sábado, 12 de julio de 2025
jueves, 10 de julio de 2025
sábado, 5 de julio de 2025
"DESCANSARÁ SOBRE ELLOS VUESTRA PAZ"
Reflexión Evangelio del Domingo 6 de Julio de 2025. 14º del Tiempo Ordinario.
Acabamos de escuchar cómo san Lucas se esfuerza en mostrar que Jesús envió a sus setenta y dos discípulos a hacer físicamente presente el Evangelio en este mundo por medio de su trato fraterno, transmitiendo a todos la paz que procede de Dios. A los setenta y dos no les habla de predicar en las plazas y las encrucijadas, sino de hospedarse en los hogares para convivir con las familias, comiendo lo que en ellas se come, sin pedir nada especial. Es así, con el trato fraterno y cercano como mejor se comunica la paz evangélica.
Podemos ver que Jesús envió a sus discípulos como mediadores suyos, pues les envió a hacer lo mismo que Él hacía, ya que se mezclaba con la gente y no tenía reparos en comer y beber lo que le servían. Jesús hacía presente el Reino de Dios en el núcleo más íntimo de las familias, haciéndolas ver que lo que Él predicaba no eran meras palabras bonitas, sino algo muy real que cambiaba la vida de los que le escuchaban y le acogían con un corazón dócil y abierto.
Pues bien, las tres lecturas que acabamos de escuchar hablan de esto último: de la paz divina que va asociada a la vivencia compartida del Evangelio.
El profeta Isaías habla a los israelitas que han regresado a Jerusalén tras el exilio en Babilonia, en el siglo VI a.C. Lo hace con palabras llenas de esperanza, pues en esos tiempos Jerusalén estaba en ruinas a causa de que había estado ocupada poco antes por los babilonios y éstos la habían destruido a conciencia. Les dice que Jerusalén se convertirá en una ciudad próspera y acogedora, donde los peregrinos podrán experimentar la paz divina teniendo un contacto íntimo con Dios. Dice concretamente: «como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (Is 66,13). Es la sensación de cariño y dulzura que uno siente en su interior cuando ha alcanzado una profunda unión con Dios. Eso es lo que los peregrinos experimentarán en Jerusalén cuando sea reconstruida.
La lectura de san Pablo corresponde al final de la carta a los Gálatas. En ella también nos habla de la paz divina. No es la paz de autocomplacencia que ofrecían los diversos movimientos religiosos y filosóficos que abundaban por entonces en el mundo grecorromano, sino la auténtica paz que brota de nuestro íntimo contacto con Dios en nuestro corazón, cuando somos coherentes con el Evangelio.
Por desgracia, ahora también abundan movimientos espirituales no cristianos que ofrecen la efímera paz que proporciona experimentar la armonía interior. No se trata de algo realmente espiritual, pues esa paz no procede de Dios sino que es fruto de ejercicios físicos y psicológicos de relajación. Podemos encontrar fácilmente dichos ejercicios buscando en Internet. Se trata de una falsa espiritualidad egoísta que busca la felicidad de uno mismo, no la felicidad de los que nos rodean.
Ciertamente, no es fácil alcanzar la verdadera paz que procede de Dios. Pues para lograrla Dios nos pide que renunciemos a todo aquello que nos aleja de Él. Y, sobre todo, nos pide que nos sacrifiquemos por los demás. Y eso es muy duro. No en vano se trata del camino de la cruz, del cual nos habla san Pablo. Nos dice: «La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma» (Gal 6,16), haciendo referencia a «la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gal 6,14).
Es la gran paradoja de la espiritualidad cristiana: quien se busca a sí mismo, y su propia paz, se pierde, porque no haya más que eso, su propia paz. Pero quien se niega a sí mismo y acepta seguir el duro camino del Evangelio, entonces encuentra la paz de Dios. Ésta es una experiencia tan grande, nos hace sentir tan bien, que, como ya hemos comentado, a Isaías le recuerda al cariño de su madre, cuando él era pequeño.
