sábado, 25 de febrero de 2023

AL SEÑOR, TU DIOS, ADORARÁS


Reflexión del Evangelio del Domingo 26 de Febrero de 2023. 1º de Cuaresma.

Vivir la vida en clave de salvación

Los evangelios sinópticos colocan antes del comienzo de la misión de Jesús el relato de las tentaciones. Aunque las tentaciones estuvieron presentes a lo largo de la vida de Jesús, como lo están en nuestra propia vida.

Estela Aldave Medrano hace referencia a que, «Mateo y Lucas describen la triple tentación de hambre (con el pan), de poderes sobrenaturales (arrojarse del alero del templo) y de dominio sobre todos los reinos (que le son puesto delante).» Es interesante que el tentador prueba a Jesús utilizando pasajes de la Escritura.

También nosotros vivimos sujetos a estas tentaciones

Jesús ha ido al desierto llevado por el Espíritu, pero es una decisión que Él asume como propia. Es lógico que en este tiempo sienta hambre. La tentación es resolver un problema humano a través de algo extraordinario como transformar las piedras en pan. Jesús puede dejar el desierto e ir buscar pan, o sea resolver humanamente el problema. Hoy también podemos creer que el poder, el dinero o el saber van a resolver nuestras necesidades mágicamente.

La segunda tentación es más sutil porque pone el acento en la absolutización de sí mismo. Cuestiona nuestra propia identidad: “si eres el hijo de Dios”. Jesús vence esta tentación clarificando quien es.

Por último, Jesús afronta el desafío de la ideología y la dominación invitando a reconocer que la salvación es don de Dios. Jesús nos enseñó que el camino de la gracia se da a través de la entrega y el amor como servicio. Que desde la experiencia de Jesús crezcamos y maduremos en esta entrega de la vida.

Fray Edgardo César Quintana O.P.

domingo, 19 de febrero de 2023

AMAR A LOS ENEMIGOS

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 19 de Febrero de 2023. 7º del Tiempo Ordinario.

Ser Santos

Sed santos es el imperativo, que Dios exige al pueblo de Israel a través de Moisés. Dios pretende que su pueblo imite su bondad, porque Él es Santo, y adoptar como modo de vida esa actitud en el comportamiento con los demás.

El código de santidad del que habla el Levítico no es algo inalcanzable a nuestras vidas, donde pareciera que solamente está reservado a unos pocos elegidos. Tampoco es un comportamiento del pasado o trasnochado, propio de otras épocas distintas a las actuales.

Hoy más que nunca estamos necesitados de vivir una santidad auténtica, comenzando por nosotros mismos. Al acoger el amor de Dios, como don, adoptamos un tipo de vida espiritual, que trasciende hacia los otros.

A la vez cuando uno experimenta la bondad de Dios en su vida, se siente llamado a compartir con los demás ese don. La santidad está orientada a formar comunidad, a suscitar encuentros, a practicar la justicia y solidaridad con nuestros semejantes, con nuestros próximos.

Hacer el bien, y buscar lo mejor para nuestro mundo, es hacer realidad la santidad de Dios, no solo preocupándonos de los que están cerca de nosotros. Sino también para los que son distantes a mí, y desde ahí tener una perspectiva más amplia, buscando y creando espacios de acogida, de encuentros con los distintos, este es el principal mensaje de Dios.

Comunidad unida

Pablo en su comunidad de Corintio pone de manifiesto el Evangelio de Cristo que se entrega por nosotros. El modelo a seguir debe ser el de la humildad, la sencillez, porque de nada sirve la soberbia, el sentirse sabio, por encima de los demás.

El nuevo templo es Cristo y ahí participamos todos de su amor, especialmente los más humildes, los que no cuentan, los que están al margen de todo.

Los fundamentos de su comunidad, y de la Iglesia deben orientarse hacia los últimos y olvidados. Por tanto, no hacemos una lucha por el poder, de quien es el más importante, creando división. La enseñanza de San Pablo es entregar nuestra vida a la misión que nos llama Jesús, sin enfrentamientos, procurando el bien de todos sus miembros de la comunidad, porque compartimos una misma fe y un mismo sentir.

Amar hasta el extremo

El Evangelio de este domingo, pertenece al discurso de Jesús al comienzo de su ministerio público en Galilea. Jesús quiere enseñar a sus discípulos como deben comportarse con los demás, comenzando por las Bienaventuranzas. Les plantea una nueva justicia, que supera a la antigua, para vivir radicalmente en el amor de Dios.

Frente a la ley del Talión en la que permite la venganza ante un agravio, Jesús les pide no responder de la misma manera. Al contrario, la propuesta va a ser la de amar a los enemigos. Esta nueva forma de enseñar deja a sus discípulos desconcertados, pues lo más lógico es vengarse de quien ultraja. Y no solo a ellos, también este programa de vida sigue cuestionando nuestro modo de ser cristiano.

