domingo, 28 de mayo de 2023

"TODOS HEMOS BEBIDO DE UN MISMO ESPÍRITU"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 28 de Mayo de 2023. Pentecostés.

Como es bien sabido, la fiesta de Pentecostés cristiana tiene su germen en la fiesta de Pentecostés judía, con la que, al final de la temporada pascual, los judíos celebran el comienzo de la cosecha. También hacen memoria de un hecho histórico muy importante: la entrega de la Ley mosaica en el monte Horeb (o Sinaí). Pues bien, todo eso lo estaban celebrando los Apóstoles junto a María aquel día, cuando el Padre y el Hijo les enviaron desde el Cielo a su Santo Espíritu para que, desde entonces, uniera, guiara y fortaleciera a la Iglesia.

Decíamos que para los judíos Pentecostés es la fiesta del comienzo de la cosecha, la fiesta de las primicias, en la que ellos ofrecen a Dios una gavilla con los primeros granos de cereal recolectados. Sin embargo, en el caso del Pentecostés cristiano, hacemos memoria del comienzo de la «siembra» del Espíritu Santo en el corazón de su Iglesia. El final de la «cosecha» ya se celebrará en los últimos tiempos, en la Segunda Venida de Jesucristo, en la que Él instaurará definitivamente su Reino. Pero antes de eso, ahora el Espíritu Santo está llevando a cabo su labor, ayudando a que la Iglesia camine hacia ese feliz final de los tiempos.

En efecto, aunque en Pentecostés recordamos un hecho ocurrido hace casi 2.000 años, también estamos celebrando la presencia actual del Espíritu Santo en la Iglesia. Recordemos cómo alabábamos a Dios en el salmo 103 por su poderosa actuación en el mundo por medio de su divino Aliento, es decir, por medio de su Santo Espíritu. Porque Él habita en todos los seres dándoles su ser y su existencia. Él mora en el corazón de los bautizados, ayudándonos ‒en la medida en que somos dóciles a su acción‒ a vivir aquí el Reino de Dios. Y así, Él anida ahora en el corazón de la Iglesia, santificándola, fortaleciéndola y unificándola.

Por eso, en la fiesta de Pentecostés nos ponemos en manos del Espíritu Santo para que, a pesar de nuestros muchos defectos e imperfecciones, nos conduzca, unidos como comunidad eclesial, por el camino de la paz, el amor y la felicidad. Pero para ello es necesario que nosotros hagamos un gran esfuerzo por nuestra parte. Porque dejarse guiar ‒pasivamente‒ por el Espíritu Santo supone renunciar ‒activamente‒ a algunas cosas que, siendo muy atrayentes y placenteras, nos alejan del camino de la salvación. Pero para lograrlo el Espíritu Santo nos ofrece su gracia divina. Sin ella, a la Iglesia le sería imposible recorrer el camino de la salvación.

Hoy acaban los cincuenta días del Tiempo Pascual y mañana comienza el Tiempo Ordinario. Y precisamente ahí, en lo ordinario, en lo cotidiano, es donde actúa el Espíritu Santo con su gracia. Día a día, en los detalles más insignificantes de nuestra existencia, el Espíritu de Dios se hace presente en el corazón de los que formamos parte de la Iglesia, ayudándonos a vivir el Evangelio y a propagarlo en nuestro entorno, o, si así nos lo pide Cristo, en los confines del mundo.

Pensemos ahora en el otro motivo por el que los judíos celebran Pentecostés: la entrega de las tablas de la Ley en el monte Horeb. Fue entonces cuando Dios entabló con los israelitas la Antigua Alianza, según la cual, Él se comprometía a ser su Dios y ellos se comprometían a cumplir dicha Ley. Es así como ellos se constituyeron en el «pueblo de Dios». Sin embargo, los cristianos celebramos en Pentecostés cómo el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia a vivir, no la Antigua Alianza, sino la Nueva, la establecida por Jesús con sus discípulos en la Última Cena y que nosotros actualizamos en cada Eucaristía.

