentes puntos de vista para sentirse complementarios y aceptar la riqueza que supone ser distintos, porque esa es la multiplicidad y variedad que quiere el Espíritu: unidos en la diferencia.

Sobre este tema es ilustrador el siguiente cuento o fábula.

La Carpintería.

"Cuentan que en la Carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿Las causas? ¡Hacía demasiado ruido! y además, se pasaba el tiempo golpeando. El martillo aceptó su culpa, pero pidió que el tornillo fuera también expulsado; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero, a su vez, pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre andaba midiendo a los demás según su medida como si fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial, se convirtió en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:

Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos.

La Asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron, entonces, un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de su fortaleza y de trabajar juntos."


(Revista Homilética)

domingo, 29 de junio de 2014

SAN PEDRO Y SAN PABLO



Homilía para el Domingo 29 de Junio de 2014. Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Estamos tan acostumbrados a mencionar a San Pedro y San Pablo que podemos olvidar la importancia de su misión en los orígenes de la Iglesia.

El texto de los Hechos de los Apóstoles que hoy se lee en la misa (Hech 12, 1-11) nos remite a un fresco bellísimo en el que Rafael dejó plasmada la liberación de Pedro. Herodes lo había metido en la cárcel durante la semana de Pascua. Pero “mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”.

Orar por Pedro era un deber de gratitud y de amor para la primera comunidad de Jerusalén. Pedro será bien consciente de que esa oración le ha “liberado de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos”.

También Pablo es consciente de que el Señor lo ha liberado de la boca del león y lo seguirá librando de todo mal, salvándolo para su Reino (2Tim 4,17-18).

PILARES DE LA FE

A estos pilares de la fe de la Iglesia celebramos hoy en una misma fiesta. Su diferencia de talante y de opiniones no los separó en vida de la gran misión que les fue confiada por su Señor ni los aleja ahora en nuestra veneración.

De Pedro nos dice el evangelio de hoy (Mt 16, 13-19) que reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. A cambio, Jesús le cambia su nombre de Simón por el de Pedro para hacer de él la piedra sobre la que el Señor va a edificar su Iglesia.

Pablo, por su parte, resume a su discípulo Timoteo su propia tarea de apóstol y misionero: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles”.

Así pues, los dos apóstoles y pilares de nuestra fe han sido liberados por Dios para convertirse en agentes de la liberación que nos proporciona el Evangelio de Jesucristo.

UN ÚNICO SALVADOR

En la solemnidad de hoy queda flotando la confesión que el Evangelio coloca en la boca de Pedro:

• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro es el modelo de una fe que reconoce a Jesús como el ungido de Dios, el Salvador que Él nos envía, el Hijo único de Dios. Esa era la condición mínima para ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret. Los que pretendían seguirlo por otros motivos pronto abandonaron el camino.

• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esa es la fe de la Iglesia, convocada y guiada por el Espíritu. Y ese es el resumen de su mensaje. La Iglesia no es una organización no gubernamental de beneficencia, ni una asociación cultural, ni un grupo de poder. Es la comunidad de los que aceptan a Jesús como el Mesías divino que redime lo humano.

• “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esa es la buena noticia que los cristianos anuncian a toda la humanidad. En un mundo secular, muchos ponen la salvación en la técnica o en la política, en el arte o en la guerra. En un mundo plural y multicultural se nos ofrecen muchos salvadores. La fe en el Mesías Jesús es el camino para la paz.

- Señor Jesús, que tu Iglesia se mantenga fiel a las enseñanzas y al ejemplo de San Pedro y San Pablo, que recordamos como los pilares y testigos de nuestra fe cristiana. Amén.


José-Román Flecha Andrés

domingo, 22 de junio de 2014

ALTARES Y ALFOMBRAS PARA EL DÍA DEL SEÑOR







Altar de la Hermandad de la Humildad



Alfombra y altar de la Hermandad del Nazareno




Altar y alfombra de la Hermandad de la Paz y Esperanza



Altares particulares


Balcones







domingo, 15 de junio de 2014

AMOR Y GLORIA


Homilía para el Domingo 15 de Junio de 2014. Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciclo A.

“Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Así se presenta el mismo Dios a Moisés entre las rocas del monte Sinaí (Ex 34,6). Esa manifestación que se proclama en la misa de hoy ya nos revela la bondad infinita de Dios.

Él ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Pero Moisés sabe que el punto de partida significaría bien poco si no se alimentara en el pueblo el ideal del punto de llegada. La memoria ha de abrirse a la esperanza. Por eso le ruega al Señor que camine con su pueblo y lo tome como su heredad.

Caminar con el Dios de la compasión y la misericordia no es un privilegio exclusivo de aquellas tribus hebreas. La fe nos dice que también nosotros podemos caminar amparados por el Dios compasivo y misericordioso.

EL AMOR DE DIOS

Jesús revela a Nicodemo la identidad de Dios y su proyecto sobre el hombre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creeen en él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3,16). Con esta manifestación se completa la que se encontraba en el libro del Éxodo. El Dios compasivo ama a este mundo.

Esa intuición de la experiencia hebrea es el núcleo de la fe cristiana. En la religión de los griegos nunca se habría podido imaginar que los dioses amaran a los hombres. Los dioses infundían terror. Los predicadores cristianos tuvieron que desempolvar el verbo “agapáo”, como en este caso, para hablar del amor gratuito y misericordioso de Dios.

Una de las causas del ateismo contemporáneo se encuentra precisamente ahí. Muchos confunden el Dios que anuncia Jesús con el Dios que condenó a Prometeo por haber intentado ayudar a los hombres a prosperar. El Dios que envía a su Hijo Jesús no tiene celos de los hombres. Al contrario ama a los hombres y a su mundo.

EL NOMBRE Y LA GLORIA

En el pueblo de Lardeira (Orense) se venera una interesante imagen de la Trinidad. Tres figuras se miran como afirmando su identidad divina y su diversidad como personas. A ellas se refiere San Pablo en la segunda lectura de hoy: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros” (2 Cor 13,13).

• “La gracia de nuestro Señor Jesucristo”. Si por Moisés nos fue dada la Ley, por Jesucristo nos han llegado la gracia y la verdad (Jn 1,17). A él acudimos con esperanza, sabiendo que seremos aceptados y perdonados.

• “El amor de Dios”. El Dios Creador del mundo y liberador de Israel, es nuestro Padre y nos ama de forma creativa y gratuita, con amor compasivo y misericordioso.

• “La comunión del Espíritu Santo”. El Espíritu de Dios es la comunidad de Dios, que humildemente tratamos de reproducir en nuestras comunidades humanas.

En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos recuerda que nuestra fe en el Dios trinitario promueve el amor al prójimo, la fraternidad y la justicia y nos lleva a la compasión que comprende, asiste y promueve a la persona (EG 178-179).

- Dios compasivo y misericordioso, te adoramos en la unidad de tu ser y en la Trinidad de tus manifestaciones. En tu santo nombre nos ponemos en camino y proclamamos para tu gloria el evangelio que nos salva. Amen.


D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 8 de junio de 2014

EL DON DEL ESPÍRITU


Homilía para el Domingo 8 de Junio de 2014, Festividad de Pentecostés

En la exhortación  La alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos dice que “una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora” (n. 261).

Según el libro de los Hechos de los Apóstoles que hoy se lee en la liturgia (Hch 2,1-11), durante la fiesta judía de Pentecostés, los pocos seguidores de Jesús estaban reunidos en un mismo lugar. Junto al huracán que resonó en toda la casa, aparecieron unas lenguas como de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen”.

El Espíritu de Dios cambió a los miedosos y egoístas discípulos de Jesús en valientes y generosos testigos de su resurrección y de su mensaje. El Espíritu de Dios es Espíritu de amor. Y el amor se hace comprensible en todas las lenguas.

FIESTA DEL ENVÍO

El evangelio (Jn 20,19-23) nos recuerda que ya el mismo día de su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos, les deseó la paz y, al mostrarles sus llagas, “ellos se alegraron de ver a Jesús”. La paz y la alegría son los primeros regalos del Resucitado.

Pero el gran regalo, el “altísimo don de Dios” es su Santo Espíritu. Sin el Espíritu es imposible vivir la alegría del Evangelio. Si no se nos da el Espíritu no podremos reconocer al Señor Resucitado. Si no acogemos con fe al Espíritu de Dios, no podremos vivir el gran regalo del perdón.

El Espíritu de Dios es principio de vida y de gracia, fuente de amor y de concordia,  prenda de verdad y de caridad fraterna. El Espíritu remueve la fe y la esperanza de los discípulos de Jesús y está presente en la Iglesia, guiándola hacia el amor y la verdad. Ignorar al Espíritu es ignorar al Padre de los cielos e ignorar las claves de la misión de Jesús.

Pentecostés es la fiesta de la misión, es decir, la fiesta del envío de los creyentes. Como el Padre envió a Jesús, también él nos envía a nosotros por los caminos del mundo.

FIESTA DEL PERDÓN

Tras el saludo, Jesús Resucitado sopló sobre sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar”.

• “Recibid el Espíritu Santo”. No somos los discípulos los que creamos la vida, los que inventamos la verdad, los que producimos el amor. El Espíritu de Dios es su don por excelencia. Es la fuente de todos los dones.

• “A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados”. Todos necesitamos pedir y recibir humildemente el perdón de Dios. Sólo así podremos nosotros transmitirlo con generosidad y con esperanza a los demás.

• “A quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar”. Si conocemos nuestra fragilidad, será difícil ser perdonados y perdonar. Pero el Señor entrega a su Iglesia la responsabilidad de discernir entre el bien y el mal.

- Señor Jesús, agradecemos el don de tu Espíritu. Deseamos que él nos conduzca hasta la verdad plena y al amor compasivo y creativo que tú nos has mostrado con tu vida, con tu muerte y tu resurrección. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés