Homilía para el Domingo 23 de Marzo. 3º de Cuaresma, ciclo A.
En la vigilia pascual
recibirán el bautismo los catecúmenos que se están preparando para incorporarse
a la Iglesia. A todos nosotros, el tiempo de cuaresma nos enseña a recorrer el
camino de la oración. Y nos ayuda a recordar nuestro propio bautismo. No es
extraño que en este tiempo aparezca con frecuencia el milagro del agua y su
simbolismo.
La primera lectura de la misa de
hoy nos dice que el mismo Dios calmó la sed de los hebreos en el desierto (Ex
17, 3-7). Es un dolor haber perdido el hambre y la sed de Dios.
En el Camino de perfección (19,2), Escribe Santa Teresa que quien beba
del agua de la vida no tendrá sed. Y añade una hermosa exclamación: “¡Con qué
sed se desea tener esta sed!” A Dios hay que volverse con ansia. Y se
comprobará que esta sed nunca se sacia. “Cuando Dios la satisface, la mayor
merced que puede hacer al alma es dejarla con la misma necesidad, y mayor queda
siempre de tornar a beber esta agua”.
LOS TÍTULOS DE JESÚS
En el evangelio se dice que Jesús
llegó un mediodía al pozo de Jacob y allí se encontró con una mujer de Samaría
(Jn 4, 6-42). Elías había pedido de
comer a la viuda de Sarepta. Jesús pide de beber a la mujer samaritana que
llega a sacar agua. El buen evangelizador no va imponiendo, sino mendigando.
El arte ha representado muchas
veces esta escena del encuentro de Jesús con la samaritana. Hoy la contemplamos
con los ojos del alma. Y descubrimos que poco a poco va apareciendo en el
relato una escalada de títulos: Judío, Señor, Profeta, Mesías y Salvador.
Por otra parte, los discípulos se
dirigen a Jesús con el título de
Maestro. He ahí el resumen del camino de la fe. Volvemos la mirada hacia
nosotros mismos y nos preguntamos qué es Jesús para nosotros en este momento
preciso de nuestra vida.
En la exhortación “La alegría del
Evangelio”, el Papa Francisco escribe que la primera evangelización comienza
por un diálogo personal (n. 128). Y San Juan de Ávila exclama con entusiasmo:
“¡Bendito sea Dios que del mal de aquella mujer cuánto bien se sacó, que se
ganó toda aquella ciudad!”.
EL AGUA Y EL DON
El diálogo de Jesús con la
Samaritana es largo y rico. En él sobresalen las frases que se refieren al agua
y a aquel que puede calmar nuestra sed:
• “Si conocieras el don de Dios…”
Todo lo bueno que la vida nos ofrece es don gratuito de Dios. Pero el don por
excelencia es el mismo Jesús.
• “Y quién es el que te pide de
beber…” Jesús es el puente entre el Dios vivo y los hombres y mujeres que
buscan la verdad.
• “Le pedirías tú…” Jesucristo nos pide lo que espera que
nosotros le pidamos. La iniciativa es suya y sólo suya. Pero espera que
nosotros nos acerquemos al manantial.
• “Y él te daría agua viva”. El
agua viva es el agua que da vida a los que la beben. La que puede calmar
nuestras ansias más hondas. Es su verdad. Es su misericordia.
- Señor Jesús, fuente de agua
viva, ven a saciar los anhelos de la humanidad. Purifica a tu Iglesia de toda
mancha. Ayúdanos a descubrir tu presencia en el mundo. Y enséñanos a aprender
de ti el método y los contenidos de una nueva evangelización. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario