domingo, 31 de julio de 2022

ACUMULAR RIQUEZAS: ¡EL ANTI-EVANGELIO!

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 31 de Julio de 2022. 18º del Tiempo Ordinario.

1. El relato del evangelio de Lucas es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet. Efectivamente, Lucas es un evangelista que ha marcado la diferencia en el Nuevo Testamento como juicio de la riqueza y sus peligros para la verdadera vida cristiana. Lucas es defensor de los pobres, aunque no de la pobreza. Jesús, el profeta, no ha venido para ser juez de causas familiares, o empresariales, o sociales, ya que esas leyes de herencia, de impuestos, de salarios justos, se establecen a niveles distintos. Y no quiere ello decir que en las exigencias del Reino de Dios se excluya la justicia, especialmente para los pobres y oprimidos.

2. La parábola del rico que acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre los que no tienen para comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula riquezas, pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir, para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a la producción de riquezas. Este criterio de sabiduría va más allá de lo que propone el mismo Qohélet.

3. Con referencia a la actitud de Qohélet, Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no por lo que Dios quiere, al final, ¿Cómo podrá llenar su vida? ¿Cómo se presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados del mundo; una llamada a compartir con los que no tienen.

Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 24 de julio de 2022

DIOS COMO PADRE ¡UN MISTERIO DE INTIMIDAD!

 

Reflexión Evangelio Domingo 24 de Julio de 2022. 17º del Tiempo Ordinario.

1. El evangelio de Lucas nos ofrece hoy uno de los pasajes más bellos y entrañables de ese caminar con Jesús y de la actitud del discipulado cristiano. En Lucas, el Padrenuestro se halla dentro del marco de un catecismo sobre la oración (11, 1-13). Está dividido en cuatro partes y abarca: la petición «¡Enséñanos a orar!», juntamente con el Padrenuestro (11, 1-4); la parábola del amigo que viene a pedir, y que Lucas entiende como exhortación a ser constantes en la oración (11, 5-8); una invitación a orar (11,9s) y la imagen del padre generoso, que es una invitación a tener confianza en que se nos va a escuchar (11,11-13). Ya sabemos que el Padrenuestro está en Mateo (6,9-13) y que se ha tomado, en ambos casos, de la fuente de los profetas itinerantes de Galilea que conservaron los dichos de Jesús (fuente o evangelio Q). Pero esta catequesis de la oración, tal como la tenemos en el conjunto, se la debemos a Lucas que es el evangelista que más ha valorado este aspecto de la religión e identidad cristiana.

2. Cuando Jesús está orando, los discípulos quieren aprender. Sienten que Jesús se transforma. Jesús, en el evangelio de Lucas, ora muy frecuentemente. No se trata simplemente de un arma secreta de Jesús, sino de una necesidad que tiene como hombre de estar en contacto muy personal con Dios, con Dios como Padre. Todos conocemos cuál es la oración de Jesús, y cómo esa oración no se la guarda para sí, sino que la comunica a los suyos. Por lo mismo, la predicación de Jesús ha de revelar el sentido del Padrenuestro. Este es el primer fundamento en que se basa la explicación que se ha de dar. Sólo el que vive en el Espíritu de Jesús, quiere decir Lucas, sabrá rezar el Padrenuestro con el espíritu de Jesús. Y sólo sabrá rezarlo quien sepa escuchar primeramente la predicación de Jesús.

3. Debemos notar que el Padre es "la oración específica del discípulo de Jesús", ya que Lucas nos dice con claridad que los discípulos se lo han pedido y él les ha enseñado. Y los discípulos se lo pidieron para que ellos también tuvieran una oración que los identificara ante los demás grupos religiosos que existían. En consecuencia, es una oración destinada para aquellos que "buscaron" el Reino de Dios, con plena entrega de vida; para aquellos que convirtieron el Reino de Dios en el contenido exclusivo de su vida. Pues cuando Jesús nos enseña cómo y qué es lo que hemos de orar, entonces nos está enseñando implícitamente cómo deberíamos ser y vivir, para poder orar de esta manera.

