Reflexión Homilía del Domingo 17 de Enero de 2021. 2º del Tiempo Ordinario.
1. El evangelio de hoy nos
presenta la forma en que Jesús acogió a sus primeros discípulos. No se hace por
medio de una llamada concreta de Jesús, - como sucederá después con Felipe, Jn
1,43ss-, sino de otra forma distinta. Probablemente en el evangelio de Juan hay
una intencionalidad manifiesta: el paso de los discípulos del Bautista a Jesús.
Es una escena que viene después de la presentación que Juan el Bautista ha
hecho de Jesús a sus seguidores. Por eso, como respuesta inmediata, dos de esos
discípulos (uno de ellos se identifica como Andrés, el hermano de Pedro), se
interesan por la vida de Jesús. De ahí la pregunta: “Maestro ¿dónde habitas?”.
No es necesario entrar en la cuestión del “otro” discípulo, que, desde luego,
no es necesario identificar con el discípulo amado, y tampoco a éste con Juan
el hijo del Zebedeo en cuanto autor de este evangelio, como muchos han
defendido y siguen defendiendo. El evangelista subrayaba así que Juan el
Bautista había cumplido su misión; ésta había terminado, y sus seguidores
debían atender a aquél que él llama el «Cordero de Dios». No podemos establecer
con seguridad los puntos históricos de esta narración. No sabemos a ciencia
cierta si eso fue así, ya que la tradición de los evangelios sinópticos parece
más primitiva y nos habla de la llamada directa de Jesús a Pedro y a su hermano
Andrés, para que dejaran sus redes y le siguieran.
2. ¿Dónde vivía Jesús? No se nos
dice en el relato, porque su intención es poner de manifiesto que su modo de
vida es lo que se describirá a lo largo del evangelio. Han visto ya algo que
fascina a estos discípulos, para dejar al Bautista y seguir a Jesús, y
comunicar la noticia al mismo Pedro. Con ello, el Bautista no se encuentra
desairado, porque en otro momento él mismo dice: «es necesario que El crezca y
que yo disminuya» (Jn 3,30). Así, pues, una vez que Juan el Bautista ha
cumplido la misión que le correspondía –según se piensa en la tradición
cristiana que Juan, como los sinópticos, recoge-, llega el momento de “seguir”
a Jesús, de vivir con él, de contemplar su morada. El simbolismo del evangelio
joánico enriquece verdaderamente esta escena sobre la iniciativa de los
discípulos. No los ha llamado el Maestro, pero Juan sí les ha trazado el
camino. A veces, alguien puede descubrirnos nuestra “vocación”; lo importante
es saber discernir y poder dedicarse a ello.
3. El encuentro de Pedro, con
Jesús, es presentando en Juan de una forma muy particular, distinta a los
sinópticos. Aquí se adelanta su hermano Andrés en su decisión a seguir al
Maestro. Pero lo que importa siempre es la disposición. El que Pedro reciba un
nombre nuevo “Kefas”(piedra), con todo lo que ello significa, forma parte
también del misterio vocacional. Un nombre nuevo es un destino, un camino, una
vida nueva, una misión. Todo esto está sugerido en esta escena vocacional.
Desde luego, aceptar a Jesús, su vida, su ideas y su experiencia de Dios, no
puede dejarnos donde estábamos antes. Todo ha de cambiar, sin que haya que
exagerar actitudes espirituales o morales. Seguiremos a Jesús y su evangelio, y
volveremos a sentir la necesidad del perdón y de la gracia, porque la debilidad
nos acompaña siempre. Pero con un nombre nuevo se nos dice que el horizonte de
nuestra existencia es Aquél que trae la luz y la vida al mundo, como se pondrá
de manifiesto en todo el evangelio joánico.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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