Domingo 15 de Septiembre de 2013. 24
Tiempo Ordinario C.
“El Señor se arrepintió de la
amenaza que había pronunciado contra su pueblo“. Es el hombre quien ha de
arrepentirse de sus malos pensamientos, de sus malos deseos, de sus malas
acciones y omisiones. Por eso nos llama la atención que Dios se arrepienta de
un propósito que había formulado. Pero así nos lo dice el libro del Éxodo (Ex
32,14).
Esta frase se sitúa en el
contexto de un episodio escandaloso. El pueblo de Israel ha sido liberado por
Dios de la esclavitud, pero parece confundir al único Dios con uno de los
ídolos que había visto en Egipto. Y decide adorar un ternero de oro. Esa
idolatría refleja su desesperanza y su nostalgia. En lugar de seguir al Dios
que nos libera y nos invita a caminar hacia adelante, también nosotros
preferimos refugiarnos en una comodidad adormilada.
El relato bíblico nos dice que
Moisés intercede por su pueblo ante el Señor. Le pregunta si va a olvidar lo
que ha hecho por Israel y las promesas con las que se ha comprometido a
protegerlo. Y Dios decide ser fiel a sí mismo, a pesar de la infidelidad de su
pueblo.
LA PÉRDIDA Y EL HALLAZGO
Pues bien, esta imagen de un Dios
misericordioso y compasivo resume todo el mensaje de Jesús. En el Evangelio
según San Lucas esta idea de la compasión se refleja en las tres parábolas de
las pérdidas y los hallazgos. En el texto que hoy se proclama leemos las dos
primeras. Se nos habla de la pérdida de una oveja, reencontrada por el pastor y
de la pérdida de una moneda buscada por su dueña (Lc 15, 1-10).
En ambos casos se pasa del
nerviosismo a la paz, de la búsqueda al hallazgo, y de la soledad a la
compañía. Ni el hombre ni la mujer gozan a solas de su satisfacción. Quien
encuentra la oveja comunica la buena noticia a los amigos. Quien encuentra la
moneda, comparte esa buena noticia con las vecinas.
En ambos casos, los protagonistas
exclaman con alborozo: “¡Felicitadme!” No pretenden ser felicitados por la
pérdida, sino por el hallazgo. La pérdida pertenece ya al pasado. Y ante el
gozo del hallazgo se olvida la fatiga de la búsqueda.
CONVERSIÓN Y ALEGRÍA
Con todo, la peripecia del pastor
y de la mujer van más allá de sí mismas. Estas parábolas apuntan a las relaciones del hombre con Dios. Las dos
parábolas se cierran con una hermosa conclusión que se pone en boca de Jesús.
• “Os digo que la misma alegría habrá
entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. El pastor
tiene cien ovejas, pero dedica toda su atención a la que se ha perdido. Cada
uno de nosotros merece la atención de Dios.
• “Os digo que la misma alegría
habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. La mujer
tiene diez monedas, pero entrega su tiempo y su vida para buscar a la que se le
ha perdido. Ni puede ni quiere prescindir de ella.
• “Os digo que la misma alegría
habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”. Los
justos son la alegría de Dios. Pero mayor alegría hay cuando alguien descubre
el bien, la verdad y la belleza que solo pueden encontrarse en Dios.
- Padre celestial, reconocemos
que somos pecadores. Pero sabemos que el pecado no es una fatalidad. Tú sales
cada día a buscarnos. Nuestra pérdida nos daña a nosotros. Pero el hallazgo es
una alegría para ti, que nos amas y nos buscas. ¡Bendito seas!
José-Román Flecha
Andrés
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