Reflexión Homilética para el Domingo 20 de Octubre de 2019. 29º del Tiempo Ordinario.
“Mientras Moisés tenía en alto
las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec”. Este
relato bíblico nos presenta a Moisés orando en el monte por su pueblo, mientras
Josué se enfrenta en el llano a los
amalecitas (Éx 17,8-13).
Evidentemente se trata de
subrayar la fe de Moisés y su influencia ante Dios. Por otra parte, se anticipa
ya la presentación de Josué como el futuro guía de su pueblo. Pero, sobre todo,
se pone de relieve el valor de la oración. La imagen de Moisés orando con los
brazos en alto sería toda una lección sobre la misericordia de Dios y la
gratuidad de la liberación.
El salmo responsorial responde al
orante que se pregunta de dónde le vendrá el auxilio: “El Señor te guarda de
todo mal, él guarda tu alma, el Señor guarda tus entradas y salidas ahora y por
siempre (Sal 120,7-8).
San Pablo dice a Timoteo que la
Sagrada Escritura puede darle la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús,
conduce a la salvación” (2 Tim 3,15).
LOS TRES PERSONAJES
También el evangelio subraya el
valor de la oración. Para reflejarlo de una forma fácilmente inteligible, Jesús
lo expresa en la parábola de la viuda y el juez injusto (Lc 18,1-8). Los dos personajes encarnan dos
tipos humanos de personas, al tiempo que reflejan los atributos de Dios.
La viuda era en Israel la imagen
más evidente de la pobreza y el desamparo. Se sabía por experiencia que una
viuda se veía sola y no tenía quien defendiera sus derechos ante la asamblea
popular. En este caso, se dice que sus derechos han sido ignorados y pisoteados
repetidas veces por los prepotentes.
Por otro lado aparece el juez al
que acude la viuda reclamando justicia. La Biblia presenta varias veces a los
jueces como símbolos de la rectitud y del respeto que merecen tanto la ley como
las personas. Pero el texto presenta a este juez con unos rasgos que lo
descalifican ante nuestros ojos: “Ni temía a Dios ni le importaban los
hombres”.
Este juez corrupto ignora a la
viuda que le suplica. Después de mucho insistir, esta logra que la escuche el juez,
no por responsabilidad profesional, sino para librarse de su insistencia. Por
contraposición, se anuncia que Dios escucha la oración de los que le suplican y
les hace justicia. Dios es justo y compasivo, misericordioso y fiel.
LA SÚPLICA Y EL JUICIO
La parábola del juez inicuo que
ignora el lamento de la pobre viuda nos lleva también a recordar el tono de su
humilde súplica:
“Hazme justicia frente a mi
adversario”. Hoy muchas personas se sienten marginadas en la sociedad, en el
puesto de trabajo y aun en su propia familia.Tienen derecho a reclamar justica
y atención a sus derechos.
“Hazme justicia frente a mi
adversario”. También la Iglesia, como comunidad tantas veces humillada, puede y
debe dirigirse a Dios. De hecho, habrá de implorar su misericordia y su
justicia, cuando muchos de sus hijos son perseguidos hasta la muerte.
“Hazme justicia frente a mi
adversario”. Muchas personas y comunidades ven pisoteados sus derechos por la
injusticia de los poderosos. Pero Dios no es neutral. Pensar en el juicio de
Dios es un motivo de esperanza para los oprimidos, como escribió Benedicto XVI
en su encíclica “Salvados en esperanza”.
Padre nuestro que estás en el
cielo, que la fe en tu poder y tu misericordia aliente siempre nuestra oración.
Y que ésta nos motive para anunciar el valor de la justicia y denunciar la
injusticia que con frecuencia aplasta a los más humildes de tus hijos. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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