sábado, 1 de septiembre de 2018

UN CORAZÓN LIMPIO


Reflexión Homilética para el Domingo 2 de Septiembre de 2018. 22º del tiempo Ordinario.

“Estos mandatos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia” (Deut 4,6). En la primera lectura de hoy, se nos dice que los mandamientos son la clave de la racionalidad y del buen sentido. Señalan el camino de la verdad y del bien que nos lleva a la felicidad. 


Hoy se repite todos los días que “todo vale”. Claro que ya no pensamos lo mismo, si somos nosotros la víctima de un atropello o de una injusticia. No todo vale. Tiene que haber un criterio que ayude a marcar los límites entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto. 

Ahora bien, ese criterio no puede depender del capricho o de los intereses, de una persona. Si así fuera, no se podría denunciar al ladrón o al que finge tener un título universitario. El criterio tampoco puede ser la voz de las mayorías. Los que han renovado la sociedad siempre fueron minorías. Las mayorías buscan la comodidad y la satisfacción. 

Recordar los mandamientos es una señal de prudencia. En ellos se contienen los valores humanos fundamentales. Además, los mandamientos son un signo del amor de Dios que ha liberado a su pueblo de la esclavitud, como acaba de explicar el papa Francisco. 

MANÍAS E INTERESES 

Todos los días del año nos empeñamos en marcar por nuestra cuenta los límites del bien y del mal. Jesús lo dice en el evangelio que hoy se proclama: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres” (Mc 7,8). 

La lectura del texto evangélico se refiere directamente a los lavatorios de los judíos. 

Pero podemos pensar en muchas situaciones actuales De hecho, en muchas ocasiones ponemos nuestras propias normas y manías, nuestras costumbres y tradiciones por encima de los mandamientos del Señor. 

Todos podemos recordar algunas costumbres de nuestra familia, las tradiciones de nuestro pueblo, unos refranes que parecen sabios y son inmorales, esas decisiones de la comunidad de vecinos y aquellos estatutos de una hermandad. Nuestros intereses nos llevan a olvidar el bien y la justicia.

Olvidamos el doble mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. 

APARIENCIA Y VERDAD 

El evangelio recuerda hoy otra frase de Jesús que se refiere todavía a los lavatorios. Pero también ella puede ser aplicada a todos los ámbitos de la vida actual. 

- “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro”. No somos perfectos: eso es claro. Pero nos cuesta aceptar nuestra responsabilidad. Así que nos limitamos a descargarlas obre “lo de fuera”. La crisis, el gobierno, nuestra familia, la educación que nos dieron en el colegio, la jerarquía de la Iglesia. Pensamos que son los demás los que tienen la culpa de nuestra desgracia. Pero esa mentalidad es signo de que seguimos siendo adolescentes. 

- “Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Jesús nos invita a enfrentarnos con nuestra propia verdad. “Lo de dentro” es lo que nos mancha y oscurece. Es preciso revisar el fondo más tenebroso de nuestra conciencia. Y examinar la raíz de nuestros malos deseos, de nuestros prejuicios, de nuestras hipocresías. No podemos justificarnos por nuestra apariencia o por nuestras acusaciones a los demás. 

Señor Jesús, tú eres el profeta que nos recuerda la bondad y la santidad de los mandamientos de Dios. Tú nos invitas cada día a vivir en la coherencia y en la verdad. Purifica tú nuestra conciencia, líbranos de nuestro egoísmo y nuestro deseo de aparentar unas virtudes que no tenemos, y crea en nosotros un corazón puro. Amén. 
D. José-Román Flecha Andrés 

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