4. No podemos entrar en los pormenores exegéticos del Padrenuestro que ha logrado el consenso de muchas lecturas distintas, diferentes, originales, extraordinarias. No es que Jesús inventara la invocación de Dios como "Padre"… pero es quien la pone sobre la mesa de la experiencia religiosa de su tiempo, con sentido de reto, de cómo debemos entender a Dios y de cómo debemos relacionarnos con Él. Las diferencias entre Mateo y Lucas inclinan la balanza a un texto más primitivo en el caso de nuestra lectura de hoy: corta, directa, menos estructurada, pero más intimista y radical; quizás más cercana a la experiencia de Jesús tal como se la escucharon sus discípulos.

5. ¿Qué significa Padre (Abba)? No es un nombre de tantos para designar a Dios, como ocurría en las plegarias judías. Lo de Lucas, pues, no es más que el original arameo de la invocación de Jesús. Y era la expresión de los niños pequeños, con la significación genuina de "Padre querido". Así, pues, Jesús habla con Dios en una atmósfera de intimidad verdaderamente desacostumbrada. Y enseña a sus discípulos a hacer otro tanto. Toda la predicación de Jesús está confirmando esto mismo. Jesús, con palabras estimulantes, alienta a que los discípulos estén persuadidos previamente en la oración de una confianza sin límites. No se trata, pues, de un título más, frío o calculado, sino de la primera de las actitudes de la oración cristiana. Si no tenemos a Dios en nuestras manos, en nuestros brazos, como un padre o una madre, tienen a su pequeño, no entenderemos para qué vale orar a Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 17 de julio de 2022

SABER ELEGIR LO QUE DIOS DESEA

 

Reflexión Evangelio del Domingo 17 de Julio de 2022. 16º del Tiempo Ordinario.

1. El evangelio de Lucas nos presenta a Jesús, en su camino a Jerusalén, que hace una pausa en casa de Marta y María. Ya es sintomático que se nos describa esta escena en la que el Señor entra en casa de unas mujeres, lo que no podía ser bien visto en aquella sociedad judía. Pero el evangelista Lucas es el evangelista de la mujer y pone de manifiesto aquellos aspectos que deben ser tenidos en cuenta en la comunidad cristiana. Sin la cooperación de la mujer, el evangelio hubiera sido excluyente. El sentido de este episodio ha dado mucho que hablar, dependiendo del tipo de traducción que se adopte del original griego: “una sola cosa es necesaria”, o por el contrario “pocas cosas son necesarias”, dependiendo de los manuscritos. La primera opinión parece más coherente. Muchos pensaron que se trataba de defender la vida contemplativa respecto de la vida activa o apostólica. Esta es ya una vieja polémica que no tiene sentido, porque las dos cosas, los dos aspectos, son necesarios en la vida cristiana. La opción polémica entre la vida activa y la vida contemplativa sería empequeñecer el mensaje de hoy, porque debemos armonizar las dos dimensiones en nuestra vida cristiana.

2. Lo que Lucas subraya con énfasis es la actitud de escuchar a Jesús, al Maestro, quien tiene lo más importante que comunicar. No quería decir Jesús que “un solo plato basta”, como algunos han entendido, sino que María estaba eligiendo lo mejor en ese momento que él las visita. Este episodio, todavía hoy, nos sugiere la importancia de la escucha de la Palabra de Dios, del evangelio, como la posibilidad alternativa a tantas cosas como se dicen, se proponen y se hacen en este mundo. Jesús es la palabra profética, crítica, radical, que llega a lo más hondo del corazón, para iluminar y liberar. Ya es sintomático, como hemos apuntado antes, el detalle que Lucas quiera poner de manifiesto el sentido del discipulado cristiano de una mujer en aquél ambiente.

3. Tampoco se debería juzgar que Marta es desprestigiada, ¡ni mucho menos!, ¡está llevando a cabo un servicio!, pero tiene que saber elegir. Muchas veces, actitudes contemplativas pueden ocultar ciertos egoísmos o inactividad de servicio que otros deben hacer por nosotros. Porque Jesús, camino de Jerusalén, ha pasado por su lado y es posible que en su afán no supiera, como María, que tenía que dejar huella en su vida. María se siente auténtica discípula de Jesús y se pone a escuchar como la única cosa importante en ese momento. Y de eso se trata, de ese ahora en que Dios, el Señor, pasa a nuestra lado, por nuestra vida y tenemos que acostumbrarnos a elegir lo más importante: escucharle, acogerle en lo que tiene que decir, dejando otras cosas para otros momentos. Lucas, sin duda, privilegia a María como oyente de la palabra y eso, en este momento de subida a Jerusalén, es casi decisivo para el evangelista. Se quiere subrayar cómo debemos, a veces, sumergirnos en los planes de Dios. De eso es de lo hablaba Jesús camino de Jerusalén (según Lucas) y María lo elige como la mejor parte. Marta… no ha podido desengancharse… y ahora debiera haberlo hecho.

Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 10 de julio de 2022

¿A QUIÉN DEBEMOS AMAR?

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 10 de Julio de 2022. 15º del Tiempo Ordinario.

1. Y ahora el evangelio del día: una de las narraciones más majestuosas de todo el Nuevo Testamento y del evangelio de Lucas. Una narración que solamente ha podido salir de los labios de Jesús, aunque Lucas la sitúe junto a ese diálogo con el escriba que pretende algo imposible. El escriba quiere asegurarse la vida eterna, la salvación, y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. Quiere una respuesta “jurídica” que le complazca. Pero los profetas no suelen entrar en esos diálogos imposibles e inhumanos. Ya la tradición cristiana nos puso de manifiesto que Jesús había definido que la ley se resumía en amar a Dios y al prójimo en una misma experiencia de amor (cf Mc 12,28ss). No es distinto el amor a Dios del amor al prójimo, aunque Dios sea Dios y nosotros criaturas. Pero el escriba, que tenía una concepción de la ley demasiado legalista, quiere precisar lo que no se puede precisar: ¿quién es mi prójimo, el que debo amar en concreto? Aquí es donde la parábola comienza a convertirse en contradicción de una mentalidad absurda y puritana.

2. Dos personajes, sacerdote y levita, pasan de lejos cuando ven a un hombre medio muerto. Quizás venían del oficio cultual, quizás no querían contaminarse con alguien que podía estar muerto, ya que ellos podrían venir de ofrecer un culto muy sagrado a Dios. ¿Era esto posible? Probablemente sí (es una de las explicaciones válidas). Pero eso no podía ser voluntad de Dios, sino tradición añeja y cerrada, intereses de clase y de religión. Entonces aparece un personaje que es casi siniestro (estamos en territorio judío), un samaritano, un hereje, un maldito de la ley. Éste no tiene reparos, ni normas, ha visto a alguien que lo necesita y se dedica a darle vida. Mi prójimo -piensa Jesús-, el inventor de la parábola, es quien me necesita; pero más aún, lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino si yo soy prójimo de quien me necesita. Jesús, con el samaritano, está describiendo a Dios mismo y a nadie más. Lo cuida, lo cura, lo lleva a la posada y la asegura un futuro.

3. Una religión que deja al hombre en su muerte, no es una religión verdadera (la del sacerdote y el levita); la religión verdadera es aquella que da vida, como hace el Dios-samaritano. Algunos Santos Padres hicieron una interpretación simbólica muy acertada: vieron en el “samaritano” al mismo Dios. Por tanto, cuando Jesús cuenta esta historia o esta parábola, quiere hablar de Dios, de su Dios. Y si eso es así, entonces son verdaderamente extraordinarias las consecuencias a las que podemos llegar. Nuestro Dios es como el “hereje” samaritano que no le importa ser alguien que rompa las leyes de pureza o de culto religiosas con tal de mostrar amor a alguien que lo necesita. La parábola no solamente hablaba de una solidaridad humana, sino de la praxis del amor de Dios. Fue creada, sin duda, para hablar a los "escribas" de Israel del comportamiento heterodoxo de Dios, el cual no se pregunta a quién tiene que amar (como hace el escriba, nómikos del relato), sino que quiere salvar a todos y ofrecerles un futuro.

 Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 3 de julio de 2022

LA PAZ, UN HILO CONDUCTOR

 Reflexión Evangelio del Domingo 3 de Julio de 2022. 14º del Tiempo Ordinario

«Así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella (Jerusalén) como un río la paz”», así describe el profeta Isaías la forma en que se compromete Dios con su pueblo y abre la esperanza de algo nuevo en medio de la dificultad. «La paz y la misericordia de Dios vengan…» sobre quienes son criaturas nuevas y se glorían en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, desea Pablo. «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”», recomienda Jesús a los que envía por delante de él.

