domingo, 25 de abril de 2021

OLER A OVEJA

 

Reflexión Evangelio del Domingo 25 de Abril de 2021. 4º de Pascua.

El evangelio de este domingo nos presenta la imagen del «buen pastor». Una imagen que puede evocar muchas cosas, pero quizá la que más caracteriza el oficio de pastor es que estamos ante alguien que se dedica a cuidar. Jesús se presenta como aquel que se entrega de forma incondicional al cuidado de todos los que forman «el rebaño» que su Padre le ha confiado. Ya no hay porqué sentirse abandonado ni olvidado; despreciado ni marginado porque hay alguien -Jesús, el pastor bueno- que estará dispuesto a todo, incluso a entregar la vida, con tal de que nadie sea maltratado ni humillado. Y es que la confianza que trasmite el pastor bueno nos habla de un cuidado desde la ternura y el amor.

La cultura del cuidado en nuestros días significa estar con él, con el otro,estar atentos y escuchar todos sus lenguajes. Solo así podremos cuidarlo, solo así podremos llevar a cabo el «oficio de pastor» al estilo de Jesús de Nazaret. Porque la escucha, saber escuchar, es primordial a la hora del cuidado ya que nos remite a voluntad y disponibilidad. Escuchar requiere un diálogo que consiga un acercamiento al otro. Porque el diálogo significa la capacidad de ser en los otros sin perder la propia identidad, dado que puede enriquecer a cada uno. Supone el vigor de aceptar lo diferente como diferente, de acogerlo y dejarnos enriquecer con ello. Los peores rivales del diálogo son el individualismo y toda una serie de alteraciones dañinas que mutilan de forma considerable la labor que debe desempañar todo aquel que se entregue al cuidado de los demás: la envidia, los celos, el resentimiento, el miedo, la arrogancia. Es necesario el encuentro y el diálogo fraterno; es necesario abrirse al razonamiento del otro, pero sin ser enemigos de la verdad porque, si esto sucediera, se fractura el proceso del cuidar como un buen pastor.

Si se quiere llevar a cabo el pastoreo y el cuidado a la luz del evangelio de este domingo, habría que aplicar esa expresión que el papa Francisco no ha dudado en acuñar: «oler a oveja». Es cierto que a muchos les resulta insulsa e incluso infantil, pero no deja de ser una expresión cuya intención es despertar una sensación que el lenguaje no es capaz de describir. Porque oler a oveja -y no olvidemos el carácter vocacional de este domingo- se trata de acompañar la vida de muchos y ofrecer la posibilidad de entrar en comunión con ese Dios de quien somos sus hijos para disfrutar de esa realidad amorosa que es la divinidad. Oler a oveja es escuchar heridas y sanar errores; bendecir toda ilusión y corregir engaños. Oler a oveja es acompañar no pocas soledades y levantar pobrezas; alentar, apoyar, sostener. Y es que el pastor que huele a oveja es aquella persona creyente que ha escuchado la inquietante sugerencia de Dios para entregar su vida como ofrenda a favor de los demás, y solo para los demás. Que sabe que la más de las veces va a ser terapeuta herido, discípulo, aprendiz, con toda la grandeza y la miseria que comporta su humana condición. Pero, como en cualquier obra de arte, la grandeza que posee la entrega al cuidado del otro no está encerrada en la materialidad. Porque a través de esa entrega la compasión de Dios seguirá mirando y cuidando a la humanidad.

El olor nos dice, nos cuenta y nos revela, es decir, es fuente de conocimiento por el cual se llega a la esencia de la vida. Por ello «oler a oveja» al estilo del pastor bueno del evangelio de este domingo es mostrar, aún más, la humanidad que nos habita.

Fr. Ángel Luis Fariña  Pérez O.P.

domingo, 18 de abril de 2021

"VOSOTROS SOIS TESTIGOS"

 

Reflexión Homilía del Domingo 18 de Abril de 2021. 3º de Pascua.

