viernes, 31 de mayo de 2019

SENTADO A LA DERECHA DEL PADRE


Reflexión Homilética para el Domingo 2 de Junio de 2019. Solemnidad de la Ascensión del Señor.

- “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hech 1,11). Son dos personajes que parecen ser mensajeros celestiales. Y así suena la pregunta que dirigen a los amigos de Jesús, en el momento en que ellos que viven la doble experiencia de verlo glorificado y de quedar huérfanos del Maestro que era su guía. 

- “El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”. Esta segunda advertencia de los mensajeros celestiales suena como una profecía. Los discípulos del Señor no pueden olvidar el pasado vivido con su Maestro. Tampoco pueden evadirse del presente. Pero han de mirar al futuro de la misión que les ha sido confiada.

Con el salmo 46 proclamamos que “Dios asciende entre aclamaciones… y se sienta en su trono sagrado”. Efectivamente, Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo, como dice la segunda lectura de la misa de hoy (Ef 1,17-23). Esa imagen expresa la divinidad de Jesucristo. El Señor está por encima de todo lo que nos ocupa y nos preocupa.

PREDICACIÓN DE LA CONVERSIÓN

El evangelio de Lucas se refiere de forma muy escueta al misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos (Lc 24,46-53). Pero en su brevedad, este relato subraya tres elementos fundamentales de la fe y de la esperanza de todos los discípulos del Maestro.

- En primer lugar, se pone en boca de Jesús un resumen del misterio pascual, es decir, de su muerte y su resurrección. Al igual que Jesús había hecho con los discípulos que caminaban a Emaús, también ahora subraya que su suerte y su entrega estaban previstas en las Escrituras.

- Además, Jesús envía a sus apóstoles a todos los pueblos, como mensajeros de la misericordia de Dios. Al igual que Jonás había sido enviado a Nínive, los discípulos del Señor habrán de predicar la conversión para el perdón de los pecados.

- Finalmente, Jesús promete a sus discípulos la presencia continua del Padre celestial. Gracias a su asistencia, podrán ser testigos creyentes y creíbles de lo que el Mesías ha dicho y hecho para llevar a cabo la salvación del mundo. 

Jesús ha cumplido su misión y ha sido glorificado. Ahora confía su propia tarea a los que ha elegido para compartir su vida y su ministerio hasta el fin de los tiempos y hasta las últimas periferias de la tierra, como dice el papa Francisco.

LA MISIÓN Y LA ALEGRÍA

Pero el texto evangélico añade todavía algo más. Es preciso que la comunidad recuerde siempre tres detalles que hacen presente en la Iglesia este misterio de la glorificación de Jesús.  

- El primer detalle es la nota sobre esa doble bendición. Jesús bendice a sus discípulos y los bendecirá siempre. Pero, al mismo tiempo, la oración de los discípulos incluye la bendición “ascendente”. En ella se refleja la gratitud de la comunidad por los dones de la fe y la misión.

- El segundo detalle es precisamente la ascensión a los cielos. Con razón había dicho el Maestro que de los pobres de espíritu es el reino de los cielos.  Ya sabemos que “los cielos” son la metáfora del mismo Dios. El que ha bajado del Padre, asciende al Padre y comparte su gloria.

- El tercer detalle es esa nota sobre la alegría que embarga a los discípulos al regresar a Jerusalén. La fe les ayuda a comprender que Jesús permanecerá con ellos para siempre, guiándolos en la misión e intercediendo por ellos, como también ha dicho el papa Francisco.

Señor Jesús, hoy te bendecimos y te damos gracias por tu vida y por tu mensaje de amor y de misericordia. Te rogamos que ayudes siempre a tu Iglesia a difundirlo con audacia y generosidad por el mundo. Y a cada uno de nosotros concédenos la alegría de poder compartir tu camino y de esperar activamente tu manifestación. Amén. Aleluya.  
José-Román Flecha Andrés

domingo, 26 de mayo de 2019

UNA PALABRA PARA TODOS LOS TIEMPOS


Reflexión Homilética para el Domingo 26 de Mayo de 2019. 6º de Pascua, C.

“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables”. Así se puede leer en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama en la celebración de la misa (Hech 15,1-2.22-29).