Pues bien, el fruto de la Nueva Alianza es la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, la comunidad que Él guía por medio de su Espíritu hacia la salvación. Por ello san Pablo nos pide que nunca olvidemos que cada uno de nosotros debemos sentirnos miembros de un mismo cuerpo eclesial, pues «todos hemos bebido de un solo Espíritu» (1Cor 12,13). Pero este cuerpo está formado por muy diversos y diferentes miembros, y cada uno de ellos colabora, a su modo, por el bien común del cuerpo, es decir, de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo.

Efectivamente, es curioso constatar cómo las cartas de san Pablo y los Hechos de los Apóstoles subrayan la importancia de vivir la unidad eclesial en un ámbito de gran pluralidad. San Lucas se esfuerza en detallar el variado origen de las personas que, tras la venida del Espíritu Santo, escucharon, cada una en su lengua, la predicación de san Pedro. Es una clara muestra de unidad espiritual vivida en pluralidad cultural. Y es que la diversidad enriquece enormemente a la Iglesia. En estos tiempos en los que cada vez más inmigrantes acuden a nuestras Eucaristías y se incorporan a nuestras comunidades y parroquias, debemos ser conscientes de lo bueno que es todo ello.

Algunos, equivocadamente, piensan que el fenómeno migratorio conduce al caos y la confusión. Pero piensan así porque se olvidan del Espíritu Santo. Él hace que lo diferente se conjugue y lo diverso se armonice. Gracias a Él, desde sus orígenes, la multitud de personas que ha formado la Iglesia ha tenido un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). Desde aquellos heroicos tiempos, multitud de etnias y culturas se han unido para navegar todas juntas en la barca de la Iglesia, colaborando y trabajando armónicamente para llegar a buen puerto: el Reino de Dios.

En definitiva, hoy en Pentecostés celebramos una siembra, la del Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia. Dios así la ayuda a ser fiel a la Nueva Alianza establecida con Jesucristo, con cuyo amor misericordioso derramado en la Cruz hemos sido librados del pecado y de la muerte. Por todo ello, unidos comunitariamente ‒en pluralidad y diversidad‒, en esta fiesta le damos gracias al Espíritu Santo.

¿Soy dócil a la acción del Espíritu Santo? ¿Me dejo guiar por Él?

¿Valoro la pluralidad de la Iglesia? ¿Dejo que el Espíritu Santo una mi corazón a los que son diferentes a mí?

¿Colaboro activamente por el bien de la Iglesia?


Fray Julián de Cos Pérez de Camino

domingo, 21 de mayo de 2023

"SABED QUE YO ESTOY CON VOSOTROS"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 21 de Mayo de 2023. 7º de Pascua.

Celebramos esta Fiesta solemne de la Ascensión del Señor que destaca y subraya un aspecto, un acontecimiento, una realidad del único Misterio Pascual: la muerte y resurrección de Jesucristo. Cada domingo, al profesar nuestra fe, decimos: “subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre”.Los cristianos sabemos que no se trata de un mero cambio de lugar; se trata del cambio de un modo de existencia. Jesús acaba su vida en la tierra y vuelve al Padre. Su resurrección no fue una vuelta a la vida anterior, no fue un paso atrás, sino un paso adelante y definitivo a la Vida Eterna y Gloriosa junto al Padre.

Esta Fiesta expresa, por tanto, la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús, como contrapunto a la humillación padecida en la condena y la muerte en la cruz.

Desde esta verdad, este hecho, los cristianos, todos los seguidores de Jesús, conocemos nuestra meta final: estar donde está Jesús. Es nuestro sueño y nuestro destino. En definitiva, todos los seres humanos, también hoy, tenemos y sentimos “nostalgia del cielo”; aspiramos a estar en la gloria, a vivir en la gloria. Así lo expresamos en las mejores ocasiones cuando decimos: “esto es la gloria”.

La Ascensión completa el círculo de la vida de Jesús. Son sus últimas palabras, el mensaje definitivo. El evangelio de San Mateo que hoy se proclama lo sitúa en Galilea; y es que Dios sigue estando y haciéndose presente en los lugares donde se desenvuelve nuestra existencia, y en la vida de cada día. Galilea fue el escenario del encuentro y la vocación de los primeros discípulos del Señor. Galilea es también el lugar donde son convocados todos ellos, sus seguidores y seguidoras, para encontrarse plenamente con el Resucitado.

