domingo, 30 de abril de 2023

EL PASTOR VERDADERO

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 30 de Abril de 2023. 4º de Pascua.

El Pastor verdadero se preocupa de sus ovejas, no las abandona nunca, al contrario, está siempre pendiente de cada una de ellas, en particular de las más débiles y necesitadas. El Pastor verdadero no huye frente al peligro abandonando a su rebaño sino da su vida para salvarlas porque ama con pasión a cada una de ellas, es decir, ama con un amor sin límites.

El pastor verdadero da la vida por sus ovejas. Jesús es verdadero pastor porque conoce a sus ovejas, dialoga con ellas en intimidad de corazón. En el lenguaje bíblico, según Xabier Pikaza, “conocer es querer, como quiere el esposo a la esposa, la novia al novio… Conocer es conocerse, amarse… Sólo así, en amor, se conocen mutuamente el pastor y las ovejas, de manera que el pastor deja de ser vigilante y la oveja animal vigilado, sino amigo, compañero del pastor.”Sólo así, sobre una base de conocimiento personal puede fundarse la comunidad de los salvados como iglesia donde todos tienen un lugar para vivir en plenitud. Por eso, Jesús es pastor y puerta del rebaño; es guía y casa para las ovejas.

Jesús es el Pastor verdadero que no actuó nunca como un jefe dedicado a dirigir, gobernar o controlar. Lo suyo había sido «dar vida», curar, perdonar. No había hecho sino «entregarse», desvivirse, terminar crucificado dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero pastor, piensa en sí mismo, «abandona las ovejas», evita los problemas y «huye».

Por tanto, el amor de Jesús por la humanidad no tiene límites, ama a todos sin excepción compartiendo su propia vida con las ovejas. Jesús nos conoce y nos ama a todos tal como somos. Solo desde esta cercanía, desde esta comunión de corazón, el Pastor bueno, verdadero comparte su vida con las ovejas tratándolas siempre con cuidado y amor.

Hoy, a los seguidores de Jesús se nos pide que seamos creyentes llenos del Espíritu del Pastor Bueno, que podamos ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde para seguir construyendo una comunidad verdaderamente fraterna y samaritana.

Por último, la alegoría del «Pastor bueno» arroja una luz decisiva: quien tenga alguna responsabilidad pastoral ha de asemejarse a Jesús, acompañando desde la cercanía, diálogo y escucha mutua.

En nuestras comunidades, ¿actuamos con los mismos sentimientos del Pastor Bueno?

Fray Felipe Santiago Lugen Olmedo O.P.

domingo, 23 de abril de 2023

"JESÚS SE ACERCÓ Y SIGUIÓ CAMINANDO CON ELLOS"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 23 de Abril de 2023. 3º de Pascua.

Iban a un pequeño pueblo llamado Emaús (Lc 24,13)

Todo lo acontecido en la Pasión y en la Cruz, ha desbordado el corazón de Cleofás y del otro discípulo, así como ha desbordado el corazón de los Once. Los discípulos-peregrinos de Emaús necesitan hacer dos caminos: uno geográfico: van de Jerusalén a Emaús (cf. Lc 24, 13); y otro interior: haciendo memoria de lo vivido en el corazón (cf. Lc 24,19-21).

Volver a Emaús significa para ellos tomar la decisión de dejar el camino de seguimiento de Jesús, la vida discipular y el anuncio del Reino. Sería como un volver atrás, un volver a lo conocido antes del encuentro con Aquel que revelaba a los no amados, el amor incondicional del Padre.

Cleofás y el otro discípulo avanzan en el camino hacia Emaús haciendo memoria de todo lo vivido junto a Jesús: sus palabras, sus gestos, su oración, su cercanía, sus encuentros significativos con una humanidad doliente… Pero también hacen memoria “sobre lo que había ocurrido”: la traición, el arresto, el juicio injusto, la condena, la pasión y la muerte en la cruz.

