Domingo 1 de Septiembre de 2013. 22 del Tiempo Ordinario.
C
“Hijo mío, en tus asuntos procede
con humildad y te querrán más que al hombre generoso. Hazte pequeño en las
grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la
misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes”. Son
hermosos y siempre actuales estos consejos de Jesús, hijo de Sirac, que
recoge la primera lectura de la misa de este domingo (Eclo 3, 17-18.20).
Efectivamente, la misma
experiencia nos dice que las personas más sencillas son las más agradables en
la vida social. Además, los más humildes están con frecuencia más dispuestos a
escuchar la palabra de Dios. Y a percibir el paso de Dios en los
acontecimientos y, sobre todo, en la vida de cada día.
El texto bíblico es muy realista.
El sabio, en efecto, contrapone a la
actitud del humilde la soberbia del orgulloso: “No corras a curar la herida del
cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta” (Eclo 3, 28). Otras traducciones nos
recuerdan que “para la adversidad del orgulloso no hay remedio, pues la planta
del mal ha echado en él raíces”.
HUMILDAD Y GRATUIDAD
El evangelio que hoy se proclama
recoge un hecho que parece una parábola (Lc 14, 1.7-14). Es un sábado: día de
oración y descanso. Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo importante.
Observa que los invitados se apresuran a escoger los primeros puestos. Y el
Maestro aprovecha la ocasión para impartir dos consejos aparentemente muy
humanos.
- El primero se dirige a los
invitados a un banquete. Quien elige uno
de los primeros puestos puede verse en el bochorno de ser obligado a cederlo a
otro invitado más importante. Pero quien elige uno de los últimos, puede verse
honrado cuando lo inviten a situarse en un puesto de más prestigio. Así que
conviene ser humilde y modesto.
- El segundo consejo se dirige al
anfitrión que ofrece el banquete. Quien convida a sus amigos, a sus parientes o
a sus vecinos ricos, espera ser recompensado con otra invitacion semejante. Eso
es lo habitual. Quien convida a pobres, lisiados, cojos y ciegos parecerá ir
contra corriente. Porque generalmente no recibirá una invitacion semejante.
Los dos consejos parecen normas
de conducta o de protocolo social. Pero Jesús las eleva al rango religioso,
mediante la bienaventuranza que sigue al segundo consejo: “Dichoso tú, porque
no pueden pagarte; te pagaran cuando resuciten los muertos”. Así que la
humildad va unida a la generosidad de quien ama gratuitamente. Porque así es
como ama Dios.
SOBERBIA Y HUMILDAD
“Toda afectación es mala”, se
repite varias veces en el Quijote. Cualquier manual de educación nos exhortará
a ser modestos y sencillos. Todo este
relato responde, pues, a una experiencia humana y muy humana. Sin embargo,
encierra una profunda lección de fe. No sólo habla del hombre, sino de Dios. Basta reflexionar sobre la frase central.
• “Todo el que se enaltece será
humillado”. Quien se enaltece a sí mismo
se coloca con frecuencia en el puesto del mismo Dios. Olvida su profunda verdad
y se engaña a sí mismo. “De soberbia y
vanagloria os libre Dios”, escribe Santa Teresa. Cuanto más alto sube el necio
más estrepitosa es su caída.
• “El que se humilla será
enaltecido”. El modelo es el mismo Cristo, que se abajó hasta someterse a la
muerte y muerte de cruz, por lo cual fue ensalzado hasta recibir un nombre
sobre todo nombre (cf. Flp 2, 6-11). Quien de verdad ama a Dios, va por el
valle de la humildad, como escribe también Santa Teresa.
- Señor Jesús, tú nos has
convidado al banquete de tu Reino. Que tu gracia nos ayude a vivir en la
Iglesia y en el mundo con la sencillez de los pobres y los humildes. Porque
“tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor”. Amén.
Don José Román Flecha Andrés
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