Reflexión Homilética para el
Domingo 2 de Junio de 2019. Solemnidad de la Ascensión del Señor.
- “Galileos, ¿qué hacéis ahí
plantados mirando al cielo?” (Hech 1,11). Son dos personajes que parecen ser
mensajeros celestiales. Y así suena la pregunta que dirigen a los amigos de
Jesús, en el momento en que ellos que viven la doble experiencia de verlo
glorificado y de quedar huérfanos del Maestro que era su guía.
- “El mismo Jesús que os ha
dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”. Esta
segunda advertencia de los mensajeros celestiales suena como una profecía. Los
discípulos del Señor no pueden olvidar el pasado vivido con su Maestro. Tampoco
pueden evadirse del presente. Pero han de mirar al futuro de la misión que les
ha sido confiada.
Con el salmo 46 proclamamos que
“Dios asciende entre aclamaciones… y se sienta en su trono sagrado”.
Efectivamente, Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y lo sentó a su
derecha en el cielo, como dice la segunda lectura de la misa de hoy (Ef
1,17-23). Esa imagen expresa la divinidad de Jesucristo. El Señor está por
encima de todo lo que nos ocupa y nos preocupa.
PREDICACIÓN DE LA CONVERSIÓN
El evangelio de Lucas se refiere
de forma muy escueta al misterio de la Ascensión de Jesús a los cielos (Lc
24,46-53). Pero en su brevedad, este relato subraya tres elementos
fundamentales de la fe y de la esperanza de todos los discípulos del Maestro.
- En primer lugar, se pone en
boca de Jesús un resumen del misterio pascual, es decir, de su muerte y su
resurrección. Al igual que Jesús había hecho con los discípulos que caminaban a
Emaús, también ahora subraya que su suerte y su entrega estaban previstas en
las Escrituras.
- Además, Jesús envía a sus
apóstoles a todos los pueblos, como mensajeros de la misericordia de Dios. Al
igual que Jonás había sido enviado a Nínive, los discípulos del Señor habrán de
predicar la conversión para el perdón de los pecados.
- Finalmente, Jesús promete a sus
discípulos la presencia continua del Padre celestial. Gracias a su asistencia,
podrán ser testigos creyentes y creíbles de lo que el Mesías ha dicho y hecho
para llevar a cabo la salvación del mundo.
Jesús ha cumplido su misión y ha
sido glorificado. Ahora confía su propia tarea a los que ha elegido para
compartir su vida y su ministerio hasta el fin de los tiempos y hasta las últimas
periferias de la tierra, como dice el papa Francisco.
LA MISIÓN Y LA ALEGRÍA
Pero el texto evangélico añade
todavía algo más. Es preciso que la comunidad recuerde siempre tres detalles
que hacen presente en la Iglesia este misterio de la glorificación de
Jesús.
- El primer detalle es la nota
sobre esa doble bendición. Jesús bendice a sus discípulos y los bendecirá
siempre. Pero, al mismo tiempo, la oración de los discípulos incluye la
bendición “ascendente”. En ella se refleja la gratitud de la comunidad por los
dones de la fe y la misión.
- El segundo detalle es
precisamente la ascensión a los cielos. Con razón había dicho el Maestro que de
los pobres de espíritu es el reino de los cielos. Ya sabemos que “los cielos” son la metáfora
del mismo Dios. El que ha bajado del Padre, asciende al Padre y comparte su
gloria.
- El tercer detalle es esa nota
sobre la alegría que embarga a los discípulos al regresar a Jerusalén. La fe
les ayuda a comprender que Jesús permanecerá con ellos para siempre, guiándolos
en la misión e intercediendo por ellos, como también ha dicho el papa
Francisco.
Señor Jesús, hoy te bendecimos y
te damos gracias por tu vida y por tu mensaje de amor y de misericordia. Te
rogamos que ayudes siempre a tu Iglesia a difundirlo con audacia y generosidad
por el mundo. Y a cada uno de nosotros concédenos la alegría de poder compartir
tu camino y de esperar activamente tu manifestación. Amén. Aleluya.
José-Román Flecha Andrés
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