Emaús es una invitación a pensar en todas aquellas situaciones (personales/comunitarias) que hacen tambalear nuestras estructuras más profundas, aquellas en las que hemos puesto nuestras seguridades y aquellas que dan sentido a nuestros compromisos. Pero también, es el camino en el que evangelizan nuestras motivaciones reales para el seguimiento de Cristo. En Emaús, vuelve a resonar en el corazón la voz de una promesa: “ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn 16,22).

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos (Lc 24,15)

Un corazón herido, unas expectativas defraudadas, y un “semblante triste” (Lc 24,16), manifiestan los sentimientos que acompañan el camino que hacen Cleofás y el otro discípulo. El problema no está en los ideales ni en las ilusiones ni en los proyectos misioneros, sino donde está afianzado el seguimiento de Jesús: en ideales inalcanzables, en el activismo o en una experiencia de encuentro y amistad con Él.

Para Cleofás, para el otro discípulo, y para nosotros, Emaús es el paso del camino ideal por el cual queremos seguir a Jesús, al camino real donde Jesús nos invita a transitar; ese camino real donde la Cruz nos ayuda a dimensionar las verdaderas motivaciones de nuestro seguimiento discipular-misionero.

Como tantas otras veces, Jesús se acerca al dolor humano y a la desesperanza. Él se hace compañero de camino, con sensibilidad, respeto y misericordia. Jesús se acerca, acompaña, escucha, pero no reemplaza a los discípulos en su proceso. Su escucha compasiva es capaz de ablandar la dureza del entendimiento y del corazón, para ayudarlo a transitar por el camino de la Palabra.

Acompañados por el Resucitado, cada paso del camino ayuda a poner palabras y nombres a los sentimientos, a las heridas, a las frustraciones. Sólo cuando se abre el corazón herido al Resucitado, estas realidades comienzan a sanar y se convierten en fuentes de conversión, sanación y testimonio.

…les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él (Lc 24,27)

Emaús es el camino de reencuentro con Jesús en el misterio de su Pascua, de su Palabra y de la fracción del pan. Para Cleofás y para el otro discípulo, se trata de un volver a experimentar el llamado de Jesús al seguimiento para anunciar el Evangelio.

Cuando Jesús interpreta la Palabra, la inteligencia y el corazón de los discípulos se desbordan: la inteligencia por la verdad y el corazón por el amor. Sólo entonces comienzan a comprender las exigencias del seguimiento: no se trata de retener a Jesús con ellos, tampoco de negar el dolor de la Cruz, sino a ser testigos de su Palabra en medio de un mundo crucificado por la inhumanidad y la desesperanza.

Para estos tiempos sinodales, el camino de Emaús, es el ícono de un camino de gracia: en él encontramos algunas luces para desinstalar aquellos esquemas (personales e institucionales) que nos llevan a la autorreferencialidad o al hermetismo: la escucha, el diálogo y el discernimiento.

Para aprender a caminar juntos, será esencial y significativo renovar (personal e institucionalmente) el “encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él”, como decía el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (cf. número 3). Todo encuentro con el Resucitado nos invita a aprender a detenernos para recalcular la senda. Como los peregrinos de Emaús, nos sentamos a la mesa para la fracción del pan, pero no para instalarnos en ella. El pan partido y compartido nos invita a reconocer a Jesús y a ponernos en camino para compartir la alegría del encuentro.

Jesús está siempre dispuesto a caminar con nosotros, a interpretarnos las Escrituras y a partir el pan:

¿Cómo fue mi “camino de Emaús” personal?

¿En qué momentos de mi vida sentí a Jesús como compañero de camino?

¿Qué significa para mi “caminar con otros”?


Fr. Rubén Omar Lucero Bidondo O.P.

martes, 18 de abril de 2023

domingo, 16 de abril de 2023

HEMOS VISTO AL SEÑOR

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 16 de Abril de 2023. 2º de Pascua.

En los domingos de Pascua se nos presenta la realidad que significa cada domingo cristiano a lo largo del año. Frecuentemente hemos convertido la celebración dominical en el mero cumplimiento de un deber, de un precepto, o simplemente un acto de devoción individual, de un contacto privado entre Dios y mi alma, sin referencia a la comunidad ni a la construcción del Reino de Dios.

