Reflexión Homilética del Domingo 6 de Diciembre de 2020. 2º de Adviento.
1. Se inicia en todos los
sentidos el evangelio de Marcos. Como prólogo sirve para marcar las diferencias
y los vínculos con el AT. Para ello se ha valido de la figura de Juan Bautista,
que es una figura señera del Adviento. Históricamente, sabemos que Juan el
Bautista predicó la llegada de un tiempo decisivo, que él mismo no podía
alcanzar a ver con toda su radicalidad; pero de la misma manera que el AT es la
preparación del NT, Juan resume toda esta función. Marcos (quien sea esta
figura del cristianismo primitivo) escribe una obra que llama “evangelio”,
buena noticia, ¡toda una proeza!. Pero esa buena noticia está en contraste con
muchas cosas del pasado, las mejores de las cuales las representa en este
instante el profeta del desierto, Juan el Bautista.
2. El Bautista era un profeta
apocalíptico, y en el texto se nos describe con los rasgos del gran profeta
Elías (2 Re 1,8, Mal 3,23), por eso no podrá entender plenamente la grandeza
del evangelio que viene, incluso después de haber bautizado a Jesús. Juan está
en el desierto, y el desierto es sólo una etapa de la vida del pueblo; es un
símbolo de retiro, de penitencia, de conversión. El desierto es lo que está
antes de la “tierra prometida”, y así hay que interpretarlo como semiótica
certera. Pero también es verdad que es un marco adecuado para anhelar y desear
algo nuevo y radical. Eso le sucede a Juan: presiente que algo nuevo está
llegando... para lo que pide conversión.
3. Pero la conversión cristiana,
la que propondrá Jesús, debe llevar también el signo de la alegría. No
obstante, los cristianos, cuando tuvieron que revisar la misma predicación de
Juan el Bautista, supieron dotarla de los elementos teológicos que marcaban la
diferencia entre lo que él hacía y lo que haría aquél al que no era capaz de
desatar la sandalia de sus pies. El bautismo de Juan y el bautismo cristiano
están diferenciados por el Espíritu; no se trata solamente de penitencia. Los
que seguían a Juan debían renunciar a su pasado. Los que siguen a Jesús, además
de eso, tendrán un “espíritu” nuevo. Por lo mismo, y aunque Juan representa lo
mejor del AT, también la esperanza que mana del mismo queda alicorta con
respecto a lo que Jesús ha traído al mundo.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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