Reflexión Homilética para el Domingo 13 de Octubre de 2019. 28º del Tiempo Ordinario.
Orientado por una joven esclava
israelita, Naamán había llegado a Samaría buscando remedio para su lepra. Por
orden del profeta Eliseo, accedió a bañarse en las aguas del Jordán. Al ver que
había quedado curado, aquel jefe de los ejércitos de Siria exclamó: “Ahora
reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el Dios de Israel” (2 Re
5,13-17).
Este relato nos dice que todo ser
humano, aunque sea poderoso, es más vulnerable de lo que cree. Además el relato
refleja la dignidad la libertad y la generosidad del profeta, que acoge
aceptando a los necesitados, sean de la raza y religión que sean. Pero el
relato habla también de la fe. Aun siendo pagano, Naamán descubre el poder de
Dios sobre el mal.
Esa misericordia universal de Dios se refleja en
el salmo responsorial: “Los confines de
la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios” (Sal 97,3). Como escribe
Pablo a su discípulo Timoteo, “Dios permanece fiel, porque no puede negarse a
sí mismo” (2 Tim 2,13).
COMPASIÓN Y GRATITUD
También el evangelio que hoy se
proclama recuerda la plaga de la lepra (Lc 17,11-19). Ante Jesús aparece un día
un grupo de leprosos que caminan por los campos, lejos de los pueblos y
ciudades, según lo prescribe la Ley. Sin embargo, parece que han llegado a
conocer la fama de Jesús.
Lo reconocen como un hombre de
Dios. Así que desde lejos le imploran a gritos: “Jesús, maestro, ten compasión
de nosotros”. Y efectivamente, la compasión del profeta Eliseo se hace ahora
realidad en la persona de Jesús, que los envía a los sacerdotes para que
certifiquen su curación y puedan insertarse
en la sociedad.
Junto a la misericordia de Jesús,
el relato subraya la confianza de los leprosos. Es preciso observar que todos
ellos se fían de la palabra de aquel al que ya reconocen como Maestro. De
hecho, aun antes de verse curados, obedecen su mandato y se ponen en camino
para ir en busca de los sacerdotes.
Además, el relato evangélico
indica que a la gratuidad del profeta ha de responder la gratitud de los
favorecidos. Sin embargo, se anota que si bien son diez los que piden la
curación, solo uno de ellos regresa a dar gracias por haberla obtenido. Lo
asombroso es que el que se muestra agradecido es un samaritano, considerado
como enemigo y proscrito.
FE Y SALVACIÓN
A este leproso que regresa para
agradecer la sanación se dirigen las palabras de Jesús con las que se cierra
este relato:
“Levántate y vete: tu fe te ha
salvado”. Ha quedado claro que los leprosos no han sido curados por la fuerza
de la antigua Ley de Moisés, sino por la fe en el Maestro de la nueva Ley. La
sanación significa la salvación integral que solo de él puede venir.
“Levántate y vete: tu fe te ha
salvado”. También queda de manifiesto que el creyente de hoy ha de aprender a
pedir y agradecer. Si puede y debe dirigirse al Señor en oración, al mismo
Señor ha de agradecer siempre la salvación.
“Levántate y vete: tu fe te ha
salvado”. Y ha de quedar muy claro que también los que se consideran lejos
pueden acercarse al que es la fuente de la salud y de la gracia. La solidaridad
en el dolor y en la prueba invita a celebrar la salvación universal.
Padre nuestro que estás en los
cielos, tú sabes que con frecuencia buscamos la excusa de nuevas lepras para
excluir a algunos de nuestra sociedad. Sin embargo, hemos de reconocer que tan
solo la fe en tu Hijo Jesucristo puede abrirnos a la salvación. Que tu Espíritu
nos ayude a mostrarnos siempre
agradecidos a tu misericordia. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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