La Iglesia ha venido creciendo en sensibilidad hacia la necesidad de evangelizar nuestro mundo y hacerlo caminando juntos todos los bautizados (sinodalidad). La paz es un regalo de Dios que podemos saborear si nos hacemos criaturas nuevas. Anunciar, con palabras y con acciones eficaces, que el Reino de Dios está cerca tiene mucho que ver con anunciar paz, desearla y construirla.

¿Quiénes tienen que anunciar?

Jesús va ya resueltamente hacia Jerusalén. En el camino aprovecha para formar a sus discípulos con enseñanzas prácticas y explicaciones sobre la disposición que debe tener un seguidor suyo. Es entonces cuando envía por delante de él a setenta y dos de sus seguidores. Les hace ver que el seguimiento les traerá riesgos y conflictos. Cuando se trata de evangelizar cobra mayor sentido la radicalidad que les exige. Solo quien se desprende de viejos intereses, de valores y de segurida­des humanas, podrá anunciar que el Reino de Dios ya está aquí.

Pide que roguemos a Dios para que en­víe operarios a su mies. Somos todos los bautizados, todo el pueblo de Dios en camino, los que hoy día Jesús designa para llevar adelante su misión. Forman ese pueblo jerarquía, clero, consagrados… y también maestros, padres de familia, catequistas, visitadores de enfermos, coordinadores de grupos bíblicos, animadores de pequeñas comunidades cristianas, miembros de un grupo de liturgia…

No escasean solo clero y religio­sos, también hay escasez de cristianos que en­tiendan su presencia en la familia, en la sociedad y en la Iglesia como una misión evangelizadora. Es mucho el tra­ba­jo para hacer de este mundo un lugar donde reine Dios, y los dispuestos a emprenderlo son muy pocos. Para hacerlo, es necesario comprender y aceptar previamente que todo cristiano está llamado a ser evan­gelizador en el lugar y en el ambiente donde desarrolla su vida. Implicar a todos es una de las claves del Sínodo que actualmente vive la Iglesia.

¿Cómo anunciar?

El contenido del mensaje es la paz y el anuncio de que está cerca el Reino de Dios. La paz es la primera señal del Reino. No sería auténtica si no la acompañan valores sociales como la justicia, la solidaridad, la fraternidad. Pero nunca la lograremos en los ámbitos sociales y políticos si no la construimos antes en nuestras relaciones con las demás personas, con Dios, con uno mismo, con el entorno natural que nos rodea. ¿Son pacíficas las relaciones que establecemos en el seno de la familia, del vecindario, del lugar de trabajo, de la comunidad cristiana? ¿Nos sentimos en paz con Dios? ¿Vivimos una realización personal libre de tensiones y en paz interior?

Un aspecto importante de la misión es la sencillez de medios. Lo fundamental es transmitir nuestra experiencia de Jesús de Nazaret. Requiere conversión de vida y disposición radical para escuchar su palabra y anunciarla con valentía. Deben brillar más la fuerza de la oración y de la cruz, de la palabra y del testimonio, que la riqueza de medios. Es decir, deben brillar los valores esenciales del Evangelio.

Evangélica es la oración («rogad, pues, al dueño de la mies…»). Evangélica es la desinstalación, que produce dis­ponibilidad y dinamismo («Poneos en camino… y no saludéis a nadie por el camino…», «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sanda­lias…»). Evangélico es el valor y el riesgo de quien busca construir el Reino y no su prestigio o su bienestar personal («Mirad que os envío como corderos en medio de lobos…», «Pero si entráis en una ciudad y no os reciben…»). Evangélica es la amistad, la aceptación amable de lo poco que puedan ofrecer los evangelizados («Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan…», «No andéis cambiando de casa en casa»). Y evangélico es también un respeto a la libertad de todos, escuchen o no el mensaje que se les lleva (sacudirse el polvo de los pies).

Aún hay algo más. Al evangelizar, lo fundamental es la fidelidad de los evangelizadores, no el éxito que obtengan («Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo»). Tengamos éxito en la misión o fracaso, la última palabra es de Dios.

¿Tenemos conciencia de que nuestro mundo necesita ser evangelizado? ¿Nos sentimos operarios de esa evangelización en los lugares y en los ambientes donde vivimos? ¿Asumimos las instrucciones que Jesús da a los que envía?

Fray José Antonio Fernández de Quevedo