Reflexión del Evangelio Domingo 9 de Enero de 2022. Bautismo del Señor.
1. La escena del Bautismo de
Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de
varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin
embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida,
que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de
Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo
al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida)
para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva
donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios.
Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es
verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese
acto del Bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo
el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer
penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un
rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos
los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que
dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.
2. Es eso lo que se quiere
significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el
Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene
que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el Mesías,
sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva
de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los detalles de la
humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán, precisamente
porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello
que se refiere a la Encarnación y a la Navidad.
No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por
parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le
trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.
3. Jesús sale del agua y “hace
oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con
Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace
oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su
solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los
que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a
pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el bautismo es la manifestación
de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación
de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una
segunda intención, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no
hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en
el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra
poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.
4. El bautismo de Jesús, en Lucas,
tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua
(esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el
Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el
que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan.
Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17,
en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente
en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu
para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo
aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del AT. Se ha señalado,
con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste
del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo,
que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la revelación de la
identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del
pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como “bautismo” para ser
profeta del Reino que ha de anunciar.
Fray Miguel de Burgos Núñez
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