Homilía 19 de Enero de 2014. 2º Tiempo Ordinario
“Es poco que seas mi siervo
y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de
Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el
confín de la tierra”. Estas palabras de la segunda parte del libro de Isaías (Is
42, 1-7) nos presentan la misión universal del “Siervo de Dios”.
Pascal escribió que cuando llueve en la aldea, algunos
párrocos suben al púlpito y anuncian el diluvio. Somos demasiado provincianos.
El mundo se extiende mucho más allá de nuestro pueblo. Y la Iglesia es más
amplia que nuestra parroquia. Dios desea que la voz de su Siervo llegue hasta
el confín de la tierra.
También en estos tiempos necesitamos creyentes como éste.
Los profetas de hoy no pueden limitarse al grupo con el que se identifican. Han
de salir a “las periferias existenciales”, como dice el Papa Francisco. Tal vez
no podemos incendiar el mundo, pero podemos al menos encender una luz que
indique el camino del bien y la verdad.
ANUNCIO Y TESTIMONIO
Juan Bautista sabía bien que él no era el Mesías. Ni
siquiera lo conocía antes de que le fuera mostrado por el Espíritu. Juan no
tenía las respuestas que su pueblo esperaba. Pero podía, al menos, anunciar la
llegada del Mesías. Y manifestarlo cuando lo descubrió ya presente entre los hombres.
En el texto que hoy se proclama, Juan manifiesta con
humildad su propio descubrimiento (Jn 1,29-34). Ha llegado ya el que es mayor
que él mismo. Ha visto al anunciado por
los profetas. Y, entre el Jordán y el desierto,
él realiza su vocación de profeta anunciando su llegada a todos los que
le escuchan.
Claro que Juan no se reserva para sí mismo su
descubrimiento. Sabe que la salvación no le pertenece. Quien ha descubierto la
verdad no tiene más remedio que comunicarla. Con su palabra y sobre todo con su
propia conducta. El anuncio, la profecía y el testimonio son cualidades que se
esperan también hoy de los creyentes.
EL CORDERO Y LA PALOMA
Las palabras que el Bautista dirige a las gentes sobre Jesús
resumen nuestra fe en el Mesías y orientan nuestra vida de cristianos.
• “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”. Jesús es el cordero de la nueva Pascua. Al mirarle a Él, descubrimos
nuestro pecado. Y al mirarnos, él nos redime del pecado. Él se ha ofrecido en
sacrificio por nuestra salvación.
• “He contemplado al Espíritu que bajaba sobre él como una
paloma y se posó sobre él”. El Espíritu que Isaías veía sobre el Siervo de Dios
lo ha visto Juan sobre Jesús de Nazaret. Él es la tierra firme que encuentra la
paloma tras el diluvio.
• “Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el
Hijo de Dios”. Juan Bautista no habla de oídas. Como él, todos los que hemos
experimentado la cercanía del Señor, damos humildemente testimonio de su
presencia.
- Señor Jesús, como Juan Bautista, también nosotros hemos
descubierto en ti la promesa ya cumplida de nuestra redención. Cordero de Dios que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros. Amén.
José-Román Flecha Andrés
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