Reflexión Homilética para el Domingo 24 de Noviembre de 2019.
Solemnidad de Cristo Rey del Universo
“Todos
los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con
ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como
rey de Israel”. David había ya sido
ungido como rey de Judá (2 Sam 2,4). Ahora el texto bíblico nos dice que las
gentes del norte le ofrecen también reinar sobre Israel.
Los
ancianos apoyan su decisión en la promesa que el mismo Dios había hecho a
David: “Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”.
De alguna forma, el relato nos recuerda la alianza que Dios había hecho con
todo su pueblo.
En
esta nueva etapa de su reinado, David traslada su residencia de Hebrón a
Jerusalén. Y a la fortaleza y la armonía de la Ciudad Santa se refiere el salmo
responsorial: “Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta” (Sal 121,3).
En
la segunda lectura, san Pablo nos ayuda a ver en Jesús la culminación del
reinado de David. De hecho, Dios Padre nos ha sacado del dominio de las
tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido” (Col 1,13).
LOS
LEJANOS
En
el evangelio (Lc 23,35-43) se insiste por tres veces en la paradójica realeza
de Jesús, un crucificado junto a dos malhechores. Las dos primeras referencias
responden a unos testigos lejanos, seguramente extranjeros y ciertamente
paganos, que no pueden entender ni aceptar el sentido de lo que ellos mismos
han contribuído a llevar a cabo.
- En primer lugar toman la palabra los soldados
que han sido elegidos para practicar el cruel tormento de la crucifixión: “Si
eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Es evidente que esa frase
está cargada de ironía. Piensan que el condenado es un pobre iluso. Pretende
ser rey, pero sus imaginados súbditos no han aparecido para defenderlo.
- En segundo lugar, sobresale el letrero en tres lenguas que Pilato ha ordenado
colocar sobre la cruz: “Este es el rey de los judíos”. De haber creído en él,
los judíos lo habrían calificado como “El rey de Israel”. Pero el gobernador
romano desprecia a Jesús. Y al mismo tiempo humilla a los judíos, que atribuyen
a aquel pobre hombre la pretensión de
ser rey.
Y
EL CERCANO
Junto
a los comentarios de los testigos lejanos al ambiente de Jesús, en tercer lugar
el evangelio de Lucas recoge el ruego de uno más cercano a su ambiente.
Podemos
imaginar algunas notas que lo caracterizan. Seguramente es un judío que conoce
las expectativas de su propio pueblo. Es
uno los malhechores condenado a muerte, pero reconoce que merece el castigo.
Además, parece haber oído a Jesús pedir al Padre el perdón para quienes lo
condenaban. Eso motiva el diálogo entre
el Maestro y su último discípulo:
- “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. En la súplica de este
malhechor resuena el Antiguo
Testamento. En su fe se manifiesta la esperanza de Israel. Él intuye que el
Reino de Dios está llegando en la persona de Jesús, el Justo crucificado junto
a él. Con su oración se hace eco de las gentes de su pueblo, que durante siglos
pedían a Dios que se acordase de ellos.
- “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”. La respuesta de Jesús
refleja la gran certeza que abre el Nuevo Testamento: el Reino de Dios ha
llegado ya. En realidad, ese Reino evoca la armonía del paraíso primordial. Y
Jesús, el Justo injustamente ajusticiado, se revela como el nuevo Adán. Es el
Rey misericordioso que reina desde la cruz. Ha llegado la nueva creación.
Señor Jesús, sabemos que en el mundo muchas personas no reconocen tu realeza.
Ayúdanos a vivir con alegría la suerte
de pertenecer a tu Reino. Y a proclamar con humilde osadía tu señorío sobre el mal. Porque tuyo es el Reino, tuyo el poder y la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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