Domingo 27 de enero de 2013. 3º del Tiempo Ordinario. C
“Andad,
comed buenas tajadas y bebed vino dulce”. Sacadas de su contexto, esas palabras
parecen una exhortación al disfrute de una fiesta abundante en manjares. Y así
es. Sin embargo, estas palabras no son el pregón de una fiesta egoísta, sino
abierta a los demás y a Dios: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un
día consagrado a nuestro Dios”.
Así
hablan Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y letrado y los levitas que
enseñan al pueblo y sirven al Señor. El pueblo ha regresado del exilio padecido
en Babilonia. Se celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con esa
ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8, 2-10).
Proclamado
en la liturgia cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de
proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios. En ella encuentra la comunidad la luz del
Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto:
“No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.
EL
UNGIDO Y ENVIADO
También
el evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde.
Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea,
acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes.
Un
día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre,
también allí acudió el sábado a la
sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de
Lucas reconstruye minuciosamente la escena (Lc 4, 16-21). Jesús lee un pasaje
contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma
profecía:
•
El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se
olvide que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.
•
La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los
cautivos, sanar a los enfermos y
anunciar una buena noticia a los pobres.
•
El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es
decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.
LA
PALABRA Y LA VIDA
El
texto evangélico todavía nos hace imaginar a los fieles que han acudido a la
sinagoga. Conocen a Jesús desde que era un niño. Lo reconocen como el hijo del
carpintero. Permanecen atentos esperando el comentario que habrá de hacer uno
como él que no ha tenido especiales estudios de los textos sagrados.
Para asombro de todos, Jesús se limitó a
decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El evangelio anotará
a continuación las reacciones de la asamblea a esta declaración. Pero, por
ahora, la liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.
•
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una
revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era
y es el Mesías enviado por Dios. Su misión es liberadora y sanadora.
•
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen
también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse
cargo de los marginados anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y
propiciar la reconciliación universal.
•
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan
que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita
a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de
nosotros.
-
Señor Jesús, te reconocemos como el Mesías enviado por Dios para nuestra
salvación. Que la lectura de la Palabra de Dios, alimente nuestra fe, llene de
gozo nuestra fiesta, nos lleve a compartir nuestros bienes con los demás y nos
ayude a descubrirte presente entre nosotros. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario