domingo, 26 de junio de 2022

SEGUIR A CRISTO...¿PARA QUÉ?

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 13º del Tiempo Ordinario.

La introducción nos propone un ejercicio de reflexión que podemos rechazar. Atrevámonos, no obstante, a plantearnos su interrogante: ¿en verdad me merece la pena plantearme la cuestión del seguimiento de Cristo? Y si pienso que sí, ¿hasta qué punto, en vista de las palabras de Jesús?

Lo primero que nos llamará la atención es que, haciendo un ejercicio de comparación, la primera lectura del Antiguo Testamento, la exigencia de la invitación de Elías a Eliseo es menos severa que la del Nuevo Testamento: “ve a despedirte de tu familia, ¿Quién te lo impide?”; mientras que las palabras de Jesús, no dan pie a tal dilación: “embárcate ya, si te atreves a lo que te espera, o te quedas en tierra”, viene a decirnos.

Lo segundo que nos llama la atención es que, en la primera lectura, Eliseo es llamado por Elías, es invitado por este, aunque la iniciativa es siempre de Dios, mientras que en el Evangelio nos encontramos dos situaciones distintas: en el primer y el tercer individuo es Jesús el que recibe una petición entusiasta para pertenecer a su grupo de discípulos; de los tres personajes mencionados, solo en un caso es Jesús el que toma la iniciativa y llama a uno: “sígueme”.

Lo tercero que nos llama la atención es el tono exhortativo de estas lecturas que no dan ocasión al individuo a plantearse las cuestiones que formulamos en la introducción; particularmente chocante resulta este tono en nuestro contexto social y cultural, marcado por un fuerte sentido de autodeterminación, de autonomía, de libre albedrio, de rechazo de imposiciones, de exigencia de razones ante condiciones que parecen incluso atacar nuestro sentido común.

Y estas tres consideraciones se nos plantean hoy en el contexto de la pregunta más frecuente en nuestra sociedad actual: ¿para qué? ¿Para qué quieres que te siga? ¿Qué utilidad tiene? ¿Qué ventaja supone? Ninguno de los personajes de las lecturas parece tener en cuenta esto, ni se lo plantean. Pero nosotros sí. Y es relevante que lo planteemos, que nos demos razones suficientes porque si no lo hacemos no podremos respondernos con honestidad a la pregunta de si merece la pena, ni, por tanto, si en verdad quiero, y, en consecuencia, aceptar que puedo enfrentar el reto que proponen las duras condiciones que Jesús impone a su seguimiento.

Si no nos respondemos a la cuestión del “para que” nos arriesgamos a lanzarnos al vacío, a lo loco, sin medir las consecuencias y, sobre todo, aunque vayamos confiados y sin necesidad de certezas, también podemos ser una llamarada que se queda reducida a pábilo vacilante a la primera dificultad. La buena voluntad por si no siempre sirve si no va acompañada de razones consistentes, compromiso, responsabilidad, honestidad para con uno mismo y coherencia con uno mismo y con nuestro proyecto de vida. De ahí, y con ello respondemos a la primera considera ración, que las palabras de Jesús parezcan duras y difíciles de cumplir, porque el “para qué” de su seguimiento, no es que sea “interesante”, sino lo más relevante que se nos puede plantear como personas (y como humanidad): la construcción del Reino, que exige personas maduras y conscientes de lo que el Reino significa.

En tiempos de Jesús se pensaba que con su llegada ya había comenzado el final de los tiempos, de ahí la imperante urgencia y premura con que se plantean las condiciones del seguimiento. Hoy sabemos que entonces (el evangelio transcribe el Documento Q, atribuido a los primeros discípulos y por tanto muy cercano al pensamiento del mismo Jesús, tal vez sus propias palabras e ideas escatológicas) no era el final esperado, ¿pero acaso hay hoy menos urgencia cuando, después de dos mil años, nos encontramos en un mundo y ante una humanidad como la qué contemplamos? ¿Acaso pueden esperar los que mueren de hambre? ¿Acaso pueden esperar los que viven en guerra? ¿Acaso pueden esperar los desesperados por la injusticia que impera en nuestro mundo? ¿Acaso pueden esperar los que viven una vida miserable porque su vida carece de sentido y prefieren la muerte? ¿Acaso no nos resultó esto un suficiente “para qué”? ¿Acaso no merece la pena (a nosotros que conocemos todo esto) que lo valoremos y veamos si nos dice algo, si nos llama, si interpela nuestras conciencias, si nos llama a la acción al modo de Jesús? Y, sin ingenuidad, pues sabemos lo que este compromiso supone e implica: nuestra misma vida, nuestro proyecto vital.

