sábado, 20 de julio de 2024

"VENID VOSOTROS A SOLAS A UN LUGAR DESIERTO A DESCANSAR UN POCO"


Reflexión del Evangelio Domingo 21 de Julio de 2024. 16º del Tiempo Ordinario.

La cercanía con el Señor es la garantía no sólo del “descanso” sino de la verdadera vida: la Vida con Jesucristo. En la segunda lectura, San Pablo, escribiendo a los cristianos de Éfeso, resume la esencia de la vida cristiana. Concluyendo, y refiriéndose a Jesucristo, nos dice: Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu (Ef 2,17-18).

El verdadero “descanso”, la verdadera “paz”, todo esto lo encontramos en Jesucristo, que nos invita a todos a acercarnos a él, a permanecer a su lado, a alimentarnos de su palabra, a vivir su vida, a identificarnos con él en la Eucaristía.

El apóstol Pablo experimentaba continuamente lo que significaba predicar a judíos y a gentiles, dos pueblos enfrentados, excluyentes. Su comprensión de la persona de Jesucristo le hizo cambiar radicalmente su punto de vista judío para comprender que Jesucristo no había venido al mundo para el pueblo de Israel exclusivamente, sino para toda la humanidad, para judíos y no judíos.

En pleno siglo XXI, no nos resultan ajenos los enfrentamientos entre judíos y una parte de árabes, hasta tal punto que las palabras de san Pablo siguen siendo de estremecedora actualidad hablando de Jesucristo: Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu (Ef 2,17-18).

Mientras no haya paz en el corazón del ser humano, por un motivo u otro, la humanidad seguirá enfrentándose, la enemistad y el odio continuarán prevaleciendo sobre la paz que Jesucristo ofrece a todos, pues a todos ofrece su paz, paz para el pueblo de Israel y paz para todos los demás pueblos.

Actualmente, la paz en nuestra humanidad se nos antoja demasiado lejana. Todos hemos de afianzar la paz en nuestro interior, en nuestra mente y en nuestro corazón, superando la “enemistad”, haciendo las paces en lugar de las guerras. A las personas cristianas nos incumbe la tarea de vivir con la paz en nuestro corazón, superando toda clase de egoísmo y de indiferencia. Conservar la paz es tarea de todos, y, especialmente, de las personas cristianas, pues tenemos el cuidado de la paz como vocación y cometido en nuestra vida.

“Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco” (Mc 6,31)

En la primera lectura, el profeta Jeremías proyectaba su mirada sobre un futuro esperanzador. Su visión se abre a un horizonte donde se hará presente la acción del Mesías, que reinará como monarca prudente, con justicia y derecho.

Estas son palabras que suenan a utopía en nuestro tiempo, pues por todas partes echamos en falta la paz y el bienestar de la humanidad. Tenemos la impresión de que poco, muy poco, avanzamos por el camino de la paz y la concordia entre los pueblos de la tierra.

La denuncia del profeta Jeremías resuena en nuestro siglo XXI, donde parece imperar el egoísmo y la prepotencia. Por todas partes se suspira y anhela otra manera de vivir, no impuesta por la fuerza y la mentira, sino por la verdad y la colaboración entre todos los pueblos de la tierra.

Ahora bien, el profeta Jeremías no se limita a denunciar la situación de su tiempo, sino que abre la puerta a la esperanza, anunciando la llegada de uno que “reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra”, y será llamado: “El Señor-nuestra-justicia”.

El Señor-nuestra-justicia no es otro que el mismo Jesucristo. Las personas que escuchan su voz y le siguen experimentan la verdadera paz en su mente y en su corazón y se convierten en testigos de esperanza para nuestro mundo, necesitado de paz, de verdadera paz.

Todas las personas cristianas hemos de sentirnos interpeladas ante la misión que hemos recibido en nuestro bautismo: ser testigos creíbles de Jesucristo, hacer presente a Jesucristo en el ambiente en el que vivimos. Para esto el Señor nos quiere siempre a su lado y nos invita: Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco.

“Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco” (Mc 6,31)

La invitación que el Señor dirige a sus discípulos para que lo acompañen a un lugar tranquilo y puedan descansar un poco no ha podido llevarse a cabo, pues cuando pensaban haber llegado a ese “lugar desierto” se encontraron con una multitud de personas y el programado descanso saltó por los aires, pues Jesús “vio una multitud y se compadeció de ella… y se puso a enseñarles muchas cosas”.

Este “cambio de planes” es muy instructivo para nosotros, pues solemos estar convencidos de que si aquello que hemos programado hacer nos parece bueno, sin duda que lo llevaremos a término. La página del Evangelio nos instruye a propósito de nuestros “programas”, para que estemos siempre abiertos a la posibilidad de que no siempre nos resulte posible llevarlos a cabo. El programa de Jesús para sus discípulos cambió, y el Señor se puso a enseñar a la multitud muchas cosas.

Hermosa lección para nosotros en nuestra vida y en nuestro apostolado: hemos de estar siempre atentos a lo que el buen Dios disponga en cada momento, para aprovechar la ocasión y saber sacar partido de lo que aparentemente nos pudiera parecer una contrariedad. Si el Señor “escribe derecho con renglones torcidos”, de nosotros se espera la prontitud para cambiar el chip y adaptarnos a la nueva e inesperada situación, tal como le sucedió al mismo Jesucristo, que había invitado a sus discípulos a descansar un poco, descanso que tuvo que esperar tiempos mejores.

¿Cómo reacciono cuando mis programas no se realizan? ¿Soy capaz de orientar mi mente y mi corazón hacia el Señor y comentar con él mi estado de ánimo, mis sentimientos? ¿Voy aprendiendo a repensar lo que me está sucediendo y tratar de entender que todo sirve para el bien de quienes aman a Dios? De verdad: ¿es Jesucristo mi descanso, mi consuelo, mi vida? Jesucristo se preocupa de los “misioneros” que regresan de su predicación: ¿qué importancia tiene la “misión” en mi vida? ¿De verdad vivo la realidad de la Iglesia como “misionera”, una Iglesia “en salida” como gusta repetir el Papa Francisco?

Fr. José Mª Viejo Viejo O.P.

sábado, 13 de julio de 2024

LOS FUE ENVIANDO DE DOS EN DOS

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 14 de Julio de 2024. 15º del Tiempo Ordinario.

Si nos fijamos en el evangelio que la liturgia nos presenta este domingo XV del Tiempo Ordinario, Mc 6, 7-13, parece difícil entender a Jesús. Veamos:

Jesús envía a los Doce discípulos a predicar. Les encarga algo muy importante y delicado y les da una serie de indicaciones que tienen que cumplir para llevar a cabo esa misión:

Les envía de dos en dos (Lc 6, 7)

Les encarga que lleven para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. (Lc 6, 8-10)

Pero no solamente se queda ahí, sino que más adelante les pide que permanezcan en la casa donde entren hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en un lugar no les reciben ni les escuchan, al marcharse que se sacudan el polvo de los pies (Lc 6, 10-11).

¿Cómo será esto posible: les encarga algo muy importante y les deja a la deriva? ¿Qué significan todas estas indicaciones que Jesús les da?

Si nos fijamos con detenimiento vemos que todas tienen algo en común que es que lo fundamental es la transmisión del mensaje, y para ello tienen que estar centrados en esa tarea. Por eso todas las instrucciones que han recibido se podrían resumir en una: deben ir despegados de las falsas seguridades. Los enviados que confíen más en su propio equipaje que en la fuerza del mensaje a comunicar, perderán su credibilidad.

Vamos a analizar más detenidamente cada uno de las instrucciones que Jesús les encomienda:

1º.-    Primero les pide que, aparte de un bastón, no lleven más para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero; que lleven sandalias, pero no una túnica de repuesto. (Lc 6, 8-10).

¿Qué les quiere transmitir Jesús dándoles estas primeras instrucciones?

Que lo central es el mensaje a transmitir por eso, que nada ni nadie les debe detener a la hora de enseñar ese mensaje y que, si para ello es necesario que se desprendan de las cosas materiales, tienen que hacerlo. Que no se aten a nada ni a nadie. Que sólo vayan con lo imprescindible.

