
Homilía Domingo 10 de Abril de 2016. 3º de Pascua. C.
La primera lectura que se
proclama en este domingo tercero de Pascua (Hech 5, 27-41) resume en muy pocas
frases algunas convicciones que mueven a los evangelizadores que anuncian el
mensaje de Jesús en todo tiempo y lugar.
- “Hay que obedecer a Dios antes
que a los hombres”. Muy poco significan las prohibiciones humanas cuando se
está dispuesto a dar la vida por el mensaje de Cristo.
- “El Dios de nuestros padres
resucitó a Jesús”. La fe en la resurreccion de Cristo es la fuente de la que
brota el coraje para anunciar el evangelio.
- “Testigos de esto somos
nosotros y el Espíritu Santo que Dios da a los que le obedecen” El testimonio
comunitario de los creyentes es animado por la fuerza del Espíritu.
- “Los apóstoles
salieron…contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. La
alegría y la fuerza de los mártires será siempre un desafío.
Contra toda apariencia y contra
toda persecución, los testigos de Cristo podrán cantar con el salmo: “Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29).
LOS MISMOS GESTOS
El evangelio que hoy se proclama
nos invita a recuperar el ideal primero. De hecho, nos lleva a las orillas del
lago de Galilea. Allí había encontrado Jesús a sus discípulos primeros. Y allí
vuelve el Resucitado para reunir a los dispersos y desalentados.
- De nuevo los discípulos pasan
por la experiencia de una noche de pesca infructuosa. Y por la gozosa
experiencia de una amanecida en la que la obediencia al Señor llena sus redes
con una enorme cantidad de peces.
- De nuevo, el Señor toma el pan
y el pescado y se lo da. De nuevo se repiten los gestos venerables que
significan y hacen visible su misericordia. Y, sobre todo, su entrega personal
a sus discípulos.
- De nuevo Jesús, se dirige a
Simón con una palabra ya sabida: “Sígueme”. Se repite la misma invitacion de
aquella vez, cuando lo encontró realizando sus tareas de pescador en aquella
ribera.
Y EL MISMO ENCARGO
Pedro había prometido fidelidad a
Jesús, una inquebrantable fidelidad y lo había negado tres veces. El Resucitado
no reprende su traición. Viene a confiarle una misión.
- Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?”. En la triple pregunta de Jesús hay una cierta gradación. Es como si el
Maestro fuera bajando el tono para ajustar sus deseos a las posibilidades y la
fragilidad de su apóstol.
“Sí, Señor, tú sabes que te
quiero”. Y así es. Jesús conoce los sentimientos de Simón. Conoce sus ímpetus y
sus caídas. Pero sabe que sólo amamos a aquellos de los que todavía esperamos
algo. Y él espera al menos ese afecto de su discípulo.
- “Apacienta mis corderos y mis
ovejas”. En otro tiempo le aseguró una tarea de pescador de hombres. Ahora le
confía una responsabilidad de pastor de su propio rebaño. Ese rebaño por el que
el Pastor bueno ha entregado la vida. Tal es su confianza.
Señor Jesús, Tú sabes que
también nosotros te queremos. Perdona nuestras traiciones y ayúdanos a seguirte
con fidelidad y a ser testigos de tu misericordia Amén.
D. José-Román Flecha Andrés
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