Y de nuevo un monte; en esta ocasión no se nos dice su nombre. Cristo había mostrado quién era en el monte Tabor; su mensaje central lo proclamó en el monte de las Bienaventuranzas; y ahora el envío a los discípulos a su misión, en un monte de Galilea.

Jesús se despide de sus discípulos y les recuerda la síntesis de su evangelio. Les manda, les envía a predicar y a hacer discípulos, con la siguiente promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días…”. Comenzó su vida como Enmanuel(Dios con nosotros); y la acaba prometiendo quedarse siempre con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. No se puede ser más contundente.

Ante la partida del Maestro, los discípulos ahora no se entristecen. Su alegría se explica porque Jesús les dejó un don: la promesa del Espíritu Santo; y una tarea: ser sus testigos hasta los confines del mundo. Además, aquella despedida fue muy diferente a otras. El Señor Jesús mientras se marchaba les bendecía. Se fue de este mundo con los brazos abiertos, como los tuvo en la cruz, bendiciendo a la humanidad y abriendo definitivamente la senda y las puertas del cielo a todos.

Así pues, la Ascensión del Señor nos ha de colmar de esperanza, da plenitud a la alegría pascual, porque Jesús nos abre el camino para el cielo. Se fue a la Casa del Padre a prepararnos sitio. Desde esta convicción, en la liturgia propia de difuntos, los cristianos expresamos que “adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

San Pablo en su carta a los Efesios afirma que la Iglesia entera, cada cristiano, está, estamos llamados a participar de la misma gloria del Señor. A partir de esta fe y esta confianza, a nosotros nos corresponde recoger de nuevo el mandato de Jesús: ir por el mundo a ser sus testigos y a hacer discípulos; a evangelizar, trasmitir y compartir con todos esta Buena Noticia de Dios para todos los hombres. Y a ser discípulos como Él: confiados en el Padre, sencillos, servidores, entregados.

A veces nos puede la debilidad, nuestras limitaciones… Pero contamos con su gracia, con la garantía de su presencia. No nos deja solos. El Padre y Él se quedan con nosotros y con su Espíritu hacen morada en nosotros, en nuestra vida, en nuestro mundo.

Así podemos decir que el cielo está aquí en la tierra, donde Él está y se ha quedado para siempre. Mirar al cielo es mirar a la tierra. Ascender es también crecer, ir hacia arriba, huir de lo vulgar y mediocre; es soñar, aspirar a la plenitud en lo más humano, que es lo más divino que somos cada uno de nosotros.

¿Vives tu fe alegre y confiadamente porque el Señor Jesús no nos ha dejado solos, sino que vive en medio de nosotros y nos sigue animando con su Presencia?

¿La experiencia de la Resurrección del Señor te lleva a creer cada día más en la vida Plena y Resucitada a la que todos somos llamados?

Fr. Juan Carlos Cordero de la Hera O.P.

domingo, 14 de mayo de 2023

"PORQUE YO SIGO VIVIENDO"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 14 de Mayo de 2023. 6º de Pascua.

Podría ser que por la “monotonía” de otra Cincuenta Pascual más en nuestra vida, haya podido decaer la alegría del domingo por excelencia del año cristiano, el Domingo de Pascua.

El evangelio de este domingo reactiva nuevamente dicha alegría, eliminando el miedo a la orfandad que podría producir la partida del Señor Jesús. Los suyos, con objeto de que ni la tristeza, ni la ausencia del resucitado, ni la partida de quien daba siempre la cara, y que a su vez “confiaba” (en parte) en los suyos que esperaban plenamente en que Él restituyera el poder temporal perdido, les promete un defensor, un consejero, para animarlos a cumplir sus mandamientos como forma de ser libres por el Espíritu de la Verdad.

En nuestra sociedad existen multitud de consejos (financieros, políticos, escolares, eclesiásticos, etc.) con un elevado número de consejeros; también hoy día parece de obligado cumplimiento tener un acompañante (coach), y/o abogado de confianza, con el fin de hacer la vida de cada ciudadano más adaptable a sus apetencias, más que al cumplimiento de los mandamientos de Cristo. Sus divinas órdenes de apoyo al sentido común, puesto que los mandamientos de la Ley de Dios siguen la senda de la razón humana, sin necesidad de ningún artificio más, pueden mover al verdadero seguidor de Cristo a entregar su propia vida por el otro. Esto es fruto de la presencia del Defensor, del Abogado, del Paráclito, del Espíritu Santo.