A la consideración segunda, también respondernos conscientemente a la pregunta del “para qué’” es importante. En los textos hebreos, el elemento central entre dos elementos similares es la parte principal; por tanto, lo importante no es el ofrecimiento entusiasta y voluntarioso del primer y tercer personaje (que ante las dificultades se “quema” y abandona) sino el haber recibido la invitación del mismo Jesús: la iniciativa es suya, porque el Reino es suyo. Y los que son de su rebaño, de su Reino, escuchan su voz. No escuchan voces fatuas sino la misma voz de Cristo que habla e invita hoy y siempre a través de las mediaciones del mundo: lo que vive la humanidad, las situaciones de la humanidad y la pregunta por su destino. El que es de su rebaño escucha su voz porque ya tiene interiorizado en su conciencia el Reino a construir (en lo que cabe en este mundo) y sus dificultades para brotar en esta tierra; y lo que implica de nosotros esta construcción: es el que responde a la cuestión del “para qué” con una palabra: para construir el Reino que me llama desde dentro, para crear las condiciones de una humanidad nueva distinta de esta sufriente y sin sentido.

Con lo dicho hasta ahora podríamos ya dar cabida y suficiente respuesta a la tercera consideración y objeción referida, en cierto modo la más acuciante para una mentalidad como la nuestra: ¿Dónde queda nuestra libertad? Si la pregunta del “para qué” ha obtenido razones suficientes desde nuestra propia conciencia, desde nuestro propio yo, si no la hemos respondido con indiferencia y encogiéndonos de hombros, sino comprendiendo que pertenecen a nuestro proyecto de vida, que ese reino de Jesús coincide con nuestro proyecto de vida, que sus razones son nuestras razones, su “para qué”, nuestro “para qué”, nuestra libertad no queda en nada comprometida, como no lo estuvo la de Jesús, para quien el proyecto de vida era el reino. De hecho, bien podemos traer aquí las palabras de Pablo en su carta: “Hermanos, vuestra vocación es la libertad.”

Para concluir, podríamos quedarnos con la duda de si alguno de los tres personajes del evangelio de hoy al final siguió a Jesús, pero no es la cuestión relevante, sino la de nuestro comienzo: a ti personalmente, tras lo reflexionado hasta ahora, ¿te merece la pena seguir a Jesús? No está de más recordar que muchos, sin conocer a Cristo, le siguen y le han seguido a lo largo de la historia porque su proyecto vital, sus razones vitales, su conciencia interna, su yo, su libertad, coincide con la de Jesús.

Fr. Ángel Romo Fraile

lunes, 20 de junio de 2022

DÍA DEL CORPUS, DIA DEL SEÑOR


En el día de ayer, la Custodia de Damián de Castro volvió a recorrer la calles de nuestro pueblo tras dos años de ausencia por la pandemia.

 

Altar de la Franciscana Hdad. de la Humildad.

 

Altar de las Hdad. de la Magdalena   Altar de la Muy Antigua Hdad. de Padre Jesús

Impresionó el cortejo con gran participación de las Hermandades de Gloria y Penitencia y la instalación de los altares de las Hermandades de la Humildad, Magdalena y Padre Jesús.

El Señor procesionó en su nuevo paso que no pudo ser estrenado por la pandemia.

Hoy comienza el Solemne Triduo en Honor al Stmo. Sacramento en la Parroquia.

domingo, 19 de junio de 2022

LA EUCARISTÍA: EXPERIENCIA DEL REINO DE DIOS

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 19 de Junio de 2022.

1. Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v. 16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males (v.11). E inmediatamente se desencadena nuestra narración. Por tanto la “eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios y curación de nuestra vida.

2. Sabemos que el relato de la multiplicación de los panes tiene variantes muy señaladas en la tradición evangélica: (dos veces en Mateo: 14,13-21;15,32-39); (dos en Marcos: 6,30-44; 8,1-10); (una en Juan, 6,1-13) y nuestro relato. Se ha escogido, sin duda, para la fiesta del Corpus en este ciclo por ese carácter eucarístico que Lucas nos ofrece. Incluso se apunta a que todo ocurre cuando el día declinaba, como en el caso de los discípulos de Emaús (24,29) que terminó con aquella cena prodigiosa en la que Jesús resucitado realiza los gestos de la última Cena y desaparece. Pero apuntemos otras cosas. Jesús exige a los discípulos que “ellos les den de comer”; son palabras para provocar, sin duda, y para enseñar también. El relato, pues, tiene de pedagógico tanto como de maravilloso.

