Reflexión Homilética para el Domingo 29 de Mazo de 2020. 5º de Cuaresma.
La cuestión que hoy nos podemos plantear
es la siguiente: ¿De qué se murió Lázaro? Si el domingo pasado, la lectura del
Evangelio nos hablaba del ciego de nacimiento y nos hacía pensar que el ciego
no lo era sólo en el sentido físico sino que tampoco podía ver la verdad que es
Jesús, hoy podemos pensar que la muerte que afecta a Lázaro es también algo diferente
de la muerte física.
Lázaro, se dice al principio de la
lectura, está enfermo. Pero, para Jesús, esa enfermedad no terminará en muerte
sino que servirá para dar gloria a Dios. Ahí está la clave del mensaje de Jesús
para nosotros: no estamos enfermos de muerte. O mejor dicho, la muerte no es
mortal de necesidad. Sobre todo cuando Jesús está por medio. Entonces se impone
una fuerza mayor, una fuerza más fuerte que la muerte, una fuerza capaz de
decir “Quitad la losa” a pesar del hedor del que lleva cuatro días enterrado,
una fuerza capaz de gritar “Lázaro, ven afuera”. Es la fuerza de Jesús, el que
dice de sí mismo que “es la resurrección y la vida”.
Necesitamos leer con atención este relato
y dejar que sus palabras, las de Jesús, nos lleguen al corazón. Porque sabemos
que estamos enfermos de muerte. Somos muy conscientes de que el orgullo, la
envidia, el deseo de independencia, el desprecio, y tantos otros virus afectan
a nuestro ser y nos van matando poco a poco. Después de tantos años de ciencia
e investigación, todavía no tenemos unas medicinas que curen de verdad esas
enfermedades, que nos matan en vida. Terminamos viviendo una muerte-vida que no
lleva a ningún lugar. Nos enroscamos en nosotros mismos y nos alejamos del que
es la fuente de la vida.
Jesús nos invita a salir de la cueva, de
la fosa, en que nos hemos metido nosotros mismos. Nos invita a reconocer que no
tenemos fuerzas para salir nosotros solos. Nos tiende la mano y nos saca a la
luz –también dijo “Yo soy la luz del mundo” (Jn 12,1). Y aunque al principio no
podemos caminar bien porque las vendas nos lo impiden, enseguida descubrimos,
si nos atrevemos a salir, que él, Jesús, es el sol que más calienta, que da
gusto estar a su lado, que es el pan que da la vida, que él es la vid y nosotros los sarmientos.
Dicho de otra manera, que Jesús es la Vida-Vida, la Vida-Viva.
Jesús realiza así la antigua promesa de
sacar al pueblo de sus sepulcros y de darnos una tierra donde vivir para
siempre (primera lectura). En Jesús vivimos ya según el Espíritu. La fuerza del
pecado que nos mata ya no puede nada contra nosotros. Jesús es el vencedor del
pecado y de la muerte (segunda lectura).
Fernando Torres CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario