lunes, 29 de julio de 2019
viernes, 26 de julio de 2019
CONFIANZA Y ORACIÓN
Reflexión Homilética para el Domingo 28 de Julio de 2019. 17º del Tiempo Ordinario, C.
En el libro del Génesis
encontramos un hermoso diálogo entre Abrahán y los tres personajes que lo
visitan en el encinar de Mambré (18,20-32). En realidad, es un regateo con el mismo Dios. El patriarca Abrahán quiere saber cuántos
justos bastarían para que Dios perdonase los crímenes de la ciudad de Sodoma.
Este diálogo es una revelación de
Dios y de su misericordia. Al mismo tiempo nos ofrece un retrato de Abrahán y
una interpelación a nuestra fe. Si, por
una parte, refleja la amistad del patriarca con Dios, por otro lado nos
interroga sobre la fe y la confianza que animan nuestra oración.
Con el salmo responsorial
proclamamos que el Señor escucha nuestra oración y que su misericordia dura por siempre (Sal 137).
Nuestra fe nos dice que el Señor, que podría perdonar a Sodoma, ha perdonado ya
todas nuestras culpas (Col 2,13).
UN AMIGO Y UN PADRE
A lo largo del evangelio de Lucas
se encuentran muchas alusiones a la oración. El texto que hoy se proclama (Lc
11, 1-13) contiene tres secciones dedicadas a ese tema.
En la primera sección, se dice
que los discípulos, tras ver a Jesús en oración, le piden que les enseñe a
orar, como Juan había enseñado a sus discípulos. Evidentemente, ellos ya sabían
orar. Pero deseaban tener una oración con la que pretendían distinguirse. Y
Jesús les enseña el “Padre nuestro”.
En la oración que Jesús nos dejó
como resumen de su enseñanza, el sujeto es siempre un “nosotros”. En ella no
hay lugar para un “yo” cerrado en sí mismo. Reconocer a Dios como Padre nos
lleva a aceptar el don y la tarea de la fraternidad.
En la segunda sección, Jesús
utiliza las imágenes del amigo y del padre para revelar a los suyos la
misericordia de Dios.
A pesar de la incomodidad que eso
suponía en las viviendas de aquel tiempo, el amigo se levanta para atender al
que llega a media noche para pedirle unos panes.
Además, Jesús se refiere a un
padre que siempre está dispuesto a dar cosas buenas a su hijo. Pues bien, también el Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan.
LA ÚNICA COSA BUENA
En una tercera sección se
encuentran una exhortación a la que acompaña una promesa y, además, una
motivación que parece evocar la sabiduría de los proverbios populares:
“Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá”. Los tres imperativos recuerdan la condición
humana. A pesar de nuestro orgullo, hemos de reconocer que nuestra vida está
marcada por la necesidad, la desorientación y el desamparo. Por eso pedimos,
buscamos y llamamos a la puerta de los demás.
“Porque quien pide recibe, quien
busca halla, y al que llama se le abre”. Todos hemos pasado malos momentos en
nuestra vida. Pero no podemos resignarnos al fracaso. Aunque todo parezca
fallar a nuestro alrededor, siempre podremos contar con Dios. Él se nos da, se
nos hace encontradizo y nos abre la puerta de su intimidad.
Padre nuestro celestial, con
demasiada frecuencia acudimos a ti solo para pedirte cosas. Pero según el
evangelio, la verdadera cosa buena que nos has prometido es el Espíritu de tu
Hijo. En esa promesa se basa nuestra
confianza. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
sábado, 20 de julio de 2019
HOSPITALIDAD Y PROMESAS
Reflexión Homilética para el Domingo 21 de Julio de 2019. 16º del Tiempo Ordinario.
“Señor, si he alcanzado tu favor,
no pases de largo junto a tu siervo” Con estas palabras se dirige Abrahán a los
tres peregrinos que han llegado hasta su tienda, allá en el encinar de Mambré
(Gén 18,1-10). La proverbial hospitalidad de los beduinos se convierte en
oración en sus labios. Una petición que
puede inspirar a todos los creyentes.
Pero el texto no solo se hace eco
de la súplica del nómada. Recoge también la promesa que formula uno de los
peregrinos que han sido acogidos por él: “Cuando vuelva a verte, dentro del
tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”. Una promesa que revela el
carácter divino de aquellos mensajeros.
El salmo responsorial se hace eco
de esta escena bíblica y nos invita a
repetir: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?” (Sal 142,2). La
respuesta del salmo es una memoria de virtudes que predisponen a la persona
para encontrarse con los demás y con el mismo Dios.
LA INDIFERENCIA DE JESÚS
También en el evangelio que hoy
se proclama encontramos una escena de hospitalidad. Mientras va de camino,
Jesús se detiene en una aldea. Una mujer llamada Marta le ofrece hospitalidad
en su casa y se precocupa de servirle. Mientras tanto, su hermana María se
sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (Lc 10,38-42).
