Reflexión Evangelio del Domingo 13 de Diciembre de 2020. 3º de Adviento
Hay un programa de televisión que se llama “La voz”. Ya sabéis en qué consiste: dejarse conmover por una voz, una actuación que se trata sobre todo de escuchar. Este tercer domingo de adviento el evangelio tiene como protagonista “la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”.
La figura de Juan bautista nos
predispone a escuchar la voz de Jesús.
Escuchando la voz de Dios, ¿cómo podemos mover y conmover el mundo en
que vivimos? Sólo si esa voz nos ha enganchado y seducido, si su tono, su melodía,
su cadencia nos acompaña en cada momento habremos sintonizado con El para mover
y conmover el mundo junto a El.
La voz de Jesús es portadora de
buenas noticias, de alegría para todos. Su voz y su palabra venda los corazones
desgarrados, proclama la amnistía a los cautivos y esclavos, la libertad para
proclamar el año de gracia del Señor. Esta es la canción que no deberíamos
haber olvidado, con este programa tomado del profeta Isaías se presentó la voz
de Jesús ante su pueblo en Nazaret. Conocemos qué sucedió, fue rechazado por la
mayoría. Pero nosotros le escuchamos y estamos aquí. Nunca tenemos bastante y
queremos seguir escuchando y viviendo de sus palabras de vida.
Cristo ha pasado el testigo a su
Iglesia derramando sobre ella desde el Padre el Espíritu Santo. Desde entonces
la Iglesia tiene que encarnar profecía y sabiduría siguiendo los pasos del
Señor. En nuestros días, la Iglesia es más fiel al Señor cuando da voz a los
que no tienen voz, como ha hecho últimamente para denunciar las esclavitudes de
todo tipo y el negocio que esconden; como hace cuando se pone de parte del
auxilio humanitario a tantos inmigrantes en las fronteras de Europa o en el
mundo entero.
Estad siempre alegres
Al mundo le sigue faltando luz,
por eso se necesitan personas incandescentes esto es, transformadas al calor
del mismo Espíritu que habitaba en Jesús. Capaces de cobijar a quienes no ven
luz al final del túnel de la pandemia, de las crisis humanitarias, se su
situación personal o comunitaria. Estamos todos en la misma barca y nos
necesitamos unos a otros para socorrernos y proveernos de motivos para la
alegría y la confianza en el presente y el futuro. Dios necesita de todos para
alumbrar un cielo nuevo y una tierra sin males. ¿A quién llamará? ¿a quién
enviará? a nosotros. Al mundo le faltas tú...por eso escucha lo que te dice
Dios por medio del apóstol Pablo: “Estate siempre alegre. Se constante en orar.
En toda ocasión da gracias, se agradecido: esta es la voluntad de Dios en
Cristo Jesús respecto de ti. No apagues el Espíritu Santo, no desprecies el don
de profecía: sino examinándolo todo, quédate con lo bueno. Guárdate de toda
forma de maldad”.
Lo sabemos, como si fuera tan fácil. S. Pablo no habla por hablar puesto que tuvo una vida difícil a causa del Evangelio. Sabe y transmite por experiencia que la alegría no se debe confundir con la euforia. El verdadero gozo se asienta en el interior del discípulo cuando vive en la confianza de la fe, sabe perdonar y pedir perdón, practica la justicia y la compasión. Es el gozo de quienes navegan por la vida teniendo un “puerto” al que dirigirse, un rumbo, una identidad, un proyecto y un mundo de relaciones visibles e invisibles. Hay un gozo en quien lucha por mantenerse fiel a su proyecto de vida encajando desafíos y sacrificios. Es el gozo aprendido junto al pesebre y la cruz, alegría que no es nunca soledad sino comunión con el Dios vivo.
Jesús, la Voz que mueve el mundo
cuenta contigo, no valen excusas, ni lamentos, ni jugar al escondite…
conmuévete con su misericordia porque tienes que salir a buscar quien te
conmueva para dedicar tiempo y energías en vendar corazones desgarrados y ser
buena noticia para los que sufren. Dejémonos conmover y actuemos.
Para dar testimonio de la luz
El testimonio de Juan Bautista
preparando la venida del Mesías nos confronta. ¿De qué manera nuestra vida
puede adquirir una dimensión profética? Permaneciendo fieles a la causa que nos
mueve; discerniendo con profundidad los acontecimientos; pronunciando una
palabra lúcida que no pretenda ser en sí misma luz, sino testimonio de la luz
que es Cristo Resucitado. Esa luz cuyos destellos brillan hoy como ayer, en el Evangelio
leído con la Iglesia.
Dominicos y dominicas en todo el
mundo estamos celebrando el Mes Dominicano para la Paz, con la mirada del
corazón puesta sobre Ucrania, un país que sufre una guerra olvidada. El domingo
próximo volveremos a conmemorar aquel sermón preparado por Antón Montesinos y
su comunidad de frailes en La Española (Rep. Dominicana). Aquella homilía
provocó entre conciencias adormecidas, un tsunami de luz evangélica que llega
hasta nuestros días. Hoy como entonces, nuestra época precisa menos personajes
“alumbrados” y más “testigos de la luz”, de la alegría, la fraternidad y la
amistad social. La misión de la Familia Dominicana en Ucrania, comprometida con
la rehabilitación de niñas y niños víctimas de la guerra y con la promoción de
agentes de reconciliación en las zonas que más han sufrido, nos habla ya de
cómo es posible atravesar los desiertos existenciales teniendo la Luz de la
vida.
Fray Xabier Gómez
García
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