¿Cómo podemos aplicar esta instrucción en nuestra vida de cristianos?:

Como dice Pagola, a los cristianos nos preocupa mucho que la Iglesia cuente con medios adecuados para cumplir eficazmente su tarea: recursos económicos, poder social, …, Nos parece lo más normal. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus discípulos, no piensa en lo que han de llevar consigo, sino en lo que no han de llevar. La intención original de Jesús fue clara. Jesús necesita de gente sencilla, que sepa vivir con pocas cosas y que lo único que busquen es una sociedad más justa e igualitaria. Una sociedad de hombres y mujeres cristianos que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes capaces de mostrar que la felicidad no está en acumular bienes.

2º.- Segundo, “cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis del lugar. Y si en algún lugar no os reciben ni quieren escucharos, salid de allí y sacudíos el polvo de los pies” (Lc 6, 10-11).

Jesús está diciendo a los discípulos que para llevar a cabo su misión no tenemos que depender de si nos escuchan o no, no tenemos que depender de si nos reciben o no. Jesús nos envía a predicar, pero eso no significa que vayamos a tener éxito en esa misión, como decía la madre Teresa de Calcuta. “Dios no nos llama a tener éxito, Él nos llama a ser fieles”.

Tristemente, muchas veces, nos privamos de hacer el bien porque los demás no nos agradecen, o no valoran nuestro trabajo, o no recogemos lo que sembramos; muchas veces nos detenemos de ayudar a alguien porque hemos recibido alguna ofensa de él o alguna crítica, o han hablado mal de nosotros… Aunque no encontremos fruto en nuestro trabajo, en la gente a la que servimos, que eso no nos detenga de hacer lo que tenemos que hacer.

Al final del evangelio, Jesús dice a sus discípulos que cuando se vayan de donde han estado, si no les han recibido, que se sacudan el polvo de los pies. Es decir, que esas decepciones, que esos fracasos, no se vayan acumulando en nuestros corazones, porque a veces, cuando no obtenemos el éxito que esperábamos, esas decepciones, esos fracasos nos entristecen, nos deprimen y tenemos la tentación de abandonar, de tirar la toalla. Jesús nos dice que nos sacudamos el polvo, pero que sigamos adelante, que sigamos evangelizando, que sigamos tocando puertas, porque el que quiera abrir, abrirá, el que quiera escuchar, escuchará. Lo importante es que sigamos cumpliendo con nuestro trabajo, con nuestra misión, que eso es lo que nos pide Jesús, porque Él no nos llama a tener éxito sino a ser fieles al mandato que él nos ha designado, que es el de anunciar su mensaje.

¿Qué nos ayuda a no detenernos, a seguir siendo fieles a nuestra misión, a pesar de los fracasos?

Jesús nos pide que seamos ejemplo de cristianos, viviendo nuestro cristianismo, sin atarnos a muchas cosas que nos despisten de nuestro camino, ¿Cómo lo estamos haciendo?

Fr. Luis Martín Figuero O.P.

sábado, 6 de julio de 2024

¿QUÉ SABIDURÍA ES ESA QUE LE HA SIDO DADA"

Reflexión Evangelio del Domingo 7 de Julio de 2024. 14º del Tiempo Ordinario.

El rechazo de los profetas

Un profeta es un personaje molesto que no se doblega ante nadie. No tiene precio y su palabra penetra como cuña en las partes más sensibles de nuestro actuar. Pone en crisis, desestabiliza, nos deja en el aire, nos despierta, siembra la duda con­tra nuestras seguridades. Critica el orden establecido, señala los puntos débiles, marca caminos nuevos, exige cambios radicales que contrapone a la situación actual. Pronto se empieza a analizar su persona, su origen… y se busca cómo quitarle credibilidad a su palabra.

Muchos profetas del pasado son conocidos, hablan de ellos la Biblia o la historia del cristianismo, particularmente la de los mártires reconocidos como tales por la Iglesia. Otros muchos –la mayoría– también fueron profetas, mártires, y no los conocemos. Unos y otros compartieron de alguna manera el destino de Jesús.

