Domingo 8 de Septiembre de 2013. 23
Tiempo Ordinario. C.
“¿Quién rastreará las cosas del
cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo
Espíritu desde el cielo? Solo así fueron rectos los caminos de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada; y la sabiduría los salvó“. Una buena
pregunta y una buena respuesta. No deberíamos olvidar estas palabras del libro
de la Sabiduría que que se leen en la misa de este domingo (Eclo 3, 17-18.20).
Decimos que hoy a nadie interesan
las cosas del cielo. Que muchos viven “como si Dios no existiera”. Pero en su
carta “La Puerta de la fe”, Benedicto XVI escribía que muchas personas en
nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan
con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del
mundo” (PF 10).
A unos y a otros se nos dice que
el camino no es fácil si no contamos con la sabiduria de Dios. No se trata de
saber más cosas, sino de saborear el proyecto de Dios, de aceptarlo y de
convertirlo en hoja de ruta para nuestra peregrinación.
RENUNCIA Y LIBERTAD
En Jesús se ha hecho carne esa
sabiduría de Dios. Él nos precede por el camino. Nos invita a seguirlo. Y a
calcular nuestras fuerzas para construir la torre: es decir para llevar la fe a
su cumplimiento. En el evangelio de hoy (Lc 14, 25-33), Jesús señala tres
relaciones que han de ser revisadas y repite tres veces la referencia a sí
mismo y el riesgo del desvío.
• La tres relaciones nos remiten
a los lazos familiares (v. 26), a la posesión y disfrute de los bienes (v. 33)
y al cómodo apego a la propia vida (v.
26). No podemos vivir sin esos anclajes. Pero habrá que ver si estamos
dispuestos a verlos a la luz de la sabiduría de Dios. La llamada al seguimiento
de Jesús es una llamada a la libertad.
Ese es el punto de partida.
• Las tres referencias a su
persona señalan la característica propia del discipulado. “Si alguno se viene
conmigo”…, “detrás de mí”…, “discípulo
mío”. El itinerario es difícil, pero el Maestro lo ha dejado bien trazado.
Nadie va con el Señor para triunfar en la vida. La llamada a la libertad es una
llamada al seguimiento de Jesús. Ese es
el punto de llegada.
• Junto a esas tres relaciones y
referencias, se encuentran otras tres negaciones: “No puede ser discípulo
mío”. Esa es la grandeza de la libertad.
La persona puede hacer su opción fundamental. Y esa es la limitación de la
libertad. Que no siempre nuestras opciones nos llevan a vivir como discípulos
del Señor y a construir la torre del Reino de Dios.
LA CRUZ Y EL CAMINO
“¿Seguís al Señor sin cruz? Pues
no vais tras él. Muchos se venían cuando predicaba en los montes, en el campo y
en los templos, y de cuantos siguieron entonces no hubo uno que le ayudase a
llevar la cruz… No hay quien se aparte del mal por Jesucristo y le ayude a
llevar la cruz”. Así predicaba San Juan de Ávila con palabras que recuerdan las
de Jesús.
• “Quien no lleve su cruz detrás
de mí no puede ser discípulo mío”. No es el Señor quien nos impone la cruz.
Creyentes o no creyentes, algún día encontraremos el dolor. Basta esperar lo
suficiente. A todos nos tocará un día llevar nuestra cruz. Pero el Señor nos
invita a llevarla tras Él. Es decir, a ver cómo él nos precede en el camino y a
seguirle con su espíritu.
•
“Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Esas
palabras no se dirigen solo al cristiano individual. Ese es el camino de toda
la Iglesia. No puede eximirse de llevar la cruz una comunidad que dice seguir y
confesar al Crucificado. La persecución no
es un accidente de la historia. La comunidad cristiana sabe bien cuál es
el camino del Señor.
- Señor Jesús, tú sabes con qué
ánimo hemos comenzado a construir la torre de nuestra fe. Que tu gracia nos
ayude a perseverar en el esfuerzo. Que nuestra pereza o nuestra inconstancia no
justifiquen las burlas y el rechazo a tu mensaje de vida y de esperanza. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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