La lectura del Evangelio de hoy nos muestra, por el contrario, cuál es el contenido e importancia del domingo. A él se llega como meta y conclusión de toda la semana: nuestros anhelos, trabajos, fracasos, tareas, logros…. En él se celebra todo eso en comunidad con el Señor resucitado y en la fuerza del Espíritu. De él se sale enviados otra vez, pero con nuevas fuerzas a la misión que consiste en vivir y colaborar con el Reino de Dios en la vida cotidiana cada cual según su carisma, sinodalmente: ” discípulos y discípulas caminando juntos en salida”.

Un autor ortodoxo decía que “el pecado mayor y raíz de todo pecado es el no reconocer la presencia de Jesús Resucitado en medio de nosotros”. Por el contrario, en las lecturas de hoy se nos señala cómo es esta presencia y qué efectos tiene para la persona, para la comunidad y, través de ella, para la sociedad.

Con cuatro verbos podemos señalarlo: “conocerle”, “reconocerle”, “reconocerme”, “reconocernos”.

“Conocerle"

Gracias a la experiencia de la resurrección, los discípulos conocen que Jesús no está muerto. Que el Resucitado es el mismo que el Crucificado (sus llagas lo muestran) y que sigue teniendo con ellos y con todos las mismas actitudes de entrega amorosa que lo llevaron a la cruz: “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1): “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Este Jesús, crucificado y resucitado, no es un ausente ni un impotente, lejano y distante. Resucita para continuar su presencia y su acción liberadora, pero ahora en la plena potencia de su existencia glorificada.

“Reconocerle”

Debido a este conocimiento, posible por la fe, Tomás lo “reconoce”. No ve solo a Jesús como antes de su resurrección, ni tampoco lo ve lo mismo. Lo reconoce como Dios y Señor, títulos reservados al Padre en el At y que hubiesen constituido, para un judío fiel como Tomás, una horrible blasfemia, si se los hubiese atribuido a Jesús, sin esta apertura del Espíritu, a la revelación que iniciaba el Nuevo Testamento.

“Reconocerse”

La fe es una relación, no una ideología. La ideología se queda en coleccionar ideas, la relación interpersonal involucra, cambia, transforma la vida y su curso posterior. Tomás no dice teóricamente que Jesús es Dios y Señor, sino que lo confiesa: “Señor “mío”y Dios “mío”. Es un nuevo Tomás el que está naciendo ahora, con una nueva comprensión de su identidad, su proyecto vital, su tarea, su futuro, incomprensibles ya, e inconcebibles sin el protagonismo de Jesús resucitado en su existencia.

“Reconocernos”

Lo que la fe ha producido en Tomás y en los otros discípulos, no se queda en una vivencia individualista. Por ella son constituidos en una comunidad a través de la cual Jesús sigue salvando. Loa frase sobre el perdón de los pecados, lo señala. No se trata simplemente del sacramento de la reconciliación (penitencia, confesión), sino de la labor total de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y que se va realizando en toda obra de superación de las injusticias, las agresiones, las enemistades, los rencores, las culpabilidades morbosas y produce la reconciliación, la humanización, la paz.

Para ver esta obra del Resucitado a través de la vida, celebración y predicación de la comunidad eclesial el texto de la Carta de san Pedro, que proclamamos en la segunda lectura, nos habla de las actitudes interiores de la persona que se van produciendo si caminamos con fidelidad en este camino de seguimiento del Resucitado: fe, fuerza, esperanza, alegría en medio de las luchas, vida nueva, premio, salvación, amor a Jesús aun sin verlo corporalmente.

Y en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, el retrato ideal de lo que debe ser una verdadera comunidad, nos señala los elementos que nunca deben faltar en esta: la enseñanza de los apóstoles, la eucaristía (fracción del pan), el compartir y compartirse para que nadie pase necesidad, la oración en común, la alegría en medio de las pruebas, y la apertura para recibir como hermanos a los que el Señor vaya atrayendo a formar familia con nosotros.