3. La Eucaristía: acogida, experiencia del Reino y curación de nuestra vida. Deberíamos centrar la explicación de nuestro texto en ese sumario introductorio (v. 11), que Lucas se ha permitido anteponer a la descripción de la tradición que ha recibido sobre una multiplicación de los panes. Si la Eucaristía de la comunidad cristiana no es un misterio de “acogida”, entonces no haremos lo que hacía Jesús. Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales. No debe ser, pues, la “eucaristía” la experiencia de una élite de perfectos o de santos. Si fuera así muchas se quedarían fuera para siempre. También debe ser “experiencia del Reino”; el Reino anunciado por Jesús es el Reino del Padre de la misericordia y, por tanto, debe ser experiencia de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios. Y, finalmente, “curación” de nuestra vida, es decir, experiencia de gracia, de encuentro de fraternidad y de armonía. Muchos vienen a la eucaristía buscando su “curación” y la Iglesia debe ofrecérsela, según el mandato mismo de Jesús a los suyos, en el relato: “dadles vosotros de comer”.

4. Son posible, desde luego, otras lecturas de nuestro texto de hoy. No olvidemos que en el sustrato del mismo se han visto vínculos con la experiencia del desierto y el maná (Ex 16) o del profeta Eliseo y sus discípulos (2Re 4,42-44). Y además se ha visto como un signo de los tiempos mesiánicos en que Dios ha de dar a su pueblo la saciedad de los dones verdaderos (cf Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; 132, 15; Jr 31,14). De ahí que nos sea permitido no esclavizarse únicamente a un tipo de lectura exclusivamente cultual envejecida. El Oficio de la liturgia del Corpus que, en gran parte, es obra de Sto. Tomás de Aquino, nos ofrece la posibilidad de tener presente estos aspectos y otros más relevantes si cabe. La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, debe ser experiencia donde lo viejo es superado. Por eso, la Iglesia debe renovarse verdaderamente en el misterio de la Eucaristía, donde la primitiva comunidad cristiana encontró fuerzas para ir rompiendo con el judaísmo y encontrar su identidad futura.

Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 12 de junio de 2022

EL ESPÍRITU DE LA VERDAD, NOS ILUMINA

 

Reflexión del Evangelio del Domingo 12 de Junio de 2022. Santísima Trinidad.

Este último anuncio del Paráclito en el discurso de despedida del evangelio de Juan responde a la alta teología del cuarto evangelio. ¿Qué hará el Espíritu? Iluminará. Sabemos que no podemos tender hacia Dios, buscar a Dios, sin una luz dentro de nosotros, porque los hombres tendemos a apagar las luces de nuestra existencia y de nuestro corazón. El será como esa "lámpara de fuego" de que hablaba San Juan de la Cruz en su "Llama de amor viva".

Es el Espíritu el que transformará por el fuego, por el amor, lo que nosotros apagamos con el desamor. Aquí aparece el concepto "verdad", que en la Biblia no es un concepto abstracto o intelectual; en la Biblia, la verdad "se hace", es operativa a todos los niveles existenciales, se siente con el corazón. Se trata de la verdad de Dios, y esta no se experimenta sino amando sin medida. Lo que el Padre y el Hijo tienen, la verdad de su vida, es el mismo Padre y el hijo, porque se relacionan en el amor, y la entregan por el Espíritu. Nosotros, sin el amor, estamos ciegos, aunque queramos ser como dioses.

Fray Miguel de Burgos Núñez

domingo, 5 de junio de 2022

LA PAZ Y EL GOZO, FRUTOS DEL ESPÍRITU


Reflexión del Evangelio del Domingo 5 de Junio de 2022. Pentecostés.

1. El evangelio de hoy, Juan (20,19-23), nos viene a decir que desde el mismo día en que Jesús resucitó de entre los muertos su comunicación con los discípulos se realizó por medio del Espíritu. El Espíritu que «insufló» en ellos les otorgaba discernimiento, alegría y poder para perdonar los pecados a todos los hombres.

2. Pentecostés es como la representación decisiva y programática de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua, tiene que abrirse a todos los hombres. Esta es una afirmación que debemos sopesarla con el mismo cuidado con el que San Juan nos presenta la vida de Jesús de una forma original y distinta. Pero las afirmaciones teológicas no están desprovistas de realidad y no son menos radicales. La verdad es que el Espíritu del Señor estuvo presente en toda la Pascua y fue el auténtico artífice de la iglesia primitiva desde el primer día en que Jesús ya no estaba históricamente con ellos. Pero si estaba con ellos, por medio del Espíritu que como Resucitado les había dado.

Fray Miguel de Burgos Núñez