Comentario Homilético del Domingo 29 de Septiembre de 2013. 26
Tiempo Ordinario, C
Divanes lujosos sobre los que se
recuestan los comensales. Espléndidos banquetes, Música escogida. Vinos de
solera y los mejores perfumes del mercado. Esos son los ingredientes de los
acomodados, tal como los percibe Amós (Am 6, 1. 4-7). Él es un pastor venido de
la estepa. Y ese lujo le hace presentir un desastre nacional.
Nunca pretendió ser profeta. Pero
de sus labios brota una profecía que resuena como un trallazo: “Irán al
destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos”. En
este texto el profeta no denuncia una específica inmoralidad. Sí que lo hará en
otros pregones, al clamar contra la injusticia que soportan cada día los más
pobres (Am 8, 4-7).
Sin embargo, ya la sola
ostentación de esa vida acomodada le parece al pastor una blasfemia y un
insulto a Dios. Dios no es enemigo de la alegría y de la felicidad del ser
humano. Pero en la búsqueda exclusiva de las satisfacciones hay un riesgo
innegable de abandonar el camino que lleva a la felicidad.
EL CAMBIO DE SUERTES
El Evangelio que hoy se proclama
es más explícito al presentar el doble escenario en que se representa el drama de la humanidad.
Hay un hombre que demuestra su riqueza por sus vestidos de lujo y por los
espléndidos banquetes que organiza cada día. Y un mendigo hambriento y cubierto
de llagas, al que sólo se acercan los perros (Lc 16, 19-31).
El contraste es violento y
ofensivo. El rico no tiene nombre: sólo tiene riquezas. El mendigo tiene nombre
y dignidad. Se llama Lázaro. A pesar de sus diferencias, la muerte alcanza a
los dos. En un segundo acto, más allá de la frontera de la vida, de nuevo se
diferencian los dos. Pero la suerte ha sido profundamente cambiada.
El pobre participa de la herencia
de Abrahán, mientras el rico es sepultado en el infierno y atormentado por sus
llamas. La desgracia del pobre se torna ahora en consuelo, mientras que el
fasto del rico se convierte en tortura. Ante las súplicas del rico queda claro
que la suerte ha sido cambiada, sin posibilidad de tránsito de un lugar a otro.
LA PALABRA Y LA VIDA
Todavía hay un tercer acto. El rico dirige dos nuevas súplicas en favor
de sus hermanos. Desea que el padre Abrahán envíe a Lázaro para que les
advierta del riesgo que corren de caer en el mismo lugar de tormentos. Las dos
respuestas de Abrahán pueden aplicarse a todos los siglos de la historia:
• “Tienen a Moisés y a los
profetas: que los escuchen”. La escucha
de la palabra de Dios es el primer paso en el camino de la fe. En ella
encontramos el camino de la luz y de la vida. Los creyentes en el Dios que habla
no podemos ignorar su palabra.
• “Si no escuchan a Moisés y a
los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. Nuestra fantasía y nuestro afán de novedades
nos seducen. No son las apariciones las que nos revelan a Dios, sino la palabra
con que nos ha manifestado su amor y su justicia.
- Padre nuestro celestial, en
nuestro mundo conviven sin encontrarse los pobres y los ricos. Enséñanos a
crear un mundo fundado en la fraternidad. Queremos escuchar la palabra que nos
has dirigido para orientar nuestra vida de acuerdo con tu voluntad. Amén.
D. José-Román Flecha
Andrés
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