La vocación profética no la reciben solo unos pocos escogidos. En el bautismo todos los cristianos somos ungidos para unirnos a Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. A todos los bautizados Dios dirige las palabras: «Hijo de Adán, yo te envío…». A todos se nos advierte: «son un pueblo rebelde… sus padres y ellos me han ofendido… también los hijos son testarudos… a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”».

El precio de la verdadera profecía es el desprecio, el rechazo. Su valor no se lo da si es o no escuchada. No es un asunto de índices de audiencia o de número de seguidores. Rebeldía, obstinación… «te hagan caso o no te hagan caso sabrán que hubo un profeta en medio de ellos». En eso está el valor de la profecía.

En el caso de Jesús en su propia tierra, lo más triste es que quienes lo rechazaron lograron su objetivo: no pudo hacer allí ningún milagro. ¿No es terrible pensar que nuestros comportamientos humanos tienen el poder de impedir los milagros?

La fe como fortaleza en la debilidad

Jesús se extrañó de la falta de fe de quienes le conocían bien. Quizá esperaban otra cosa de él y lo que tenían ante sus ojos les decepcionó. Podían recono­cer su acción benéfica, pero les faltaba fe para leer en esa acción su significado salvador.

Sin fe no es posible la acción salvífica. La fe es anterior a los milagros; no al contrario. La divinidad de Jesús no la prueban unos milagros superiores a las fuerzas de la naturaleza. Si hubiera posibilidad de pruebas, no habría verdadera fe. En el anuncio del Evangelio cuenta ante todo la fidelidad del enviado a la misión que le han encomendado.

En el profeta Ezequiel, en Pablo y en Jesús es la debilidad del enviado la que revela la fuerza del Espíritu presente en él. La debilidad crea un espacio de libertad para que quien escucha pueda aceptar o no lo que oye.

Si Dios se revelara solo a través de acciones grandiosas, sería muy fácil creer en Él. Pero no es así. Tenemos el trabajo de analizar cuándo y a través de quién se revela su Palabra y cuáles son las acciones de su salvación. Y tenemos también el desconcierto de que cuando parecemos más débiles es cuando somos fuertes.

Profetas en las situaciones prácticas de la vida

En tiempos de posverdad, de ‘cambio de opinión’, en que a todo se le da un valor relativo, se hace más necesaria aún una conciencia, una referencia moral, un recordatorio de lo que está bien y de lo que está mal. Ofrecerlo es parte de la responsabilidad de un cristiano. Mientras haya alguien todavía que diga y que practique la verdad, habrá para el mundo una esperanza de conversión y de cambio. Un verdadero profeta es quien sabe descubrir la voluntad de Dios en las situaciones prácticas de la vida.

No es fácil reconocer el paso de Dios por nuestra vida. No se presenta con formas espectaculares. Aparece como Jesús entre su pueblo, como alguien a quien conocemos, aunque no lo re-conocemos. Y tampoco es fácil reconocer a los profetas que hay entre nosotros, no destacan en las redes sociales como ‘influencer’.

¿Dónde están hoy los profetas que nos den las esperanzas y las fuerzas para enfrentar cada día… los que reaviven nuestra ilusión… los que sean portadores de buenas noticias para quienes no sienten el calor del amor de Dios?

¿No estaremos dejando a Jesús pasar de largo? ¿O impidiendo que pueda hacer entre nosotros algún milagro?

Fray José Antonio Fernández de Quevedo

sábado, 29 de junio de 2024

"NO TEMAS; BASTA QUE TENGAS FE"

Reflexión Evangelio del Domingo 30 de Junio de 2024. 13º del Tiempo Ordinario.

El ser llamados a la vida es algo maravilloso que Dios da, y ha de ser vivida con agradecimiento, a pesar que en algunos momentos, se vea truncada por la enfermedad, la pobreza, los problemas de cualquier tipo, las guerras, y en general cualquier vulnerabilidad, etc. y que incluso parezcan ser insoportable. Es la muerte física la que parece ser más insuperable, pero para el cristiano es más superable, ya que la muerte al pecado fue superada por Cristo en el bautismo.

La relación estrecha con Cristo por medio del contacto espiritual de la oración, y poder saborear sus sacramentos, da a quienes cuidan esa relación la confianza en la palabra de Jesús y a orillar el pecado y la muerte, porque se aspira a los bienes de allá arriba como dice san Pablo. Es cruzar a la otra orilla como escribe el evangelista Marcos.

