Relexión Homilética para el Domingo 10 de Marzo de 2019. 1º de Cuaresma.
“Traigo aquí las primicias de los
frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”. Esas son las últimas palabras del
“credo” que el israelita pronunciaba al
llevar al templo las primicias de sus cosechas. A las palabras, el texto añade
el gesto que completa el rito: “Los pondrás ante el Señor, tu Dios y te
postrarás en presencia del Señor, tu Dios” (Dt 26,9-10).
Así pues, a la generosidad del
Dios que lo había liberado de la esclavitud, el pueblo había de responder con
la gratitud de quien reconoce la misericordia de que ha sido objeto. La fe nos
dice que solo Dios es Dios. Solo él puede ofrecer la verdadera libertad. Y solo
él merece la adoración del hombre.
En el salmo responsorial resuena
la promesa de la protección de Dios a los fieles que lo buscan: “A sus ángeles
ha dado órdenes, para que te guarden en tus caminos. Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra” (Sal 90,11-12).
Tmbién san Pablo nos asegura que
Dios es el Señor, el único Señor, “generoso con todos los que lo invocan” (Rom
10,8-13).
LA MENTIRA Y LA VERDAD
En el primer domingo de cuaresma
meditamos las tentaciones de Jesús en el desierto. Más que aquella roca pelada
que se alza sobre Jericó, el desierto de la cuarentena es la metáfora de toda
una vida, en la que Jesús ha aceptado y vivido su misión.
En primer lugar, el demonio
presenta a Jesús un medio mágico para superar el hambre. Pero Jesús sabe y
confiesa que el verdadero alimento del hombre es la palabra de Dios, que da la
vida y el sentido para la vida.
En segundo lugar, el demonio
invita a Jesús a aceptar como un ideal el deseo de alcanzar el poder y la
gloria. Ofrece lo que no posee y lo que no puede dar. Sus pretendidos regalos
no garantizan la libertad. He ahí el contraste entre el mentiroso y el verdadero.
En tercer lugar, el demonio se
atreve a citar las palabras del salmo. Pretende que Jesús se deje caer desde el
alero del templo para hacer notar su calidad de Hijo de Dios. Pero Jesús sabe
que no se puede tentar al Señor, para lograr un triunfo clamoroso.
También para nosotros, el
desierto es la imagen del encuentro con la libertad que Dios nos concede para
que podamos vivir en la verdad (Lc 4,1-13).
LA FE Y LA PRUDENCIA
El papa Francisco repite una y
otra vez que el demonio no es un mito. Las tentaciones de Jesús no son una
leyenda. Reflejan la verdad de su misión. Y la honda verdad de los que
aspiramos a seguirle por el camino. Ante las falsas promesas del demonio, sólo
la verdad de la palabra de Dios nos hace realmente libres.
“No sólo de pan vive el hombre”.
A lo largo del camino pretendemos saciar nuestra hambre con alimentos que no
pueden sustentarnos. Y deseamos saciar nuestra sed de libertad con adiciones
que nos mantienen como esclavos.
“Al Señor tu Dios adorarás y a él
sólo darás culto”. A lo largo del camino, nos fijamos muchas veces en los
medios y perdemos de vista la meta. Adoramos a los ídolos que nosotros mismos
fabricamos. Y después lamentamos la soledad en la que enfermamos.
“No tentarás al Señor tu Dios”. A
lo largo del camino tomamos con frecuencia decisiones que nos llevan al fracaso
y después culpamos a Dios de habernos abandonado. Junto a la virtud de la fe
hay que aprender cada día la virtud de la prudencia. No podemos imponer nuestra
voluntad a Dios.
Señor Jesús, al principio de
esta nueva cuaresma, queremos escuchar la palabra de Dios que tú repetías al
tentador. Que ella nos ayude a mantenernos libres en el camino y servidores
sinceros de la verdad. Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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