Aunque dicho proceder de entrega total, parezca utópico (que no distópico), será razón de la fe que se profesa,  como dice Pedro en la Primera Carta (2ª lectura de hoy) “...estad prontos para dar razón de vuestra esperanza”. El hacer el bien al prójimo, al que está más cerca de cada uno, y sin mirar quién es, la mejor y mayor forma de razón de esa esperanza, como Cristo en la cruz.

La entrega al bien del prójimo junto con la “predicación”, en las Samarías de hoy, es políticamente incorrecto. Los voceros del mundo atruenan con sus medios para hacer inaudible los gemidos del Espíritu Santo. El diácono Felipe, presentando en Hechos de los Apóstoles como “otro Cristo viviente”, por la predicación y los gestos, realizó grandes y admirables efectos (liberación del mal, difusión de la alegría, curación de enfermedades,..) contando con la buena disposición de los samaritanos. Esos efectos fueron refrendados por Pedro y Juan, con la imposición de manos sobre aquellos de Samaría que ya habían recibido el bautismo.

¿No será que en la sociedad actual pocos son los que sienten en su interior la voz del espíritu o que la predicación eclesial no les dice nada?

La apertura a la acción del Espíritu Santo provoca en el individuo el amor a Cristo, y por ende el amor al Padre, y ambos harán morada en él. Es la circulación del amor, formando un verdadero círculo de amor: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

El escándalo de la resurrección de Cristo y la vuelta por el Espíritu a la vida, no es soportable para el mundo actual. El antidepresivo del “Espíritu Santo”: fuerza, luz, amor, verdad, vida, compañía, libera de todo mal a quien se deja inhabitar por Él. La condición para ello supone la humildad de corazón aceptando con verdadera confianza la buena noticia del Evangelio. La tristeza y el abatimiento por la despedida de Jesús de los suyos, no comporta un vacío porque el Espíritu de la Verdad inundará al seguidor de Cristo y así llevar a término el proyecto humanizador de Dios Padre a través de su Hijo Jesucristo.

Este proyecto humanizador del mundo comienza por conocer al Espíritu, abriéndose a su presencia y viviendo en sintonía con Él, (cf. Hechos  y Evangelio del día). La humanización es más que una doctrina o documento; es luz, fuerza, aliento amor venido del Padre que anima a ello.

La tenencia del Espíritu no implica propiedad personal de la verdad, sino testimonio presencial de Dios en el mundo en cada situación por nuestro ser de seguidores del Mesías a impulso de ese Dulce Huésped del Alma.

La muerte y resurrección de Cristo más los dones del Espíritu Santo, todo ello expresión máxima del  amor de Dios, hacen que el cristiano que vive en medio de los acontecimientos del mundo (sufrimiento, injusticia, persecución) por su aceptación voluntaria de esos acontecimientos, den razón de su fe y unión existencial con Dios. Encuadrar este amor de Dios en la escena de la Última Cena dará mayor fuerza para la humanización del mundo.

Hoy celebra la Iglesia, la Pascua del Enfermo con el lema “No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones” (Sal 71,9) Déjate cautivar por su rostro desgastado. Quizá la mayor de las necesidades del ser humano es cómo afrontar la enfermedad, y/o la vejez (enfermedad incurable). La Iglesia, la comunidad cristiana, la familia y la ayuda médica, para el enfermo y el anciano dan razón de esperanza (1ª de Pedro). La vida, el mayor de los bienes que tiene la persona, debe ser cuidado desde su comienzo hasta su final. “Porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría”

¿Qué don del Espíritu Santo es el que potencia tu vida, y qué frutos da?

¿Sigue activa cada día la Alegría de la Resurrección en ti?

¿Cómo reaccionas ante todos los procesos de la vida: concepción, crecimiento, enfermedad, vejez, muerte?