Todo esto se celebra, se anuncia, se vive y se ha de testificar en nuestra celebración dominical como núcleo y central energética de nuestra vida y misión.

¿Qué importancia y significación tiene para mi vida la celebración de la Eucaristía dominical?

¿Cómo me resuenan en el interior los verbos: “conocerle”, “reconocerle”, “reconocerse” y “reconocernos”?

Fr. Francisco José Rodríguez Fassio

domingo, 9 de abril de 2023

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 

 Ntro. Padre Jesús de los Resucitado, Santa Mª Magdalena, San Juan Evangelista y Ntra. Sra. de la Soledad

¡Aleluya!

HERMANDADES DEL RESUCITADO, DE LA MAGDALENA, DE SAN JUAN Y DE LA SOLEDAD

viernes, 7 de abril de 2023

VIERNES SANTO NOCHE

 Stmo. Cristo de los Estudiantes, Ntra. Sra de los Dolores, Cristo Yacente y Ntra. Sra. de la Soledad

"Perdónalos porque no saben lo que hacen"
HERMANDADES DE LOS ESTUDIANTES, DE LA MAGDALENA, DEL SANTO ENTIERRO Y DE LA SOLEDAD

VIERNES SANTO MADRUGÁ

 

Ntro. Padre Jesús Nazareno, Sta. María Magdalena, San  Juan Evangelista y Ntra. Sra. de la Soledad

"Cargado con nuestra cruz"
HERMANDADES DEL NAZARENO, MAGDALENA, SAN JUAN Y LA SOLEDAD

jueves, 6 de abril de 2023

JUEVES SANTO

 

Ntro. Padre Jesús de la Oración en el Huerto y Ntra. Madre y Sra. de la Paz y Esperanza

"En la Oración está muestra Esperanza"
HERMANDADES DEL HUERTO Y DE LA PAZ Y ESPERANZA

miércoles, 5 de abril de 2023

MIÉRCOLES SANTO

 

 Stmo. Cristo de la Humildad en su Presentación al Pueblo

¡Sed humildes y sencillos como palomas"

FRANCISCANA HERMANDAD DE LA HVMILDAD

domingo, 2 de abril de 2023

DOMINGO DE RAMOS

 

 Ntro. Padre Jesús de los Reyes en su entrada Triunfal en Jerusalén

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

HERMANDAD DE LA PAZ Y ESPERANZA

HÁGASE TU VOLUNTAD

 

Reflexión Evangelio del Domingo 2 de Abril de 2023. Domingo de Ramos

El domingo de Ramos, con el que iniciamos la Semana Santa, es una celebración de contrastes. Junto con los discípulos y la gente de Jerusalén, proclamamos también nosotros con júbilo en el rito de entrada de la eucaristía de este domingo: “Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en las alturas”. Jesús es aclamado como quien viene a cumplir los deseos y esperanzas de quienes tenemos puesta la confianza en Dios. Es la expresión de fe de los que anhelamos un mundo mejor, diferente del que nos toca vivir a diario, más justo y fraterno. La fe de los que deseamos una Iglesia más evangelizadora, samaritana, sinodal, que no se quede en una pastoral de mantenimiento, sino que ofrezca propuestas nuevas para que todos puedan reconocer a Jesucristo como el verdadero Hijo de Dios que entregó su vida por nuestra salvación.

Pero la expresión de fe que proclamamos a viva voz y que recoge nuestros más nobles sentimientos y expectativas es invitada este domingo de Ramos a realizar un proceso pascual. En contraste con el júbilo que genera la entrada de Jesús en Jerusalén y su proclamación como “el Hijo de David, el Rey de Israel”, el relato de la pasión nos muestra la reacción totalmente contraria, cuando Jesús se reconoce ante el Sumo Sacerdote como el “Hijo de Dios”. Ahora es escupido, golpeado, humillado, rechazado y todos gritan a Pilato “¡crucifícalo!”. El misterio pascual es el que nos convierte en verdaderos creyentes cuando, al contemplar al crucificado, llegamos a proclamar como el centurión que custodiaba la cruz: “¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!”. Cuando la cruz no es motivo de escándalo, sino de conversión.