Habían llegado a Antioquía, algunos hermanos procedentes de Judea que pretendían imponer la circuncisión a los miembros de la comunidad, pertenecientes a la cultura griega. Pero, durante su primer viaje misional, Pablo y Bernabé habían ya comprendido que el mensaje de Jesús había de ser predicado también a los “gentiles”.

Se entabló una acalorada discusión entre unos y otros. No se trataba de algo superficial. Así que la cuestión fue llevada a Jerusalén. Los apóstoles y presbíteros de aquella comunidad decidieron que los gentiles no habían de circuncidarse para ser discípulos del Señor.

En cada momento de la historia cristiana habría que recordar aquella decisión. Es preciso mantener la fidelidad al mensaje de Jesús. Pero siempre será necesaria una generosa flexibilidad para que su espíritu impregne las diferentes culturas de este mundo.

LA PALABRA DEL SEÑOR Y EL AMOR

El evangelio que se proclama en este sexto domingo de Pascua (Jn 14,23-29) se sitúa en el marco de la última cena de Jesús con sus discípulos. Las palabras del Maestro suenan con  la seriedad de un testamento. Y con la solemnidad de una dramática alternativa:

“El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Jesús había sembrado su palabra abundante y generosamente. A ese don gratuito sus discípulos habían de responder, acogiéndola con respeto y gratitud y tratando de vivir fielmente su mensaje.

“El que no me ama no guardará mis palabras”. Esa es la prueba que desenmascara la sinceridad de nuestro amor o la mentira en la que nos refugiamos. Aunque nuestras declaraciones de fe parezcan muy solemnes, no siempre son creíbles. Nuestro amor al Señor se demuestra si escuchamos su palabra y tratamos de llevarla a la práctica de nuestra vida.

La fidelidad con la que escuchamos y cumplimos la palabra del Señor es la prueba del amor que le profesamos y la prenda de la presencia del Padre celestial entre nosotros.

EL TEMBLOR DEL CORAZÓN

Ademas, en el evangelio que hoy se proclama se recoge otra frase, con la que Jesús nos invita a recorrer en serenidad el camino de nuestra vida.

- “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras de Jesús podían referirse al temor que muy pronto se apoderaría de  sus discípulos. Uno iba a traicionarlo, otro lo negaría y los demás iban a abandonarlo. No deberían escandalizarse por ello.

- “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palaras de Jesús eran ya un aviso para su Iglesia. A lo largo de los siglos sufriría las persecuciones por parte de los extraños y la apostasía de sus propios miembros.  Pero deberá permanecer fiel.

- “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras de Jesús han de suscitar en todos nosotros el deseo de mantenernos fieles a su mensaje, y la voluntad de anunciarlo con valor y con alegría.  Es dicil, pero todo lo podemos con su gracia.

Señor Jesús, sabemos que tú tienes palabras de vida eterna. Que tu Espíritu nos ayude a recordarlas, a vivir el mensaje que encierran y a transmitirlo fielmente en todo tiempo y lugar. No permitas que nos alejemos de ti. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 18 de mayo de 2019

LA NOVEDAD DEL MANDAMIENTO NUEVO


Reflexión Homilética para el Domingo 19 de Mayo de 2019. 5º de Pascua.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. 

Que el principal mandamiento de le Ley era amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo era algo conocido y aceptado por todos los judíos. Jesús mismo, como buen judío practicante que era, lo repite así literalmente en los evangelios según San Marcos, San Mateo y San Lucas. 

Cuando un fariseo le preguntó con ánimo de ponerle a prueba cuál era el principal mandamiento de la Ley, Jesús respondió sin titubear: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y principal mandamiento. 

El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 35). Esto era conocido, como digo, por todos los judíos. ¿Cuál es, pues, la novedad del mandamiento nuevo que el mismo Jesús dice ahora, según san Juan? Es claro: cambiar el <como a ti mismo> por el <como yo os he amado>. Jesús nos dijo en más de una ocasión que él no había venido a cambiar la Ley, sino a perfeccionarla. 

