Reflexión Homilética para el Domingo 28 de Julio de 2019. 17º del Tiempo Ordinario, C.
En el libro del Génesis
encontramos un hermoso diálogo entre Abrahán y los tres personajes que lo
visitan en el encinar de Mambré (18,20-32). En realidad, es un regateo con el mismo Dios. El patriarca Abrahán quiere saber cuántos
justos bastarían para que Dios perdonase los crímenes de la ciudad de Sodoma.
Este diálogo es una revelación de
Dios y de su misericordia. Al mismo tiempo nos ofrece un retrato de Abrahán y
una interpelación a nuestra fe. Si, por
una parte, refleja la amistad del patriarca con Dios, por otro lado nos
interroga sobre la fe y la confianza que animan nuestra oración.
Con el salmo responsorial
proclamamos que el Señor escucha nuestra oración y que su misericordia dura por siempre (Sal 137).
Nuestra fe nos dice que el Señor, que podría perdonar a Sodoma, ha perdonado ya
todas nuestras culpas (Col 2,13).
UN AMIGO Y UN PADRE
A lo largo del evangelio de Lucas
se encuentran muchas alusiones a la oración. El texto que hoy se proclama (Lc
11, 1-13) contiene tres secciones dedicadas a ese tema.
En la primera sección, se dice
que los discípulos, tras ver a Jesús en oración, le piden que les enseñe a
orar, como Juan había enseñado a sus discípulos. Evidentemente, ellos ya sabían
orar. Pero deseaban tener una oración con la que pretendían distinguirse. Y
Jesús les enseña el “Padre nuestro”.
En la oración que Jesús nos dejó
como resumen de su enseñanza, el sujeto es siempre un “nosotros”. En ella no
hay lugar para un “yo” cerrado en sí mismo. Reconocer a Dios como Padre nos
lleva a aceptar el don y la tarea de la fraternidad.
En la segunda sección, Jesús
utiliza las imágenes del amigo y del padre para revelar a los suyos la
misericordia de Dios.
A pesar de la incomodidad que eso
suponía en las viviendas de aquel tiempo, el amigo se levanta para atender al
que llega a media noche para pedirle unos panes.
Además, Jesús se refiere a un
padre que siempre está dispuesto a dar cosas buenas a su hijo. Pues bien, también el Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan.
LA ÚNICA COSA BUENA
En una tercera sección se
encuentran una exhortación a la que acompaña una promesa y, además, una
motivación que parece evocar la sabiduría de los proverbios populares:
“Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá”. Los tres imperativos recuerdan la condición
humana. A pesar de nuestro orgullo, hemos de reconocer que nuestra vida está
marcada por la necesidad, la desorientación y el desamparo. Por eso pedimos,
buscamos y llamamos a la puerta de los demás.
“Porque quien pide recibe, quien
busca halla, y al que llama se le abre”. Todos hemos pasado malos momentos en
nuestra vida. Pero no podemos resignarnos al fracaso. Aunque todo parezca
fallar a nuestro alrededor, siempre podremos contar con Dios. Él se nos da, se
nos hace encontradizo y nos abre la puerta de su intimidad.
Padre nuestro celestial, con
demasiada frecuencia acudimos a ti solo para pedirte cosas. Pero según el
evangelio, la verdadera cosa buena que nos has prometido es el Espíritu de tu
Hijo. En esa promesa se basa nuestra
confianza. Bendito seas por siempre. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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