Fr. Carlos Recas Mora O.P.

domingo, 7 de mayo de 2023

"ADONDE YO VOY, YA SABÉIS EL CAMINO"

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 7 de Mayo de 2023. 5º de Pascua.

El tema que transmite Jesús a sus discípulos, es su partida; se lo presenta como un recorrido centrado en dos verbos: “me voy” y “vuelvo”.

“Me voy”: “si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio?.” (Jn 14, 1-2)

“Vuelvo”: “Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo voy, ya sabéis el camino” (Jn 14, 3)

Alrededor de estos dos verbos gira el eje central de la reflexión y los posteriores interrogantes que le hacen sus discípulos.

Es importante contextualizar el diálogo que mantiene Jesús con sus discípulos para conocer con mayor profundidad lo que está pasando entre Jesús y sus apóstoles.

Al terminar la última cena Jesús empieza a despedirse de sus discípulos. Estos están un poco desorientados y desconcertados, intuyen que algo va a pasar pero no saben exactamente qué y, por otro lado, también se platean qué va a ser de ellos.

Jesús se da cuenta de cómo se encuentran, abatidos, e intenta darles fuerza y ánimo para que no decaigan en la fe: “que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí.” (Jn14, 1). Jesús les invita a creer en Él, el mejor camino para creer en Dios. También les dice: ”voy a prepararos sitio en la casa de mi Padre”. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino” (Jn14, 4).

Tomás le pregunta: “¿cómo podemos saber el camino que nos permita llegar a Dios si no sabemos a dónde vas?” (Jn 14, 5)

Jesús le contesta: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Yo soy el camino que lleva al Padre” (Jn 14, 6). También les dice: “No os turbéis. Creed en Dios y creed también en mi” (Jn 14, 1).

Felipe le pide: “Señor, muéstranos al Padre; eso nos basta” (Jn 14, 8).

Jesús le contesta: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9)

Jesús, en el evangelio se presenta con el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). Ese es nuestro recorrido en la fe, un camino que vamos realizando y en el que nos vamos encontrando con múltiples dificultades que nos invitan a abandonarlo, teniendo la tentación de salirnos del camino para coger otras carreteras menos tortuosas.

Jesús se presenta como el Camino, la pregunta es: ¿estamos en el camino de Jesús o estamos fuera de ese camino? Si estamos en el camino de Jesús, no nos sorprendamos si encontramos piedras, dificultades, obstáculos…, no importa, lo verdaderamente importante es no salirnos de ese camino que Jesús nos está indicando. Es mejor avanzar poco y despacio en el camino de Jesús que ir corriendo para llegar a donde sea fuera del camino de Jesús.

En este día Jesús se presenta con el Camino, la Verdad y la Vida:

Camino: porque Él es el ejemplo a seguir. Él nos está mostrando qué caminos debemos recorrer: preocuparnos de los que sufren, defender la causa de los que no cuentan, estar al lado de los desvalidos, luchar por la dignidad de las personas, dar voz a los que no la tienen, ser creíbles por nuestras buenas obras ante los ojos de la sociedad…

Verdad: descubrir que la única verdad es el amor (Pagola) y descubrirlo acercándonos al ser concreto que sufre y es olvidado.

Vida: encontrar en Cristo la vida y encontrarnos con un Cristo vivo y capaz de hacernos vivir (Pagola).

Aunque caigamos, aunque nos tropecemos, levantémonos y continuemos en ese caminar;  nuestra tarea es asegurarnos de no salirnos de ese camino y cuando tengamos la tentación de hacerlo acordémonos de las palabras de Jesús que dijo a sus apóstoles: "¿Vosotros también queréis marcharos?”(Jn 6, 67)... "¿Y adónde vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna"(Jn 6, 68).

Jesús se presenta como el Camino, la pregunta es: ¿estamos en el camino de Jesús o estamos fuera de ese camino?

¿Cuándo tenemos la tentación de salirnos de ese camino, qué nos ayuda para continuar en él, de dónde sacamos las fuerzas para no abandonar el camino, pese a los “baches” del mismo?

¿Qué cosas estoy haciendo para ser camino, verdad y vida para los demás como otros lo han sido para mí?

Fr. Luis Martín Figuero O.P.