Esto es exactamente lo que ha hecho ahora Jesús, porque amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos puede ser en muchos casos peligroso y hasta malo, ya que nosotros no nos amamos siempre bien a nosotros mismos. El egoísmo, la pasión, la ignorancia o la ceguera interesada pueden hacer que más de una vez nos amemos a nosotros mismos de mala manera. En cambio, amarnos unos a otros como Jesús nos amó siempre es agradable a Dios. 

Y, ¿Cómo nos amó Jesús? Pues, en el contexto en el que Jesús dice esta frase, está muy claro: Jesús dice esto a sus discípulos después de lavarles los pies y cuando les está diciendo que su Padre lo va a glorificar, cuando él, Jesús, muera en la cruz y el Padre lo resucite. Por tanto, amarnos unos a otros como Jesús nos amó es amarnos con un amor de absoluta generosidad, estando dispuestos hasta, si fuera necesario, morir por amor al prójimo. Jesús murió en acto de servicio, por amor a todos nosotros, glorificando así a su padre Dios y siendo glorificado por Él.
D. Gabriel González del Estal

sábado, 11 de mayo de 2019

EL PASTOR Y SUS OVEJAS


Reflexión Homilética para el Domingo 12 de Mayo de 2019. 4º de Pascua. C.

“Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra” (Hech 13,47). Esas palabras del libro de Isaías, señalan a Pablo y Bernabé un importante giro en su tarea misionera.  Han comenzado anunciado el evangelio a los judíos, pero en Antioquía de Pisidia comprenden que han de anunciarlo sobre todo a los gentiles, es decir, a las personas que pertenecen a la cultura helenista.

La tarea no ha de ser fácil, como habrán de experimentar a continuación en las ciudades de la región de Licaonia. Pero los dos apóstoles descubren en la realidad que van encontrando las rutas misioneras que se abren frente a ellos. Se diría que están dispuestos a leer los signos de los tiempos y a seguir el camino que Dios les indica.

El salmo responsorial, en cambio, nos invita a situarnos en el lugar de los que escuchan la palabra de los evangelizadores: “Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño” (Sal 99,3).

LA VOZ Y LA VIDA

Esa imagen de las ovejas y el rebaño reaparece en el evangelio que todos los años se proclama en este cuarto domingo de Pascua. Una vez más evocamos la imagen de Jesús como Buen Pastor. En el texto que leemos este año se contienen seis verbos que, al reflejar seis acciones, resumen y explican la relación entre Jesús y sus discípulos (Jn 10,27-28).

“Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. Escuchan la voz de Jesús quienes han decidido aceptarlo como su Maestro y vivir de acuerdo con su mensaje. Pero, al mismo tiempo, pueden tener la seguridad de que no son ajenos a la atención de ese Maestro que conoce a sus discípulos.

“Ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Para escuchar al Maestro, es preciso seguir sus pasos. Siguen a Jesús los que han sido llamados por él y lo han dejado todo por él. Esos discípulos creen que los valores de la vida temporal encuentran su plenitud y su perfección en la vida eterna, a la que el Pastor los conduce.

“No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”. Son muchos los peligros y las tentaciones que acechan a los discípulos del Maestro. Pero el Buen Pastor les asegura que siempre los cuidará y los librará del mal. El Buen Pastor vigila para que nada ni nadie pueda arrebatarle sus ovejas.

EL PADRE Y LAS OVEJAS

“Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 29-30).

“Más que todas las cosas”. Esta frase parece un tanto misteriosa. De hecho, puede significar que las ovejas que el Padre ha confiado a Jesús constituyen el mejor don de este mundo. Pero también puede indicar que el Padre es mejor y más fuerte que los que tratan de poner dificultades al rebaño que ha confiado a su Hijo.

“Nadie puede arrebatar nada”. El verbo griego que se traduce por “arrebatar” aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Todo indica que los discípulos del Señor habrán de sufrir múltiples asechanzas. Pero nadie es más fuerte que el Padre. Nadie puede arrebatar a Jesús las ovejas que el Padre ha confiado a su cuidado.

“Yo y el Padre somos uno”. Tras indicar la relación de Jesús con sus discípulos, se revela la relación que le une a su Padre. Una relación nos lleva a la otra. Las ovejas pueden vivir en la confianza, sabiendo que el Padre de Jesús vela por el rebaño de su Hijo.

