sábado, 24 de septiembre de 2016

EL RICO Y EL POBRE

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Homilía para el Domingo 25 de Septiembre de 2016. 26 del Tiempo Ordinario, C.

“Os acostáis en lechos de marfil…, coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo…, bebéis vinos generosos… y no os doléis de los desastres de José” He ahí un resumen de las invectivas de Amós contra los ricos egoístas de Samaría. Su tranquilidad no los librará de tener que salir muy pronto hacia el destierro (Am 6, 4-7).

El profeta-pastor se escandaliza no sólo por la comodidad de los ricos de Samaría, sino, sobre todo, por la indiferencia con la que tratan de ignorar las desgracias padecidas por las gentes de las tierras de Efraím y Manasés. Pagarán su insensibilidad con la deportación.

En ese contexto, es muy significativa la exhortación da san Pablo a Timoteo: “Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza” (1 Tim 6, 11). No podemos olvidar el salmo que hoy cantamos: “El Señor hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos”(Sal 145, 7).

EL MÁS ACÁ Y EL MÁS ALLÁ

El evangelio de Lucas nos presenta hoy la parábola del rico y el pobre (Lc 16, 19-31). Solo un manuscrito le adscribe al rico el nombre de Neves, que algunas tradiciones entienden como despectivo. El pobre se llama Lázaro, que significa “Dios ha ayudado”. Además de esta diferencia, la parábola contrapone dos escenarios y tres tiempos.

El primer cuadro refleja la vida de cada día. Vemos que el rico se viste de púrpura y de lino y goza de espléndidos banquetes. El vestido y la comida revelan la riqueza de que goza. Por el contrario, el pobre yace a su puerta, cubierto de llagas, que lamen los perros, y con ganas de saciarse de las migajas que caen de la mesa del rico.

El segundo cuadro se abre al más allá de la muerte. El rico está en los infiernos. Reconoce al padre Abrahán. Y le ruega que envíe a Lázaro para que le refresque la lengua. Abraham lo reconoce como hijo, pero le explica el cambio de la suerte: él, que tuvo bienes en vida, ahora padece mientras que Lázaro, que solo tuvo males, ahora encuentra consuelo.

LA ESCUCHA Y LA SEÑAL

En la parábola hay todavía un tercer tiempo, en el que el rico intercede por sus hermanos. Si Abrahán les envía a Lázaro como mensajero, tal vez recapaciten y puedan evitar caer en el mismo lugar de tormento. Y aquí se mencionan otras dos respuestas de Abrahán:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. En la Biblia tiene una gran importancia la “escucha” de la palabra de Dios. En escuchar y cumplir esa palabra está la salvación. Por eso es preciso preguntarse qué es lo que nos impide escucharla.

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. El pecado y la tibieza nos impulsan a vivir a la espera de una señal “especial” de Dios para decidirnos a cambiar de vida. Pero la señal ya se nos ha ofrecido.

Señor Jesús, bien sabemos que la señal divina es la presencia humana del pobre. Así lo indicaban la Ley y los profetas. Y así nos lo has enseñado tú con tu ejemplo y tu palabra. No permitas que caigamos en el doble pecado de la satisfacción y la indiferencia. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.


D. José-Román Flecha Andrés

miércoles, 21 de septiembre de 2016

¡FELICIDADES Mª ANGUSTIAS!


Ayer tarde, el Grupo de Catequistas de nuestra Parroquia sorprendió a su coordinadora Mª Angustias Canales con la celebración de una pequeña merienda con motivo de su jubilación como maestra en el Colegio Poeta Molleja.


Mª Angustias es una mujer de Parroquia, una "todo terreno" que lleva coordinando muchos años la catequesis de Primera Comunión.


Vital, sencilla, trabajadora y siempre atenta a las necesidades de todos.


Gracias por tu labor, por tantos años enseñando a las personas del futuro.
Ahora toca seguir trabajando por formar a los más pequeños en la fe.