En definitiva, las lecturas de
hoy nos animan a vivir el Evangelio en la vida cotidiana, en nuestro hogar y en
los hogares que visitemos. Como hicieron los setenta y dos discípulos,
siguiendo el mandato de Jesús, compartamos con otros la paz que Dios nos
transmite en lo hondo de nuestro corazón. Solo así seremos realmente felices y,
sobre todo, haremos felices a los demás.
sábado, 28 de junio de 2025
"TU ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO"
Reflexión Evangelio Domingo 29 de Junio de 2025. Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Descubrimos en Pedro y Pablo la misma y rotunda confesión de fe en el Señor Jesucristo. Sus vidas demuestran lo determinante y absoluto que el Señor fue para ellos. Vivieron por Él y para Él. Sin temor, sin nada ni nadie que pudiera arrebatarles esta plenitud existencial de Cristo Jesús en ellos. Ambos sabían bien de quién se habían fiado.
En verdad nuestra fe es confianza en el inabarcable Misterio de Dios. Ellos se fiaron de su Maestro. Pedro desde el privilegio de compartir vida e historia con Él. Pablo desde la experiencia impactante y radical de quien se le impuso en lo más íntimo de su ser como Señor, Vida y Salvación.
Esta confianza sin fisuras interroga, y reclama respuesta, sobre cómo es en cada uno de nosotros la confianza en el Señor, particularmente cuando la vida nos presenta su rostro más áspero y amargo.
“El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me
llevará a su Reino del cielo”
Le expresa San Pablo a Timoteo en su segunda carta. Qué hermosa e inquebrantable confianza la de Pablo. Fue tan misteriosamente intenso su encuentro con el Señor Resucitado, que todo su ser quedó concentrado en Él. No temió peligro alguno, ni ultrajes, ni inconvenientes por su causa. Su ímpetu evangelizador sigue despertando el asombro en cualquiera que se acerque a su biografía; al contenido de sus cartas; a la confesión de sus sentimientos más profundos, que le hicieron exclamar: “Para mi la vida es Cristo. Y una ganancia el morir. Y todo lo estimo material de desecho con tal de tener a Cristo”.
¿Es así de plena la presencia del Señor en nosotros, capacitándonos para relativizar cualquier otra realidad por atractiva que nos pueda resultar? ¿Es el don de su salvación el que ilumina la realidad de nuestro ser, de nuestro vivir y de nuestro obrar; también de nuestro morir y regreso al Amor que nos originó?
“Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la
Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”
Nos relata la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Me ha parecido tan hermoso este apunte, que no puedo por menos de ofrecérselo para su consideración. Hace apenas unas semanas hemos estado tan pendientes de la despedida del Papa Francisco y de la elección del nuevo Pontífice, el Papa León XIV. El interés mostrado por los diversos medios de comunicación ha contribuido, no poco, a esta expectación a escala mundial. Hoy, que hemos vuelto a la normalidad en la vida de la Iglesia, este interés de los primeros cristianos por la situación de Pedro ha de mantenernos también a nosotros atentos en la comunión y en la intercesión por su actual sucesor al frente del Pueblo de Dios.
Quisiéramos vibrar siempre en oración por las necesidades y proyectos del sucesor de Pedro, para que sea siempre fiel a su servicio de guiar a la Iglesia por la Verdad y la Unidad, realidades tan queridas por el Señor Jesucristo.
Cabría preguntarnos si es así nuestro interés y súplicas por el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia, como el que mostraron nuestros hermanos en la fe en el inicio del caminar de la comunidad creyente cristiana por la historia en un contexto de incomprensión y hostilidad que, de alguna manera, siguen también presentes en no pocos lugares en el momento presente.
El servicio de Pedro de fidelidad al Señor y de comunión con Él y entre cuantos creemos en su Nombre, y el ímpetu evangelizador de Pablo, infatigable hasta desgastarse por Cristo, sean para nosotros, y para nuestros días, dos grandes acicates en nuestro compromiso cristiano.
Que inspirados por Pedro y Pablo, roca y fuego de Cristo, nos
conceda el Señor mantener de forma plena nuestra confianza en Él, y buscar
caminos y actuaciones para darle a conocer en el mundo de hoy.
miércoles, 25 de junio de 2025
lunes, 23 de junio de 2025
SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
sábado, 21 de junio de 2025
"LOS PARTIÓ Y SE LOS IBA DANDO"
Reflexión Evangelio Domingo 22 de Junio de 2025. Solemnidad del Corpus Christi
Hoy, en la celebración del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, se nos invita a profundizar en lo que significa en nuestra vida como creyentes el cuerpo de Cristo entregado y la sangre de Cristo derramada y la llamada a hacer memoria de este acontecimiento en la eucaristía y en nuestra cotidianidad.
Celebrar el cuerpo y la sangre de Cristo es celebrar su vida,
su entrega, su muerte y su resurrección. Es celebrar la vida entregada para que
todas las personas tuvieran vida. Eso es lo que Jesús hizo durante todo el
tiempo en el que estuvo entre nosotros, acercarse al que estaba caído para que
se levantara de su postración: dio de comer al hambriento, sanó al herido,
abrazó al excluido, acogió al marginado y apartado, reconoció a las mujeres y
las llamó por su nombre, como a María Magdalena. En definitiva, puso vida allí
donde había muerte. Y no se conformó con lo mínimo, sino que dio todo y se dio
por entero, entregando su propia vida para la vida de todos. Y la resurrección
es el sí del Padre a lo que fue la vida de Jesús. En la resurrección, el último
obstáculo para la vida que es la muerte misma queda vencida. En la resurrección
ya no hay muerte, solo vida.
Pero no podemos olvidar que Jesús nos invita a repetir este gesto en cada eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. Estamos llamados a llevar a nuestra vida lo que fue la vida de Jesús. Estamos invitados a vivir desde la entrega y el servicio, y lo hemos de llevar a cabo en nuestra cotidianidad, allí donde nos encontramos: en nuestras casas, en nuestros trabajos, en nuestros barrios, en nuestras ciudades. Estamos llamados a hacerlo con los de cerca y también con los de lejos. Esto también lo vemos en ese gesto que repetimos en cada jueves santo cuando realizamos el lavatorio. Él nos dice: “Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.” Esta es la llamada y la invitación: hacer realidad el mandamiento del amor, haciéndolo realidad por medio de las obras.
Y, como podemos ver en el evangelio, en este darse y entregarse, en este amor no hay acepción de personas. Estamos llamados a entregarnos a todo aquel que nos necesita, como hizo Jesús. Él dio de comer su pan a todos los que se encontraban allí escuchándole: ¿Cómo vamos a dar de comer a todos, se preguntarían los discípulos, si son unos cinco mil? No miró si eran buenos o malos, justos o injustos. Tenían hambre y les dio de comer. No miró si estaban bien o mal vestidos, o si parecían pobres o ricos. Tenían hambre y les dio de comer. No miró cómo vivían su religiosidad o su ciudadanía, si eran saduceos, fariseos, zelotes, gente del pueblo. Tenían hambre y les dio de comer. ¡Cuántas discriminaciones hacemos nosotros ahora! Si son o no de los nuestros, si tienen o no nuestro mismo modo de pensar, si son de derechas o de izquierdas, si son conservadores o progresistas. Nosotros construimos muros que nos separan mientras que Jesús construye puentes que nos unen. Nos olvidamos que todos nos necesitamos para construir una sociedad en la que todos tengan sitio.
¡Y qué importante es crear vínculos para que esta entrega, este darse a todos sea posible! Cuando en el evangelio dice que los mandó sentarse formando grupos de unos cincuenta cada uno, me gusta pensar que esto lo hace no solo para que sea más fácil el reparto, sino porque en grupos pequeños es más fácil poder crear vínculos que nos ayuden a superar las barreras que nos dividen y a crecer en fraternidad. Además, estos pequeños grupos, que podrían ser la familia, las comunidades religiosas, las comunidades parroquiales u otros posibles, nos tendrían que ayudar, como pequeñas escuelas, a aprender e vivir unidos en la diversidad, a superar los conflictos por medio del diálogo, a caminar juntos buscando la unanimidad, etc. Nos tendrían que ayudar a caminar juntos con nuestras diferencias.
Lo mejor de todo es que nos deja su cuerpo y su sangre para
que no nos sintamos solos en nuestro camino y para que nos ayude a llevar a
nuestra propia vida lo que fue su vida. El momento mismo de la comunión lo
significa: Llevar a nuestro propio cuerpo el cuerpo de Cristo para que estando
con nosotros le dejemos crecer en nuestra propia vida, conformándonos y
configurándonos con Él. Para ello tendremos que vaciarnos primero de todo
aquello que no le deje sitio en cada uno de nosotros, nuestras faltas de amor
hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia la creación, para que así Él
pueda crecer en nosotros. Entonces seremos sus testigos.