Señor Jesús, te reconocemos como el Buen Pastor, que ha dado la vida por sus ovejas. La fe nos dice que tú cuidas de nosotros. La esperanza nos invita a seguir fielmente tus pasos. Y la caridad nos lleva a convivir con nuestros hermanos. Juntos queremos escuchar tu voz y confiar en tu protección. Amén. Aleluya.
D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 4 de mayo de 2019

ENCUENTRO JUNTO AL LAGO


Reflexión Homilética para el Domingo 5 de Mayo de 2019. 3º de Pascua, C.

“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero… Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”.  Esta es la respuesta de Pedro al sumo sacerdote que prohíbe a los apóstoles enseñar en el nombre de Jesús (Hech 5,27-41).

Su palabra es realmente profética. Anuncia la resurrección de Cristo. Y denuncia la injusticia de quienes lo condenaron a muerte. Y eso, con la plena conciencia de que ese ministerio profético les ha de costar persecuciones y castigos. Pero la fidelidad a la llamada de  Dios está por encima de las normas y las prohibiciones de los hombres.

Pero en las palabras de Pedro hay además otro punto importante. Él y sus compañeros se consideran testigos del misterio y de la misión de Jesucristo. Y para serlo de verdad, el testigo ha de estar ahí y ser diferente. La valentía es una nota distintiva del testigo. Con razón se canta en el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29,2).

CUATRO PASOS

El evangelio que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Jn 21,1-19) consta de cuatro partes: la crisis de siete discípulos de Jesús que se retiran al lago, el encuentro con el Señor, las preguntas a Pedro y el encargo que le confía Jesús, y finalmente la pregunta por la suerte del discípulo amado. En muchas celebraciones se leerán solo las dos primeras.

- El relato evoca y presenta el paso que va de la noche al amanecer, de las tinieblas a la luz, de la soledad de los discípulos al encuentro con un personaje que aparece en la mañana a la orilla del lago (vv.3-4).

- Hay otro paso importante que va de la ignorancia al conocimiento. En un principio no saben que ese personaje que los espera en la costa es Jesús (v.4). Pero uno de ellos reconoce que es el Señor y se lo comunica a Pedro (v.7). Al fin todos saben que es el Señor (v.12).

- Un tercer paso va de la esterilidad y del fracaso de esos discípulos que, a pesar de su experiencia, no logran pescar nada en toda la noche (v.3), a la satisfacción ante una pesca más abundante de lo que habrían podido soñar (v. 6.8).

- Y hay finalmente un cuarto paso que lleva a los discípulos de la carestía y el hambre, puesto que no tienen nada que comer (v. 5), al disfrute del almuerzo que Jesús ha preparado para ellos (vv. 9-12).

 LA PRESENCIA DEL MAESTRO

Son siete los discípulos que se vuelven al lago de Galilea. Ese es el lugar en el que se desarrolla la escena del encuentro con Jesús. Allí pescaba Simón en otros tiempos. Y allí regresa, como si tratase de olvidar el tiempo vivido junto a Jesús.

- Esta huida de Pedro puede ser más dramática que la cobardía con la que afirmó no conocer a su Maestro. Pero Jesús no olvida a quien parece querer ignorar su llamada inicial. Y repetirá el mismo consejo al pescador frustrado.

- Pedro ha de saber que su trabajo puede resultar baldío, aunque lo lleve a cabo en compañía de otros que comparten su desaliento. Solo cuando escucha el consejo del Maestro su pesca se hace asombrosamente abundante.

- Pedro no debe olvidar que algunos abandonaron a Jesús cuando hablaba del pan de la vida.  Ahora, como en la última cena, Jesús toma en sus manos el pan y el pescado y se lo da. El Señor repite los signos de su entrega.

Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, sabemos que tú nos buscas y nos llamas a pesar de nuestros olvidos y traiciones. Tus palabras y tus gestos hacen evidente tu presencia de Maestro entre los que queremos ser tus discípulos. No permitas que nos alejemos de ti. Amén. ¡Aleluya!

                                                       D.  José-Román Flecha Andrés