Reflexión Homilética para el Domingo 12 de Enero de 2020.
Bautismo de Ntro. Señor Jesucristo.
Hoy entendemos el Bautismo como un
sacramento, un rito que hay que cumplir para entrar a formar parte de la
comunidad católica. Pero la fiesta de hoy nos recuerda que el Bautismo es algo
mucho más profundo. Y que sería bueno que recuperásemos ese significado en
nuestra vida cristiana.
Lo que hoy es apenas en la mayor parte de
las parroquias un echar un poco de agua sobre la cabeza del recién nacido, era
al principio de la historia del cristianismo y lo es todavía en algunas
parroquias, un sumergirse completamente en el agua. El agua es principio de
muerte (en el agua nos ahogamos, no podemos respirar, lo que se echa al agua se
disuelve, se deshace, deja de existir) pero también es principio de vida
(científicamente se puede afirmar que la vida comenzó en el agua, el feto está
envuelto en líquido, del agua se resurge limpio y puro). El Bautismo tiene pues
un significado básico: expresa la muerte y la resurrección de una persona. El
que se bautiza muere a una vida y al salir del agua comienza una nueva vida.
Por eso la tradición cristiana hizo que en el Bautismo se impusiera un nuevo
nombre a la persona. La nueva vida requería un nuevo nombre.
Todo es un signo. Nadie muere de verdad
ni resucita de verdad. Pero hay momentos en la vida en que se requiere un signo
de ese tipo que rubrique un cambio real de vida en la persona. A veces, aunque
no se produzca una muerte física, se dan cambios en la vida de una persona que
traen ciertamente un nuevo estilo y una nueva orientación.
Con ese sentido tan profundo se bautizó
Jesús. Hasta entonces había vivido como uno más. Quizá se había retirado al
desierto y allí había estado con el grupo de Juan Bautista o con otros grupos.
Fue allí donde maduró su decisión, donde reconoció su llamada a anunciar la
buena nueva del Reino. Por eso se bautizó. Fue una forma de refrendar
públicamente su nuevo estilo de vida. El Bautismo de Jesús marca una frontera
entre su vida anterior y posterior. Fue de verdad el comienzo de una nueva vida
al servicio del Reino de Dios.
Para nosotros el bautismo no tiene ese
sentido. La mayoría fuimos bautizados de recién nacidos. No recordamos nada de
aquella celebración. No significó un antes y un después en nuestra vida. Más
bien nos sentimos inmersos desde el principio en la tradición cristiana. Desde
el principio de nuestra vida somos cristianos. Ahora se trata de llevar a la
práctica diaria lo que nuestro bautismo celebró y significó. Como Jesús,
estamos comprometidos a vivir de acuerdo con el Evangelio. A ser portadores de
la buena nueva para todo el mundo.
Fernando Torres CMF
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