Marta se queja ante Jesús de que
su hermana la deje a ella sola ocuparse de las atenciones que requiere la
hospitalidad: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el
servicio? Dile que me eche una mano”.
Naturalmente esa interpelación
que brota de los labios de Marta puede
ser interpretada como una doble acusación. Marta está incómoda por la actitud
de María. Pero, de paso, considera que Jesús no hace bien en ignorar aquella
situación. Cabe todavía preguntarse si esta doble acusación se debe al
cansancio o tal vez a un ataque de celos.
Durante una tempestad en el mar,
los discípulos se habían dirigido a Jesús con una fórmula muy semejante:
“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4,38). El escenario es muy
diferente. Pero el lamento es muy semejante. En un caso y en otro late la
inquietud por la aparente indiferencia de Jesús ante la situación de la
persona.
LAS OCUPACIONES Y EL SENTIDO
Ahí queda la pregunta. Pero
también nos interesa escuchar la doble respuesta que Jesús dirige a Marta.
“Marta, Marta, andas inquieta y
nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria”. Esta observación va dirigida
a toda la Iglesia, que parece demasiado empeñada en multiplicar su actividad.
Pero es válida también para una sociedad que pone todo su afán en las
ocupaciones terrenas, mientras se olvida de considerar el sentido que
encierran.
“María ha escogido la mejor
parte, y no le será arrebatada”. Esta segunda manifestación de Jesús se dirige
de nuevo a la Iglesia, llamada a escuchar la palabra del Señor. Pero interpela
también a una sociedad que persigue a los creyentes y desprecia sus creencias,
sus símbolos y sus ritos.
Señor Jesús, también hoy vienes
a nuestra casa, pero nosotros no ponemos interés en ofrecerte hospitalidad.
Abre nuestros corazones para que aprendamos a acogerte en los pobres y en los
marginados, en los emigrantes y en los perseguidos. Con ellos llegas tú a nuestra casa. Bendito
seas tú, que vienes en el nombre del Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
miércoles, 17 de julio de 2019
DEVOCIÓN CARMELITA
La Virgen del Carmen recibió el amor de los villarrenses.
Devoción de padres y abuelos que se pierde en los tiempos y patrimonio
exquisito de nuestra Parroquia.
martes, 16 de julio de 2019
viernes, 12 de julio de 2019
UN MANDAMIENTO INEVITABLE
Reflexión Homilética para el Domingo 14 de Julio de 2019. 15º del Tiempo Ordinario, C.
“Escucha la voz del Señor tu
Dios, guardando sus preceptos y mandatos… El precepto que yo te mando hoy no es
cosa que te exceda ni inalcanzable…El mandamiento está muy cerca de ti: en tu
corazón y en tu boca. Cúmplelo” (Deut 30, 10-14). Son muy atinados esos avisos que el libro del
Deuteronomio pone en boca de Moisés.
Los mandamientos de Dios a su
pueblo no han nacido de un capricho divino. Corresponden a los grandes valores
éticos que la humanidad de todos los tiempos ha podido descubrir, gracias a la
experiencia humana y a la luz natural de la razón. El cumplimiento de esos
preceptos y mandatos garantizaría la paz y la justicia, la armonía y la
concordia.
El salmo responsorial que hoy se
canta nos exhorta a la humildad y nos invita a buscar al Señor, para que
nuestro corazón pueda alcanzar una vida nueva y feliz (Sal 68, 33-34).
DOS PREGUNTAS Y UN MENSAJE
Según el evangelio de este
domingo (Lc 10, 25-37), un letrado se acerca a Jesús y le dirige una pregunta
muy semejante a la del joven rico: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar
la vida eterna?” Jesús conoce las tradiciones de su pueblo y puede también leer
lo que hay en el interior de su interlocutor.
Jesús supone que el letrado
conoce ya el camino que lleva a la vida. Y así es. El letrado menciona un
precepto del libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser”. Y añade
otro precepto que se encuentra en el libro del Levítico: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”.
El primer precepto era
generalmente admitido por todos. Pero el segundo suscitaba por entonces
numerosas discusiones. Según algunos, el prójimo digno de amor era quien
pertenecía al pueblo de Israel. Según otros, prójimo era tan solo el que
cumplía la Ley. Así que el letrado dirige a Jesús una segunda pregunta: “¿Quién
es mi prójimo”.
Jesús responde con un relato
sobre un viajero que baja de Jerusalén a Jericó por un camino infestado de
ladrones, que lo apalean y lo dejan medio muerto.
MISERICORDIA PARA TODOS
El relato continúa evocando a
tres personajes que pasan por el mismo camino, a cuya orilla yace aquel hombre
malherido.
En primer lugar, pasa por allí un
sacerdote. Ve al hombre maltrecho, pero da un rodeo para no acercarse a él, tal
vez para no contaminarse con la sangre. El caso es que pasa de largo y no se
interesa por él.