Hay opciones que tienen consecuencias tan trascendentales, que definen quienes en verdad somos. El ingreso en Jerusalén supone un momento clave en la vida de Jesús. Tomar esta decisión implicaba optar por llevar a su plenitud el proyecto salvador del Padre para la humanidad, sin medir costos. Suponía generar una profunda crisis en las expectativas de quienes le siguieron desde Galilea y cuantos ahora lo aclamaban. Pero, sobre todo, implicaba asumir las consecuencias del rechazo de las autoridades religiosas y políticas al mensaje evangélico que venía proclamando y a su condición de Hijo de Dios. Era confiarlo todo, la salvación que anunciaba y su propia persona, en las manos del Padre. Una opción de esta naturaleza sólo se puede asumir desde un amor que no conoce límites, como el de Jesús al Padre y a su voluntad salvífica, y a todos nosotros, por quienes donaba su propia vida.

La “humanidad” de Jesús contrasta con la nuestra. Como afirma Pablo: Jesucristo “haciéndose semejante a los hombres… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte en cruz”. El Hijo de Dios nos muestra cómo los creyentes debemos vivir la condición humana, haciendo nuestras sus palabras cuando el dolor o el sin sentido nos golpean: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. El creyente no sólo contempla la cruz de Jesús, sino que asume la propia con la actitud con que Jesús asumió la suya en el huerto de Getsemaní. Anteponer la voluntad del Padre a la nuestra es confiar en Dios, aunque nos duela. Es no retirar el rostro cuando nos ultrajan por el bien o por la fe, porque “sé muy bien que no seré defraudado”. Es aceptar que no hay amor auténtico sin sufrimiento.

Para nuestra “humanidad” no es fácil acoger la voluntad de Dios cuando la realidad no se ajusta a nuestros deseos y nos sentimos frustrados, o cuando supone asumir riesgos que nos pueden complicar la vida, o cuando alguien o algo choca abiertamente contra nuestros intereses religiosos, económicos o ideológicos y nos sentimos amenazados. Es la “humanidad” que aflora en Judas tras su decisión de traicionar a Jesús, en la cobardía de Pedro que lo niega tres veces o en el miedo de los demás discípulos que lo abandonan, en el ensañamiento de los sumos sacerdotes y los ancianos por crucificarlo, en el gesto de Pilatos de lavarse las manos, aunque sepa que es inocente. En el fondo la “humanidad” que no es capaz de sufrir, de posponerse, por amor a otros seres humanos, termina crucificándolos.

La fe, como los deseos y expectativas, nuestra propia persona, han de pasar por un proceso de cruz acogiendo la voluntad de Dios y así resucitar a algo nuevo. De un modo u otro, hemos de encarnar el proceso pascual de Jesús en nuestra vida. Cargar la cruz y asumirla como voluntad de Dios implica no rehuir las decisiones difíciles que hemos de tomar como Iglesia para renovarla. Es comprender que ser cristiano no consiste en limitarse en cumplir unas prácticas sacramentales por importantes que sean, sino en llevar una vida coherente con unos valores evangélicos nada fáciles de llevar a cabo, que “duelen”. Es aceptar que convertir nuestras familias en un hogar donde el amor sea el eje entorno al cual giran nuestras relaciones, implica sacrificio. Es admitir que la vida consagrada no recuperará su valor testimonial hasta que asuma morir a formas históricas que ya no anuncian a Cristo. Es confiar que, tras la enfermedad o la muerte, hay vida eterna.

El domingo de Ramos nos invita a entrar en el proceso pascual, de muerte y resurrección, acogiendo la voluntad de Dios de la mano de Jesús. Es importante que nos preguntemos: ¿Con qué actitud interior acogemos el dolor y las dificultades en nuestra vida? ¿Los podemos vivenciar en clave pascual y anteponer la voluntad de Dios a la nuestra?

Fr. Rafael Colomé  Angelats O.P.