Homilía para el Domingo 16 de marzo de 2014. 2º de
Cuaresma, ciclo A.
Muchos nos preguntan dónde está
Dios. A muchos de nuestros contemporáneos les resulta difícil encontrarlo, tal
vez porque tienen una falsa imagen de Dios. Lo consideran o como un enemigo del
hombre o como un apoyo para la inmovilidad y el acomodo.
Pero Dios está vivo y nos invita
a vivir. Dios estaba en la voz que llamó
a Abrahán y le invitó a salir de su tierra y de la casa de su padre (Gen
12,1-14). En su exhortación “La alegría del Evangelio”, el Papa Francisco nos
repite que, al igual que Abrahán, la Iglesia es una comunidad “en salida”, un
pueblo itinerante (nn. 22-24)
Dios estaba en la zarza, desde la
que llamó a Moisés para convertirlo en liberador de su pueblo. Dios estaba en
la nube que guiaba al pueblo de Israel por el desierto hasta la patria de la
libertad. Y, finalmente, Dios está en su Hijo Jesús. Y en aquellos que le
siguen con sincero y humilde corazón.
EL ROSTRO Y LA PRESENCIA
Hoy contemplamos el cuadro de la
Transfiguración de Jesús, pintado por Rafael, que se conserva en la Pinacoteca
Vaticana. En él se refleja la dialéctica entre el monte y el valle. En el monte
Jesús se encuentra con la luminosa realidad de Dios. Al bajar del monte se
encuentra con la dolorida realidad de lo humano. He ahí la imagen de nuestra
vida de creyentes. La contemplación no puede alejarnos de la acción.
Según el evangelio que hoy se
proclama (Mt 17, 1-9), la transfiguración de Jesús nos anuncia el misterio de
su muerte y su resurrección.
Los tres discípulos más cercanos
subieron con Jesús a lo alto de una montaña. Allí vieron que su rostro
resplandecía como el sol y sus vestidos se volvían blancos como la nieve. Lo
envolvía la nube que había significado la presencia de Dios en medio de su
pueblo. Moisés y Elías lo flanqueaban como dando testimonio de su honda verdad.
Ellos habían descubierto a Dios en el monte santo. Y junto a ellos, se revelaba
ahora en su Hijo predilecto.
LA VOZ DEL CIELO
En el relato de la
Transfiguración de Jesús se recoge la voz que desciende de la nube, es decir,
desde el ámbito de lo divino: “Este es mi Hijo, el amado, el elegido:
escuchadlo”.
•“Este es mi Hijo”. Dios no es un
objeto lejano. No es una idea ni un anhelo insatisfecho. Se presenta con los
rasgos familiares de quien reconoce a Jesús como hijo.
• “El amado”. Los seres humanos
han temido muchas veces a los dioses. Los dioses falsos tienen boca pero no
hablan. El Dios de Jesús siente y ama.
• “El elegido”. Por el hecho de
reconocer a Dios como Dios, el hombre no pierde su categoría y su dignidad.
Jesús no fue menos humano por saberse elegido por Dios.
• “Escuchadlo”. Jesús no se ha
engañado ni ha engañado a los suyos. Dios está con él, lo apoya y garantiza su
misión y la verdad de su mensaje.
El Concilio Vaticano II nos dice
que, mediante la escucha de la Palabra de Dios y la oración, el tiempo cuaresmal prepara a los fieles a
celebrar el misterio pascual (SC 109). Hay que leer los evangelios y escuchar la
Palabra del Señor.
- Señor Jesús, tú nos revelas el
amor de un Dios al que nos atrevemos a llamar Padre. Te agradecemos esa
conciencia de ser Hijo y mensajero de la verdad de Dios. Que tu palabra oriente
nuestra vida. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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