Miedo, sorpresa, alegría…hasta la fe

Por esas situaciones pasan los apóstoles según el texto evangélico de san Lucas. No podían “creer”, que Jesús se había hecho presente: era imaginación de ellos, lo que veían era un fantasma, pensaron. La alegría de verle, palpar sus manos y pies impedía su fe, era una maravillosa ilusión. Fue necesario que se abriera su entender, captar que lo sucedido estaba anunciado en la Escritura y Jesús mismo se lo había anunciado a ellos, para llegar a la fe. Así logran pasar del signo a lo que se significaba. De la evidencia sensible a la fe. Que es fe ante el misterio.

 Los signos que fortalecen nuestra fe

1º El testimonio de los apóstoles. Los apóstoles se juegan su vida -y la pierden- por defender la resurrección ante los testigos de la crucifixión y muerte. Y lo proclaman con valentía, como hace Pedro, según leemos en la primera lectura.

2º Sentir al hermano. Es decir: cuando compartimos lo que somos y tenemos, Al partir el pan lo reconocieron los discípulos de Emaús; al compartir el pez asado los discípulos en el evangelio de este domingo los apóstoles.

3º Hacer vida la fe. Como indica en la segunda lectura, “guardando sus mandamientos”. Es así como llegamos a conocerlo, afirma Juan. La fe se fortalece, viviendo de acuerdo con lo que ella nos pide. En fin, nuestra fe en Jesús resucitado se manifiesta, y se fortalece, en el esfuerzo continuo por seguirle.

Tener fe en el Resucitado

Cuando nos familiarizamos con su evangelio, cuando acomodamos nuestra vida a la suya, cuando mantenemos la confianza en un Jesús que sigue presente en nuestra historia, la colectiva y la individual, tenemos fe en el Resucitado. Esto nunca será perfecto. Por el contrario, con numerosas limitaciones. Pero siempre nos queda lo que pide Pedro a quienes le escuchan “arrepentíos y convertíos…”

Esto es lo que celebramos en la Pascua: la alegría nunca colmada, siempre entretejida con los dolores del vivir y el convivir, los de nuestro ser, que se manifiesta en actitud esperanzada y confiada, porque Jesús pasó por el dolor, pero mantuvo y proclamó la esperanza de su resurrección, que ahora vivimos y celebramos.

 Fray Juan José de León Lastra

domingo, 11 de abril de 2021

"HEMOS VISTO AL SEÑOR"

 

Reflexión Homilía del Domingo 11 de Abril de 2021. 2º de Pascua.

Desde la misericordia y la verdad

La doctrina social de la iglesia no nace, sin embargo, de un sueño utópico, sino de la vida y predicación de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, confesado como Señor y experimentado, religiosamente, como resucitado. Habrá siempre una gran distancia entre los que ‘vieron’ al Señor resucitado y todos los demás, incluido San Pablo, que solo podemos ‘tener una vivencia’, una experiencia, de la Resurrección del Señor por la vía religiosa, es decir, provocada desde la fe. Una fe que brota en virtud del encuentro personal con la Palabra de Dios y el testimonio histórico de aquellos que lo vieron resucitado. Hemos venido a la fe porque otros nos han compartido ese testimonio, hemos creído en él y nos ha impactado. 

Desde que Jesús saliera de Nazaret hasta su muerte, en cruz, en Jerusalén su vida pública, todo lo que dijo e hizo, tenía como horizonte mostrar la cercanía y misericordia de aquel que llamaba ‘Abba’, identificado con el Dios de la Alianza del Antiguo Testamento. El desvelo de Jesús fue mostrar el empeño que ese Dios tenía por querer establecer con la humanidad, por su mediación, confesado como su Hijo y Mesías, una nueva Alianza que tuviera a las Bienaventuranzas por ‘carta magna’ en el horizonte escatológico de un juicio en el que solo seremos, al final, examinados en el amor. Testigo de todo esto fueron aquellos a los que Él mismo llamó y asoció a su propia misión, en especial, a los apóstoles, a los enviados.

En Jesús, el Cristo, confluyen la misericordia y la verdad de Dios Trinidad. La misericordia para ser verdadera tiene que ser activa y la verdad dinámica para ser cierta. La una necesita de la otra para construir la Verdad del Dios Misericordioso que pasa por el encuentro, la comunidad y el compartir. Del mismo modo que nadie puede concebirse a sí mismo, si no es por obra de otros, nadie, por sí mismo, puede alcanzar lo que pueda llegar a ser y menos aún conquistar su propia salvación. En cristiano, al menos, todo pasa por el partir y el compartir. La nuestra no es una fe destinada para unos pocos escogidos o de una doctrina reservada a unos pocos elegidos, sino un camino abierto a todos los que se dejan encontrar por el Espíritu de Jesús resucitado.

No se trata de ver para creer, sino de creer para poder ver

Aunque el ‘ver’ forma parte de la experiencia religiosa, su componente esencial es el ‘creer’. No es fácil definir o hablar en términos aceptables, para nuestro lenguaje común y coloquial, sobre la creencia. La mayoría de las veces nos sucede, además, que no ‘acertamos’ a expresar atinadamente cuando hablamos de nuestras convicciones religiosas, y peor aún si, además, percibimos en los que nos escuchan, en ‘los otros’, indiferencia, burla, hostilidad o sarcasmo. Considero que nunca ha sido fácil transmitir la fe viva y estos nuestros tiempos, dominados por la increencia generalizada y la ostentosa secularización, son particularmente retadores para los creyentes que quieran dar a conocer a Jesús, evangelizar o transmitir su fe.

Creer en el núcleo fundamental y fundacional de nuestra fe, en la resurrección, no es un asunto menor. El final del Evangelio de San Juan es una prueba de ello (el actual capítulo 21 fue un añadido posterior). Termina el Evangelio, ciertamente, haciendo una confesión de fe por parte de Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!, pero en un contexto general donde la ‘duda’, razonable por otra parte, del mismo Tomás, es un factor incómodo. Hablar de la resurrección y, más aún, experimentarla, aunque sea de forma religiosa, es algo fuera de lo común, ya que de lo que sí tenemos plena evidencia es de la muerte y de que con ella toda vida individual se termina. Es la fe del mismo creyente la que le hace dar un paso más allá.

La fe compartida, la Palabra y los Sacramentos construyen la Iglesia, nos convierten en miembros de una comunidad histórica en la que, gracias al testimonio de los que fueron testigos acreditados de la resurrección de Jesús de entre los muertos, la vida, y no la muerte, tiene la última palabra. Es la definitiva Palabra de Dios: he venido para que tengan vida eterna. Pascua, que significa ‘paso’, es atreverse a dejar el miedo a una evidencia, la muerte, por abrazar una esperanza nacida de la fe, plenitud de la vida enraizada en ese Dios que compartió nuestra condición humana, que murió por nosotros y que resucitó como primicia de nuestra propia resurrección. Feliz tiempo pascual. Alegraos, porque el Señor, en verdad, ha resucitado.

Fray Manuel Jesús Romero Blanco O.P.

sábado, 3 de abril de 2021

SÁBADO SANTO

  

Muy Antigua y Real Hermandad de la Vera+Cruz

"La Madre Dolorosa ante la cruz"

viernes, 2 de abril de 2021

VIERNES SANTO



Hermandad de los Estudiantes, Hermandad del Santo Entierro y Hermandad de la Soledad

"Consumatum est"

VIERNES SANTO MADRUGÁ

 

Muy Antigua Hermandad del Nazareno y Hermandad de la Magdalena

"Toma tu cruz y sígueme"

jueves, 1 de abril de 2021

JUEVES SANTO

Hermandad del Huerto y Hermandad de la Paz y Esperanza.

"Día del Amor Fraterno"