Ante las diversas formas de mal que hay en el mundo, la alternativa que nos enseña Jesús, es a amarnos, sacar lo mejor de nosotros mismos. El ejemplo es el amor de Dios que se nos da, y que se pone de manifiesto con la encarnación de Jesús, como hijo de Dios.

Por ello no nos podemos conformar con el mal que hacen unos cuantos, quejándonos que el mundo anda fatal. Debemos ofrecer una alternativa que emana del Evangelio de Jesús, y es hacer de nuestra vida una entrega hacia el bien.

Si ante cualquier situación de maldad que contemplamos cada día, respondemos del mismo modo, no tendremos ningún mérito. Más bien estamos haciendo lo mismo, y por tanto reproducimos el mal una y otra vez, como pescadilla que se muerde la cola.

Presentar la otra mejilla es responder al mal con el bien, y así podremos romper cadenas de violencia, injusticias, enfrentamientos, etc.….que sacan lo peor del ser humano. Buscar lo bueno es una nueva forma de ser persona que nos ofrece Dios, afrontando el mal con las armas del amor, de la verdad, del diálogo y del encuentro.

El amor a los enemigos es la centralidad del mensaje de Cristo, para vivirlo con radicalidad e integridad, sin estrategias de poder económico, político o mediático. Es un don de Dios, que lo experimentamos con su bondad, y su misericordia. Es un proceso que debemos recorrerlo con normalidad, sin hacer gala de ello, y sin grandes ruidos o estridencias. Hacerlo vida de cada día, con pequeñas cosas y detalles, que en definitiva es lo que va constituyendo nuestro itinerario de fe.

Fr. Julio César Carpio Gallego O.P.

domingo, 12 de febrero de 2023

"NO HE VENIDO A ABOLIR , SINO A DAR PLENITUD"


Reflexión del Evangelio del Domingo 12 de Febrero de 2023. 6º del Tiempo Ordinario.

El pueblo judío había aceptado la ley de Moisés, con los mandamientos como norma suprema, pero parecería, que Jesús, que sienta cátedra de sabiduría desde los montes y las praderas, desde el templo y desde la barca, y hostigando por igual a los escribas, fariseos y demás letrados, tiene otras miras distintas buscando la voluntad del Padre.

No aceptaba ciertas prácticas religiosas que se quedaban en el cumplimiento, al pie de la letra, de la ley, de tal manera que podría pensarse que tenía una actitud crítica ante el Antiguo Testamento. Pero hoy, una vez más, Jesús se lo deja claro: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud…”

Ahí tenemos la clave que Jesús quiere manifestar a todos los que le escuchan, empezando por sus discípulos… La plenitud de la ley está en el amor… a Dios que es nuestro Padre y al hermano que son todos…

Hoy el evangelio nos propone varios ejemplos: la ley no solo prohíbe matar al hermano, sino que se debe evitar todo gesto, acto interior y conducta que indique animosidad contra el prójimo, cualquier forma de animosidad…

El precepto de adulterar, y no solo por la acción externa sino por las actitudes, deseos y acciones personales dentro de las relaciones del matrimonio… de tal manera que quiere restituir al matrimonio, con su nueva ley de la gracia, al estado de la indisolubilidad…

Y, por eso, va añadiendo una sentencia que nos manifiesta esa plenitud que pide Jesús: “pero yo os digo…” Y ahí es donde nos deja la referencia que cada uno debemos vivir como seguidores que quieren ser fieles discípulos en su camino.

Quiere que seamos sinceros y veraces con nuestros semejantes y que no invoquemos innecesariamente el nombre de Dios para justificar nuestras posturas y acciones… de tal manera que si actuásemos siempre con sinceridad bastaría nuestra palabra para tener siempre crédito.

La clave de este evangelio es la referencia a la reconciliación con el hermano. Es Jesús quien nos lo recuerda: “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja la ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano”.

A Dios no le agradan ni oraciones ni sacrificios de quienes no se perdonan de corazón o tienen algo contra el hermano. Quien no perdona de corazón al hermano, tampoco puede esperar ser perdonado por Dios.

El Evangelio de hoy “no es práctico”, como lo sería un código de obligaciones y prohibiciones que nos dispensase de vivir y de pensar. Pero es vital: el don de Dios pide una respuesta tan total como la generosidad de donde ha brotado, de Jesús: “pero yo os digo…”

Sólo después de repensar todo lo que nos dice el evangelio de hoy, hay dos cosas que nos extrañan igualmente en Jesús: lo infinito de su exigencia y lo infinito de su indulgencia. Él no desespera de nadie, pero tampoco le da a nadie la ocasión de enorgullecerse. No se extraña de las faltas ni de las debilidades, pero aguarda siempre un arrepentimiento y un amor que sean a la medida de la prodigalidad divina.

