Homilía para el Domingo 9 de Marzo. 1º de
Cuaresma, Ciclo A.
La tentación se ha convertido en
un tema predilecto para los publicistas que tratan de vender un nuevo producto.
El ideal sería que nunca nos llegaran a seducir las cosas o las acciones que
nos deshumanizan. Pero lo malo de la tentación es que se nos presenta tan
disfrazada que apenas logramos reconocerla como tal.
En su exhortación “La alegría del
Evangelio”, el Papa Francisco ha señalado cuatro tentaciones: la acedia
egoísta, el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual y las guerras entre los
creyentes (nn.81-86.93-101). Esas tentaciones nos alejan del camino que nos
habría de llevar a conseguir lo mejor de nosotros mismos y a anunciar el
Evangelio.
El texto del libro del Génesis
que hoy se lee en la misa nos sugiere que la gran tentación del ser humano es la de despreciar la
voluntad divina (Gen 2,7-9; 3,1-7). Al
ceder a la tentación, la persona rompe la relación de armonía con lo
otro, con los otros y con el absolutamente Otro.
EL ENGAÑO QUE SEDUCE
Si el primer Adán cede a la
tentación, Cristo, el segundo Adán, la supera. Como todos los años, al
principio de la cuaresma, hoy contemplamos a Jesús en el desierto (Mt 4,1-11).
El evangelio nos dice que Jesús sale victorioso de las pruebas a las que es
sometida su categoría divina y hasta su calidad humana. Jesús fue sometido una
y otra vez a la prueba.
En el caso de nuestras
tentaciones la cuestión de fondo era, es
y será siempre la misma. Hemos de preguntarnos por las hondas razones que nos
mueven a caminar. Hemos de plantearnos el por qué y el para qué de nuestras
elecciones.
La gran tentación es la de volver
la espalda a la verdad. La de pretender ignorar el plan de Dios y nuestra
propia dignidad de Hijos de Dios. Nuestra gran tentación es el engaño que con
tanta frecuencia aceptamos como normal e inofensivo.
San Pablo nos recuerda que la salvación que nos llega por
Cristo nos redime del mal que desde siempre nos seduce.
TENTADORES DE DIOS
A la última tentación Jesús
responde citando un tajante texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu
Dios”. De ser tentados pasamos con frecuencia a ser tentadores. Tentadores de
los demás y hasta de Dios.
• “No tentarás al Señor tu Dios”.
Tentamos a Dios cuando olvidamos su amor y adoramos a las cosas, como si fueran
un dios que puede salvarnos y merecer nuestro amor.
• “No tentarás al Señor tu Dios”.
Tentamos a Dios cuando pretendemos ser nosotros la fuente de la fe y la
esperanza, del amor y de la vida, de la paz y la justicia.
• “No tentarás al Señor tu Dios”.
Tentamos a Dios cuando nos llamamos hijos suyos y olvidamos a nuestros
hermanos, que también lo llaman “Padre”.
A la luz de este mensaje, será
necesario revisar las tentaciones del tener, el poder y el placer, que
continuamente tratan de desviarnos del camino del Señor. La cuaresma es un
tiempo propicio para este examen sobre la verdad de nuestra vida.
- Señor Jesús, tentado como
nosotros, te damos gracias por habernos revelado, con el ejemplo de tu
insobornable fidelidad al Padre, el camino de la fidelidad que nos conduce a la
felicidad.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario