Reflexión del Evangelio del Domingo 22 de Noviembre de 2020. 34 del Tiempo Ordinario.
Solemnidad de Cristo Rey del Universo
1. El evangelio de hoy, de Mateo,
el que se conoce como el “juicio de las naciones”, está en conexión con la
primera lectura en razón del papel de las ovejas y del futuro que les espera.
Ahora, aquél pastor pasa a ser rey de las naciones, del universo entero. El
Hijo del hombre juzga como los reyes (“en su trono de gloria”)… pero en
realidad es un elemento no decisivo, ya que el “reinado de Dios”, clave del
mensaje de Jesús, no expresa monarquía, ni sistema político determinado aún en
lo parlamentario, sino un planteamiento ético universal. Y todo lo que muchas
mentes fundamentalistas alimentan en un texto tan complejo como este (v.g. el
juicio del valle de Josafat), debería dejarse de lado para ir a lo fundamental.
La teología del evangelista trata de presentar una dimensión cósmica,
universal, de la acción del Señor. Todo el mundo, toda la historia, pues, están
bajo la acción salvadora y redentora del Señor. No es solamente Israel, el
pueblo judío o en nuestro caso los cristianos, como ya lo ha manifestado antes
(Mt 19,16-19).
2. El relato tiene una serie de
acciones y símbolos que hacen pensar: derecha-izquierda, ovejas-cabras,
hermanos pequeños, benditos de mi padre, dar de beber, conmigo lo hicisteis.
Así ha nacido una interpretación de carácter “filantrópico” y de solidaridad
que no presume o abusa de elementos “religiosos” en muchos casos. Algunos se
indignan porque ésta sería la lectura que plantea o justifica un seguimiento de
Jesús casi “sin religión” o que cualquier hombre o mujer sin fe, están llamados
a la salvación simplemente por solidaridad con sus hermanos. En realidad el
texto dice lo que dice y enseña lo que algunos “temen”. Y además, está en Mateo
cuyo texto respira judaísmo por todos los poros. Es un texto, sin duda que
viene de Jesús, aunque la elaboración mateano no deja lugar a dudas. Pero Mateo
no ha podido ocultar la radicalidad contracultural con la que Jesús pudo
expresarse en su momento.
3. No negamos que es un texto
difícil, pero nada alambicado. Es verdad que los “hermanos míos pequeños” son
los seguidores de Jesús que sufren y son perseguidos… pero los hermanos de
Jesús “pequeños” son todos los hombres y mujeres que sufren. Y eso no significa
que la religión salta por los aires, sino que la religión del “reinado de Dios”
es universal, y en la que caben aquellos que sin pertenecer a una estructura
religiosa confesional pueden hacer posible lo que el Reino de Dios pretende,
hacer de este mundo un “reinado de vida” por la justicia y la paz. Pensar que
eso es un reduccionismo de la religión verdadera es no haber entendido el
mensaje evangélico de Jesús. El mensaje de Jesús seguirá siendo escandaloso
siempre. Y si nunca pudo ser encerrado de lleno en el judaísmo de la época es
porque en Jesús comienza algo radicalmente nuevo, desde su
continuidad-discontinuidad con la religión de su pueblo y con el Dios de
Israel.
4. Por lo mismo, tendríamos que
ver aquí una afirmación rotunda, atrevida en cierta manera: todos los hombres,
sean creyentes o no, tienen que enfrentarse críticamente con el proyecto
salvífico de Cristo. Y la pregunta podría ser, ¿qué criterios pueden servir
para los que no creen en Dios ni en Cristo? Pues el mismo criterio que para los
cristianos y creyentes: el amor y la misericordia con los hermanos. Ese es el único
criterio divino y evangélico de salvación y de felicidad futura: la caridad y
la ayuda a los pobres, a los hambrientos y a los desheredados. El juicio divino
no tiene unas leyes que beneficien a unos y perjudiquen a otros, como a veces
se da a escala mundial. Cristo, es el rey de la historia y del universo, porque
su justicia es la aspiración de todos los corazones.
Fray Miguel de Burgos
Núñez
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