La Palabra de Dios es exigente para todos los que queremos seguirle, y así, el amor a Dios no es sincero si no nos lleva a amar a nuestro prójimo. Por ello hoy esa Palabra nos invita a vivir la actitud humilde de quien está dispuesto a hacer de su vida un camino sencillo de fidelidad al amor de Cristo y a los hermanos, expresado en una obediencia por amor a la Ley de Dios.

Fray Carmelo Preciado Medrano O.P.

domingo, 5 de febrero de 2023

LUZ Y SAL DE LA TIERRA

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 5 de Febrero de 2023. 5º del Tiempo Ordinario.

La fuerza de las imágenes, el influjo del Espíritu

Reza el dicho que «una imagen vale más que mil palabras». Las lecturas que hemos escuchado en este día nos son muy familiares. Dios permita que no ahoguemos el influjo del Espíritu Santo mientras las escuchemos al expresar “ya me lo sé, ya lo había leído”. Hay que dejar que la Palabra siga empapando la tierra (Cf. Is 55,10-11) y descubrir el fruto de su belleza en cada acontecimiento y etapa de nuestra vida.

Y hasta mientras las escuchábamos, como es el caso del evangelio, nos descubrimos visualizando el contenido de la misma de forma imaginativa. Las imágenes de la sal y de la luz vislumbran el horizonte de sentido al que está llamado a ser el ser cristiano, invitación de nuestro hermano y amigo, Jesús de Nazaret, que con la sabiduría proveniente de Dios y del conocimiento de su cultura, de su tierra, atrae al oyente de la Palabra y le hace tomar parte de su Buena Nueva.

Así es que, siguiendo a Jesús, Pablo se hace partícipe en dar testimonio de Dios. Su experiencia compartida desde el «temor y la debilidad» con la que se presentó en la comunidad de Corintos se apoya en «el poder de Dios» guiado por la inspiración del Espíritu. Apostó por este camino y no por una oratoria persuasiva, ni por los conceptos propios de los filósofos de Asia (Cf. 1Cor 2,1-5). Y es que en la sencillez del mensaje radica su grandeza y belleza y en una imagen se esconden mil palabras.

«Ustedes son la sal de la tierra …. ustedes son la luz del mundo»

Escuchar a Jesús y poner en práctica su mensaje sólo es posible si nos dejamos afectar por Él. La comparación que utiliza no posee desperdicio para aquellos que le seguimos. Esta muestra la vocación irradiante del cristiano en el medio del mundo.

De la sal se destaca que por sí sola, aislada, poco puede servir. Su arte radica en disolverse, en llegar a ser nada, para dar el toque al todo. Una aplicación en nuestra vida bien puede ser ilustrada en las tantas veces que salimos de cada uno de nosotros para darle cabida al otro. El Maestro Eckhart, referido a Dios, decía que, en esta salida del yo, en el deshacerse de lo suyo, allí Dios se manifiesta y entra con fuerza en el alma. Y también expresará que entra en nosotros en la medida que le dejamos espacio para que entre, ni más ni menos.

Por otra parte, advierte seriamente Jesús de un peligro: «Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?» Podemos perder la capacidad de dar sabor a este mundo por disímiles razones. Como bautizados estamos llamados a estar alertas y vigilantes para que cuando nos veamos negligentes o perezosos en nuestros quehaceres, responsabilidades, relaciones, etc., volvamos a administrar rectamente nuestros asuntos, como nos sugiere el salmo de este día.

De la luz podríamos decir lo mismo, oculta debajo del celemín, encerrada en sí, nada puede hacer. En medio de las tinieblas el justo brilla como luz, como nos dice el salmo. Y su valor esencial reside en el testimonio de las obras como asevera Jesús: «Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y alaben a nuestro Padre que está en los cielos». Nuestras obras deben mostrar el amor misericordioso de Dios por ti, por nosotros, por todo lo creado.

Elegimos ser sal y luz, como verdadera vocación cristiana, con y por Jesús

En definitiva, las imágenes de la sal y la luz sugieren vida, dinamismos, misión del cristiano. La oferta de la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, es primero, a ser conscientes y asumir dicha realidad en virtud de Cristo. Y segundo, a aprender a contemplar lo bello que existe en este mundo, comenzando por nosotros mismos, pero que no termina en cada uno si no que su plenitud alcanza al otro, a las criaturas y a Dios, en buscar la unión con Él, y se muestra en nuestras obras. Obras que disipen las tinieblas con las que lidiamos en la cotidianidad de la existencia y que den gusto y sentido a la vida en nuestra comunidad eclesial, en nuestra familia, y sociedad. De forma que se lleve a cabo la profecía del profeta

«Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia,

detrás de ti la gloria del Señor» (Is 58,8).

¡Que hagamos nuestro aquel canto que expresa inspirado en el evangelio!

«Que sea mi vida sal

Que sea mi vida la luz

Sal que sala, luz que brilla

Sal y fuego es Jesús».

Fr. Raisel Matanzas Pomares

Convento de San Juan de Letrán (La Habana - Cuba)