Reflexión para la Homilía del Martes 8 de Diciembre de 2020. Solemnidad de la Inmaculada Concepción
1. El evangelio de la
"Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página del Génesis. Así
lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso lleno de
feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los mismos
términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil, de la
mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a su
imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es
verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una
cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una
forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han
manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la
gracia.
2. Se han hecho y se pueden hacer
muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser considerado como la
narración de la vocación a la que Dios llama a María, una muchacha de Nazaret.
Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la existencia, e incluso el
personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret es punto clave de la
historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es verdad, no es final. Pero
los comienzos son significativos. En el Génesis, los comienzos de la
"historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de miedo, de
acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio de la
"encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre el
camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para
engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su
ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una
elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos
alejarían del sentido de nuestro relato.
3. El relato tiene todo lo mítico
que se necesita para hablar de verdades profundas de fe (si aparece un ángel es
por algo); no debemos ser demasiado "piadosillos" en su interpretación.
En realidad todo acontece de parte de Dios, pero no en un escenario religioso.
Por eso es más asombrosa esta narración que, sin duda, tiene de histórico lo
que le sucede a María en su vida. Ella es una criatura marginal que ha sido
elegida por Dios, y esto es tan real como histórico. Su hijo será también un
judío marginal. Es un relato que no está compuesto a base de citas bíblicas,
pero sí de títulos cristológicos: grande, Hijo del Altísimo, recibirá el trono
de David su padre. Todo eso es demasiado para una muchacha de Nazaret. Y todo
ocurre de distinta manera a como ella lo había pensado; ya estaba prometida a
un hombre. Ella pensaba tener un hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del
Altísimo y rey (Mesías en este caso), iba más allá de sus expectativas. Pero
sucede que cuando Dios interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser
extraordinario, lo marginal se hace necesario. Esa es la diferencia entre
fiarse de Dios como hace esta joven de Nazaret o fiarse de "una serpiente"
como hizo la mítica Eva.
4. María de Nazaret, pues, la
"llena de gracia", está frente al misterio de Dios, cubierta por su
Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más hermoso del mundo.
Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente la presencia
religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de nuestra carne
y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se abre de verdad
al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los escribas de Jerusalén,
podían entenderlo. La "llena de gracia" (kejaritôménê), con su
respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación del pecado y de
toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a diferencia del Sinaí,
en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No fue violada, ni
maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los poderosos
soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor divino el que
la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén (s. IV) se la
compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la llama que los
serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta "teofanía" divina
es otra cosa, es una manifestación de la gracia materna de Dios.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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