Después pasa por el mismo lugar
un levita, que repite los mismos gestos. También él da un rodeo para mantenerse
alejado del herido. Y también él trata de ignorar su desgracia y pasa de largo.
Pasa por allí otro viajero que se
fija en el herido. Se le conmueven las entrañas, cura sus heridas, lo carga en
su cabalgadura y lo lleva a un albergue. Tras atenderlo personalmente, deja un
dinero al posadero para que siga cuidando de él y promete volver por allí y
pagar los gastos que el cuidado haya causado.
Al final del relato, Jesús cambia
la segunda pregunta del letrado. No vale preguntarse quién es el prójimo sino
quién se hace prójimo del hombre apaleado. El letrado responde secamente que
aquel que tuvo misericordia. Nunca pronunciaría la palabra “samaritano”. Pero
sus escrúpulos nacionalistas nos han dado la respuesta precisa.
Señor Jesús, en muchas culturas
el tercer personaje de la fábula representa la figura y los valores de quien la
cuenta. Nosotros sabemos que tú eres nuestro buen samaritano. Tú nos has
recordado que toda la Ley se resume en el amor a Dios y el amor al prójimo. Y
nos enseñas que todos somos invitados a ser testigos y portadores de la
misericordia para todos los que sufren. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
miércoles, 10 de julio de 2019
sábado, 6 de julio de 2019
LA ALEGRÍA DEL REINO
Reflexión Homilético para el Domingo 7 de Julio de 2019. 14º del Tiempo Ordinario.
“Festejad a Jerusalén, gozad con
ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella
llevasteis luto” (Is 66,10). Es impresionante esta serie de promesas divinas
que recoge el último capítulo del libro de Isaías. Dios va a facilitar el nacimiento
de la nueva Jerusalén. Es la hora de la alegría.
Dios va a hacer que la paz corra
hacia Jerusalén con la abundancia de un río caudaloso. La causa de la alegría será para su pueblo
esta presencia misericordiosa de Dios. A este mensaje responde el salmo
responsorial con una invitación a la asamblea: ”Alegrémonos con Dios, que con su poder
gobierna eternamente” (Sal 65,6).
Con todo, la felicidad y la
gloria no tienen su causa en los logros humanos. San Pablo escribe a los
gálatas que él sólo puede gloriarse en la cruz de Jesucristo (Gál 6,14-18).
EL ENVÍO Y EL MENSAJE
Al iniciar su subida hacia Jerusalén, Jesús envía a sus discípulos
por delante de él, con la intención de que le preparen el camino (Lc
10,1-12.17-20).
Jesús los envía de dos en dos,
porque el testimonio de una persona solamente es creíble cuando es apoyado por
otra. Además, los discípulos han de caminar unidos, puesto que son enviados a
anunciar la paz.
Jesús los envía ligeros de
equipaje para que el menaje no parezca apoyado por la fuerza, las riquezas o
los medios de los mensajeros. Los envía con el encargo de que curen a los
enfermos que se encuentren, de modo que
sean recibidos como portadores de la misericordia y de la compasión de su
Maestro.
Y, finalmente, Jesús envía a sus discípulos con un mensaje
muy concreto que han de proclamar en todo lugar: “Está cerca de vosotros el
Reino de Dios”. No era esta una advertencia para tratar de prevenir un castigo
contra los impíos. Era el buen anuncio de la presencia de Dios entre los
hombres. Jesús mismo era ya el Reino de Dios.
HERALDOS DEL REINO
Los discípulos retornan de su
misión y comunican a Jesús los efectos asombrosos de su predicación, de las
curaciones y de los exorcismos que han realizado. Y entablan con su Maestro un
diálogo lleno de contrastes:
“Señor, hasta los demonios se nos
someten en tu nombre”. El nombre significa y representa la dignidad de Jesús.
Los discípulos se alegran al comprobar el poder que ejerce el nombre del
Maestro.
“No estéis alegres porque se os
someten los espíritus”. Jesús advierte a los suyos para que no caigan en el optimismo
ingenuo de creer que ya han logrado someter a los espíritus que manejan este
mundo.
“Estad alegres porque vuestros
nombres están inscrito en el cielo”. Los discípulos aludían al nombre de Jesús,
pero él alude ahora al nombre de los suyos. Han de alegrarse porque el Padre
los tiene ya presentes en su reino.
Señor Jesús, sabemos que tú nos
has elegido para enviarnos por el mundo como mensajeros de tu paz y heraldos
del Reino de Dios. Pero tú sabes que a veces pensamos que ya está dominado el
mal de este mundo. No permitas que caigamos en el desaliento por los aparentes
fracasos ni en la satisfacción por los avances conseguidos. Nuestra alegría
nace solamente de sabernos amados por el Padre celestial. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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