Dios no hizo la muerte, dice la Sabiduría, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; al contrario, por eso nos envió a su Hijo, para que muertos al pecado vivamos con espíritu de resurrección. La resurrección, punto álgido donde debe apoyarse nuestra fe, es lo que transmite el evangelio de hoy.

La enfermedad y la muerte física, apuntada por el evangelista Marcos, en dos mujeres (la mujer adulta enferma de hemorragias,12 años enferma y la hija del jefe de la sinagoga de 12 años) le sirven a Marcos para poner de manifiesto la resurrección. Una estaba dormida, que no muerta, y Jesús tomándola de la mano la despierta del sueño de la muerte; la otra, toca el vestido de Jesús y desaparece su impureza, pudiendo así ser aceptada entre los suyos, según la ley judía su enfermedad la hacía impura.

En ambos pasajes la fe, animada por la oración, de súplica, por un lado, (el jefe de la sinagoga), y de confianza silenciosa (la mujer con hemorragias) más el contacto del Señor, directamente (“la cogió de la mano”) e indirectamente y, (“acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto”), y en silencio, ambas mujeres son curadas.

Esa fe capaz de dar vida y salvación, queda clara por las palabras del Señor Jesús: No temas; basta que tengas fe” dice a Jairo y a la mujer; “Hija tu fe te ha curado”.

Ambos pasajes sirven para enseñar al verdadero seguidor de Cristo cómo la fuerza de la fe da Vida y es camino para la Salvación futura. Ha de servir al cristiano de hoy en día a acepta la voluntad de Dios en su vida, fruto de la oración ante cualquier necesidad y pequeñez, sirve para aumento de fe.

El seguidor del Señor Jesús, cruza a la otra orilla, donde posiblemente no esté la Vida y menos la Salvación, para que mezclándose con todos (“acompañado de mucha gente que lo apretujaba”) lleve ese mensaje salvífico que solo Dios puede dar.

El acompañar a los de la otra orilla: increyentes, doloridos en el espíritu y en el cuerpo o en cualquier otra necesidad, ayuda a nivelar preocupaciones. No solamente los materiales, -que también-, sino por el hacernos como Jesucristo, pobres por los demás. Es una forma inmediata de poner en marcha y funcionamiento la sinodalidad (sin menos cabo del aspecto jerárquico) con el necesitado. Éste ha de ver en la acción del cristiano la mano de Cristo que les toca para levantarnos, y hemos de tener confianza, sin miedo, en tocar al Señor en las llagas y vulnerabilidades de quien se acerque a nosotros demandando cubrir su necesidad.

¿Qué hacer y cómo proceder ante las realidades humanas de la enfermedad y la muerte? ¿Cómo es la oración que practicamos: de súplica o de silencio; pública en asamblea o privada e interior?

Quizá el miedo al contacto con el necesitado, sea su necesidad de la clase que sea, nos paralice a cruzar a la otra orilla por comodidad o por miedo al contagio. Orilla que un día se ha de cruzar para vivir en plenitud la Salvación que Cristo trae para todo el que quiera aceptarla, y especial para los que por la fe podemos o pueden vivir un atisbo de ella en esta vida.

Dejarse abrazar por Cristo elimina lo inmediato, hacer vislumbrar el horizonte de perfección que es Dios (la resurrección), que conlleva la felicidad inmortal, cuyas semillas ya están en el verdadero seguidor del Señor.

¿Ayudamos a vivir a los demás, cómo preparar la Vida definitiva, haciéndolos con nuestro comportamiento, deseable la vida presente? Si esta vida no se hace atractiva, difícilmente se deseará la otra.

¿Comunicamos la Vida definitiva que Cristo nos da a través de los sacramentos y de la acción caritativa?

Si creados por Dios ¿creamos y recreamos la vida terrena por el cuidado que de ella hacemos?

La fe mueve montañas. Ánimo, y encomendémonos al Señor, y el actuará.


Fr. Carlos Recas Mora O.P.

Convento del Santísimo Rosario (Madrid)