Reflexión Homilética para el Domingo 26 de Mayo de 2019. 6º de Pascua, C.
“Hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables”. Así
se puede leer en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama
en la celebración de la misa (Hech 15,1-2.22-29).
Habían llegado a
Antioquía, algunos hermanos procedentes de Judea que pretendían imponer la
circuncisión a los miembros de la comunidad, pertenecientes a la cultura
griega. Pero, durante su primer viaje misional, Pablo y Bernabé habían ya
comprendido que el mensaje de Jesús había de ser predicado también a los
“gentiles”.
Se entabló una
acalorada discusión entre unos y otros. No se trataba de algo superficial. Así
que la cuestión fue llevada a Jerusalén. Los apóstoles y presbíteros de aquella
comunidad decidieron que los gentiles no habían de circuncidarse para ser
discípulos del Señor.
En cada momento de
la historia cristiana habría que recordar aquella decisión. Es preciso mantener
la fidelidad al mensaje de Jesús. Pero siempre será necesaria una generosa
flexibilidad para que su espíritu impregne las diferentes culturas de este
mundo.
LA PALABRA DEL SEÑOR
Y EL AMOR
El evangelio que se
proclama en este sexto domingo de Pascua (Jn 14,23-29) se sitúa en el marco de
la última cena de Jesús con sus discípulos. Las palabras del Maestro suenan
con la seriedad de un testamento. Y con
la solemnidad de una dramática alternativa:
“El que me ama
guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en
él”. Jesús había sembrado su palabra abundante y generosamente. A ese don
gratuito sus discípulos habían de responder, acogiéndola con respeto y gratitud
y tratando de vivir fielmente su mensaje.
“El que no me ama no
guardará mis palabras”. Esa es la prueba que desenmascara la sinceridad de
nuestro amor o la mentira en la que nos refugiamos. Aunque nuestras
declaraciones de fe parezcan muy solemnes, no siempre son creíbles. Nuestro
amor al Señor se demuestra si escuchamos su palabra y tratamos de llevarla a la
práctica de nuestra vida.
La fidelidad con la
que escuchamos y cumplimos la palabra del Señor es la prueba del amor que le
profesamos y la prenda de la presencia del Padre celestial entre nosotros.
EL TEMBLOR DEL
CORAZÓN
Ademas, en el
evangelio que hoy se proclama se recoge otra frase, con la que Jesús nos invita
a recorrer en serenidad el camino de nuestra vida.
- “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras de Jesús podían referirse al
temor que muy pronto se apoderaría de
sus discípulos. Uno iba a traicionarlo, otro lo negaría y los demás iban
a abandonarlo. No deberían escandalizarse por ello.
- “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palaras de Jesús eran ya un aviso para
su Iglesia. A lo largo de los siglos sufriría las persecuciones por parte de
los extraños y la apostasía de sus propios miembros. Pero deberá permanecer fiel.
- “Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras de Jesús han de suscitar en
todos nosotros el deseo de mantenernos fieles a su mensaje, y la voluntad de
anunciarlo con valor y con alegría. Es
dicil, pero todo lo podemos con su gracia.
Señor Jesús,
sabemos que tú tienes palabras de vida eterna. Que tu Espíritu nos ayude a
recordarlas, a vivir el mensaje que encierran y a transmitirlo fielmente en
todo tiempo y lugar. No permitas que nos alejemos de ti. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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