Reflexión Evangelio del Domingo 2 de mayo de 2021. 5º de Pascua.
Nacemos a la fe por medio de la Palabra
“Vosotros ya estáis limpios por la Palabra que os he dado”, dice Jesús a sus discípulos. Les está hablando de una “limpieza inicial”, una opción que han hecho al aceptar el mensaje de Jesús (su Palabra), que les ha separado del orden injusto, de las leyes inhumanas, de las tendencias racionales y sensitivas sin más. Esta opción es punto de partida, de inserción, de enraizamiento, regalo que necesita crecimiento. Como cristianos tenemos una historia de salvación que nos empuja a renovar cada pascua esa opción y a comprometernos en su concreción y crecimiento.
Siguiendo la imagen de la vid y
los sarmientos, Jesús es la savia que corre por toda la planta; que hace que el
verdor de las hojas de los sarmientos, que visibilizan y trasparentan toda la
raíz y el tronco de la vid , preconicen frutos; que aporta en la vida cristiana
luz, alegría, creatividad y fuerzas para vivir como él. Es la relación
profunda, necesaria, fundante entre lo que se ve y lo más importante que sustenta
y mantiene la expresión y la visibilidad cristiana.
Se había identificado la viña con
el pueblo de Israel y con el reino de Dios. Es nuevo en Juan identificar a
Jesús con la vid, pero no sin sentido, pues una comunidad pascual, el pueblo de
Dios es visible si se constituye con Jesús, creciendo y cumpliendo en cada
momento concreto de la historia su misma misión. Si el Padre es el viñador,
Jesús responde verdaderamente al Padre y cumple sus expectativas de fidelidad,
él mismo y comunicando capacidad para dar vida a los sarmientos, a la comunidad
cristiana. Somos fieles si aceptamos a Jesús con nosotros.
Necesitamos permanecer, centrarnos en la vida de Jesús
Es el “yo soy” de Jesús, que
actúa en todo cristiano quien da fuerza al “vosotros sois”, a los discípulos. Lo que está verde tiene que
dar fruto expandiendo el amor de Cristo, con el dinamismo de su Espíritu. Hay
una repetición machacona de esta permanencia en Jesús: “en mi”, “sin mí no
podéis hacer nada” “si permanecéis en mi”, …..Un permanecer que se identifica
con una relación de comunión no esporádica, ni puntual, sino que es intercambio
vital constante, como opción ya hecha, que lleva a una actitud de vida
creciente (escuchando la Palabra, con la oración, los sacramentos, …); que
descalifica otros métodos que no sean como él quiere e hizo: la entrega, el
servicio, la fraternidad, la justicia.
Permanecer en su Palabra es
escuchar el evangelio y vivir de él. Las comunidades cristianos no pueden
olvidarlo: sin la savia de Jesús no hay vida. Gracias a los relatos
evangélicos, que nos narran los que le conocieron, vivieron con él y siguieron
su proyecto y pretensión, tenemos presente a Jesús, su Espíritu, su estilo de
vida. La verdadera pascua se regenera en la escucha del evangelio, puesto que
es la manera de identificarnos con Jesús, volviendo a Galilea, donde le
encontraremos, como lo discípulos. El contacto con las palabras de Jesús es
vital, no basta creer que le conocemos por lo que nos han dicho, de oídas, sino
de enraizarnos por medio de ellas en él. Esta carencia es el motivo de la
crisis de la vida cristiana. La ausencia de contacto con la vida del evangelio
nos esteriliza, nos incapacita para vivir humanamente en comunidad e inhibe del
compromiso y creatividad propios del Resucitado. Se trata de activar la
necesidad mayor del hombre y la mujer de hoy: su vida interior.
El porvenir de quien no escucha o
se sale de la comunidad, tanto de la comunión con Jesús, como de la comunión
entre los hermanos es secarse, es carecer de vida, pues renunciar al amor es en
el fondo renunciar a la vida.
Y dejarnos podar para dar frutos
Se poda lo seco y los chupones,
lo que desgasta y chupa la savia, pero no da fruto. Por los sarmientos secos no
corre la savia de Jesús. Podar es clarificar, eliminar los factores de muerte,
para que el sarmiento sea más auténtico y más libre. Esta trasformación, que
realiza el Padre es para que el cristiano y la comunidad pascual asimilen mejor
la vida de Jesús, su amor asimétrico, no racional y así poder dar frutos.
La poda hace que en los frutos
tome fuerza lo bueno. Nosotros lo interpretamos como una prueba, una cruz, un
obstáculo, pero es para nuestro bien y el de los demás. Se trata de frutos
concretos de amor, con las obras, no solo con confesiones verbales. Frutos de
permanencia en la comunidad con una vida
coherente, peregrina en la tierra, … como Jesús y el pueblo de Israel.
Fr. Pedro Juan Alonso O.P.
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