Reflexión Homilética para el Domingo 1 de Diciembre de 2019. 1º de Adviento.
Hay personas que viven toda la vida en el
mismo lugar, en la misma ciudad. A veces ni siquiera salen del barrio. Dicen de
un filósofo alemán que durante muchísimos años los vecinos ponían los relojes
en hora cuando lo veían salir de su casa a dar su paseo de todas las tardes. No
es así la vida del cristiano. Nosotros sabemos que estamos de paso. Hemos
puesto nuestras tiendas aquí por un momento pero llegará otro momento en el que
tendremos que partir. ¿Cuándo? Cuando venga el Señor. Y, ¿cuándo va a ser eso?
Pues no lo sabemos. Pero sabemos que debemos estar siempre preparados porque en
cualquier momento llegará el Señor a nuestras vidas. Justo entonces debemos
saber acogerle y seguirle a donde nos invite a ir. Este es el significado del
Adviento que hoy comenzamos. Nos preparamos para celebrar la venida del Señor
en la Navidad, pero también nos preparamos para la otra venida, la futura, la
definitiva, la que no nos podemos perder porque perderíamos la oportunidad de
nuestra vida.
El Evangelio nos dice que la venida del
Señor romperá todas las actividades habituales, aquello en lo que se nos van
ordinariamente los días. Se dejará de hacer pan, de cultivar los campos, de ir
al trabajo, de casarse. Porque ese día empezará algo radicalmente nuevo. Algo
tan nuevo que es posible que sigamos haciendo pan y cultivando los campos y
yendo al trabajo, pero todo tendrá un sentido nuevo y diferente porque el Señor
estará en medio de nosotros. Su presencia curará nuestras heridas y hará que la
justicia y la paz reinen entre las personas y los pueblos. Su presencia hará
que nuestra vida sea diferente. Por eso, hay que estar atentos. No podemos
dejar que la presencia del Señor nos encuentre despistados o sin preparar
adecuadamente.
Es tiempo de hacer caso a lo que nos dice
san Pablo en la carta a los Romanos. Ya es hora de despertarse porque la
salvación está cerca. No sabemos cómo, dónde ni cuándo vendrá Jesús, pero sí
sabemos que tenemos que estar preparados. Y para estar preparados, él nos da
los mejores consejos: vamos a dejar de lado las obras de la oscuridad, las
veces en que nos dejamos llevar por la envidia, la codicia y el desamor. Vamos
a vivir como si Jesús ya estuviera aquí, que no hay mejor forma de estar
preparados. Se trata de vivir a la luz del Evangelio, dejándonos llevar por el
amor de Dios que cuida de sus hijos, de su familia, de nosotros. Volvamos los
ojos hacia aquellos con los que vivimos. Con ellos, nunca sin ellos ni contra
ellos, es como construiremos la solidaridad y la justicia que harán que nuestro
Señor nos encuentre preparados cuando llegue.
Fernando Torres cmf
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