¡MIL GRACIAS Y ENHORABUENA!

sábado, 17 de septiembre de 2016

DIOS Y EL DINERO

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Homilía para el Domingo 18 de septiembre de 2016. 25 del tiempo ordinario, C.
“¿Cuando pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano?” Así pensaban y decían aquellos ricos desalmados que se encontró Amós al subir desde su pueblo de Técoa hasta la alta colina de Samaría.
Amós proclamaba abiertamente que él no era un profeta. Era sólo un pastor. Pero tenía ojos para ver la injusticia. Tenía sentido común para percibir la falsedad de los que pasaban el tiempo de oración planeando sus próximos negocios. Y, sobre todo, tenía fe y valor para gritar que Dios no podía ignorar tanta ignominia (Am 8,4-7).
El mensaje no es despreciar la riqueza sino apreciar la dignidad de los humildes. Con el salmo responsorial proclamamos que Dios “levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre” (Sal 112,7-8). San Pablo pide a Timoteo que se hagan oraciones para que todos puedan llevar “una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro” (1 Tim 2,1-2)

UNA DOBLE ASTUCIA
El evangelio de Lucas privilegia a los pobres y marginados. Por eso, en sus páginas se menciona tantas veces el dinero. En el texto que hoy se proclama se recuerda la parábola del hombre rico que descubre la infidelidad de su administrador (Lc 16,1-13).
Antes de dejar su trabajo, éste urde apresuradamente una nueva trampa contra los intereses de su amo: invita a los deudores a disminuir notablemente la deuda contraída por la compra del trigo y del aceite. ¿Cómo explicar la alabanza que el amo dedica a su administrador, al enterarse del engaño?
- Jesús subraya la astucia que los hijos de este mundo emplean para el mal y desea que los hijos de la luz aprendan a ser astutos para el bien.
- Además, el Maestro exhorta a los discípulos a que utilicen los bienes para ganarse una buena acogida en las moradas eternas.
- Finalmente, dado el contexto de este evangelio, tal vez se sugiere que el proceder del administrador ha hecho comprender a su amo lo efímero de los bienes de este mundo.

LOS DOS AMOS
De todas formas, la conclusión de la parábola, parece llevarnos a olvidar el aplauso que el amo dedicó a su administrador. El texto evangélico, en efecto, incluye dos serias advertencias para todos los discípulos:

- Solo quien es fiel será fiable. La fidelidad en lo pequeño hará que el discípulo de Cristo merezca confianza cuando se trata de lo más importante. El buen uso del dinero y de los bienes de la tierra es un signo de la seriedad del compromiso del creyente.
- Por otra parte, nunca será fácil servir bien a dos amos. El buen servicio a uno genera un mal servicio al otro. Es preciso saber elegir a quién servir. Esa elección revela la verdad última de la persona. La conclusión es tajante: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
Señor Jesús, todos proclamamos el valor de la justicia, pero tú conoces bien en cuántos momentos todos somos injustos. Libera nuestro corazón de la esclavitud a los bienes de este mundo para que podamos ser creíbles, al anunciar tu mensaje de amor y de justicia. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés

domingo, 11 de septiembre de 2016

EL REENCUENTRO

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Homilía para el Domingo 11 de Septiembre de 2016. 24 del tiempo ordinario, C.

“Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado” (Éx 32,7). Con esas palabras se dirige el Señor a Moisés para anticiparle el espectáculo bochornoso que va a descubrir cuando descienda al llano.

Dios había adoptado a Israel como su pueblo. Ahora parece desentenderse de él al decir a Moisés. “Se ha pervertido tu pueblo”. Dios había tomado la iniciativa de sacar a su pueblo de Egipto. Ahora parece cargar esta responsabilidad sobre Moisés. La apostasía del pueblo enciende la ira de Dios. Pero ante la súplica de Moisés, Dios se arrepentirá de la amenaza que pronuncia contra su pueblo (Ex 7,14).

San Pablo reconoce que, a pesar de haber sido un blasfemo, un perseguidor y un violento, Dios se ha compadecido de él (1 Tim 1, 12-17). Por eso, la asamblea litúrgica canta en este día: “Misericordia, Dios mío por tu bondad” (Sal 50, 3).

LA ALEGRÍA

Tres parábolas sobre pérdidas y encuentros. Tres parábolas sobre la alegría (Lc 15). Un capítulo que quedaría flotando en el recuerdo, aunque todo el evangelio se olvidara. Así lo pensaba el poeta Charles Péguy.

    Un pastor perdió una oveja. La buscó y logró encontrarla. Y, alborozado, invitó a sus amigos a felicitarlo. Una mujer perdió una moneda. La buscó y al encontrarla, pidió a sus vecinas que la felicitaran. Jesús concluye estas parábolas con una misma profecía: “Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta”.

    En la tercera parábola hay un hijo que abandona el hogar, pero se arrepiente y vuelve. En su casa no hay cerrojos. Hay un padre que recibe al que se había perdido. Y hay otro hijo que no se ha ido de casa, pero no la vive como el hogar del amor y la armonía. Pero su padre lo invita a alegrarse: “Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15, 32).

EL TERCER HIJO

Hace muchos años explicaba yo a los niños de la parroquia la “parábola del hijo pródigo” y de su padre misericordioso. En un momento les dije que en la tercera parábola me faltaba un tercer hijo. Un hijo que no abandonara el hogar. Un hijo que esperara a su hermano y se adelantara a preparar con alegría la fiesta para recibirlo en la casa.

De pronto, un niño levantó su mano para pedir la palabra. Nunca olvidaré su observación: “Ese tercer hijo también aparece en el evangelio. El tercer hijo es el mismo que cuenta la parábola”. Y así es. Una vez más, un niño nos ha evangelizado. Jesús no reniega del amor del Padre. Y tampoco reniega del hermano. Su amor y su alegría nos acogen en el hogar.

Señor Jesús, el pueblo de Israel alcanzó el perdón a pesar de su idolatría. Tú nos enseñas que no es el reproche, sino la alegría lo que corona el reencuentro cuando nos hemos perdido. Te reconocemos como “el rostro de la misericordia de Dios”. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

D. José Román Flecha Andrés

domingo, 4 de septiembre de 2016

UN PROYECTO MÁS ALTO


Homilía para el Domingo 4 de Septiembre de 2016. 23 del Tiempo Ordinario, C.

“¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles” (Sab 9,13-14). Así comienza el texto del libro de la Sabiduría que hoy se proclama en la primera lectura de la misa.

Un poco más adelante, el texto nos recuerda que “apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano”. Con mayor dificultad conoceremos las cosas del cielo. No es fácil adivinar el proyecto de Dios sobre nuestra vida.

Suponemos que tampoco Filemón entendería con facilidad que la huída de su esclavo podría ser para él una ocasión para descubrir el valor de todo ser humano y aun su propia grandeza y su verdadero señorío. San Pablo trató de hacérselo comprender en el breve escrito con que acompañaba el retorno del esclavo Onésimo.

EL SEGUIMIENTO

Mucho más difícil es comprender por qué Jesús invita a dejarlo todo para seguirle a él: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío” (Lc 14, 26).

El Papa Francisco ha comentado estas palabras diciendo: “Jesús insiste acerca de las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por él, cargar la propia cruz y seguirle. Jesús no quiere engañar a nadie”. Esa es la clave: no anteponer nada al amor de Jesús. Para el discípulo nada es tan imprtante como el mensaje del Maestro.

Evidentemente, Jesús no niega el valor de la familia. Ni propone un masoquismo absurdo e inhumano. Pero trata de dejar muy claro que seguirle a él exigirá siempre un auténtico sacrificio. No es fácil dejar a un lado todo lo que consideramos valioso. No es fácil seguirle a él por un camino que lleva hasta la cruz.

LA CRUZ

Todos los que tratamos de seguirle por el camino, recordemos que la propuesta de Jesús es clara y terminante:

- “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. El mismo Papa Francisco nos ha recordado que “seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal. Significa entrar en su gran obra de misericordia, de perdón, de amor. Y este perdón, esta misericordia, pasa a través de la cruz.”

- “Quien no lleve su cruz destrás de mí no puede ser discípulo mío”. Ser discípulo de este Maestro no significa tan sólo conocer su filosofía y su doctrina. Implica vivir como él y estar dispuestos a morir con él. La fe no nace de un aprendizaje teórico. Brota de un encuentro personal que compromete toda la vida.

Señor Jesús, de sobra sabemos que nuestros proyectos reflejan un ideal de comodidad. Pero tú nos presentas un proyecto más alto y nos invitas a seguirte. Ayúdanos a aceptar nuestra cruz de cada día como una parte de la tuya. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

D. José-Román Flecha Andrés

sábado, 3 de septiembre de 2016

MISA EN EL HUMILLADERO

8 de la mañana. Humilladero.
Interviene: Coro Paz y Esperanza de Villa del Río