Homilía para el Bautismo del
Señor. Domingo 12 de Enero de 2014.
“Mirad a mi siervo a quien
sostengo; mi elegido a quien prefiero”. Estas palabras resuenan en la primera
lectura de la misa de hoy (Is 42, 1-7). Como se ve, se ponen en la boca del
mismo Dios. Pertenecen a uno de los poemas del “Siervo de Dios”, que se encuentran
en la segunda parte del libro de Isaías.
Ese siervo misterioso está lleno
del Espíritu de Dios, promueve el derecho y la justicia, no con violencia sino
con la suavidad de los humildes. El Señor lo ha
llamado, lo ha convertido en signo de su alianza con el pueblo, lo ha
hecho luz de las naciones y lo ha enviado a abrir los ojos de los ciegos y
traer la liberación a los esclavos.
Uno piensa que en todos los
tiempos de la historia se necesitaría un hombre como éste. Un verdadero
profeta. A él habría que volver los ojos en tiempos de inclemencia y
desorientación moral. Si de verdad echamos de menos a una persona como ésta, el
mundo no ha perdido la esperanza.
EL PRECURSOR Y EL MESÍAS
Pues bien, la comunidad cristiana
ha visto en Jesús de Nazaret la realización histórica de aquel poema. Jesús, es
reconocido por el Padre como su Hijo predilecto. Está lleno del Espíritu de
Dios. Y es enviado para liberar a todos los oprimidos por las maldades de la
humanidad y por sus propios pecados.
El relato del bautismo de Jesús
que encontramos en el evangelio de hoy (Mt 3, 13-17) nos resume la continuidad
y la novedad que aporta Jesús a las tradiciones de Israel. La antigua alianza,
representada por Juan Bautista anticipa la nueva alianza, la plenitud de la
vida y de la santidad que representa Jesús.
Jesús no es un pecador. No
necesita el lavado de la purificación. El que está limpio no necesita una nueva
limpieza. Jesús no baja a las aguas de Jordán para convertirse de una vida
pecadora a una vida santa. La única razón para recibir el bautismo de las manos
de Juan es significar que acepta la voluntad de Dios.
DIOS Y SU HIJO
Las palabras que Jesús dirige al
Bautista nos revelan el hondo misterio de la vida y la misión de Jesús:
• “Está bien que cumplamos así
todo lo que Dios quiere”. En el bautismo de Jesús Dios se hace presente. Al
apoyar y garantizar la misión de su Hijo predilecto, Dios se nos revela en
Jesús de Nazaret.
• “Está bien que cumplamos así
todo lo que Dios quiere”. La misión de Jesús comienza por la aceptación de la
voluntad de Dios. Y revela que Dios quiere continuar sus relaciones de amor y
misericordia con toda la humanidad.
• “Está bien que cumplamos así
todo lo que Dios quiere”. Jesús asume los rasgos que se atribuían al humilde
“Siervo del Señor”, según el libro de Isaías (Is 42, 1). El signo de su misión
salvadora no es el poder sino la humildad y el abajamiento.
- Señor Jesús, al festejar tu
bautismo, celebramos el recuerdo del nuestro.
Descubrimos nuestro mal y la misericordia de Dios. Tú, el hijo
predilecto del Padre, acógenos como hermanos y enséñanos a cumplir su voluntad.
Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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