Reflexión Homilética para el Domingo 16 de Febrero de 2020. 6º de Tiempo Ordinario.
En la Iglesia hemos vivido muchas veces
pendientes de la ley. Cuando éramos pequeños, nos enseñaron el catecismo y, en
aquellos tiempos, de memoria aprendimos los mandamientos de la ley de Dios, los
mandamientos de la Iglesia y muchos otros. Sabíamos que eran las normas básicas
por las que se debía regir nuestra vida. Hacer lo contrario estaba mal, era
pecado. Había que confesarse de esas cosas. Pero lo malo es que no nos
explicaron la razón por la que debíamos obedecer aquellas leyes, cuál era la
motivación, la causa. Y mucho menos nos explicaron qué había que hacer en los
muchos casos que nos encontraríamos en la vida de los que la ley no decía nada.
Las lecturas de hoy, sobre todo el
Evangelio, nos sitúan frente a lo más básico de la ley. En realidad la ley no
es más que una andadera, un taca-taca, como los que usan a veces los ancianos.
Ayuda a caminar pero la persona es la que tiene que decidir hacia dónde quiere
dirigirse. No se trata de hacer esto o de no hacer lo otro simplemente porque
está prohibido o porque la ley dice que se haga. Hay que levantar los ojos más
allá de la letra de la ley y, como dice la primera lectura del libro del
Eclesiástico, darnos cuenta de que lo que tenemos delante es la decisión básica
por la muerte o la vida: “ante ti están puestos fuego y agua, echa mano de lo
que quieras”. En el fondo, somos libres para tomar nuestras propias decisiones.
Y en nuestras decisiones nos jugamos cómo queremos vivir. Si queremos vivir
para la vida o si queremos vivir como muertos. Si queremos vivir en el amor, la
fraternidad, la familia de los hijos de Dios o si queremos vivir en la muerte
del aislamiento, el egoísmo... Esa decisión es nuestra y la vamos haciendo
realidad en nuestra vida. Cada vez que ayudamos al hermano necesitado o
luchamos por establecer la justicia, estamos optando por la vida. Cada vez que
pensamos que no hay razón para preocuparse de los demás, que cada uno en su
casa y que ocupado en mis cosas se vive mejor, estamos optando por la muerte.
Nos morimos porque nos cerramos a la fraternidad, al amor y, por tanto, a Dios.
Esa opción nos lleva a cumplir algo más
que la letra de ley. Es lo que Jesús nos dice en el Evangelio. Vale la pena
leerlo con detención. Jesús nos dice que no basta con cumplir la letra de la
ley. Hay que hacerlo de corazón. Porque no sólo mata el que clava el puñal.
También mata el que odia. Hoy el Evangelio nos invita a vivir en plenitud la
ley de Jesús que es la ley de amor.
Fernando Torres CMF
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